ALMERÍA. Cabo de Gata (Puente de diciembre, 2008)

Este año habíamos decidido pasar el puente de diciembre en plan de relax para lo cual elegimos la siempre tranquila costa de Almería. La primera opción fue el hotel Retamar en el Cabo de Gata, pero encontramos una buena oferta por internet en el hotel La Envia de cinco estrellas que incluía tres bonos por persona para el balneario que se encuentra anexo al hotel.

Hemos dejado la crítica en http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187429-d1211887-r32233032-Envia_Hotel_Wellness_Golf_Almeria-Almeria_Costa_de_Almeria_Andalusia.html)

Salimos de Albacete el viernes 5 y volvimos el lunes día 8, así que pasamos allí dos estupendos días.

El viaje, aunque largo, transcurrió sin contratiempos y al atardecer estábamos instalándonos en una habitación de lujo. El hotel era precioso y la habitación inmensa, con unas vistas muy bonitas.

Bajamos a cenar, por cierto un buffet digno de un restaurante de 4 tenedores (tres seguro, al menos) y después dimos una vueltecilla por los exteriores del mismo. Aunque era diciembre, no hacía demasiado frío.

Al día siguiente, tras deleitarnos con un exquisito desayuno nos fuimos a dar un paseo por los alrededores del hotel, que no eran gran cosa (campo de golf, chalets...); luego bajamos a la costa con idea de picar algo por allí, cosa que hicimos en un chiringuito.

Por la tarde volvimos al hotel y, hasta la hora de la cena, estuvimos a remojo en el balneario. Una gozada. Especialmente curiosa para mí la zona de colorterapia con música chill-out. Relajadísimos bajamos al restaurante a cenar y con una peli en la tele dimos por concluido el segundo día. De este día debo destacar la curiosidad de que Amaral estaba en nuestro hotel porque esa noche actuaba en Roquetas y ocurrió algo gracioso relacionado con la artista: yo estaba haciendo fotos al hall del hotel para mi crítica en Tripadvisor y percibo que todo el mundo alrededor me miraba sonriendo; cuando pregunté qué pasaba me dicen que si había salido bien Amaral y yo pregunté: -¿qué Amaral? La verdad es que ni me había fijado en ella, pero la cantante, que justo salía en ese momento, me vio haciendo fotos y pensó que se las hacía a ella y, por lo visto, según me contaron después, sonrió para salir mona en la foto. ¡¡y yo fotografiando las mesas y plantas del vestíbulo!!¡¡Y ella posando!! Nadie se creyó que yo no la había visto y pensaron que estaba disimulando para poder hacerle las fotos. Cuando me acuerdo de ello no puedo menos que sonreír.

El domingo amaneció bastante soleado (no en balde dicen que en Almería hay 360 días de sol al año) y pasamos la mañana paseando por Roquetas de Mar que, debido a las fechas –supongo-, no tenía ninguna animación, aunque el paseo fue muy agradable. Comimos por allí y tras descansar un poco en el hotel volvimos a dejarnos caer por el balneario donde entre zumitos y chorros variados nos dieron las nueve de la noche. Cenamos y a la mañana siguiente pusimos rumbo a Albacete.

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JORDANIA, Jerusalen y Damasco (Verano, 2008)

Este verano he viajado a un país al que hace tiempo tenía ganas de ir, Jodania, visitando además Jerusalem (Israel) y Damasco (Siria) . Sin duda, lo más emblemático y conocido de Jordania es Petra; y debo decir que sólo por pisar sus caminos merece la pena este viaje. Aquí os dejo un relato (algo largo, quizás) del mismo; espero que no os aburra y os anime a visitar el país.
¿Quién me iba a decir, cuando nos dieron las vacaciones de verano, que este mes iba a cumplir uno de mis sueños: conocer Petra? El verano comenzó sin muchas perspectivas de viajes; más tarde nos animamos y miramos algunas opciones en Sudamérica, pero ninguna nos convenció. Cuando casi habíamos desistido de movernos encontré en internet una oferta superbarata para ir a Jordania: un circuito “Petra mágica”. En cinco minutos lo teníamos decidido y reservado.
Aquí incluyo el album de fotos. Pincha en el album para abrirlo. Luego pincha en cada foto para ampliarla.
Ha sido absolutamente improvisado y todo un acierto: uno de los mejores viajes que hemos hecho tanto por lo que hemos visitado como por el grupo de gente con el que hemos compartido estos días.
Todos han sido unos compañeros de viaje estupendos. Realmente hemos formado un grupete muy majo, lo que ha hecho que este viaje sea incluso más especial.

Jordania es un país que debe su interés turístico principalmente a la ciudad nabatea de Petra (Patrimonio de la Humanidad desde el 6 de diciembre del 1985) No obstante, hay otros puntos de interés, que hemos podido visitar, a lo largo de su territorio.

El viaje comenzó el día 27 de julio y volamos directamente a Ammán, capital de Jordania, sin ningún contratiempo (salvo que el llegar al aeropuerto estaban los guías de todas las mayoristas esperando a sus grupos, excepto el nuestro que llegó tarde).
Nos repartieron, como es costumbre, por los hoteles respectivos según la opción de viaje elegida. La nuestra era la más barata: hoteles de tres estrellas; no obstante, estamos muy contentos porque los hoteles estaban bien (el de Petra, Petra Palace, especialmente bien) El hotel de Ammán se llama hotel Toledo (ver mi crítica en Tripadvisor:http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293986-d579597-r18957500-Toledo_Amman_Hotel-Amman.html) Nos dieron una habitación en la 6ª planta que daba a una plaza con una mezquita (las vistas muy chulas, pero el ruido de la carretera no nos dejó dormir) Nos instalamos y salimos rápidamente para recorrer la Down town (ciudad baja o, lo que es lo mismo, la ciudad antigua) en la que hay que destacar los restos romanos y la ciudadela. El teatro romano está muy bien conservado (y restaurado) y en él todavía se llevan a cabo representaciones.

Ammán es conocida en la historia como Rabbath-Ammón, pero tras ser conquistada por Alejandro Magno en el 332 a. C. fue totalmente reconstruida por su sucesor Ptolomeo Filadelfo quien la bautizó con el nombre de Filadelfia (“la ciudad del amor fraternal”). La moderna Ammán fue fundada por el rey Abdullah, durante la I Guerra Mundial, convirtiéndola en la capital del reino hachemita de Jordania en 1950.

La zona centro (down town) se asienta en un valle rodeado de seis colinas; no nos podemos perder la animadísima vida callejera de este barrio, por el que deambulamos durante horas, entre las voces de los vendedores, el tráfico, los olores y colores de los puestos y la música árabe que sale de ellos. Como ya he dicho anteriormente, las numerosas ruinas romanas de la zona son testigo de la larga historia de la ciudad. Lo más importante es el Teatro romano, construido entre el 169 y 177 d. C., el Odeón (cuya función exacta se desconoce) y los restos del foro. También merece la pena el Ninfeo, restos de una monumental fuente pública dedicada a las ninfas acuáticas que ahora está siendo restaurada y que se encuentra detrás de la mequita de Husseín; además son curiosas la propia mezquita y, sobre la colina, la ciudadela en la que se pueden ver vestigios de construcciones romanas, bizantinas e islámicas; los restos más interesantes de ésta son, sin duda, los del palacio omeya de su interior (720 d.C.)

Durante la cena, de vuelta en el hotel, tuvimos el placer de conocer a algunos de nuestros compañeros de viaje con los que pudimos intercambiar las primeras impresiones sobre la ciudad.

El día siguiente emprendimos el viaje hacia Petra, donde pasaríamos dos días. Durante el trayecto realizamos algunas paradas en lugares interesantes como Madaba para visitar al iglesia ortodoxa de San Jorge en cuyo interior se encuentra un mapa de mosaico de una iglesia bizantina del siglo VI (el mapa más antiguo que se conoce del mundo bíblico); posteriormente subimos al monte Nebo (espectacular mirador sobre el valle del Jordán y el mar Muerto) desde el que, según la tradición, divisó Moises la Tierra Prometida.

En el plan de viaje se incluía la visita del castillo cruzado de Kerak, pero la sustituímos por “La pequeña Petra” (un aperitivo de lo que podríamos admirar al día siguiente).

Llegamos a Petra antes de atardecer, a tiempo aún de darnos un baño en la piscina del encantador hotel Petra Palace en el que estábamos hospedados, cenar y hasta dar un paseo con los amigos por los alrededores (ver mi crítica en tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g318895-d308994-r18958800-Petra_Palace_Hotel-Petra_Wadi_Musa.html) El hotel está muy bien situado ya que se encuentra a 300 metros de la entrada de la antigua ciudad de Petra, hacia la que salimos a primera hora de la mañana siguiente. En unos minutos a pie nos encontrábamos en la entrada del desfiladero (Siq) que discurre a lo largo de 2 kms., estrechándose a cada paso hasta desembocar en el Tesoro (el Khanzeh), el monumento más conocido y fotografiado de Petra. Adentrarse en este cañón constituye una experiencia única.

Llaman la atención a lo largo del recorrido los tonos naturales de la piedra que pasan por el azul, verde, rojo o amarillo pero en el que destaca el rosado de las fachadas. Es precioso ver el cambio de tonalidades de la roca según va atardeciendo; al ponerse el sol es cuando mejor se ve el verdadero color rosa de la piedra (que al llegar nos pareció dorado). Os recomiendo que os quedéis en la entrada hasta que cierren, saboreando un té a la menta frente al Tesoro. Nosotros lo hicimos así y os aseguro que la visión de la fachada a la luz del atardecer y el ambiente de paz y de bullicio a la vez que reina en la plaza en la que se reúnen los camelleros y sus familia para volver a sus casas (los únicos turistas éramos nosotros), es una experiencia difícil de olvidar.

Petra, el mayor tesoro del país, es una ciudad excavada completamente en la roca hace más de 2000 años por los nabateos (pueblo nómada de origen árabe) cuyo máximo momento de esplendor fue entre fines del I a.C. y el 106 d.C. Abandonada tras ser conquistada por los romanos fue descubierta por el suizo Johann Ludwing Burckhardt en 1812.

El primer monumento y la puerta de acceso a Petra es el Tesoro; sobre si fue utilizado como templo o es una tumba es aún hoy un tema de discusión, aunque los estudiosos se inclinan por lo segundo y hoy se cree que es una suntuosa tumba real. El día transcurrió recorriendo cada uno de los senderos que serpentean entre tumbas, cuevas, ruinas romanas, templos, hasta llegar, por el Cardo Maximus, al Santo Santuarium de Qasr el-Bint, desde donde comienza el ascenso al Monasterio. Pese a lo impresionantes de la visita y del lugar, no voy a comentar mucho sobre Petra ya que se puede encontrar toda la información sobre ella en internet. Sí quiero recomendar que se debe dedicar, como mínimo, una jornada completa a la visita y realizarla hasta el final. Es decir, no debéis dejar de subir al Monasterio (tras ascender por una escalera de más de 800 escalones) Hay muchos burros que os pueden subir hasta arriba (por 2 ó 3 dinares =2 ó 3 euros). Nosotros subimos así y es muy cómodo, aunque se pasa algo de miedo a lomos del borriquillo subiendo por la escalera. No obstante, es todo un espectáculo la vista desde arriba y un placer tomar un té sentado o tumbado en la tienda beduina frente al monumento (fachada espectacular, que recuerda a la del tesoro, del único monumento de Petra que jamás fue restaurado). Las tumbas reales, los restos romanos o el castillo de la hija del faraón (enorme templo nabateo de planta cuadrada) son otros puntos ineludibles de la visita.

De vuelta en el hotel, nos esperaba un reconfortante baño en la piscina y una agradabilísima cena con los compañeros, ya amigos, en el jardín, un exquisito bufet al borde de la otra piscina (el hotel tenía dos)

El viaje continuó con una excursión, el día siguiente, en jeep por el desierto Wadi Rum; los coches eran un poco antiguos y descubiertos por detrás aunque con un toldete hecho de tela para protegernos del fuerte sol. En cada uno íbamos 6 personas y, la verdad, fue también una experiencia muy divertida. En este desierto se rodaron algunas imágenes de la película “Lawrence de Arabia” y se caracteriza por combinar las dunas de arena rojiza con los montículos de roca (de hecho su nombre Wadi Rum significa “valle de las pequeñas montañas”). Interesante ( aunque, personalmente, prefiero el desierto de dunas inmensas de harina finísima y dorada de Marruecos o Túnez). En el desierto realizamos una parada en una tienda beduina en la que pudimos saborear un té especial de la zona que era té verde al que añadían determinadas especias y plantas, y que tenía un sabor extraño.

Comimos en un restaurante allí mismo y continuamos viaje hasta el Mar Muerto (392 metros bajo el nivel del mar y que, junto con el valle del Jordán, es el punto más bajo de la tierra) que realmente es un lago al que surte de agua el río Jordán. Ahora está en proceso de desecación y el gobierno acaba de aprobar un programa de construcción de canales artificiales para evitar su desaparición. Lo que más llama la atención es el calor intensísimo y húmedo, que hace casi irrespirable el aire; da la impresión de estar en un invernadero. La experiencia de bañarse en sus calientes aguas merece la pena. Todos nos hicimos la típica foto de leer el periódico flotando en ellas. La proporción de sal de este lago, llamado mar, es del 30% por lo que es imposible ahogarse en él. Hay que tener mucho cuidado con los ojos y con cualquier herida o rasguño que se tenga, ya que el agua tan salada hace que escueza mucho cuando entran en contacto con esas partes. Una recomendación: no se os ocurra afeitaros si vais a bañaros en el mar Muerto a no ser que queráis “ver las estrellas”. Finalmente, debo decir que ver atardecer en sus aguas es algo muy bello. Nosotros hicimos unas fotos preciosas.

Los dos días siguientes, en Ammán, eran de libre disposición y nosotros decidimos aprovecharlos, ya que estábamos en la zona, para visitar Damasco (Siria) y Jerusalém (Israel) Respecto a estas visitas debo comentar un asunto que quizá interese a los viajeros; me refiero a la posibilidad de entrar y salir de esos países libremente (visados). Hubo comentarios acerca de que una vez visitado uno no se podía entrar en el otro, aunque realmente nadie tenía muy claro ese asunto. Yo, ahora os lo puedo confirmar: No hay problema para entrar a Israel desde Jordania o Siria (me refiero con el visado en el pasaporte de esos países); pero si se ha visitado Israel (estado no reconocido por algunos países) y vuestro visado lleva el sello de haber estado en él, no os permitirán la entrada a Siria, por ejemplo, con ese mismo pasaporte (creo que hay además otros países árabes a los que tampoco se puede entrar, pero no estoy segura de cuáles son). Esto hay que tenerlo en cuenta si se quiere visitar la zona. Nosotros fuimos primero a Siria y después a Israel y no tuvimos problema; al revés no podríamos haberlo hecho.

Respecto al viaje a Damasco, mereció mucho la pena. Es una ciudad preciosa, pero se ve más occidental (esa fue mi impresión) El único problema que vi fue el tiempo que se pierde en la frontera (dos horas de reloj a la ida y dos a la vuelta); aunque esto debe de ser normal por la zona, ya que cuando fuimos a Israel estuvimos las mismas dos horas para entrar (a la vuelta, para entrar en Jordania, fueron tres horas) Obviamente, esto es un inconveniente en una excursión de un día ya que se pierde mucho tiempo.


El viaje estuvo genial. Para empezar sólo íbamos 6 personas (tres parejas) en una furgoneta, con el guía y el conductor (como en familia); además había muy buena relación entre todos por lo que fue una experiencia muy agradable.

Damasco es conocida como Dimashq Ash Sham, “la ciudad del hijo de Moises”. Se trata de la ciudad más antigua del mundo ocupada de forma continua. Las primeras menciones escritas de esta ciudad datan del 2.500 a.C. y se hallaron en los yacimientos de Mari y Ebla. Fue habitada por asirios, persas, conquistada por Carlo Magno, incorporada al Imperio romano y más tarde (635 d.C.) ocupada por los árabes que la convirtieron en sede del califato Omeya. Posteriormente cayó en manos de los turcos. Es una ciudad preciosa que alberga un rico legado histórico fruto del mestizaje de siglos. El poeta árabe Ibn Jubair dijo de ella: “Si el paraíso está en la tierra, no hay duda de que es Damasco; mas, si está en el cielo, Damasco es el lugar que rivaliza con él y con él se equipara”. La mayor parte de los atractivos de este lugar se encuentran en la ciudad vieja, rodeada de murallas. Visitamos muchos lugares entre los que destacaría especialmente la Mezquita de los Omeyas; también son interesantes el palacio Azem, el zoco Al-Mamidieh y el mausoleo de Saladino.

La mezquita es excepcional. Nos llamó la atención que, además de ser un lugar de culto, también sirve de punto de encuentro, de reunión de amigos y familiares que charlan y se relajan en pequeños grupos, tumbados sobre la alfombra que cubre el suelo. El patio es espectacular y sorprende la decoración de mosaicos y un pequeño edificio octogonal sobre columnas y ricamente decorado que fue, en tiempos, la tesorería de la comunidad musulmana. La mezquita resulta muy curiosa con su planta de basílica. Es una mezquita muy particular. En su interior se encuentra un mausoleo con cristales verdes que guarda la cabeza de Juan, El Bautista. La historia de la mezquita es reflejo de las convulsiones que ha sufrido la ciudad: fue templo romano (Júpiter), iglesia cristiana, y finalmente templo musulmán. El conjunto es una joya, verdaderamente espectacular.

El Palacio Azem es un hermoso ejemplo de la arquitectura otomana del siglo XVIII. Fue la residencia privada del gobernador de Damasco. En la actualidad es un Museo de las artes y tradiciones populares y exhibe, en sus habitaciones, representaciones de escenas de la vida cotidiana.

En el zoco nos tomamos un helado de pistacho (exquisito) en la heladería más antigua de la ciudad y nos bebimos un riquísimo zumo de tamarindo (ofrecido por un “zumero”=similar a los aguadores, pero que sirven zumos naturales frescos)

La primera impresión de Siria ha sido estupenda. Es un país al que tenemos que volver con calma y recorrerlo por libre (Alepo, Palmira, Crac de los caballeros, Bosra...)

Al día siguiente fuimos a Jerusalem, donde llegamos a media mañana tras salvar todos los obstáculos del paso de fronteras. Lo que llama la atención al llegar son las extremas medidas de seguridad, vigilancia y control (incluso en el peaje de la autopista hay jóvenes con metralletas; no digamos, en la frontera). No obstante, una vez en la ciudad, me sentí verdaderamente bien y, en ningún caso, insegura. Me pareció una ciudad muy tranquila. Mi primera impresión (tal vez equivocada por desconocimiento) es que el problema es más con sus vecinos que la propia convivencia dentro de la ciudad. La gente se veía relajada y alegre. Una muestra era nuestro guía, un señor encantador, simpático, bromista, eficiente, activo y afable. Nos llevó, como dice un amigo, “volando” por toda la ciudad, pero gracias a él creo que vimos todo lo importante. El único problema fue que el grupo era excesivamente grande para un sólo guía (incluso así nos condujo con destreza y no perdimos a nadie) ya que íbamos un autobús y un microbús. La visita comenzó por el Huerto de Getsemaní, con sus olivos y la iglesia levantada en él. Continuamos hacia el Monte de los Olivos desde donde disfrutamos de una panorámica excepcional de toda la ciudad. A continuación bajamos hasta el templo de David (lo que queda de él) y pudimos acceder al Muro de las Lamentaciones. Me sorprendió que era más pequeño de los que pensaba y además hombres y mujeres rezan en espacios separados. Como manda la tradición dejé un papelito doblado en el muro con un ruego. De ahí fuimos paseando y atravesando el barrio árabe hasta la Vía Dolorosa, que me defraudó un poco debido a que estaba repleta de puestos, formando parte del zoco (la verdad es que me la imaginaba vacía y silenciosa y me sorprendió el ambiente festivo que se extendía a lo largo de ella) A continuación visitamos el santo sepulcro (que también impresiona) y la roca donde se inataló la cruz, para llegar después al restaurante donde comimos (bastante regular). Tras la comida hubo un ratito (minutos, ya que íbamos disparados) para hacer compras antes de dirigirnos al cenáculo (que no es donde se celebró la última cena sino un templo para conmemorarla) y a visitar la tumba del rey David. De vuelta al autobús vimos los restos que quedan de su verdadero templo (un trozo de muro y de columna) en una especie de pasadizo. Debo decir que, aunque no se sea creyente, impresiona estar en estos lugares que han sido tan importantes para tanta gente y que son la base de una cultura religiosa que ha tenido tanta fuerza.

Ya desde el autobús, al abandonar Jerusalem, pudimos ver parte del muro, el llamado “muro del Apartheid”, construido según los israelíes para impedir que militantes palestinos entren y atenten en Israel; y según los palestinos, para crear un bloqueo brutal, provocando la hambruna de los palestinos árabes que viven en Cisjordania y obligarlos a abandonar sus tierras, en un proyecto último de ocupar (robar) territorios y de judaizar Palestina. De cualquier forma, en mi opinión, no deja de ser “otro muro de la vergüenza” y su contemplación me produjo mucha pena. Pese a este sabor amargo que me dejó la ciudad, mereció la pena la visita y, dejando de lado la política, Jerusalem es un lugar que debe ser visitado más despacio, una ciudad muy bella, que emana fuerza (la de todas las culturas que se dan cita en ella) y que brilla con luz propia. Me encantó.

De vuelta en Amman nos esperaba una sorpresa: nos invitó nuestro guía, Sufian, a cenar en un lugar con nombre muy español, Don Quijote (Tawaheen Al Hawa), pero de ambiente muy árabe. Un lugar típico y muy acogedor en el que se come muy bien. Os lo recomiendo. Platos tradicionales y ricos. Aquí os dejo su dirección: Wasfi al-Tal Rd, Jubilee Gardens. Tlfno: (06) 5349986 / 5346060 / 5346363. Fue una velada encantadora y un fin de fiesta genial.

Al día siguiente nos dirigimos temprano hacia el norte, para visitar la ciudad romana de Jerash (conocida como Gerasa en tiempos romanos, y a la que llaman “la Pompeya del este”) que me sorprendió muy gratamente. Está bastante bien conservada y las tareas de restauración y excavaciones continúan hoy día. Sorprende en la entrada el Arco de Adriano que se mantiene en pie y la muy hermosa y elegante plaza oval rodeada de columnas jónicas. También son visita obligada el teatro (con una acústica sorprendente; construido entre el 99-92 d.C. y con cabida para 3.000 espectadores), el Templo de Zeus, la calle de las columnas (de 800 metros de longitud), el Ninfeo (enorme fuente pública) y el Templo de Artemisa en tres alturas (quizá el edificio más importante de la ciudad) que en su planta superior cuenta con enormes columnas corintias de excepcional construcción (la base es redondeada en vez de plana así el empuje del viento las hace balancearse pero sin crear tensión, por lo que se han mantenido en pie hasta hoy día) Impresiona mirarlas desde abajo. Debió ser un templo imponente. No en vano esta diosa fue la patrona de Gerasa.

Terminada la visita nos dirigimos al castillo de Ajlun, construido en 1185 y reconstruido en el siglo XIII por los mamelucos después de haber sido destruido por los mongoles. Está bien, aunque no es nada excepcional.

El día continuó con una agradable comida en un restaurante típico y una visita panorámica a la ciudad de Ammán. Casi todo el grupo nos quedamos en la parte nueva y pasamos la tarde juntos paseando por la calle peatonal de tiendas modernas (Wakalat street) y tomando café en la terraza del popular Starbucks. Concluimos la velada cenando en un lugar que Dani e Iliana habían descubierto el día anterior: Books@Cafe (Dirección: Jabal Amman, near 1st Circle (perpendicular a Rainbow Street, según creo, el barrio gay de Ammán) Tlfno: 962 6 4650 457) que tenía un ambiente genial, moderno y desenfadado. Nos acoplamos todos en una mesa en la terraza desde la que había unas vistas impresionantes de la ciudad at night. Es un sitio encantador y lo recomiendo encarecidamente. Además se cena por poco dinero (pizzas, sandwiches…). También hay conexión a internet (¡¡pero me parece absurdo estar en ese sitio tan especial y engancharse al ordenador!!) Es para disfrutar del ambiente y de la compañía.

Sirven también un estupendo “limón con menta” (tiene un nombre en árabe, pero no lo sé). No he comentado nada de esta excepcional bebida que es muy típica y consumida en Ammán y de un sabor estupendo, especialmente para los abstemios, como yo. Se trata de zumo de limón muy dulce con menta fresca (en unos sitios lo sirven con menta en hojas; y en otros, con la menta picada); de cualquier modo es exquisito y no debéis dejar de probarlo. Nosotros lo vamos a hacer aquí porque nos encantó. Esa agradable velada que pasamos todos juntos charlando y riéndonos sirvió de despedida ya que, desgraciadamente nuestro viaje terminó al día siguiente. Pasamos la mañana paseando por la ciudad vieja, impregnándonos de sus aromas, sus colores y sus sonidos para llevarnos frescos los recuerdos de ella. Nos tomamos un último limón con menta y a la una nos recogieron para llevarnos al aeropuerto del que salimos con dos horas de retraso. El viaje de vuelta fue algo pesado, pero llevábamos en nuestra mente los recuerdos de los maravillosos días vividos en Jordania y de las personas que allí habíamos conocido.

No puedo terminar sin citar varias cosas que me han llamado la atención en este país: En primer lugar, no hay perros (salvo los pastores de ganado). En segundo lugar, siempre hace mucho viento, tanto que los árboles suelen estar inclinados por cualquier zona. Y, en tercer lugar, no hace tanto calor como se dice (¡puedo asegurar que en Albacete hace mucho más!)

Espero que este relato no se haya hecho demasiado pesado, y que quien lo lea se anime a visitar Jordania. Ya dije al principio que sólo por pisar Petra merece la pena el viaje.

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ZARAGOZA (Agosto, 2008) La Expo, Veruela y el Moncayo

Tratando de evitar el calor que hace en Albacete este verano, hemos hecho una escapadita a Zaragoza para visitar la Expo que, aunque nos ha sorprendido pues la esperábamos mucho peor, no es tan bonita como al de Sevilla; si bien consideramos que tanto una como otra suponen un gastazo absurdo para un país. Pero a pesar de nuestras reticencias nos encaminamos hacia allá el día 10 de agosto.
El viaje ha sido rápido y a la hora de la merienda estábamos entrando en Vera del Moncayo, un pequeño y tranquilo pueblecillo en el que se encuentra el famoso monasterio de Veruela(donde estuvieron una temporada los hermanos Bécquer y donde el escritor compuso algunas de sus leyendas).
No obstante, cuando llegamos una multitud abandonaba la zona y es que eran las fiestas y había encierro de vaquillas en la plaza (por desgracia, nuestro alojamiento era una casa rural encantadora pero situada en la misma placita en la que han tenido lugar todos los actos y espectáculos, incluida la verbena nocturna)
No me gusta llegar a un pueblo en verano y que sean las fiestas porque prefiero la tranquilidad aunque, una vez aquí, no estuvo tan mal.
Nos hemos hospedado en una casa rural llamada Villa de Vera (la crítica, como siempre, en Tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187448-d1389857-r25763353-Villa_de_Vera-Zaragoza_Aragon.html#CHECK_RATES_CONT
La casita tenía dos habitaciones en la tercera planta, que era en la que estábamos nosotros; una era la nuestra y la otra de una pareja de moteros alemanes. Ya que había vaquillas, nos instalamos en la habitación y salimos los cuatro a una terraza que daba a la plaza a ver los bichos corretear por allí; a duras penas pudimos intercambiar algunas palabras con nuestros vecinos de habitación ya que ellos no hablaban ni español ni inglés y nosotros no hablábamos alemán..
Después, cuando se despejó la plaza, nos fuimos a buscar una tienda para comprar víveres para el desayuno y algo para picotear en las cenas. Nuestra habitación daba a una terraza enorme con mesa y sillones desde la que había una vista impresionante de la sierra. Desayunar y cenar al fresco (demasiado fresco para mi gusto) sentados en ella ha sido un verdadero placer. Hecha la compra, dimos un paseíto hasta el monasterio de Veruela al que se llega desde el pueblo a través de una alameda muy coquetona (1 km. más o menos); picamos algo en una terraza-jardín que encontramos y nos acostamos pronto ya que estábamos cansados del viaje.
A la mañana siguiente nos encaminamos al monasterio pero sólo pudimos coger hora para la visita por la tarde así que, cambiamos los planes y nos fuimos a Tarazona de Aragón, una ciudad mozárabe muy interesante por la que callejeamos hasta la hora de comer (muy curiosa la plaza de toros octogonal) Comimos un menú de día en un local que nos recomendaron los lugareños y que resulto muy bueno y barato.
Por la tarde volvimos a Vera para la visita guiada del monasterio fundado en 1145 y perteneciente en su origen a la orden del Císter. Tras muchas tutelas fue declarado Monumento Nacional en 1919 y desde 1976 es propiedad en usufructo de la Diputación de Zaragoza. El monasterio es precioso y ofrece un conjunto muy armónico.
Como nos quedaba un poco de luz nos acercamos a ver un pueblecillo que había cerca llamado Trasmoz.
Al día siguiente lo dedicamos completo a patear la Expo. Al llegar, nos colocamos en una de las mil colas que había para sacar las entradas y casi nos da un “yuyu” del calor que pasamos disueltos entre una enorme multitud de gente apretujada. Una vez franqueada la entrada nos tomamos un café bien cargado y comenzamos la ruta por los diferentes pabellones. No nos apetecía guardar más colas así que íbamos visitando aquellos en los que no había que esperar para entrar y, con esta técnica, la verdad es que vimos muchísimos.
Comimos en el restaurante argentino que nos costó una pasta pero en el que nos sirvieron el solomillo más tierno y delicioso que hemos probado nunca. Fuimos a este restaurante porque lo vimos recomendado en el suplemento de El País la semana anterior. Por suerte llegamos a la hora justa y sólo esperamos unos minutos; cuando salimos la cola para entrar era kilométrica.
Por la tarde vimos el desfile que era muy original y moderno, un poco con aire surrealista, pero curioso por los seres que desfilaban, sus atavíos y los artilugios que presentaban o los extraños mecanismos en los que iban subidos. Después oímos un concierto comiendo un helado y fuimos rápidamente a coger sitio en primera fila para ver el espectáculo nocturno en el río (el del famoso iceberg) al que nosotros denominamos “el espectáculo de los pingüinos suicidas”. Pasamos un frío espantoso y el espectáculo no nos gustó nada. El principio era deprimente: una fila de pingüinos se tiraban desde lo alto del iceberg al agua contra la que chocaban produciendo un sonido sordo y desagradable, y más tarde sus cuerpecitos salían a la superficie flotando y parecían cadáveres de pingüinos que se dejaban arrastrar río abajo. Un espanto (los bichos eran de plástico, obviamente). Mientras los animalillos se perdían entre las aguas, el iceberg comenzó a abrirse (eso fue lo único chulo, junto con el bocadillo de jamón que nos zampamos allí sentados) y apareció una horrible cabeza gigante con unos ojos descomunales que giraban en sentidos diferentes y que daban más miedo que otra cosa (era digno de ver la cara de susto de algunos niños y la de pasmo de sus papás). El resto, un montaje temático de luz, imagen y sonido sobre el agua, pretendía concienciar al auditorio sobre la necesidad de ahorrar pero lo hacía con imágenes y música tan desagradables que producía una extraña sensación de angustia y, por ello, rechazo. Demasiado moderno para mi gusto. Rara la música, la iluminación, el sonido y mal elegida la puesta en escena que podía haber sido mucho más atractiva. (me recordó la campaña de tráfico en la que se pretendía concienciar a la gente mostrando dantescas y sangrientas escenas de horribles accidentes)
En fin, congelados y casi de mal humor volvimos hacia nuestro confortable refugio.
El penúltimo día lo dedicamos a la naturaleza visitando el parque de la Dehesa del Moncayo y haciendo unas rutitas por éste. Después de comer, dimos una vuelta en coche por los alrededores para conocer el entorno y los pueblecitos de alrededor (Añón, Alcalá, Litago...)
El día 14 por la mañana temprano tomamos nuestro último desayuno (magdalenas y batidos de chocolate) en esa maravillosa terraza con vistas y emprendimos la vuelta a Albacete. El cruce de Madrid fue algo complicado pero a las 21:00 estábamos cenando en otra terracita: la de nuestra casa, en Albacete (aunque con mucho más calor, todo hay que decirlo).

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MARRAKECH (Febrero, 2008)

El ya tradicional “viaje anual de las chicas” durante la semana blanca nos ha conducido este año a Marrakech, una ciudad muy especial para mí. Hemos pasado en ella 5 días y ha sido un viaje para no olvidar, tanto por volver a esa ciudad “mágica” (en mi caso) como por la estupenda relación que se dio entre todas (incluso sin conocernos previamente algunas de nosotras)
También, al final de la entrada, hay una postdata con dos sugerencias.
De las cinco amigas que fuimos a Milán el primer año, en que surgió la idea de hacer este viaje, ha ido aumentando el número hasta las 9 que hemos ido en esta ocasión.

Lo primero que quiero destacar ha sido la brillante idea de contratar un microbús para que nos llevara al aeropuerto de Madrid y nos recogiera a la llegada para traernos de vuelta a Albacete. A todas nos pareció genial y especialmente a mí que soy de las que siempre conducen. Como digo esa idea fue estupenda y creo que la vamos a adoptar para los viaje sucesivos.

Nos alojamos en un riad, Riad Bakara. (Ver mi crítica en tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293734-d654319-r13603440-Riad_Bakara-Marrakech.html) que era un lugar espectacular, mágico, un palacio de las mil y una noches. Podéis visitar su web en esta dirección: http://www.riadbakara.com/ Lo alquilamos completo (sólo dispone de 4 habitaciones) para nosotras por lo que era como tener nuestra propia casa en el centro de la ciudad. Sus dueños, una joven pareja francesa (creo), son encantadores y la estancia en su establecimiento ha sido un verdadero placer. Ambos hablaban inglés por lo que no hemos tenido problemas de comunicación con ellos; pero no sucedió igual con los chicos que vigilaban el riad y que sólo hablaban árabe y francés, con los que hablábamos por el universal idioma de los gestos. Siempre he dicho que tengo que aprender francés; no perfectamente, sólo lo esencial para poder comunicarme en esa lengua. ¡De este año no pasa que empiece a estudiarlo!.
Volviendo al alojamiento: los desayunos, una maravilla (muy ricos y en un entorno encantador; recomendable: el yogur (exquisito) Os lo recomiendo a todos (es un lugar de ensueño para ir con la pareja) Yo estoy segura de que volveré.
Bien, volamos a Marrakech con Easyjet, sin ningún problema. Al llegar nos esperaban unos chicos del riad para llevarnos a él (merece la pena que te recojan pagando un poco más por la habitación) Nos instalamos y salimos a tomar contacto con la ciudad. En 5 minutos nos encontrábamos en la famosa plaza de Djem´a el Fnac que a esas horas de la noche estaba en todo su apogeo. Cenamos, estupendamente, en el café N´Zaha contemplando desde su terraza el bullicio nocturno de la plaza. Al fin, un tajine auténtico y en ese ambiente (¡¡un placer!!). Obviamente, debo decir que hay gente algo delicada con la comida que no suele probar nada (o poco) cuando viaja, especialmente a países como Marruecos. Yo, en cambio, lo pruebo todo y, la verdad, me encanta la comida marroquí y , en general, la de todos los lugares. Por ello, defino como “un placer” degustar un tajine de verduras, o un cuscús (llamado antiguamente alcuzcuz, del árabe kuskūs) o una pastille (masa de hojaldre rellena de carne de pichón con especias) en el marco incomparable de Marrakech.

Debo decir que, aunque conozco la parte nueva de la ciudad (Gueliz), para mí Marrakech es la medina, ahí está su encanto; de hecho, la parte nueva no la hemos pisado en este viaje.

El segundo día comenzamos recorriendo la medina y visitando algunos de los lugares emblemáticos que se esconden entre sus callejas.

En primer lugar, el Palacio El Badi, construido en un tiempo record de 25 años por Ahmed al-Mansur en 1578. Sólo conserva la estructura de lo que fueron sus 360 estancias ricamente decoradas con mármoles, pan de oro y mosaicos; pese a todo el lugar es muy seductor. Llama la atención la enorme cantidad de cigüeñas que ocupan sus murallas y que han construido sus nidos a lo largo de almenas y torreones.

Posteriormente nos dirigimos a las tumbas saadíes; el conjunto alberga varias kubbas alrededor de un cementerio invadido por las flores. En su interior dos mausoleos con tres salas el primero (tumba de Mulay Ahmed al-Mansur que reposa rodeado de sus hijos bajo una cúpula de cedro dorado, soportada por 12 columnas de mármol de Carrara); y el segundo, con una única sala, que alberga bajo su cúpula de estalactitas pintadas la muy venerada tumba de la madre de Mulay Ahmed al-Mansur.

Tras una reconfortante comida frente a las tumbas (sin alcohol, por supuesto) nos dirigimos al Palacio de la Bahía (“de la bella”, apodo de la favorita). Construido hacia 1880, fue la rica mansión del visir Ba Ahmed. Es una obra maestra del arte marroquí.


Continuamos paseando hasta el minarete de la Kotubiyya cuya construcción se remonta al siglo XII y que sirvió de modelo para la Giralda de Sevilla.

El día finalizó contemplando la puesta de sol, saboreando un exquisito té a la menta, en la terraza del café Glacier desde el que se tiene una panorámica privilegiada de la plaza de Djem´a el-Fnac, cuya transformación al caer la tarde es un espectáculo que merece la pena disfrutar. Nadie debería perderse esta experiencia. La plaza es un inmenso teatro al aire libre. Durante el día está repleta de encantadores de serpientes, vendedores de zumos, clarlatanes, bailarines, músicos, mujeres que te decoran el cuerpo con henna, etc. A cada paso se puede ver un espectáculo diferente. Pero al caer el sol se transforma, en cuestión de minutos, y con la llegada de la noche se convierte en un inmenso restaurante al aire libre muy animado. Cientos de chiringuitos de comida despliegan sus alas y ofrecen al visitante los sabores de la ciudad a muy buen precio: aquí los turistas se entremezclan con los autóctonos para degustar todo tipo de carnes a la parrilla, pinchos y pescados preparados a la vista del cliente que se sienta en unos bancos alargados alrededor del cuadrado que forma cada tenderete, en cuyo interior se preparan los platos. Por supuesto no son aptos para tiquismiquis y escrupulosos ya que la limpieza deja bastante que desear. No obstante, en mi opinión, perderse esto es perderse algo fundamental de Marrakech (además yo ya he comido en ellos en varias ocasiones y nunca me ha ocurrido nada)

El día siguiente nos acercamos a ver el barrio de los curtidores y las tenerías, que no son nada especial (en comparación con las de Fez) y visitamos dos lugares muy interesantes y recomendables: el Museo y la madraza de Ben Youssef.

Respecto al museo, lo más interesante es el edificio; se trata del palacio Dar M´Nebhi, uno de los más bellos de la ciudad, construido a principios del XIX. La madraza, por otro lado, es una visita imprescindible y curiosa. Es uno de los monumentos más interesantes de la ciudad. Esta gran escuela coránica tiene capacidad para albergar a 900 alumnos alojados en un centenar de celdas visibles en el primer piso.

Ese mismo día, decidimos pasar la tarde en los famosísimos jardines de La Menara, un lugar para el relax muy frecuentado por turistas y oriundos. Llegamos al lugar en coche de caballos lo que nos permitió disfrutar además de un agradable paseo. Según cuenta la leyenda, este pabellón servía para los encuentros galantes de los sultanes que tenían la costumbre de “quitarse de encima” a la afortunada de turno, ahogándola al amanecer en las aguas del estanque. No obstante, hoy es el lugar de paseo preferido de los enamorados. La noche nos deparó una cenita en los chiringuitos de la plaza (a la que sólo fuimos cuatro de nosotras) Mi recomendación: el número 31.

El día siguiente lo pasamos en Essaouira a donde fuimos en autobús. Esta encantadora ciudad, rodeada de murallas, es la antigua Mogador, que aún hoy luce a orillas del Atlántico con sus casas pintadas de blanco y sus motivos azules. Essaouira fue en tiempos el puerto de Tombuctú y una encrucijada entre las tribus del norte y del sur. La mezcla de distintas culturas la ha convertido en un enclave privilegiado donde la mayor parte de su población se dedica a actividades artísticas (pintura, escultura, música, tejido…) El extraordinario ambiente de ciudad de las artes ha incitado a numerosos artistas a instalarse en ella temporal o definitivamente en ella: Orson Welles, Jimi Hendrix, Cat Stevens… Es un verdadero placer dejar correr el tiempo paseando por la medina, recorriendo el bastión y también, como hicimos nosotras, deleitarse con una espectacular mariscada en El Chalet de la Platge (un agradabilísimo restaurante a pie de playa).

Nuestro viaje tocaba a su fin y el último día lo dedicamos a patear la medina y los zocos para llevarnos ese sabor de la ciudad de la que nos despedimos con una buena comida en el restaurante Dar Moha; que merece la pena sólo por ver el palacete en el que está instalado. La comida, además, fue excepcional; al lado de una piscina de preciosos mosaicos, en un entorno de ensueño.
Y este ha sido nuestro viaje a Marrakech; para mí, junto a París, la ciudad a la que nunca me canso de volver. No sin motivo, nuestro escritor Juan Goytisolo vivió a caballo entre las dos, pero se afincó en esta última, donde decía “vivir con su tribu”. Y es que la ciudad ejerce una atracción irresistible para el visitante, en cuyo recuerdo permanece durante mucho tiempo. Sus olores, sus colores, sus sonidos, su gente, sus puestas de sol, su ajetreo y su caos; todo ello es un verdadero placer para los sentidos.
P.D. (Si cabe una post data en una entrada de blog) Como ya he dicho en otra entrada no voy a escribir nada sobre otros viajes anteriores a este año porque no tengo tiempo (no por falta de ganas); pero, respecto a Marruecos, sí me gustaría recomendar dos sitios especialmente: Asilah (un pueblecito en la costa atlántica) y la medina de Fez (Patrimonio de la Humanidad) Y si alguien lee esto y ha decidido bajar al sur, al desierto, os recomiendo una dirección en Merzouga (Albergue Atlas du Sable (el cojo)Tlfno: 0021255577037 ali.elcojo@caramail.com Es un lugar auténtico y encantador, regentado por un cojo (el hombre es cojo de verdad, aunque no le molesta que lo llamen así; de hecho, mirad su email) que chapurrea todos los idiomas. Por las noches los encargados tocan y cantan con los que están allí hospedados; te sientes parte de aquel mundo. Está alejado de todo y en absoluto masificado. Os encantará. (Es muy, muy sencillo: dispone de algunas habitaciones y jaimas en el desierto. OJO: no recomendable para los escrupulosos que seguramente lo consideren “cutre”)

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MALTA (Navidad, 2007)


Hemos pasado en esta isla cuatro días durante la primera semana de enero, tiempo este, en mi opinión, suficiente para conocerla entera.

Para poder movernos libremente hemos alquilado un pequeño cochecito. Y ahí apareció el primer inconveniente ya que aquí se conduce por la izquierda, por tanto el volante está a la derecha. Acabas acostumbrándote, pero cuesta bastante al principio conducir “al revés”. Lo peor, para mí, eran las rotondas en las que llegaba un momento en que no sabías ya ni hacia donde mirar. Estar en esta isla es como estar en Londres (salvando las distancias): se habla inglés, se conduce por la izquierda, los nombres de calles y bares están en inglés e incluso conservan las típicas cabinas de teléfono rojas. Todo ello son reminiscencias de la época durante la que Malta fue colonia inglesa (Tratado de París, 1814).
Nos hemos alojado en el hotel The Palace***** que estaba bastante bien a pesar de haber tenido algún problemilla (ver mi crítica entripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g190327-d734379-r13027866-The_Palace_Malta-Sliema_Island_of_Malta.html)
Históricamente, la isla fue la sede de los conocidos como Caballeros de la Orden de Malta (Carlos V les cedió la isla a perpetuidad en 1530, permaneciendo en ella hasta el siglo XVIII) que eran en realidad los Caballeros Hospitalarios de la Orden de San Juan de Jerusalem. por otro lado, fue también en Malta donde naufragó el barco en el que San Pablo era conducido a Roma para ser juzgado. En la iglesia de Rabat, consagrada al santo, se puede visitar la gruta en la que vivió.
Algo curioso en Malta, para ser una isla, es que no existen apenas playas (lo cual me sorprendió bastante) ya que es un peñasco que se eleva en medio del mar. Por otro lado, también me sorprendió el tráfico que existía en todos los núcleos urbanos a cualquier hora (quizá yo me había imaginado una Malta más bucólica, parecida a las islas griegas) y la enorme cantidad de escuelas y academias para aprender inglés. Sin duda, durante el verano debe haber un buen ambiente estudiantil.
El primer contacto con la zona fue un paseo por Sliema donde se ubicaba nuestrohotel. Recomiendo pasear por sus calles flanquedas por casas con miradores de madera pintada en vivos colores. Son encantadoras.
El segundo día comenzamos la visita de la capital, Valletta, aunque, para ser sincera, aun siendo muy bonita, debo decir que no fue lo que más me gustó. En Valletta se pueden visitar algunos lugares de interés aunque lo ideal, como en todos los viajes, es patear sus calles sin rumbo fijo. Puedo destacar el Palacio de los Grandes Maestres, residencia oficial de lo grandes maestros de la orden desde 1798 y hoy Parlamento de Malta. El palacio era una mansión construida para el gran maestro del Monte en 1569 y ampliada posteriormente. Otro lugar interesante es la co-catedral de san Juan construida en el siglo XVI y hasta 1798 iglesia conventual de los caballeros de la orden. Por fuera parece excesivamente sencilla, pero el interior sorprende muy gratamente. Merece mucho la pena detenerse a admirar el suelo, pavimentado con preciosas y exquisitas tumbas de los caballeros en mármoles policromados y todas con diferentes motivos.
Finalmente destacaría las vistas que pueden admirarse desde la ciudad vieja: a un lado el fuerte san Elmo (delante de Sliema) y al otro, desde los jardines Lower Barraca (donde se encuentra el Seige Bell Memorial), el Grand Harbour protegido por varios fuertes.
Verdaderamente, las vistas son impresionantes.
No obstante, como ya he dicho, no fue Valleta lo que más me ha gustado sino dos ciudades que se hallan en la mitad occidental de la isla, Rabat y, sobre todo, la ciudad amurallada de Mdina.
En Rabat destacan las catacumbas de san Pablo y santa Ágata. Son espectaculares. Se visitan con audio-guía, lo cual es estupendo porque permite que cada cual vaya a su ritmo y, al mismo tiempo, evita las aglomeraciones de personas en un mismo lugar. Debo decir que, junto con las de Roma, son las más impresionantes que he visto y constituyen un laberinto de corredores y cámaras mortuarias.
Esta pequeña ciudad posee encantadoras callecitas y rincones muy coquetos.
Pero la ciudad que considero más bonita de Malta es Mdina, rodeada de murallas árabes de 19 metros de altura, en cuyas calles es un placer perderse. No se debe dejar de visitar el Palazzo Falzon que es una preciosidad; pequeño y muy agradable, se articula alrededor de un patio. Esta perfectamente conservado y muy cuidado, decorado con gran esmero, y se pueden visitar todas las dependencias en las que podemos contemplar ajuar, libros, muebles, objetos de colección, cuadros, menaje y utensilios de cocina…
También merece la pena en Mdina visitar la catedral, conocida también como la Catedral de San Pablo, es la joya arquitectónica más importante de la elegante y amurallada ciudad de Mdina.
Es una obra maestra del arquitecto maltés Lorenzo Gafa, que fue edificada a final del siglo XVII en el lugar donde mucho antes estuvo la iglesia normanda que fue destruida por el violento terremoto de 1693. Según la tradición, la iglesia primitiva había sido edificada en el lugar donde estaba la casa de Publio, el gobernador romano de las Islas que fue convertido al cristianismo por San Pablo en el año 60 d.C.

Lo que sí merece la pena es visitar los parques arqueológicos, arquitectura megalítica. que se encuentran repartidos a lo largo del territorio, especialmente los templos Tarxien, al sur de Valletta, junto a Hagar qim y Mnajdra que se encuentran al sur de la isla (muy cerca de Blue Grotto) De todos ellos, y alguno más en la zona oeste, sólo hemos podido visitar el de Tarxien (el más antiguo, construido hace 6.000 años) ya que el resto estaba cerrado por trabajos en ellos y únicamente pudimos observarlos a través de las vallas de protección. Estas construcciones son muy anteriores las pirámides de Egipto.
Otro lugar emblemático y que merece a pena es el Hypogeum, templo subterráneo construido alrededor del año 3.000 a.C., que ocupa una extensión de 799 metros cuadrados. Nosotros no hemos podido visitarlo ya que el acceso está restringido a un determinado número de personas por día, y las entradas deben sacarse con mucha antelación (semanas)
Hasta aquí lo que considero más interesante de Malta aunque hay otros lugares para visitar que completan el viaje. Como ya he dicho, en mi opinión, con cuatro días es suficiente para conocerla.

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