MARRAKECH (Febrero, 2008)

El ya tradicional “viaje anual de las chicas” durante la semana blanca nos ha conducido este año a Marrakech, una ciudad muy especial para mí. Hemos pasado en ella 5 días y ha sido un viaje para no olvidar, tanto por volver a esa ciudad “mágica” (en mi caso) como por la estupenda relación que se dio entre todas (incluso sin conocernos previamente algunas de nosotras)
También, al final de la entrada, hay una postdata con dos sugerencias.
De las cinco amigas que fuimos a Milán el primer año, en que surgió la idea de hacer este viaje, ha ido aumentando el número hasta las 9 que hemos ido en esta ocasión.

Lo primero que quiero destacar ha sido la brillante idea de contratar un microbús para que nos llevara al aeropuerto de Madrid y nos recogiera a la llegada para traernos de vuelta a Albacete. A todas nos pareció genial y especialmente a mí que soy de las que siempre conducen. Como digo esa idea fue estupenda y creo que la vamos a adoptar para los viaje sucesivos.

Nos alojamos en un riad, Riad Bakara. (Ver mi crítica en tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293734-d654319-r13603440-Riad_Bakara-Marrakech.html) que era un lugar espectacular, mágico, un palacio de las mil y una noches. Podéis visitar su web en esta dirección: http://www.riadbakara.com/ Lo alquilamos completo (sólo dispone de 4 habitaciones) para nosotras por lo que era como tener nuestra propia casa en el centro de la ciudad. Sus dueños, una joven pareja francesa (creo), son encantadores y la estancia en su establecimiento ha sido un verdadero placer. Ambos hablaban inglés por lo que no hemos tenido problemas de comunicación con ellos; pero no sucedió igual con los chicos que vigilaban el riad y que sólo hablaban árabe y francés, con los que hablábamos por el universal idioma de los gestos. Siempre he dicho que tengo que aprender francés; no perfectamente, sólo lo esencial para poder comunicarme en esa lengua. ¡De este año no pasa que empiece a estudiarlo!.
Volviendo al alojamiento: los desayunos, una maravilla (muy ricos y en un entorno encantador; recomendable: el yogur (exquisito) Os lo recomiendo a todos (es un lugar de ensueño para ir con la pareja) Yo estoy segura de que volveré.
Bien, volamos a Marrakech con Easyjet, sin ningún problema. Al llegar nos esperaban unos chicos del riad para llevarnos a él (merece la pena que te recojan pagando un poco más por la habitación) Nos instalamos y salimos a tomar contacto con la ciudad. En 5 minutos nos encontrábamos en la famosa plaza de Djem´a el Fnac que a esas horas de la noche estaba en todo su apogeo. Cenamos, estupendamente, en el café N´Zaha contemplando desde su terraza el bullicio nocturno de la plaza. Al fin, un tajine auténtico y en ese ambiente (¡¡un placer!!). Obviamente, debo decir que hay gente algo delicada con la comida que no suele probar nada (o poco) cuando viaja, especialmente a países como Marruecos. Yo, en cambio, lo pruebo todo y, la verdad, me encanta la comida marroquí y , en general, la de todos los lugares. Por ello, defino como “un placer” degustar un tajine de verduras, o un cuscús (llamado antiguamente alcuzcuz, del árabe kuskūs) o una pastille (masa de hojaldre rellena de carne de pichón con especias) en el marco incomparable de Marrakech.

Debo decir que, aunque conozco la parte nueva de la ciudad (Gueliz), para mí Marrakech es la medina, ahí está su encanto; de hecho, la parte nueva no la hemos pisado en este viaje.

El segundo día comenzamos recorriendo la medina y visitando algunos de los lugares emblemáticos que se esconden entre sus callejas.

En primer lugar, el Palacio El Badi, construido en un tiempo record de 25 años por Ahmed al-Mansur en 1578. Sólo conserva la estructura de lo que fueron sus 360 estancias ricamente decoradas con mármoles, pan de oro y mosaicos; pese a todo el lugar es muy seductor. Llama la atención la enorme cantidad de cigüeñas que ocupan sus murallas y que han construido sus nidos a lo largo de almenas y torreones.

Posteriormente nos dirigimos a las tumbas saadíes; el conjunto alberga varias kubbas alrededor de un cementerio invadido por las flores. En su interior dos mausoleos con tres salas el primero (tumba de Mulay Ahmed al-Mansur que reposa rodeado de sus hijos bajo una cúpula de cedro dorado, soportada por 12 columnas de mármol de Carrara); y el segundo, con una única sala, que alberga bajo su cúpula de estalactitas pintadas la muy venerada tumba de la madre de Mulay Ahmed al-Mansur.

Tras una reconfortante comida frente a las tumbas (sin alcohol, por supuesto) nos dirigimos al Palacio de la Bahía (“de la bella”, apodo de la favorita). Construido hacia 1880, fue la rica mansión del visir Ba Ahmed. Es una obra maestra del arte marroquí.


Continuamos paseando hasta el minarete de la Kotubiyya cuya construcción se remonta al siglo XII y que sirvió de modelo para la Giralda de Sevilla.

El día finalizó contemplando la puesta de sol, saboreando un exquisito té a la menta, en la terraza del café Glacier desde el que se tiene una panorámica privilegiada de la plaza de Djem´a el-Fnac, cuya transformación al caer la tarde es un espectáculo que merece la pena disfrutar. Nadie debería perderse esta experiencia. La plaza es un inmenso teatro al aire libre. Durante el día está repleta de encantadores de serpientes, vendedores de zumos, clarlatanes, bailarines, músicos, mujeres que te decoran el cuerpo con henna, etc. A cada paso se puede ver un espectáculo diferente. Pero al caer el sol se transforma, en cuestión de minutos, y con la llegada de la noche se convierte en un inmenso restaurante al aire libre muy animado. Cientos de chiringuitos de comida despliegan sus alas y ofrecen al visitante los sabores de la ciudad a muy buen precio: aquí los turistas se entremezclan con los autóctonos para degustar todo tipo de carnes a la parrilla, pinchos y pescados preparados a la vista del cliente que se sienta en unos bancos alargados alrededor del cuadrado que forma cada tenderete, en cuyo interior se preparan los platos. Por supuesto no son aptos para tiquismiquis y escrupulosos ya que la limpieza deja bastante que desear. No obstante, en mi opinión, perderse esto es perderse algo fundamental de Marrakech (además yo ya he comido en ellos en varias ocasiones y nunca me ha ocurrido nada)

El día siguiente nos acercamos a ver el barrio de los curtidores y las tenerías, que no son nada especial (en comparación con las de Fez) y visitamos dos lugares muy interesantes y recomendables: el Museo y la madraza de Ben Youssef.

Respecto al museo, lo más interesante es el edificio; se trata del palacio Dar M´Nebhi, uno de los más bellos de la ciudad, construido a principios del XIX. La madraza, por otro lado, es una visita imprescindible y curiosa. Es uno de los monumentos más interesantes de la ciudad. Esta gran escuela coránica tiene capacidad para albergar a 900 alumnos alojados en un centenar de celdas visibles en el primer piso.

Ese mismo día, decidimos pasar la tarde en los famosísimos jardines de La Menara, un lugar para el relax muy frecuentado por turistas y oriundos. Llegamos al lugar en coche de caballos lo que nos permitió disfrutar además de un agradable paseo. Según cuenta la leyenda, este pabellón servía para los encuentros galantes de los sultanes que tenían la costumbre de “quitarse de encima” a la afortunada de turno, ahogándola al amanecer en las aguas del estanque. No obstante, hoy es el lugar de paseo preferido de los enamorados. La noche nos deparó una cenita en los chiringuitos de la plaza (a la que sólo fuimos cuatro de nosotras) Mi recomendación: el número 31.

El día siguiente lo pasamos en Essaouira a donde fuimos en autobús. Esta encantadora ciudad, rodeada de murallas, es la antigua Mogador, que aún hoy luce a orillas del Atlántico con sus casas pintadas de blanco y sus motivos azules. Essaouira fue en tiempos el puerto de Tombuctú y una encrucijada entre las tribus del norte y del sur. La mezcla de distintas culturas la ha convertido en un enclave privilegiado donde la mayor parte de su población se dedica a actividades artísticas (pintura, escultura, música, tejido…) El extraordinario ambiente de ciudad de las artes ha incitado a numerosos artistas a instalarse en ella temporal o definitivamente en ella: Orson Welles, Jimi Hendrix, Cat Stevens… Es un verdadero placer dejar correr el tiempo paseando por la medina, recorriendo el bastión y también, como hicimos nosotras, deleitarse con una espectacular mariscada en El Chalet de la Platge (un agradabilísimo restaurante a pie de playa).

Nuestro viaje tocaba a su fin y el último día lo dedicamos a patear la medina y los zocos para llevarnos ese sabor de la ciudad de la que nos despedimos con una buena comida en el restaurante Dar Moha; que merece la pena sólo por ver el palacete en el que está instalado. La comida, además, fue excepcional; al lado de una piscina de preciosos mosaicos, en un entorno de ensueño.
Y este ha sido nuestro viaje a Marrakech; para mí, junto a París, la ciudad a la que nunca me canso de volver. No sin motivo, nuestro escritor Juan Goytisolo vivió a caballo entre las dos, pero se afincó en esta última, donde decía “vivir con su tribu”. Y es que la ciudad ejerce una atracción irresistible para el visitante, en cuyo recuerdo permanece durante mucho tiempo. Sus olores, sus colores, sus sonidos, su gente, sus puestas de sol, su ajetreo y su caos; todo ello es un verdadero placer para los sentidos.
P.D. (Si cabe una post data en una entrada de blog) Como ya he dicho en otra entrada no voy a escribir nada sobre otros viajes anteriores a este año porque no tengo tiempo (no por falta de ganas); pero, respecto a Marruecos, sí me gustaría recomendar dos sitios especialmente: Asilah (un pueblecito en la costa atlántica) y la medina de Fez (Patrimonio de la Humanidad) Y si alguien lee esto y ha decidido bajar al sur, al desierto, os recomiendo una dirección en Merzouga (Albergue Atlas du Sable (el cojo)Tlfno: 0021255577037 ali.elcojo@caramail.com Es un lugar auténtico y encantador, regentado por un cojo (el hombre es cojo de verdad, aunque no le molesta que lo llamen así; de hecho, mirad su email) que chapurrea todos los idiomas. Por las noches los encargados tocan y cantan con los que están allí hospedados; te sientes parte de aquel mundo. Está alejado de todo y en absoluto masificado. Os encantará. (Es muy, muy sencillo: dispone de algunas habitaciones y jaimas en el desierto. OJO: no recomendable para los escrupulosos que seguramente lo consideren “cutre”)

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