CROACIA (Julio, 2010)

Este verano del 2010,la casualidad nos ha llevado a Croacia. Comenzamos intentando reservar la India y luego Noruega, pero todos los aviones daban lista de espera; y como a nosotros realmente el destino nos da igual siempre que no lo conozcamos, surgió este plan para conocer Croacia y allá que nos hemos ido. Como estábamos cansados y no teníamos ganas de “buscarnos la vida” yendo por libre, en esta ocasión (¡y sin que sirva de precedente!) hemos elegido un circuito organizado incluso con pensión completa para no tener que decidir ni dónde comer...¡¡ pero creo que ha sido mucho más agotador que si lo hubiéramos hecho por libre, como casi siempre!!
El viaje ha durado 8 días y hemos visitado algunas de las ciudades más bonitas de este precioso país, además de su capital, Zagreb, verdaderamente sorprendente.
El día anterior al vuelo decidimos ir a dormir a Madrid, para no pegarnos el madrugón, donde Visi nos esperaba con la cena y el garaje preparado para dejar el coche.
A la mañana siguiente nos fuimos a la T4 en metro, y sin ningún problema facturamos y salimos con 15 minutos de retraso nada más (dado que en Barcelona los sinvergüenzas de los controladores estaban en huelga aunque según ellos eran bajas por el estrés que les ocasiona sus condiciones laborales ¿se pude ser más sinvergüenza??)
Llegamos muy rápidamente pues el piloto recuperó el tiempo perdido y a las 14:00 ya estábamos en Dubrovnik, instalados en el hotel Petka frente al puerto nuevo (ver crítica en TripAdvisor) y en autobús de camino a la ciudad antigua para comer. El calor – todo hay que decirlo- era espantoso; según el guía Juan Pedro un calor inusual. Dimos una vuelta para contactar con el entorno y nos metimos en un pequeño local muy, muy recomendable para comer (con aire acondicionado, aunque también tenía terraza fuera): Koroba Dundo Maroje (dos callejuelas a la izquierda antes de llegar a la torre del reloj;
Posteriormente y tras el café, deambulamos un poco por el centro histórico y subimos a recorrer los casi 2 Kms. de muralla, con un calor espantoso, pero una experiencia que merece mucho la pena, por lo curioso y las vistas. A medio camino repostamos con unos cafés con hielo en la terraza de un bar muy coquetón, en una de las torres de la muralla, con vistas espectaculares y a la sombra de enormes sombrilla. Tras concluir el paseo, bajamos, nos compramos otro refresco y nos sentamos a tomarlo en los escalones de la fuente de san Onofre, del 1004, en el pasado el principal punto de abastecimiento de agua de la ciudad, con sus 16 caños, que se alimentaba gracias a un acueducto subterráneo que finalizaba en ella.
Paseamos por el centro, por la calle principal (Placa o Stradum) y calles anejas, y de vuelta en bus para cenar en el hotel.
El día siguiente nos dirigimos en bus bordeando toda la costa en dirección norte hacia Trogir, donde llegamos sobre las 13:30. Es una ciudad toda amurallada construida sobre una pequeña isla (aprox. 1 km²) situada entre el continente y la isla de Ciovo; el casco antiguo o centro histórico es Patrimonio de la Humanidad desde 1997 y en él visitamos la lonja con un techo artesonado en azul, la catedral de san Lorenzo, la plaza y recorrimos multitud de encantadoras callejuelas. Luego fuimos a comer a un restaurante al lado de la puerta de acceso a la isla y el mercadillo de la ciudad. Posteriormente paseamos por la ribera y tomamos café en la terraza de una cafetería de la plaza vieja.
Por la tarde, continuamos, bordeando la costa, el viaje hasta Zadar. El mar Adriático en la costa de Croacia es impresionante: muy tranquilo, limpio, limpísimo, aguas verdes turquesa y absolutamente transparentes y salpicado por cientos de islas e islotes (Croacia tiene más de mil islas). El viaje fue un poco largo pero muy agradable por los espectaculares paisajes que fuimos recorriendo.
Al atardecer llegamos a Zadar, al hotel Porto (ver crítica en TripAdvisor). Descansamos, leímos un poco y bajamos a cenar... ¡¡¡Y NOS ENCONTRAMOS ALLÍ A DOS COMPAÑEROS DE ALBACETE DE LOS INSTITUTOS DE DOMINGO Y MÍO: A ISABEL Y A ENRIQUE, que iban con más gente!!! ¡¡¡Vaya casualidad!!! ¡¡Qué sorpresa!!
Después de la cena –por cierto, un buffet buenísimo-fuimos, al igual que ellos, a visitar la ciudad de Zadar que estaba atestada de gente. Nos sorprendió, en el paseo marítimo, lo que llaman “El órgano del mar” que es un órgano construido bajo el paseo (desde los escalones donde te puedes sentar sólo se ven los agujeros) y cuyos tubos suenan según el movimiento del agua. Es impresionante y muy curioso (a mí, una de las cosas que más me llamó la atención del viaje). También el “Monumento al sol” (un círculo grande en el suelo hecho con cristal y con placas solares que se cargan durante el día y por la noche emiten multitud de luces de colores diferentes que van cambiando aleatoriamente. Bien. Luego dimos una vuelta por la ciudad, un poco angustiosa por la multitud que abarrotaba las calles, bares y terrazas, además en la plaza había un festival de música. Pasamos por un mercadillo y me compré una pamela porque no tengo sombrero y mañana han dicho que el calor será mayor (38ºC y al lado del mar que es algo insoportable)
Al día siguiente visitamos, acompañados ahora por el guía todo lo que Domi y yo vimos la noche anterior: me gustó especialmente la plaza de los 5 pozos (construida en lo que era el foso, en el XVII), la iglesia redonda de san Donato (prerrománica con influencia bizantina, del siglo IX) , la torre del reloj, el foro romano y la catedral de santa Anastasia cuya fachada recuerda mucho a las construcciones italianas. Luego, por libre, cruzamos el río por el puente peatonal y fuimos a conocer un poco la ciudad moderna que es espantosa, con típicas construcciones comunistas, oscura y feucha.
Por la tarde continuamos viaje hacia la Ribera de Opatija donde nos hospedamos en un hotel, Grand Hotel 4 Opatijska Cvijeta, mejor que los anteriores pero con aire bastante clásico y pasado de moda (nos recordaba mucho a la zona de Estoril y Cascáis: tuvieron su momento de gloria y ahora tienen un aire “demodé”, muy de principios del siglo pasado; aunque mantienen cierto encanto. Hay que decir que consta de 4 edificios y algunos son más modernos). (Ver crítica en TripAdvisor)
Es una ciudad antes muy mundana en la cual, desde la mitad Siglo XIX residieron los reyes, los emperadores, aristócratas, personas muy ricas y artistas famosos. Se llamó, la “Niza austriaca”. El primer hotel de la ciudad data de 1840. Paseamos por un oculto camino a la orilla del mar que bordaba toda la zona, muy, muy agradable y fresquito, y luego bajamos al centro. Esta tarde es una tarde para el descanso y el relax (que ya hacía falta en este viaje). Una zona tipo balneario bonita y agradable.
Lo mejor: El buffet de la cena del hotel: espectacular, variadísimo y todo exquisito.
Al día siguiente cruzamos la frontera para ir a Eslovenia (por cierto, un país que hay que visitar próximamente porque tiene una pinta buenísima); aunque los trámites fueron lentos, nada comparable al paso a Israel. Nos dirigimos a visitar las cuevas de Postojna, las segundas más grandes del mundo. Como nos sobró tiempo a la llegada, fuimos también a ver el castillo de Predjama que es muy interesante y está en un enclave muy especial. Allí compramos un producto típico: un tarro de miel aromatizada con arándanos, otra con canela y otra con naranja. Delicatessen!!
Las famosas cuevas, de 20 Kms. de galería descubiertas hasta ahora, están muy bien organizadas; la visita dura dos horas y a ellas se accede en un trenecito descubierto que trascurre entre estalagmitas y estalactitas a lo largo de dos Kms. y con un frío “pelón” (de 8 a 10 ºC constantes todo el año en el interior). Da la impresión de estar en un parque de atracciones. Son como las de Nerja, pero a lo bestia. El resto, otros 2 Kms. se hacen andando. A mucha gente fue lo que más le gustó del viaje. Bien. Hay que destacar que en esas cuevas habita un anfibio, una especie de lagartija grande, lisa, blanca, acuática, y ciega, que sólo vive ahí (la vimos en un acuario que había en la cueva, pero a mí me dio pena del animal, como me suele pasar en acuarios y zoológicos; los energúmenos de los niños, y no tan niños, daban golpes en el cristal para que se moviera, y la gente, españoles, of course, no respetaban lo de “no flash”, y el pobre animal trataba de escabullirse entre las míseras dos rocas que le habían puesto para simular su hábitat; al menos, nos dijeron que van cambiando a los bichos para que no se estresen demasiado); el nombre vulgar es "Pez humano" pero su nombre científico es "Proteus anguinus". Me resulto muy triste y me llevé un sabor amargo de las famosas cuevas. Creo que sería preferible poner fotos del animal para que lo vea la gente y dejarlos en paz en las profundidades de las cavernas. Es un espectáculo deprimente; pero las grutas son interesantes. Comimos en el restaurante de las cuevas y después partimos en dirección a Zagreb, la capital de Croacia. Llegamos al hotel, Laguna (ver crítica en TripAdvisor), que está muy bien, nos instalamos y rápidamente Domi y yo nos lanzamos a la calle a coger un tranvía para ir a dar una vuelta por el centro. Como mañana visitaremos la Ciudad Alta con un guía, nos quedamos paseando por la Ciudad Baja (nueva): La plaza de Ban Josip Jelacic (centro neurálgico y comercial donde está la Oficina de Turismo en la que pedimos unos folletos que nos fueron muy útiles en nuestra visita en solitario; ¡y en español!), la Plaza arbolada de Nikola Subic Zrinski, el Museo de Arte y Artesanía, el teatro Nacional, la plaza de Petar Preradovic (poeta croata), el pasaje Miskec , el oktogon, el “Sol aterrizado” (una escultura de una enorme bola dorada de fibra de vidrio; por toda la ciudad se hallan colocados los 9 planetas siguiendo las proporciones astronómicas y aritmáticas) o el “rascacielos de Napredak”. Todo nos gustó y, repito, nos dejó sorprendidos.
Al día siguiente amaneció nublado y con frío (lo que se agradecía). Visitamos con un guía genial (un profesor de Historia) la Ciudad Alta a la que accedemos por la Puerta de piedra con su cuadro de la Virgen (que milagrosamente se salvo de las llamas del incendio que destruyó toda la casa que había sobre la puerta), recorremos la plaza con la iglesia de san Marcos (con el tejado de azulejos), el Parlamento, la catedral (que en su día estuvo amurallada por completo), la animadísima calle Tkalca (que originariamente era un arroyo que dividía dos poblaciones, Kaptol y Gradec; todas las casas a los lados de la calle son antiguos molinos de agua hoy transformados en cafeterías, tiendas de diseño, pubs, restaurantes...
Cuando la visita termina, cae un buen chaparrón que Domi y yo aprovechamos para tomar un café en la plaza principal de la Ciudad Baja y decidir a donde ir a continuación. Decidimos tomar el funicular y subimos al Museo de Arte naïf que, aunque muy pequeño, es interesante. El resto de tiempo hasta la comida lo dedicamos a callejear por la zona antigua.
Zagreb creo que es lo que más me ha gustado del viaje porque me ha sorprendido muy gratamente ya que me esperaba una ciudad decadente, vieja, triste y estropeada (no sé por qué?). Es una ciudad preciosa que, en cierto modo, recuerda a Viena: muchos palacios y edificios monumentales, mucho verde. Muy animada, muy cosmopolita, señorial y moderna pero manteniendo, al mismo tiempo, el sabor antiguo otras épocas. Es realmente una ciudad encantadora y está muy bien cuidada.
Vista la ciudad partimos después de comer hacia el parque natural de Plitvice que es exactamente la misma formación que las lagunas de Ruidera, pero a lo bestia (16 lagunas en total y mucho más grandes). Ni que decir tiene que, por supuesto, no tienen nada que ver con las nuestras en lo que respecta a la especulación del terreno y la conservación: por supuesto allí no hay ni una casa, el agua está superlimpia, no se permite el baño y está todo cuidadísimo con unos senderos, todos hechos con tronquitos de madera, por lo que se recorre el parque eligiendo diferentes rutas. También hay barcos que cruzan de un punto a otro de los lagos más grandes. Nosotros cogimos uno y es un paseo genial porque todo parece en estado salvaje aunque cuidado al mismo tiempo. Lo único malo de la tarde es que llovió al principio un poco. A media ruta tomamos en una cabaña un café con leche calentito (que apetecía bastante porque hacía frío) y seguimos la ruta hasta salir del parque cuando se estaba haciendo de noche. El autobús nos esperaba y nos llevó al hotel Maĉòla (ver crítica en tripAdvisor) en plena naturaleza donde pasamos la noche. Con tanto silencio y tanto verde alrededor dormimos divinamente.
A la mañana siguiente emprendimos la marcha a Split donde visitamos, como más importante, el palacio de Diocleciano construido para su retiro y donde también murió. Lo llaman palacio aunque realmente es una ciudad completa con sótanos (muy interesantes), templos como el de Júpiter, panteón, etc. Al lado del panteón pudimos pasar por la calle más estrecha de la ciudad que tiene un nombre muy ilustrativo: “Déjame pasar, por favor”. Comimos en un restaurante de la ribera, el Topolino, -fatal, por cierto- y luego callejeamos un poco por la zona antigua.
A continuación continuamos bordeando la costa adriática hasta Dubrovnik.
El último día se pasaba completo en esta ciudad, Patrimonio de la Humanidad desde 1979 y, por supuesto, toda peatonalizada. Por la mañana tuvimos una visita con guía (Paolo, “un puntazo”, un guía genial, muy divertido y simpático) en la que visitamos el convento de los franciscanos con la farmacia más antigua del mundo (1317), la iglesia de san Blas y el Palacio del Rector principalmente. Al acabar nos sentamos –más bien nos tiramos- en los butacones de una cafetería en la plaza a tomar unos cafés que nos costaron una pasta pero...¡qué bien se estaba allí mirando el ambiente de la plaza y la gente!. A continuación Domi y yo hicimos un gran recorrido por todas las callejas de la ciudad y entramos a la catedral (¡¡fea de narices!!) y a varias iglesias más, a la mezquita y algunos otros lugares.
Fuimos a tomar la comida (arroz con marisco) al puerto viejo y al terminar cogimos un barco y nos fuimos a la isla de Lokrum, donde pasamos la tarde entre aguas cristalinas, crepes de chocolate que nos zampamos con café, gaviotas y tranquilidad.
Al atardecer volvimos y nos subimos en el teleférico para ver desde el mirador la puesta de sol: ¡¡ESPECTACULAR!! Y visitamos la fortaleza y el museo de la guerra que es muy interesante. (proyectiles, armamento, bombas, fotos y vídeos de la guerra y de cómo quedó Dubrovnik tras ella)
Bajamos ya casi de noche y cogimos el bus para volver al hotel a cenar, pero....¡¡¡¡¡A medio camino me doy cuenta de que me he dejado la VISA en el teleférico!!!! Así que bajamos pitando del bus, cogimos otro a la ciudad vieja de nuevo y corriendo llegamos al teleférico que ya había cerrado aunque había un señor aún en la oficina que se portó estupendamente con nosotros: avisó a la cajera que se estaba cambiando de ropa y ésta salió, abrió la caja y nos dio la tarjeta; nos dijo que la tenía preparada y si no la recogíamos al día siguiente iba a llamar la central para notificarlo. Encantadores.
Y como no hay mal que por bien no venga, al perder la hora de la cena en el hotel nos quedamos a cenar en el casco antiguo, colsa que no íbamos a hacer pero de la que nos alegramos un montón porque fue estupendo. El ambiente indescriptible de agradable. Cenamos una ensalada de quesos y unas pizzas de muerte en una mesita al aire libre en una pequeña pizzería de una callejuela con un cantoautor en directo que cantaba canciones de los 80, mesitas de madera y luces amarilla en la pared de piedra. Después de cenar dimos una vuelta por la calle Placa que estaba a esas horas ambientadísima y ya tarde volvimos al hotel. A la mañana siguiente pasamos mucho tiempo en una cafetería frente al puerto tomando café y disfrutando del ambiente y de las últimas vistas de la ciudad. A las 11:30 nos recogió el bus y nos llevó al aeropuerto. El avión salió en punto y también llegó a Barajas a su hora. La vuelta genial y sin contratiempos. Sobre las 19:00 estábamos en casita de nuevo.

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