Nápoles. Pompeya y Costa Amalfitana (Febrero, 2017)


Este año el viaje de las chicas de la Semana Blanca nos ha llevado a Nápoles y con un día más en esta ocasión; aunque con una persona menos que no ha podido venir por problemas familiares.

Sábado, 25 de febrero

Tras una noche de viernes bastante corta en sueño (pues salimos de Albacete a las 04:15), hemos llegado a Madrid temprano y cogido el avión en la T4 a la hora en punto. Aterrizamos en Nápoles bajo un cielo cubierto sobre las 11:30. En el aeropuerto espera el transfer contratado que lleva a siete del grupo al hotel. Dos de nosotras que no teníamos este transporte contratado llamamos al hotel que ofrece el servicio de envío de taxi (vale 16€ y al llamar te dan la referencia del taxista que te recogerá y que llega en apenas 10 minutos) y lo compartimos un taxi con una pareja de profesores de Albacete -compañeros de otros centros que encontramos casualmente en el avión y que se hospedan en el mismo alojamiento. Llegamos al hotel, Piazza Bellini (ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187785-d646334-r464705236-Hotel_Piazza_Bellini-Naples_Province_of_Naples_Campania.html)
 en una media hora (el aeropuerto se encuentra tan solo a 4 km. de la ciudad) y lo primero que hacemos es ir a comer a una pizzería cercana, Vise, que nos recomiendan en el hotel y que resulta ser un local que no está mal, pero en el que hay demasiado ruido; las pizzas que probamos -eso sí- estaban riquísimas, entre ellas - cómo no- la Margarita.
Con los estómagos llenos decidimos visitar la ciudad subterránea, Napoli Sotterranea, que es una de las atracciones más famosas de esta ciudad: una red de laberintos en el subsuelo de Nápoles. La entrada son 10€. Se trata realmente de lo que en un principio fueron unas enormes canteras unidas por numerosos corredores y túneles que posteriormente sirvieron de refugio para los habitantes de la ciudad durante la II Guerra Mundial.
Las primeras excavaciones datan de fines de la prehistoria, de hace 5000 años y posteriormente fueron explotadas por griegos y romanos. Solo tres del grupo bajamos a las grutas, Charo, Nani y yo, ya que  el resto considera la actividad un poco claustrofóbica y deciden quedarse paseando por el centro, al aire libre. El recorrido tiene una duración de dos horas y el precio es de 11€; las visitas son, por supuesto, guiadas y se realizan en todos los idiomas a diferentes horas. Nosotras entramos a las 16:00.
La mayoría de los espacios que incluye la visita son las zonas de canteras, además de cisternas, privadas o públicas, y una extensa red de angostos y largos pasadizos, tallados en la piedra, que en algunos tramos se reducen a 50 cm. de ancho y deben recorrerse de lado. En la zona más larga y estrecha el guía reparte unas palmatorias y el trecho se recorre a la luz de las velas. Esta atracción no es en absoluto recomendable para personas con claustrofobia pues llega a ser un poco agobiante en algunos tramos.
Al finalizar la visita subterránea salimos a la superficie y nos encontramos que está diluviando; por varias callejas anexas nos conducen a una casa en cuyo sótano-garaje se descubrió un teatro romano que permanece oculto en sus bajos y al que se accede a través de una trampilla oculta bajo una cama; para abrir la trampilla  hay que desplazar la cama de su sitio  mediante un original sistema de railes por los que se desliza. El teatro más hay que imaginarlo pues quedan apenas restos entre las construcciones modernas. Es algo pintoresco y curioso, alguna de las casas tiene ventanas que dan al teatro romano subterráneo.
Terminada esta visita volvemos a salir de nuevo al exterior donde continúa jarreando y totalmente caladas llegamos al café literario frente al hotel donde nos espera el resto del grupo. Obviamente, lo primero que hacemos es subir a las habitaciones a intentar secar con el secador de pelo y la bomba de calor los plumas que están empapados. 
Cenamos en el restaurante que linda con el hotel, L´etto, un lugar moderno y agradable en el que se paga la comida por peso por peso de la comida del plato, regentado por un personal formado por chicas jóvenes y amables.

Domingo, 26 de febrero

Hoy dedicaremos el día a visitar las ruinas de Pompeya y Herculano y/o Villa de Popea (depende del tiempo)
Tras el desayuno nos dirigimos a la plaza Dante a coger el metro (línea 1) hasta la estación Garibaldi donde se puede tomar un tren de cercanías (Circumvesubiano) que en dirección a Sorrento tiene paradas en los sitios que queremos ver. El billete de metro vale 1€ y el circumvesubiano hasta Pompeya 2,60€. La estación Garbaldi no es la primera parada de la línea, sino la segunda por lo que, si es temporada alta, es recomendable ir a la otra estación (Napoli Porta Nolana) y tomarlo desde el principio pues el tren se llena de gente enseguida (nosotras nos equivocamos de dirección y llegamos a ella; gracias a eso cogimos asientos para el viaje).
 
Tras un trayecto de 40 minutos el tren para en la estación de Pompei Scavi – Villa dei Misterii que es donde hay que bajar (la entrada se encuentra a unos 100 metros). En la misma estación, en la planta superior, se pueden alquilar las audioguías o contratar un guía en tu propio idioma, que fue lo que hicimos por 120€ una visita de tres horas (siendo un grupo sale muy bien de precio, es más cómodo y la información es mejor). También desde allí se pueden realizar excursiones al volcán.
Esperamos unos 15 minutos a que llegara Ciro, que así se llamaba el guía (con el que quedamos para el día siguiente todo el día para visitar Nápoles: de 8:30 a 18:00 por 220€), y con él nos dirigimos a las taquillas para sacar las entradas. Hay que decir que en Italia es muy útil el carnet de profesor con el que en la mayoría de los monumentos y museos (incluidos Pompeya, Herculano y Villa de Popea) hacen un descuento muy interesante. La entrada normal son unos 12€.
El paseo por Pompeya resulta muy interesante pero hay muchas casas cerradas, de hecho, la primera vez que lo visité entré a muchas casas; la segunda, a menos; ahora, a casi ninguna.
Pompeya fue una ciudad de la antigua Roma, el equivalente a Las Vegas de hoy (una ciudad de juego, bebida y sexo, según nos relató el guía) que quedó sepultada por la gran erupción del Vesubio en el año 79 d.C. Al ser sepultada con tanta violencia y de forma repentina, la ciudad presenta un estado de conservación inmejorable, mostrando la mayoría de sus edificios, elementos decorativos, e incluso los restos de algunos de sus habitantes. Realmente, el volcán llevaba tiempo avisando de la erupción, pero los habitantes de Pompeya no hicieron caso a estos avisos.
Las ruinas de Pompeya son muy extensas y es posible recorrer gran cantidad de edificios en los que los ciudadanos hacían su vida diaria, entre los que destacan algunos templos, la basílica, el foro y las termas, además de algunas casas de las más lujosas decoradas con frescos y mosaicos. Uno de los edificios más curiosos es el lupanar, un prostíbulo de la época en el que pueden verse las rudimentarias camas de piedra que utilizaban, además de algunos frescos con pinturas eróticas. En el granero del foro se conservan una gran parte de los restos arqueológicos, además de las figuras de algunos de los cuerpos que fueron encontrados bajo las cenizas, no obstante, la mayor parte de elementos que se muestran son réplicas pues los originales se conservan en el Museo Arqueológico Nacional de Nápoles.
Como curiosidad hay que fijarse en los enormes pasos de cebra de piedra que se utilizaban en aquella época. Con ellos los ciudadanos podían cruzar la calzada sin mancharse los pies, ya que ésta estaba normalmente inundada y bastante sucia; al mismo tiempo, entre las grandes piedras podía pasar las ruedas de los carros cuyas marcas pueden verse nítidamente todavía.
 
Finalmente, es imprescindible visitar, ya a las afueras de la ciudad, la Villa de los Misterios.
Finalizada la visita comemos en la terraza del restaurante de detrás de la estación: Sgambati, servicio impecable, rápido y comida deliciosa; la mejor mozzarella que hemos probado, unas ensaladas exquisitas en una terraza muy agradable.
 
Nuestra intención era visitar Herculano y la Villa de Popea, pero no queda tiempo así que decidimos ver la villa. Hay que tener encuenta que en verano, el horario es amplio, pero en invierno el último pase a cualquiera de los tres sitios es a las 15:30 (cierran a las 17:30) 
Compramos nuestros billetes para dirigirnos a la villa y corriendo subimos a la estación. Ya en el andén, una de nosotras decidió aprovechar los minutos que restaban para la llegada del tren para limpiar sus bolsillos de papeles inútiles y billetes gastados; pero con las prisas y carreras, involuntariamente arrojó el ticket de este trayecto a la basura. Se vivieron momentos de tensión -y de risas- al verla con medio cuerpo dentro de la papelera intentando recuperar el billete perdido. Por fin, después de remover un poco la basura, apareció. 😂 😂 😂 😂
Tomamos de nuevo el tren circunvesubiano en dirección de vuelta hacia Nápoles y bajamos en Torre Anunciata-Oplonti que es la parada de la Villa de Popea. Hay que seguir las indicaciones (está bien señalizado el camino) ya que hay un pequeño paseo desde la estación. La entrada normal vale 5,50; la reducida por profesor, 2,75.
En 1997 fue incluido en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO por contener las más elegantes pinturas murales de época romana.
Las últimas hipótesis sobre Oplontis plantean que estaría situada al borde del mar y que habría sido desplazada de la costa como consecuencia de la erupción del Vesubio del 79 d.C. Según la geóloga Elda Russo, la Villa de Popea Sabina se encontraba originariamente encima de un acantilado de 15m. de altura, con extraordinarias vistas panorámicas del Golfo de Nápoles. Construida en diferentes terrazas, con amplias zonas ajardinadas, a través de ellas tendría acceso directo al mar.
La Villa de Popea Sabina fue construida a mediados del siglo I a.C. y ampliada de modo importante en época Claudia. A causa de una inscripción hallada en una ánfora, se ha interpretado que esta lujosa residencia veraniega pertenecería a Popea Sabina, la segunda esposa del emperador Nerón. Construida a lo largo de un eje este - oeste, simétrico a un cuerpo central, la villa se encontraba rodeada de grandes jardines con arcadas y contaba con una gran piscina en su interior rodeada de estatuas que puede contemplarse intacta (las estatuas se hallan en el museo).  
Las habitaciones de Villa Popea son reconocidas mundialmente por sus suntuosos frescos, extraordinaria muestra de los estilos de pintura mural romana, la madurez del Segundo Estilo y su transición la Tercer Estilo. En las pinturas del Segundo Estilo, las representaciones arquitectónicas abren la perspectiva del lugar, dando la sensación de ser una ventana por la que mirar el exterior. En la pintura mural de la sala 8, el caldarium, se abandona la perspectiva del segundo estilo y la vista panorámica del exterior. En el tapiz o marco central se representa la escena mitológica de Hércules en el Jardín de las Hespérides. En esta pintura encontramos también otra de las características del Tercer Estilo, la división del espacio en áreas de diferentes colores: marrón, rojo y oro. En esta estapa, la arquitectura toma una forma mucho más estilizada; las columnas por ejemplo pierden la sustentación del momento anterior, quedando representadas tan sólo por unas finas líneas.
 
Es un lugar excepcional que merece indudablemente una visita.
Volvemos a la estación y tomamos el tren de vuelta a la ciudad. Desde la estación volvemos al hotel paseando aunque los barrios por los que pasamos no tienen muy buena pinta, de hecho, bastante mala; aunque no hemos tenido ningún percance en todo el viaje y hemos desmentido en persona la fama de ciudad peligrosa que tiene Nápoles.
Nos tomamos unas bebidas en el café literario frente al hotel; la plaza está animadísima y repleta de jóvenes a esas horas (lo estará hasta altísimas horas de la noche)
Todos los restaurantes están repletos de gente, igual que la calle, y nos cuesta encontrar un lugar para las nueve personas que formamos nuestro grupito. Finalmente, tras esperar más de media hora, conseguimos una mesa y cenamos en un restaurante cercano, trattoria Napoli Notte, muy animada y la comida rica.

Lunes, 27 de febrero

Ayer quedamos con Ciro, el guía que contratamos en Pompeya, en pasar el día hoy mostrándonos la ciudad que tan bien conoce (desde las 8:30 a 18:30) visitando los lugares más emblemáticos.
Tras el desayuno, llega puntual nuestro e iniciamos el paseo por la calle del hotel en dirección al convento Santa Clara. La Basílica y el Convento se construyeron entre 1310 y 1340, sobre un complejo de baños romanos del siglo I d. C.  
El complejo monástico de la basílica incluye un monasterio con cuatro claustros monumentales, excavaciones arqueológicas, y un museo donde se pueden ver los restos de frescos de Giotto en las salas que era ocupada por las monjas.

Cada primer sábado del mes de mayo las cápsulas que contienen la sangre de San Genaro (patrono de la ciudad de Nápoles) son trasladadas en solemne procesión desde la Catedral de Nápoles hasta esta basílica, para celebrar en ella el fenómeno de la licuación de la sangre del santo mártir.
Visitamos la iglesia que, como curiosidad, incluye una capilla en la que se encuentran las tumbas de varios Borbones y que es la mayor iglesia gótica de la ciudadAl salir nos dirigimos al claustro, al que se accede por un lateral, pero no abre hasta las 10:00 así que, para aprovechar el tiempo, nos acercamos a Gesú Nuovo (una curiosa iglesia con una fachada de picos como Salamanca, y con unos símbolos extraños tallados en cada diamante que aún no han podido ser explicados) La Iglesia de Jesús Nuevo o Gesù Nuovo se construyó como palacio en el siglo XVI; años más tarde, los jesuitas convirtieron este edificio en una iglesia. Aún se conserva la fachada original del palacio. 
Durante el paso de los años, se construyeron varias capillas y obras de arte, lo que ha otorgado una combinación heterogénea de arquitectura y arte a este edificio. En la actualidad, arquitectura gótica y barroca coexisten junto con numerosos ejemplos de arte sacro italiano como frescos y esculturas. Su interior alberga (a la izquierda del altar mayor) una capilla dedicada a un médico: el Beato Giussepe Moscatti, del que se conserva la consulta y el dormitorio; las peredes están decoradas con cientos de exvotos.
A las 10:00 volvemos a Santa Clara para visitar el claustro que es una de las atracciones más importantes de la ciudad pues es un claustro alicatado de preciosos azulejos todo él, bancos y columnas. En su interior hay un pequeño museo y se puede visitar también un precioso y grande belén artesanal del siglo XVII. 
Desde aquí nos dirigimos a la iglesia de San Severo (7€), quizá la más visitada de Nápoles, y que alberga el famosísimo Cristo Velatto.
(Fotos de Sansevero tomadas de Internet: http://www.ecowheelsitaly.com)
Normalmente a la entrada suele haber unas colas larguísimas e incluso se puede llegar a esperar horas para accederéal interior pero, por suerte, a la hora en que llegamos aún no se ha formado. El Cristo se sitúa en el centro del recinto y es la atracción principal: una escultura impresionante de Giuseppe Sanmartino, quien recibió el encargo de realizar «una estatua en mármol esculpido, de tamaño natural, que represente a nuestro Señor Jesucristo muerto, cubierto de un sudario transparente tallado en el mismo bloque que la estatua”


No obstante, aún es más sorprendente la escultura situada a la derecha del altar que representa un hombre atrapado por una red.  
La red, perfecta y delicadamente tallada en mármol, es la más espectacular que hemos visto. Por una puerta lateral se accede a una cámara subterránea donde se encontraba al principio el Cristo Velado y que hoy alberga un pequeño museo donde lo más llamativo son dos máquinas anatómicas: dos esqueletos, hombre y mujer, con todas sus venas, arterias y órganos conservados por medios artificiales. Parecen ramas.
Finalizada la visita, paseamos por el casco antiguo recorriendo sus calles repletas de gente y sus tiendecitas. Atravesamos la famosa calle de los belenes, en el barrio de Spaccanapoli; es la vía San Gregorio Armeno, donde se concentran los talleres y las tiendas de los artesanos belenistas que siguen haciendo sus maravillosas figuritas como las hacían sus antepasados en el siglo XVIII. En alguna de ellas se exponen belenes antiguos, verdaderas piezas de arte. Entramos en uno de esos talleres y contemplamos la obra.
En algunos, pueden hacer un pastor con tu cara, con ropas antiguas o modernas, para colocar en nuestro propio belén.
 Durante el paseo por el casco antiguo podemos disfrutar de una de las escenas más famosas de esta ciudad: las estrechas (y no tanto) calles en las que los vecinos tienden sus ropas en cuerdas que atraviesan la calzada de un edificio al de enfrente.
 
Sobre la una llegamos a comer a la pizzería más antigua, conocida y concurrida de Nápoles, La Antica Pizzería Da Michele. Un local muy famoso por su pizza y porque Julia Roberts se come una pizza allí en Come, Reza, Ama (hay una foto colgada en la pared). Está siempre a rebosar y en su puerta se agolpa la gente que es capaz de esperar horas para conseguir mesa. Hay que pedir número al llegar y llaman por orden. A esta hora no hay demasiada gente por lo que no tenemos que esperar demasiado tiempo; aunque nos tenemos que sentar en tres mesas separadas.
Todo va muy rápido en sus interior, el servicio y la comida, ya que solo tienen dos pizzas: marinatta y margaritta, con opción doble de queso, y algo de beber (fanta, cocacola, cerveza y agua). Pedimos las dos para probarla y la verdad es que están deliciosas (una masa fina, elástica y delicada a la vez) y a precios muy asequibles (4€). Al salir, la calle está a rebosar de napolitanos que esperan su número para comer. Conviene llegar temprano, antes de las 13:00.
Tomamos un café cerca (marca Passalacqua, que es de los mejores) y continuamos nuestra ruta. 
Bajamos paseando por el Corso Umberto I y nos adentramos en el metro (línea 1) para ver algunas estaciones muy bonitas y modernas, diseñadas por arquitectos reconocidos.
Salimos del metro en la calle Toledo, la calle más comercial de la ciudad y visitamos en ella unas preciosas galerías cubiertas, las galerías Umberto I que son iguales que las de Milán. Continuamos hasta la plaza del Plesbiscito que está en el cruce de importantes calles como Vía Toledo, Vía Chiaia y el paseo marítimo. Tiene forma de elipse y es una de las plazas mejores trazadas de Europa ya que posee una simetría perfecta y alberga en sus ejes los cuatro polos del poder: la iglesia, el reino, el gobierno y el militar.

En el lado oeste se encuentra una columnata semicircular en cuyo centro se eleva la Basílica de San Francisco de Paula, erigida por Fernando I como exvoto por la reconquista del Reino después del dominio francés. La iglesia, comisionada a Pietro Bianchi en 1817, fue completada en 1846 y realizada en estilo neoclásico; la planta se inspira en las formas del Panteón de Agripa. El interior está adornado con estatuas y pinturas del mismo período, excepto el altar mayor, del siglo XVII, y algunas telas procedentes de los edificios de culto preexistentes.
Frente a la iglesia, aisladas en la plaza, se encuentran las estatuas ecuestres de Carlos III y de su hijo Fernando I. La primera es obra de Antonio Cánova, que la realizó entre 1816 y 1822. En el lado oriental de la plaza está situado el Palacio Real; en el eje transversal se enfrentan el Palacio de la Prefectura y el Palacio Salerno (siglo XVIII).
En la entrada a esta plaza se encuentra la cafetería más famosa de la ciudad, el Café Gambrinus (carísimo, 3,50€ un café solo). Nos sentamos en la terraza a tomar unos cafés pero los camareros no vienen a atendernos así que descansamos un rato y nos vamos. Bajamos hasta el Castel Nuovo, que es uno de los iconos de la ciudad.
 
El castillo está ubicado muy cerca del puerto de Nápoles y se puede visitar de lunes a sábado de 9 a 19 horas (última entrada a las 18 horas). La leyenda dice que en foso del castillo habitaba un cocodrilo que era alimentado con los prisioneros condenados a muerte. Desde uno de los balcones del castillo se puede ver la bahía de Nápoles.
Precio: 6 €. No admiten tarjetas de crédito (sólo pago en efectivo).
En nuestro caso no entramos porque no teníamos tiempo ya que queríamos visitar el museo; solo nos hicimos unas fotos y  cogimos el metro para dirigirnos al Museo Arqueológico Nacional que es uno de los más importantes de Europa en su género y que sería nuestra última visita del día.
Constituyen este museo cuatro núcleos fundamentales: la Colección Farnesio, compuesta por objetos provenientes de Roma y sus alrededores; las colecciones pompeyanas, con testimonios procedentes de Pompeya, Herculano, Estabia, Boscoreale y otros antiguos recintos arqueológicos del área del Vesubio, pertenecientes mayoritariamente a las colecciones borbónicas; otros objetos pertenecientes a colecciones menores, adquiridas o donadas al museo (por ejemplo, la colección Stefano Borgia, la Santangelo, la Stevens, la Spinelli); objetos provenientes de excavaciones llevadas a cabo por la Dirección General de Arqueología de Nápoles y Caserta (sección Prehistórica, Cumana, Pithecusae, Neapolis)
El museo alberga unas colecciones de escultura, mosaicos y frescos impresionantes, además de todos los objetos encontrados en Pompeya, incluso se pueden ver dos papiros rescatados de entre los más de mil que albergaba la Villa de los Papiros; pero lo que más llama la atención (no existe en otros lugares) es El Gabinetto Segreto, que fue creado en 1817 como Gabinete de Objetos obscenos, con el fin de conservar las piezas artísticas de tipo erótico que se iban descubriendo, a las que dada la estricta moralidad de la época sólo se podía acceder mediante una autorización especial, siempre que el solicitante fuera una «persona de edad madura y de moral reconocida». Hoy en la entrada hay un cartelito que prohíbe la entrada a menores de 14 años. 
Foto tomada de Internet: https://4.bp.blogspot.com
Uno de los motivos más llamativos son los falos de Príapo, exagerados hasta la comicidad, y que constituyen un homenaje al símbolo que está en nuestro ADN: la fertilidad, la generación, el Eros salvaje y primitivo. De hecho, en nuestra visita a Pompeya pudimos ver cómo en la fachada, en la entrada, de muchísimas casas lucía un pene tallado en la piedra como símbolo de felicidad del hogar. Los falos, que aparecen en todas las formas y medidas, se alternan con escenas eróticas o totalmente pornográficas en esculturas, frescos, objetos del hogar, mosaicos. Destacan los pequeños frescos extraídos de los lupanares donde se muestra de forma explícita la actividad sexual que se ofrecía en cada habitáculo de estos locales y que se colocaba sobra cada puerta para informar a los clientes que no hablaban latín. Son escenas e imágenes curiosas, preciosas, muy bien conservadas y, dentro de la obcenidad, delicadas.
 
En el museo estamos varias horas pero lo vemos bastante rápido. Recomiendo dedicar, al menos, toda la mañana o la tarde para poder disfrutar de todo lo que expone. Al terminar la visita nos despedimos de Ciro, que ha sido un excepcional Cicerone y cuyos servicios puedo recomendar (dejo aquí el mail, con su permiso, por supuesto, por si alguien quiere contactar con el directamente: ciroserrapica67@gmail.com
El museo se encuentra muy cerca del hotel por lo que volvemos andando hasta él y buscamos por los alrededores un lugar para cenar que finalmente es el restaurante Piazza Bellini, justo a la entrada de la plaza del mismo nombre, frente al arco que conduce a la plaza Dante. Nada del otro mundo, pero bien: un local sencillo, limpio y con buen servicio. Cenamos pasta, ensaladas y tortillas de queso.

Martes, 28 de febrero

Hoy tenemos la excursión por la Costa Amalfitana. La habíamos reservado desde España por Internet con una empresa llamada Proyect Napoli Service (esta es su web: podéis preguntar por Enzo que habla perfectamente español: http://www.projectnapoliservice.it/index.php?myurl=en-about-us-claudio-enzo-carino&language=3 Ha resultado genial porque el trato fue excelente, la ruta estuvo muy bien, el precio es muy bueno y, además, uno de los jefes, Enzo, habla perfectamente español. Solo se necesita contratar el minivan (nosotras éramos nueve) y el chófer (el propio Enzo me recomendó no contratar guía ya que es innecesario en esta excursión) pues el conductor conoce perfectamente la zona, hace las paradas en los sitios adecuados, tanto localidades como puntos panorámicos para contemplar las vistas o comprar productos típicos, y ofrece toda la información necesaria de lo que hay que ver en cada sitio.
La excursión incluye las tasas obligatorias de acceso a Positano (40€),  Amalfi (20€) y Ravello (15€); incluido también el aparcamiento obligatorio en Positano y Amalfi para minivan de 1 hora en cada pueblecito (si quisiéramos estar más tiempo tendríamos que pagarle al conductor el parking que es de 30€/hora)
A las 9 en punto nos encontramos con Antonio, nuestro chófer, al volante de una minivan preciosa y nuevecita. (IMPORTANTÍSIMO: TOMAR PASTILLAS PARA EL MAREO)
Comenzamos la ruta por la Costa Sorrentina para a continuación cambiar a la Amalfitana; visitaremos Sorrento (cuña del mejor limoncello), Positano, Amalfi y finalmente Ravello.
La carretera es impresionante y las vistas fabulosas durante todo el trayecto. La primera parada la efectuamos antes de llegar a Sorrento, para tomar un café, en una terraza con buenas vistas, tienda de productos típicos e incluso un cochecito Fiat amarillo falso para hacer algunas fotos.
 
La primera localidad que visitamos es Sorrento: Desde su enclave, en lo alto de un acantilado, se domina el mar, su bullicioso puerto, sus pintorescas bahías y las vistas panorámicas de la costa de Amalfi y las colinas circundantes. Sorrento ha sido un centro turístico de renombre desde época romana y aún lo sigue siendo.

Hoy no había mucha gente pues estamos en temporada baja; durante los meses de verano, la carretera está intransitable y es prácticamente imposible encontrar sitio para hospedarse o comer.
Tras un agradable paseo volvemos, y algunas compras, volvemos al coche para continuar hacia Positano (declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco) que es, junto con Ravello y Amalfi, las joyas de la Costa Amalfitana y resume las esencias del Mediterráneo más glamouroso; se ha consolidado como uno de los lugares preferido de famosos durante años: Elisabeth Taylor, Richard Burton, Roberto Rossellini, Steinbeck, Picasso, Klee o Zeffirelli sucumbieron a su encanto en el pasado.

Positano te marca. Es un lugar de ensueño que no parece real mientras se está allí, pero que se hace real en la nostalgia cuando te has ido”. Así lo describía uno de sus más ilustres visitantes, el novelista norteamericano John Steinbeck que lo visitó en 1953. Hoy lo frecuentan estrellas como Olivia Palermo, Poppy Delevigne, Gwyneth Paltrow, Karlie Kloss, Irina Sheik, Brandley Cooper o nuestra Pe con su marido Bardem. No en vano se dice de Positano que es el pueblo más romántico de Italia.
Hoy se puede atravesar en coche por una única carretera (solo una dirección) pero hasta hace poco sus calles eran exclusivamente empinados y estrechos callejones con escaleras que bajaban a la playa. Encaramado en una montaña, goza de una espléndida situación panorámica en uno de los tramos más bellos de la costa con encantadoras casas de colores pastel que conforman su hermoso centro y rodean la iglesia parroquial de Santa María Assunta; sus callejuelas están flanqueadas por pintorescas tiendas llenas de colorido, y sus numerosas playas son famosas en el mundo entero.
Dejamos Positano para iniciar continuar hacia Amalfi, localidad que da nombre a toda la costa. La arquitectura típicamente mediterránea de Amalfi, integrada por callejuelas y casas blancas que se desparraman unas sobre otras, hacen de éste uno de los centros turísticos más famosos de Italia. Fue uno de los pueblos que más agradable nos pareció del recorrido, entre otras cosas porque está situado a nivel del mar con fácil acceso desde su preciosa playa a los lugares de interés. 
El casco antiguo es impresionante, dominado por la impresionante catedral del siglo IX en la Piazza del Duomo. Está dedicada al Apóstol San Andrés cuyas reliquias se guardan en ella. Cuando llegamos estaba cerrada y no pudimos visitar el interior pero es posible hacerlo por unos 13€.
Predomina el estilo románico árabe-normando y ha sido remodelada varias veces, añadiendo elementos románicos, bizantinos, góticos y barrocos. La catedral incluye la Basílica del Crucifijo del siglo IX adyacente. Cerca de la basílica esta la cripta de San Andrés. La catedral más nueva fue construida al lado de la basílica más vieja que fue construida sobre las ruinas de un templo anterior. Los restos de San Andrés fueron llevados a Amalfi desde Constantinopla en 1206 durante la Cuarta Cruzada por el Cardenal Pedro de Capua. En 1208, la cripta fue completada y las reliquias fueron entregadas a la iglesia.
 
Damos unas vueltas por el casco antiguo, hacemos unas compras y comemos en un local moderno y muy agradable, con buenos precios y buena comida, al lado de la catedral.
Finalizada la comida continuamos ruta hacia Ravello, la última localidad que visitaremos en esta excursión, y que se encuentra en un enclave más elevado que las otras perlas de la costa amalfitana, gozando por ello  de unas excepcionales vistas de la costa. El pueblo es tranquilo y agradable, pero lo más característico son sus magníficas mansiones y jardines pertenecientes a un gran número de ricas y nobles familias (que tenían el título de patricios de Ravello) y a las cuales debe su fama; Ravello ha atraído la atención de figuras internacionales como Wagner o Virginia Woolf y hoy día es visitado por cientos de turistas. Pero Ravello no es solo un lugar de veraneo sino que es conocida en toda Italia por los festivales de música que tienen lugar en ellas en diferentes épocas del año: El festival Ravello Festival envuelve a la ciudad en un aura festiva desde junio hasta mediados de septiembre. La Villa Rufolo y otros espacios al aire libre sirven de escenario para orquestas, ballet, exposiciones y eventos de cine.
Los conciertos no sólo tienen lugar en verano, sino también de marzo a octubre, siendo los más importantes el festival internacional International Piano Festival y las semanas conocidas como Chamber Music weeks cuando los artistas más prestigiosos de Italia y el mundo entero se unen para convertir a Ravello en la atracción más grande para los amantes de la música. El sitio web www.Ravelloarts.org ofrece más información y en ella también pueden comprarse las entradas para los conciertos.
Las villas villas más conocidas que están abiertas al público son Villa Rufolo y Villa Cimbrone. Nosotras visitamos la segunda que se encuentra a un corto paseo de la Piazza Duomo, saliendo por el este (está bien señalizada);
Villa Cimbrone se encuentra en un afloramiento rocoso conocido como "Cimbronium", y es de esta característica del paisaje que la villa toma su nombre. Las primeras referencias a la villa datan del siglo XI dC, cuando la villa pertenecía a la familia noble Accongiogioco. Más tarde pasó a la propiedad de una familia rica e influyente, el Fusco, que también se registró en 1291 como propietario de la iglesia local de S. Angelo de Cimbrone. En una etapa posterior de su historia, la villa se convirtió en parte del cercano monasterio de Santa Chiara, y durante este período de la historia de la villa, las armas papales del cardenal Della Rovere se colocaron en la antigua puerta de entrada. A partir del siglo XVII la historia de la villa es incierta, pero en la segunda mitad del siglo XIX la villa había pasado a la familia Amici de Atrani.
Hoy, esta villa que fue durante siglos una aristocrática morada, es un elegante y exclusivo Hotel que incluye un restaurante, ”Il Flauto di Pan” que ha recibido su primera estrella Michelin en la guía de 2015.
De Villa Cimbrone se ha dicho que ofrece las vistas más hermosas del mundo entero. Todo esto puede disfrutarse desde el Belvedere of Infinity, una terraza volada sobre el acantilado bordeada de reproducciones de bustos clásicos desde la que se divisa toda la costa; un lugar único en el mundo.
En 1976, el escritor estadounidense Gore Vidal (que vivió en La Rondinaia , una casa cercana) escribió sobre Villa Cimbrone:
“Hace veinticinco años, una revista norteamericana me preguntó cuál era el lugar más hermoso que había visto en mis viajes y dije la vista desde el mirador de la Villa Cimbrone en un brillante día de invierno.”
Abandonamos Ravello y volvimos a Nápoles por una infame carretera que consiguió revolver varios estómagos. (Repito: imprescindible llevar pastillas para el mareo)
Al llegar a  la ciudad pedimos a nuestro conductor que nos dejara en la puerta del Duomo o  catedral que todavía no habíamos tenido ocasión de visitar.
En su interior alberga el busto del patrón de la ciudad, San Genaro. El milagro que se le atribuye al santo es la licuefacción de su sangre. Cada 19 de Septiembre, aniversario de  su muerte, un sacerdote expone en el altar una ampolla que contiene su sangre solidificada. Los feligreses empiezan a rezar y la sangre, normalmente sólida y de color negruzco, se vuelve rojiza y aumenta su volumen. 
La sangre de San Genaro es expuesta 3 veces al año para la veneración: el sábado anterior al primer domingo de Mayo, el 19 de Septiembre y el 16 de Diciembre. La entrada es gratuita.
La catedral es impresionante y nos gustó especialmente una de las capillas de estilo bizantino que es una verdadera joya (a la izquierda del altar mayor). 
Pero lo más importante es el batipterio considerado el más antiguo de Occidente, de finales del siglo IV, en cuyo techo podemos encontrar una muestra de increíbles mosaicos; se encuentra en una sala anexa (2€ la entrada)
Desde el Duomo es fácil llegar al hotel y además está bastante cerca por lo que decidimos pasear un rato por el centro hasta la plaza Dante. Una parte del grupo se fue a ver una exposición de Caravaggio y el resto nos quedamos de compras.
Cenamos muy bien en un restaurante cercano a la plaza Dante: Pizza El Babá, en la calle Toledo frente a Berska. Volvimos al hotel donde nos tomamos unos cubatas y unos pastelillos típicos como despedida ya que era nuestra última noche.

Miércoles, 1 de febrero

Tras el desayuno, preparamos los equipajes y los dejamos en el hotel para dar una vuelta por la ciudad antes de ir al aeropuerto.
Nos decidimos a coger uno de los funiculares que conectan la ciudad baja con la parte alta; en concreto el funicular de Montesanto que sube al castillo. Tiene tres paradas y hay que informarse bien de la primera que es un poco difícil de encontrar, de hecho, nosotras nos la pasamos y lo cogimos en la segunda, después de subir andando un gran trayecto por cuestas imposibles.
El barrio que el viajero se encuentra al bajar en la parte alta parece de otra ciudad: luminoso, moderno, señorial, limpio; nada que ver con la parte baja.
Tras un corto paseo se llega al castillo de San Telmo, que no tiene nada de especial,  salvo las maravillosas vistas de la bahía de Nápoles que se pueden contemplar desde sus murallas. Justo debajo del castillo se encuentra la Cartuja de San Martín que posee entre otras cosas, una amplia y curiosa exposición de pesebres napolitanos y una de las iglesias barrocas más bonitas de la ciudad. Por desgracia estaba cerrada (parece que por obras) y no pudimos visitarla.
 
Funicular de Chiaia, que deja en el corazón de este barrio, el más chic de Nápoles. Nada más salir de la estación ya se percibe el glamour en la gente, los edificios, las tiendas, los escaparates, las cafeterías… Todo él es lujo y elegancia. Los mejores diseñadores del mundo y las mejores marcas tienen aquí sus negocios.
Dimos unas vueltas por el barrio, hicimos alguna compra y llegamos hasta el paseo marítimo donde comimos en un local que estaba a rebosar, al lado del mar.

Hacía muchísimo calor y la comida resultó un poco cara. Pero como despedida estuvo fenomenal.
El tiempo transcurrió deprisa y el metro no estaba cerca. Emprendimos el camino de regreso al hotel y nos despistamos un poco; acabamos cruzando a pie un túnel bastante largo que provocó malestar en algunos miembros del grupo.

No obstante, llegamos a su hora al hotel, justo para recoger el equipaje y dirigirnos al aeropuerto, unas en el transfer y otras en taxi (con el servicio del propio hotel de precio cerrado)
El avión despegó a su hora e incluso aterrizamos en Madrid con antelación. El bus nos esperaba y llegamos a Albacete sobre la 01:30; muy buena hora.
Aquí finaliza el viaje de este año. Solo queda ahora pensar en nuestro próximo destino.

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