MILÁN (Julio, 2018)


Martes, 3 de julio

Hemos decidido pasar una semana en Milán después de encontrar unos billetes bastante baratos para las fechas en que estamos (110€ i/v), con Vueling.
Nuestro vuelo despega del aeropuerto de Alicante a las 18:00 en punto y llegamos en dos horas al aeropuerto de Malpesa, a 50 km. de Milán. Por la salida 4 se accede a la parada de los buses; nosotras hemos cogido el primero que salía, Shuttle Air Pullman, que por 8€ nos ha llevado a la estación Central.
Hemos ido hasta el hotel San Guido (ver referencia en Tripadvisor) andando y tras instalarnos hemos bajado a cenar a una trattoria justo al lado, Da Franco, que tiene una pasta fabulosa a precios muy buenos y las raciones son más que generosas. Alrededor del hotel hay muchísimos restaurantes, la mayoría asiáticos donde comer o cenar. Nos hemos tomado unos spaguettis con mariscos y una botella de tinto de la tierra. 
Tras la cena, un paseo hasta el cementerio, que es impresionante, para bajar la pasta y a dormir.
Para llegar al hotel San Guido, que queda a un paseo largo de la estación Central, se puede coger el metro a plaza Garibaldi y de ahí son 5 minutos andando

Miércoles, 4 de julio

Tras el desayuno nos acercamos al estanco de enfrente del hotel a comprar un bono para el transporte (bus, metro y tranvía) de 24 horas que vale 4,5€ (se pueden sacar también billetes sencillos que valen durante 90 minutos) y bonos semanales que a nosotras no nos interesaban. El de 24 horas vale durante ese tiempo desde que lo validas, y compensa mucho si te dedicas a visitar la ciudad que es nuestro plan para hoy.
Comenzamos nuestro contacto con Milán visitando el Cementerio Monumental (que se encuentra a 200 metros del hotel) una joya impresionante que nadie debería perderse y que además es gratuito. En la entrada hay una oficina de información en la que hay planos, en todos los idiomas, con los que guiarte en un laberinto de tumbas, panteones y mausoleos a cual más espectacular y original. Más que un cementerio parece un museo al aire libre. Está repleto de tumbas edificadas desde el siglo XIX hasta la actualidad con un alto valor artístico. Sus orígenes se remontan al año 1863, cuando salió a concurso la construcción de un cementerio en el centro de la ciudad con el objetivo de unificar los pequeños e insalubres que estaban repartidos por Milán. El proyecto lo ganó el arquitecto Carlo Maciachini y para 1866 los milaneses y milanesas ya tenían 250.000 metros cuadrados de camposanto. El boceto de Maciachini incluía una iglesia en la entrada. No obstante, el resultado final fue la creación de una especie de "Sala de la Fama", conocida como el Famedio. Este habitáculo reúne los restos mortales de las personalidades más afamadas del país. Es tal la importancia del Famedio que para que una familia pueda enterrar a su ser querido, previamente tiene que haberlo aprobarlo una comisión. Lo mismo sucede con los mausoleos. No puedes edificar en tu parcela lo que quieras, ya que tiene que pasar una serie de requisitos y ser aceptados por un comité. 
Los monumentos y tumbas del cementerio son muy diferentes, algunas de estilo contemporáneo y otras que imitan el estilo clásico. Entre ellas destacan una reproducción de la columna de Trajano a escala más reducida, un conjunto escultórico que representa la Última Cena a tamaño real, perteneciente a la familia Campari, o una tumba en forma de pirámide de la familia Bruni.

 
Finalizada la visita, tomamos el tranvía nº 4, desde la puerta del hotel, y bajamos en última parada es la plaza del castillo Sforza. La entrada es gratuita pero para acceder a los museos hay que sacar un ticket que vale 12€.
El Castello Sforzesco fue construido en el siglo XV por la familia Sforza. En el curso del tiempo, el castillo sufrió varias transformaciones. Fue residencia principal de Ludovico el Moro, quien llamó a los artistas más conocidos de la época para transformar la roca en una elegante corte. Una obra de restauración encomendada al arquiecto Luca Beltrami quien creó un momumento similar a la estructura original.
Hoy, el espléndido Castillo de los Sforza, dominado por la torre de Filarete, es sede de instituciones culturales y alberga 3 museos. El más popular es el Museo de Arte Histórico, conocido por guardar la última obra de Miguel Angel, la inacabada Pietà Rondanini, que el museo compró en 1952 y que muestra a la Virgen acunando el cuerpo de Cristo.
En la planta superior se encuentra una amplia colección de cuadros con obras de Leonardo da Vinci, Mantegna, Antonello Messina…
Los otros dos museos son el de Artes Aplicadas, donde se exponen obras de hierro forjado, cerámicas y marfil y el Museo Arqueológico.
En el segundo patio del castillo hay un café con terraza muy agradable donde nos hemos tomado 
una caña y un zumo, a precio de oro, eso sí.
Finalizada la visita nos dirigimos a pie a la plaza del Duomo, la famosísima catedral de Milán apodada " el erizo de mármol". El Duomo ha estado varios años cubierto por restauración y ahora luce en todo su esplendor, blanca, limpia e imponente. Es una maravilla. Mañana hemos reservado entrada y subida a los tejados, que es algo que nadie se debería peder.
A la derecha de la plaza del Duomo, justo el lado opuesto a las galerías de Vittorio Emanuele, se accede a una placita renacentista muy coqueta que es la plaza del Mercado en la que hay un Mc. Donald en el que hemos comido.

La historia de la cadena Mericana aquí es muy graciosa ya que se instalaron en el local que hoy alberga la casa Prada en pleno corazón de las galerías Vittorio Emanuel donde solo hay grandes firma y un restaurante carísimo y emblemático de la ciudad. Los milaneses y locales de alrededor montaron en cólera y quisieron echarlos, cosa aue solo consiguieron cuwndo finalizó el contrato de alquiler. Mc. Donald entonces se instaló en un local fuera de las galerías pero que se ve desde el mismo centro de ellas; y allí plantó un letrero luminoso con su archiconocida M.
Después de comer en ese Mc. Donald, nos hemos adentrado en las famosísimas galerías Vittorio Emanuele, que están repletas de gente. Damos un paseo admirando los escaparates que las flanquean.
 
Desde aquí tomamos el metro para ir a una de las zonas más encantadoras y bohemias de la ciudad, los alrededores de la Puerta de Génova, una zona de canales que se ha trasformado en un barrio moderno repleto de restaurantes y tiendas de diseño y artesanos dispuestas a lo largo del Gran Canal (Naviglio Grande). El último domingo de cada mes, excepto julio,  tiene lugar un famoso mercadillo en este lugar. Aquí se pueden ver muchas casas milanesas similares a nuestras corralas en las que se han instalado principalmente negocios de artesanos locales y diseñadores. 
El Naviglio Grande es el más antiguo de los canales milaneses y europeos. Su realización, que se remonta a los siglos XII-XIII, ha permitido el desarrollo de la agricultura, de los transportes y de los comercios. Se utilizaba para transportar carbón, vino, comestibles, madera e incluso el mármol destinado a la construcción del Duomo de Milán.


En la orilla izquierda del canal se puede ver un encantador callejón en el que se ubica un lavadero de piedra que es monumento nacional. l Vicolo dei Lavandai (callejón de las lavanderas) recuerda, con una pizca de nostalgia, una cierta ciudad de sabor un poco romántico y de los "buenos viejos tiempos". El histórico callejón toma su nombre de este antiguo lavadero que aún existe en el que hace siglos se reunían las mujeres de clase más baja a lavar la ropa. 
Recorremos este encantador barrio visitando algunos patios y tiendas. Al terminar el paseo nos dirigimos en metro al llamado "cuadrilátero de la moda" situado en los alrededores de la plaza San Babila (estación de metro del mismo nombre)
Al llegar ya estaban cerrando casi todo pero aun así hemos disfrutado del recorrido por estas calles peatonales, contemplando los escaparates que son impresionantes. 
El cuadrilatero de la moda es un área ubicada en el centro de Milán, muy cerca de la plaza del Duomo. Es un cuadrilatero imaginario que queda principalmente incluido entre las calles : Via Montenapoleone, Via Alessandro Manzoni, Via della Spiga y Via Sant’Andrea (pero muchas veces sus bordes se consideran hasta el más grande Corso Venezia ). Las calles de esta zona de Milán son mundialmente famosas por ser el centro de la moda italiana y también internacional: aquí se encuentran las tiendas más conocidas, y las vitrinas ricamente preparadas llegan a ser verdaderas obras de arte…..realmente se tiene la impresión de estar en un desfile de alta moda, pues los trajes que allí se presentan se van a vender aquí. Por ejemplo, en Via Montenapoleone se pueden ver las tiendas de Versace y de Armani; mientras que en Via della Spiga se pueden ver las tiendas de Roberto Cavalli o Dolce & Gabbana. Todos los grandes nombres de la moda (ropa, joyas, calzado, accesorios...) están en estas pocas callejas. Un auténtico culto al lujo y a la extravagancia.
Desde aquí bajamos por el corso Vitorio Emanuele, que es peatonal, y que conduce al Duomo  a donde se llega en poco tiempo ya que está bastante cerca.
Disfrutamos un rato de la plaza que está animadísima a esta hora: con las farolas encendidas y la catedral iluminada es un placer sentarse en los escalones y mirar simplemente alrededor disfrutando del ambiente de esta maravillosa plaza. 
Aunque para ser justos hay que decir que Milán tiene un problema bastante serio con los mosquitos, debido a los altísimos niveles de humedad, que acribillan a la gente sin piedad. 
Cogemos el tranvía número 2, junto al Duomo, que nos deja en la puerta del hotel. 
Cenamos en un resturante chino de los muchos que hay por los alrededores (de postre tomamos unas frutitas en racimo llamadas "ojo de dragón", riquísimas; el interior es muy parecido a los mamones chinos, pero más pequeño el fruto y con cáscara, no con pelo) y nos retiramos a descansar. Ha sido un día agotador y de bastante calor. Mañana la previsión es de lluvia. Ya veremos. 

Jueves, 5 de julio

Hoy comenzamos el día visitando el Duomo y sus tejados. Tenemos la entrada reservada a través de Get your Guide (entrada a la catedral y subida en ascensor a los tejados por 14€) por si hubiera mucha cola; es cómodo y rápido aunque los problemas de tiempo están en las medidas de seguridad y registros minuciosos para acceder a todos los monumentos.
Afortunadamente, la catedral se puede contemplar en todo su esplendor ya que ha finalizado una restauración que ha durado varios años. 
La catedral es una de las iglesias de culto católico más grande del mundo, tiene 157 metros de largo y puede albergar 40.000 personas en su interior y las ventanas del coro tienen la reputación de ser las mayores que se conocen.
Su construcción fue iniciada en 1386 y terminada en 1965. El plano de la ciudad de Milán, con sus calles que salen en forma de radio del Duomo o circundándolo, revela que éste ya constituía en la Antigüedad el centro de la ciudad, denominada Mediolanum. La Basílica de san Ambrosio fue construida en este sitio a comienzos del siglo V, siéndole agregada en 836 otra basílica próxima. Cuando el fuego dañó ambos edificios en 1075 fueron reemplazadas por el Duomo.
Uno de los hechos más destacados de la historia de la catedral se dio a finales de la década de 1480, con la estancia de Leonardo da Vinci en Milán al servicio del duque Ludovico Sforza. El gran maestro del Renacimiento participó en las reuniones y disputas acerca del avance de los trabajos, y proyectó varias soluciones para el cimborrio, que finalmente no fueron llevadas a cabo. Se conservan varios dibujos de su mano que muestran parte de sus propuestas, como la solución de doble casco para el cimborrio, que equilibraría fuerzas en la delicada estructura del edificio. Leonardo abandonó Milán en 1499.
Entre 1500 y 1510, bajo Ludovico Sforza, fue completada la cúpula octogonal y se decoró su interior con cuatro series de quince estatuas cada una, que representan a santos, profetas, sibilas y otros personajes del Antiguo Testamento. El exterior permaneció en su mayoría sin decoración, excepto por el Guglietto dell’Amadeo, cimborrio con una alta aguja que corona el transepto, construido de 1507 a 1510 por Giovanni Antonio Amadeo. Es una obra maestra renacentista que sin embargo armoniza bien con el aspecto gótico general del templo.
En 1762 se levantó la aguja Madonnina, de una altura de 108,5 m, que ahora es uno de los rasgos principales de la catedral. Fue diseñada por Francesco Croce y luce en la cima una famosa estatua dorada que representa a la Virgen María en bronce y que mide 4 metros (en el interior se puede contemplar una réplica)
El 20 de mayo de 1805 Napoleón Bonaparte, a punto de ser coronado rey de Italia, ordenó que la fachada fuera terminada por Carlo Pellicani. En su entusiasmo, aseguró que todos los gastos recaerían sobre el tesoro francés, que reembolsaría a la Fabbrica por todos los inmuebles que ésta tuviera que vender. Aunque jamás se pagó este reembolso, ello ayudó a que finalmente, en solo siete años, la catedral tuviera su fachada terminada por el nuevo arquitecto, Carlo Pellicani hijo. En gratitud, se colocó una estatua de Napoleón en la cima de uno de los pináculos.
En los siguientes años se construyeron la mayoría de los arcos y chapiteles. Se terminaron las estatuas de la pared sur, mientras que entre 1829 y 1858 unas nuevas vidrieras reemplazaron las preexistentes con resultados menos expresivos. Los detalles finales de la catedral fueron terminados ya en el siglo XX: la última puerta fue inaugurada el 6 de enero de 1965. Esta fecha es considerada como el término del proceso que ha durado muchas generaciones, aunque todavía quedan algunos bloques sin esculpir esperando ser convertidos en estatuas.
Los trabajos de renovación que cubrían la fachada principal de la catedral terminaron en diciembre de 2008. Además, uno de los principales arquitectos que llevo a cabo estos trabajos, era descendiente directo del importante escultor y arquitecto Carlo Pellicani, que, junto a su hijo, fueron los principales finalizadores de la obra de la catedral.
El interior del templo es interesante, especialmente la altura y las vidrieras, así como una macabra estatua de San Bartolomé que pone los pelos de punta, una figura que parecía no tener piel, una figura desollada y escalofriante, cuyos músculos parecía que iban a empezar a moverse a pesar de estar hechos de mármol. Esta es la obra de arte más famosa de la Catedral de Milán, junto a la réplica de la Madonina. 

Finalizada la visita salimos al exterior y nos dirigimos al lateral donde se encuentra el ascensor que lleva a los tejados, una experiencia que no se puede dejar de experimentar ya que merece muchísimo la pena. El tiempo hoy acompaña ya que ha llovido durante toda la noche y el día se debate entre nubes y claros.

 

 

 

Pasamos el resto de la mañana deambulando por los tejados desde los que hay unas vistas maravillosas de la ciudad, la plaza y la propia arquitectura del edificio: pináculos, gárgolas, agujas...
Al bajar de las terrazas es hora de comer y lo hacemos en un restaurante muy normalito, una pizza más que normalita a un precio desorbitado. Es mejor alejarse de esta zona porque alrededor del templo todo cuesta el doble.

A las 15:30 nos dirigimos al centro de la plaza donde hemos quedado con una guía (reservamos online con Civitatis) para realizar un recorrido por la ciudad que culminará con la visita al cenáculo (la Última cena de Leonardo) que se encuentra en la iglesia de Santa Maria delle Grazie, iglesia y convento de la Orden de los Hermanos Predicadores en Milán cuyo refectorio está decorado con la célebre pintura mural de Leonardo da Vinci. Esto es sin duda lo mejor del recorrido que realmente no nos interesa (ya que hemos estado ya en todos los lugares que se visitan) pero ha sido la única forma de conseguir entrada para contemplar la obra de Leonardo; además, el tour se hace un poco pesado por el asfixiante calor que va en aumento según avanza y se despeja el día. Los puntos fuertes de paseo son el Duomo, galería Vittorio Emanuele, el corso Dante, castillo Sforza y cenáculo, lo mejor. La entrada a este último vale 12€ y hay que sacarlas con meses de antelación, especialmente en verano. Se puede hacer online en la propia web del cenáculo: https://cenacolovinciano.vivaticket.it/
 (nosotras no las pudimos conseguir ya que estaba todo completo hasta septiembre, pues solo dejan entrar a 25 personas cada cuarto de hora)
"La última cena" es una enorme pintura de 4.60 metros de altura y 8.80 metros de ancho que fue realizada con témpera y óleo sobre una preparación de yeso, en lugar de la técnica comúnmente utilizada a la época del fresco. Pero se ha comprobado que fue un desacierto ya que veinte años después de finalizada ya había comenzado a deteriorarse. Se tarta de una de las pinturas más famosas del mundo, pintada entre 1494 y 1498 bajo el gobierno de Ludovico el Moro y representa la última "cena" entre Jesús y sus discípulos.
Para la creación de esta obra única, Leonardo realizó una investigación exhaustiva creando una infinidad de bocetos preparatorios. Leonardo abandona el método tradicional de la pintura al fresco, pintando la escena "al seco" en la pared del refectorio. 

Se han encontrado rastros de láminas metálicas de oro y plata que son testimonio de la voluntad del artista de hacer las figuras de una manera mucho más realista incluyendo detalles preciosos. Después de haber terminado, se demostró que los factores de la técnica y el medio ambiente contribuyeron al eventual deterioro del fresco, que ha sido objeto de numerosas restauraciones.
La restauración más reciente fue en 1999 donde varios métodos científicos fueron empleados para restaurar los colores originales y en lo posible, para eliminar los rastros de pintura aplicada en anteriores intentos de restaurar el fresco.
Actualmente se han implementado muchas medidas para proteger la pintura del deterioro. Para asegurarse de que el fresco se mantenga a temperatura ambiente, desde la restauración, el ingreso de los visitantes se ha restringido a un grupo de 25 personas cada 15 minutos, por eso es difícil conseguir entradas especialmente en las fechas más turísticas.
Finalizada la visita express, salimos del recinto y vamos paseando hasta la plaza Cadorna donde tomamos el metro hasta la plaza San Babila, al lado del cuadrilátero de la moda. Tomamos un refresco para reponer fuerzas y damos una vuelta por el barrio más chic y caro de la ciudad para desde ahí volver al Duomo a tomar el tranvía al hotel. Descansamos un rato y bajamos a cenar al restaurante vietnamita que hay en  uno de los locales del edificio del hotel, en el chaflán. Es un restaurante muy recomendable: buena comida, decoración moderna y elegante, precio muy asequible y un trato exquisito: Mi Dinsum

Chascarrillo del día: en la galería Vittorio Emanuele, en la parte de arriba de la tienda de Prada se ha instalado una cafetería de las más antiguas y famosas de Milán; lo interesante es que se puede tomar un café por 1,30€ en unas mesas altas, junto a las ventanas que ofrecen una vista espectacular de la galería desde arriba (en mesa, 4€)

Viernes, 6 de julio

Hoy tenemos programada la visita a Turín.
El día comienza regular, con huelga en Trenitalia por lo que tenemos que arreglarnos con otra empresa de trenes rápidos, tipo AVE, Italotren, que es bastante más cara. Os recomiendo Trenitalia si queréis viajar barato. 
Salimos del hotel temprano, con idea de coger el tren de las 09:00: del hotel andando a Garibaldi (5 minutos) y de ahí en metro a la estación Central de donde salen estos trenes. Al llegar nos enteramos de que Alitalia está en huelga y el billete por el que podíamos haber pagado 12€, nos cuesta 30€ con Italotreno, aunque -eso sí- es muy rápido y en 3/4 de hora nos deja en Turín Porta Nova. En esta ciudad hay dos estaciones, Porta Susa y Porta Nova; recomendamos la segunda ya que se encuentra muy cerca del casco antiguo y del centro de la ciudad.
Desde la estación se toma una calle muy comercial, la Vía Roma, que lleva al centro en unos minutos a pie. Paramos en alguna tienda de diseño para hacer algunas compras y en una media hora estamos ante el Duomo o catedral de San Giovanni Battista, que se puede visitar gratis (para subir al campanille hay que pagar). Este templo es famoso por albergar la sábana santa, pero ya hace tiempo que no se expone al público, salvo en contadas ocasiones, para preservar su estado de conservación; se puede ver una copia exacta en la iglesia de San Lorenzo, a la que se accede desde la misma plaza del Castillo (vía Palazzo di cittá, 4)
Desde la catedral nos acercamos al Palacio Real en cuya cafetería, un local muy agradable con terraza en el patio del palacio, nos tomamos un café (1,30€ en terraza)

 

 
El ticket para visitar el complejo del palacio y anexos cuesta, con descuento para profesores, 6€.
Como su nombre indica, era el palacio real de la Casa de Saboya. Es la primera y más importante de las «Residencias de la casa real de Saboya» declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. El edificio tiene dos plantas y varias alas; en la lateral se encuentra una galería de arte y en la frontal las dependencias reales.

Una de las cosas que más nos gustó (aparte del palacio y el mobiliario en sí) fue una exposición temporal de fotografía en blanco y negro titulada Frammenti di un bestiario amoroso, que reflejaban la relación de amor que se origina entre las personas y los animales. Eran unas fotos preciosas.
Finalizada la visita nos acercamos a la oficina de turismo que se encuentra a unos pasos, en la plaza del Castilllo, para coger un mapa y pedir sugerencias de visitas.
Pasamos a algunas tiendas de chucherías de la zona y comemos en una terraza, con un agradable fresco, en la plaza Carlo Emanuelle II.
Después de reponer fuerzas continuamos la visita de Turín dirigiéndonos a la iglesia de san Lorenzo para ver la copia de la sábana santa, en la que cuesta identificar con claridad lo que representa.

 
Desde ahí nos dirigimos a la Vía de la Academia de las Ciencias donde se encuentra el Museo Egipcio. La entrada es un poco cara (15€ con audioguía en la que se puede elegir la visita rápida, prolongada o familiar. NOTA: después de las 18:30 solo vale 5€) pero merece sin duda la pena. Es uno de los museos más antiguos, y el segundo en importancia por su colección de antigüedades egipcias después del Museo Egipcio de El Cairo.

 

Su origen se remonta a 1760 año en que Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña. Una vez en el país se desplaza por el Nilo más allá de Asuán con el objetivo de recoger especímenes de la flora y fauna además de antigüedades como momias y manuscritos. En este viaje conseguirá tres estatuas: de Sejmet, de Ramsés II y otra la de la reina Tiy, esposa de Amenhotep III. Cuando Donati regresó a Italia trajo más de 300 objetos que fueron las primeras piezas del Museo d’Antichitá, más tarde conocido como el Museo Egipcio de Turín. 
 


 

 

La mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias al explorador y diplomático italiano Bernardino Drovetti, quien trabajaba en aquella época como cónsul francés en Egipto. Esta fue comprada por el rey Carlos Félix de Saboya, por la suma de 400.000 liras piamontesas, y constaba de más de mil piezas, compuesta por unas cien grandes estatuas, estelas, sarcófagos con momias, papiros, y múltiples objetos funerarios. En la colección destacan las colosales estatuas de Amenofis I, un Ramsés II sedente, la estatua de Tutmosis II y el Canon Real de Turín. Sus fondos son extraordinarios.

Recorrer todas las galerías de este museo, aun sin detenerse mucho en las piezas, lleva más de tres horas; tal es su magnitud. Nosotras hemos tardado casi ese tiempo en recorrerlo y al salir eran ya las 19:15 por lo que hemos suspendido la visita que teníamos planeada al Borgo Medievale (recreación de un pueblo medieval a orillas del río) 
Así pues, decidimos volver paseando por el centro hasta la estación donde cogemos un tren regional (12€) de vuelta a Milán.
Cenamos en un local asiático muy chic cerca del hotel, Chateau Dufan, muy recomendable: buena comida y buena atención. Pero un poco caro.


Sábado, 7 de julio

Hoy empiezan las rebajas en Italia y hemos decidido pasar el día de compras: por la mañana mercadillos y por la tarde tiendas.
Comenzamos por el mercado de Fauch del que hemos leído que es ropa de diseño a buen precio y hay modelos de nuevos diseñadores bastante asequibles. Se puede llegar en el tranvía 14 y abre todos los días en la Víale Fauch. EL mercado ocupa solo una calle y los puestos son bastante estilosos así que compramos varias cosas.
De aquí nos vamos al famoso “Mercado del sábado” que es el más grande de Milán y entra en “ebullición” los martes por la mañana y los sábados todo el día. También se le conoce como mercado Papiniano porque se ubica en la viale del mismo nombre. Es muy popular porque se puede encontrar desde moda a precios asequibles hasta puestos de comida o de flores. Se puede llegar en el metro: línea 2 parada San Agostino. Para decir la vedad, el primero es el mejor. Este segundo no pasa de mercadillo con mucha ropa de montón cutre sin estilo ninguno. Nos ha decepcionado. No merece la pena.
Nos acercamos también a la calle continua, D' Anuncio, donde leemos que también ponen un mercadillo los sábados junto al canal (no es el mismo que ponen el último sábado de cada mes en el Naviglio Grande), pero quizá no ha abierto este sábado porque no hay nada; no obstante, damos un paseo por el barrio que tiene un ambiente estupendo y nos sentamos en una terraza a tomar un refresco "fresco".
Desde aquí cogemos el metro y nos acercamos a ver el Cuadrilátero de la Moda en todo su apogeo, y desde luego no decepciona. Cochazos, gente VIP, japos a tutiplén cargados de bolsas... todos dejándose pasta en las casas de las grandes marcas. Y toda la policía de la ciudad se encuentra apostada en sus coches vigilando al pijerío.  Damos un paseo por el barrio recreándonos en los maravillosos escaparates y volvemos al hotel a descansar un poco. Cenamos en un japonés-thai en la vía Paolo Sarpi, como casi todas las noches. Esta calle -y toda la zona- está repleta de restaurantes asiáticos con buenísima comida y atención y a precios estupendos.

Domingo, 8 de julio

Hoy hemos cambiado de planes a última hora. Habíamos pensado ir a ver los pueblos del lago de Como, pero después de ver que que todo el mundo en internet dice que los fines de semana se pone imposible de gente, hemos decidido ir a visitar la ciudad medieval amurallada de Bérgamo (Patrimonio de la Humanidad) y dejar el lago para el lunes.
Desde Milán hay trenes desde las 05:00 hasta las 23:00 cada media hora más o menos a Bérgamo. En nuestro caso hemos salido desde la estación Central, aunque la vuelta la hemos hecho llegando a la estación Puerta de Garibaldi. El precio son de 4,50€ a 5,50€.
El tren llega a la ciudad baja de Bérgamo y, dado que la parte monumental está arriba, es necesario comprar billetes para el bus o un funicular que conecta ambas. Al llegar hemos sacado un billete de transporte en la misma estación por 1,30€ que dura 75 minutos y vale tanto para bus como para el funicular. Hemos optado por el funicular en el que había una cola importante, pero al fin hemos llegado a la parte alta. El funicular no tiene ni ventanas ni aire acondicionado y es muy asqueroso y agobiante meter a tanta gente en verano sin aire ninguno porque el olor es bastante intenso. Pero, bueno, el viaje es corto.
Ya arriba -y fuera- podemos respirar. El funicular nos deja en Piazza Mercato delle Scarpe desde donde arranca la calle principal Vía Gombito (bajo cuya torre nos tomamos un expreso exquisito) que lleva hasta la Piazza Vechia, una de las más bonitas de Italia; en ella se pueden visitar la Biblioteca Cívica y  Palazzo della Ragione, la más antigua de las sedes comunales de Lombardia existentes, y la Torre Cívica, llamada “Campanone”. Y, del otro lado, la catedral (que no tiene nada especial), la basílica S. M. Maggiore (que es una verdadera maravilla tanto el exterior que recuerda las fachadas en mármol florentinas, como el interior completamente recubierto de relieves y frescos). Al lado de esta se halla la capilla Colleoni y el Bautisterio que hoy estaban cerrados.
La plaza es una maravilla y es el lugar más importante y bonito de la ciudad; durante siglos representó el corazón de la política local y sigue siendo uno de los lugares preferidos por los bergamascos para pasar el tiempo en compañía.  
 
 
En el centro de la plaza puede admirarse la fuente Contarini, regalada a la ciudad por el Podestá Alvise Contarini en 1780, mientras que al lado opuesto se halla el Palazzo Nuovo, el cual fue sede del Ayuntamiento hasta 1873 y ahora acoge la Biblioteca Angelo Mai. En su rico patrimonio de libros se pueden encontrar volúmenes antiquísimos y preciosos: incunables, ediciones del siglo XVI, grabados, manuscritos y otros restos inestimables, que la hacen una de las bibliotecas más destacadas de Italia.
La disposición geométrica de los edificios en la plaza es tan armoniosa que el arquitecto Le Corbusier, visitando la ciudad, dijo que “no se puede mover ni una piedra; sería un delito”.

Edificada en el mismo sitio donde estaba el antiguo foro romano, Piazza Vecchia es una apertura inesperada entre los callejones y las estrechas calles que llevan a ella, el lugar perfecto para admirar el encanto de Città Alta. La Plaza, que en origen sólo estaba formada por la actual Piazza Duomo, se convirtió en el centro de la ciudad medieval, lugar de proclamas al pueblo y centro de los negocios, como demuestran las barras de hierro colgando en la pared de la Basilica de Santa Maria Maggiore.

Estas barras se llaman “misure” (“medidas”) y se remontan a la época medieval, cuando la fragmentación de los dominios suponía también la fragmentación de las medidas. Cada ciudad creaba sus propias unidades de medida para pesos, volúmenes, larguezas, que se exponían en los lugares públicos (generalmente donde se llevaba a cabo el mercado). Las barras en la pared de Santa Maria Maggiore representan las unidades de medida utilizadas  en Bérgamo durante la Edad Media. Piazza Vecchia tal como la conocemos hoy nació sólo después de la construcción del Palazzo della Ragione, a finales de 1100, separando el espacio actual de la Piazza Duomo. Las viviendas que solían hallarse allí fueron eliminadas gradualmente a partir del Siglo XIV. Una vez que alcanzó el tamaño actual, el cambio más significativo tuvo lugar a finales de la dominación veneciana, con la construcción de la preciosa fuente Contarini, la cual tenía tanto una finalidad práctica (aún hoy puedes beber desde la boca de sus esfinges) como estética. Fue remplazada a finales del siglo XIX con una estatua dedicada a Giuseppe Garibaldi, pero volvió a su sitio original en 1922.
Comemos en un pequeño restaurante-tienda de delicatessen -muy recomendable- llamado Mimi, la casa dei sapore, en la vía Bartolomeo Colleoni, frente a Damimmo (y del mismo dueño) La pasta fresca es espectacular.
Tras la comida continuamos recorriendo las calles de esta encantadora ciudad medieval hasta la Ciudadela y la puerta de Sant'Alessandro que daba acceso a la ciudad por la muralla de la zona norte donde hay instalado un pequeño mercadillo de artesanía local. 
Desandamos el camino recorrido y nos dirigimos de nuevo al funicular (afortunadamente más despejado a esta hora) y bajamos de nuevo hacia la estación donde cogemos un tren que nos lleva en algo más de una hora de vuelta a Milán.
Descansamos un rato en el hotel y pasamos el resto de la tarde recorriendo la ciudad en tranvía: primero en el 2 y luego en el 1 que es una muy buena opción ya que recorre todo el centro y pasa por los lugares más emblemáticos (Duomo, Scala...), además es de los pocos originales que se conservan en funcionamiento (todo de madera, lámparas antiguas de cristal.Una preciosidad)
Cenamos en un restaurante cerca del Duomo pero, pese a que la pizza está riquísima, no nos luce porque hay muchísimos mosquitos picoteándonos.
Definitivamente esta ciudad tiene un problema muy, muy, muy serio con los mosquitos. A quien lea el blog y piense visitar la ciudad en verano, le recomiendo encarecidamente que lleve o compre spray antimosquitos. No me explico cómo el ayuntamiento no fumiga con frecuencia las calles y zonas, al menos, más turísticas.
Terminada la cena volvemos al hotel a dormir ya que mañana queremos levantarnos temprano para aprovechar bien el día en el lago. 

Lunes, 9 de julio

Hoy hemos pasado el día en el lago de Como. Voy a decir cómo lo hemos organizado y después diré cuál, con la experiencia y el conocimiento de la zona y los ferries, es la mejor manera de hacerlo.
Desde Milán al lago se puede ir en tren, que es la opción más cómoda, con la empresa regional lombarda Trenord, de dos maneras: saliendo hacia Como (sur del lago) desde la estación Cardona por 4,80€, o hacia Varenna (centro del  lago) desde la estación Central, por 6,70€), e igual para la vuelta. Hay trenes muy frecuentes y se puede consultar horarios en https://www.trenitalia.com/ y http://m.trenord.it/site-lite/index.html, respectivamente.
Nosotras hemos cogido el tren en estación Central a Como Lago Nord, ¡cuidado con bajarse en la parada anterior!, que tarda una hora más o menos. La estación de Como Lago Nord está muy cerca del lago, desde donde salen los ferries; hay que dirigirse al agua y tomar el paseo hacia la izquierda hasta llegar a la oficina de Navigazione di Como. Hay varios tipos de tickets para el ferry, pero la mejor opción para un día es sacar un billete de 24 horas (25€) que te permite moverte por todo el lago desde Como a Varenna que es la parte donde están los pueblos más bonitos: Varenna, Bellagio y Mennagio se llevan la palma. El ferry desde Como solo llega hasta Bellaggio (no a Varenna ni Menaggio) y luego hay otros ferries diferentes que se mueven cada poco tiempo entre los tres pueblecitos citados (zona central del lago) que se encuentran muy cerca. Se puede llevar el coche en ellos. Os dejo un mapa. 
OJO!! El último ferry hacia Como (para coger el tren de regreso a Milán) desde Bellagio sale a las 18:30, aunque en la información impresa que te dan pone más tarde; después de esa hora, para volver a Milán,  hay que tomar el tren en Varenna hasta la estación Central, que también es un recorrido precioso bordeando el lago.
Desde Como nosotras hemos ido directamente hasta Bellagio, sin parar en otros pueblecitos que, al parecer, merecen la pena como Cernibbio, Moltrasio, Torno, Nesso, Leno (donde visitar villa Balbanelo donde se han rodado varias películas, como Star Wars: Episode II - Attack of the Clones, de George Lucas o la película de la saga de James Bond, Casino Royale, en la que la villa aparecía como el lugar donde el agente se encuentra convaleciente; edificada sobre un monasterio y manteniendo su aspecto ) o Tremezzo (donde se encuentra la famosa villa Carlotta, cuyos impresionantes jardines se pueden visitar. La villa se construyó en 1745 para un marqués de Milán, pero su nombre actual proviene de una princesa de Prusia, que recibió la casa como regalo al casarse con Jorge II de Sajonia-Meiningen en 1850. En la actualidad, gran parte de esta residencia se conserva igual que en ese periodo.); También se pasa por Laglio (sin parada de ferry) que queda a la izquierda donde se encuentra la villa Oreana, propiedad de George Clooney, y que puede verse perfectamente desde el barco.

 

Pero, por desgracia, solo vamos a estar aquí un día y no hay tiempo para ver todos.
Bellagio resulta ser una localidad encantadora, repleta de pequeñas callejuelas empinadas con casitas pintadas en tonos pastel en las que se pueden encontrar tiendas muy estilosas de todo, restaurantes encantadores; en uno de ellos comemos. 

 


Paseamos por el pueblecito un rato. Al final del mismo se encuentra el Grand Hotel Villa Serbelloni, un cinco de estrellas de auténtico lujo que merece la pena ver: si no podemos alojarnos, que será lo más probable dado los precios por encima de los 400 euros la noche, por lo menos hay entrar y conocerlo, aunque sea sólo tomándose un café en su terraza al borde del agua. Se puede ver desde el lago también.
Finalizada la visita tomamos de nuevo el ferry en dirección a Varenna que es la localidad que más nos ha gustado.
Varenna es un pueblecillo muy pintoresco, con casitas pintadas de alegres colores y una pequeña playita (en la que nos hemos dado un baño muy agradable) a la que se llega por el "paseo del amor" que es una pasarela que va bordeando el agua, suspendida sobre ella, y que conduce a una zona muy coqueta. 

 

Nos damos un baño en esta zona y descansamos un rato a orillas del agua tomando el sol. 
Volvemos al muelle y volvemos a tomar el ferry hacia Menaggio, que tiene un bonito paseo modernista que bordea el lago. Tiene una fantástica posición en el lago, ya que está en el centro de este y permite una completa visión, al norte hasta Gravedona, al frente Varenna, y al sur el promontorio de Bellagio. El embarcadero modernista y el pequeño puerto repleto de veleros y barquitas le dan gran atractivo.

Aquí quedan pocos vestigios del conjunto medieval, en el XVIII fue construida la Iglesia de San Carlos, también hay que ver la Iglesia de Santa Marta, con una lápida romana en su fachada. Menaggio dispone de varios restaurantes y tiendas cercanas a la plaza de la Iglesia, es un pueblo muy turístico y menos auténtico que Bellagio o Varenna.

Volvemos a Bellagio para tomar el barco de vuelta a Como cuando nos dicen que el último partió a las 18:30. Nos indican que debemos volver a Varenna y allí tomar el tren directo a Milán. Al principio, nos quedamos un poco chafadas por el cambio de planes y el desconcierto, pero después reconocemos que ha merecido la pena porque el trayecto en tren desde Varenna ofrece unas vistas del lago impresionantes y, además, hemos conocido esta opción que es muy interesante para acceder a esta parte del lago más rápido.
Como se ha hecho un poco tarde por el imprevisto del ferry de vuelta, podemos ver atardecer sobre Varenna y sobre el lago. Es una experiencia excepcional.
En una hora y media llegamos a la estación Central y en media hora más degustábamos un pato a la naranja y unas gambas con verduras y anacardos en Mi dimsum, en los bajos del hotel. Hemos repetido en este local porque la comida, el servicio, la atención, la decoración y los precios son estupendos. 

NOTAS:

OPCIÓN GENIAL PARA VER MUCHO EN UN DÍA: Tras nuestra experiencia, lo mejor es llegar desde Milán en tren a Lago Como Nord para tomar el ferry hasta Bellagio, e ir parando durante el camino en los pueblecillos recomendados y dejar para el final Varenna donde se puede coger el tren que pasa cada hora en dirección a Milán hasta tarde.

OPCIÓN DE PASAR UN PUENTE EN VARENNA (desde España): Coger un vuelo low cost con Vueling o Ryanair (hay desde Alicante) hasta Milán o Bérgamo; al llegar a la estación Central que es a la que llega el shuttle, tomar el tren en esta estación hasta Varenna. Alquilar allí un apartamento o un hotelito barato. Idem la vuelta. 

Rematamos el día maravilloso pasado en el lago de Como con una cena en un restaurante vietnamita de la zona: pato a la naranja y gambas salteadas con verduras: 

 

Martes, 10 de julio

Último día en Milán que vamos a dedicar a rematar algunas cosillas que no hemos tenido tiempo de hacer. 
Comenzamos acercándonos a las galerías Vittorio Emanuele para tomar un café en la famosísima Marchesi (inaugurada en 1824), que ha abierto un local en el mismo centro de la galería, sobre la casa Prada. Se accede por la puerta de al lado de la famosa tienda y a través de una escalera de mármol se sube al primer piso donde se encuentra este emblemático café. Se puede tomar un expreso en unas mesas altas, de pie, al lado de los ventanales que dan a las galerías, que vale solo 1,30€; si se quiere mesa, es muchísimo más caro. Desde arriba hay una vista chulísima de las galerías para tomar unas fotos.
Después de, café vamos paseando, ya que está cerca, a visitar la capilla de San Maurizio al Monastero Maggiore que tiene unos frescos espectaculares cubriendo hasta el último centímetro de paredes y techos. Es muy interesante y merece la pena. La entrada a esta maravilla es gratis.
El sobrio aspecto exterior de la iglesia oculta una belleza inigualable en su interior. Las paredes se encuentran cubiertas por preciosos frescos del siglo XVI perfectamente conservados. Avanzando a través de la iglesia se descubre el mayor de sus secretos. Está dividida en dos por medio de un muro central; en la zona de la entrada se situaban los ciudadanos que asistían a la misa, mientras que en la parte interior se colocaban las monjas.
En la zona reservada para las monjas se puede ver un precioso órgano de 1554 que aún funciona.
La Iglesia de San Maurizio es una de las más especiales de la ciudad gracias a su curiosa partición central y a las enormes obras de arte que componen los frescos de sus paredes.

Pasamos el resto de la mañana paseando por el barrio de los alrededores de la iglesia que está repleto de tiendas muy caras y estilosas y restaurantes.


Volvemos a la zona del hotel a comer y lo hacemos en un restaurante chino del barrio idem. Pasamos por el Auchamp que hay frente al hotel a comprar pan y embutido para hacer unos bocatas para el viaje, recogemos las maletas que dejamos esta mañana en el hotel y nos encaminamos en tranvía y metro a la estación Central desde donde salen los buses a Malpensa. El billete cuesta 8€ y tarda una hora en llegar a la T1, la terminal desde donde opera Vueling (hay otra, T2, que es exclusivamente de Easyjet)
Llegamos al aeropuerto con bastante antelación así que nos tomamos un refresco en una cafetería a la espera de que pongan la puerta.
El vuelo sale a su hora. En dos horas estamos en Alicante y una hora y media más tarde llegábamos a casa sin contratiempo.

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