ROMA (Diciembre, 2010). Viaje de estudios 2º bach.

Cuatro atrevidos profesores nos hemos decidido a acompañar a nuestros alumnos de 2º de bachillerato en su viaje de fin de estudios a Roma del día 18 al 22 de diciembre del 2009.
El grupo salió temprano de la puerta del instituto en dirección a Madrid donde cogeríamos el avión con destino a Roma.
El embarque y demás transcurrió sin mayores problemas y por la noche todos estábamos instalados en nuestras habitaciones del hotel Porta Maggiore (ver mi crítica en TripAdvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187791-d250498-r64188271-Hotel_Portamaggiore-Rome_Lazio.html#CHECK_RATES_CONT)
El primer día, nos levantamos temprano (como todos los demás) y comenzaron las visitas: la primera fue la Ciudad del Vaticano.




Su nombre viene del Monte Vaticano (probablemente del latín "Vaticinĭum": predicción; pues antiguamente la colina era la sede de un oráculo etrusco o tal vez del nombre de un poblado del mismo origen; en ella visitamos los Museos (son las galerías y demás estancias de valor artístico propiedad de la Iglesia y accesibles al público en la Ciudad del Vaticano. Muestran obras de una extensa colección de la Iglesia Católica Romana. Su base fundacional fue la colección privada de Julio II, que fue elegido papa en el año 1503; más tarde otros papas han ido aumentando las extensas colecciones de que constan estos museos. Este conjunto museístico se compone de diferentes edificios de museos temáticos, edificios pontificios, galerías, monumentos y jardines. A este conjunto de edificios también pertenece la Biblioteca Vaticana, una de las mejores del mundo. Además pudimos recorrer el Patio de la Piña con su enorme bola metálica, el cambio de la guardia vaticana asó como la famosísima cúpula de la Capilla Sixtina con la pintura de La creación de Adán de Miguel Ángel (Fue construida entre 1471 y 1484, en la época del papa Sixto IV, del cual procede el nombre por el que es conocida. En su interior tienen lugar los cónclaves y otras ceremonias oficiales, como los nombramientos papales. Es célebre por su decoración pictórica, obra de Miguel Ángel. En el centro de la bóveda se representan nueve escenas rectangulares sobre la creación y la caída del hombre, rodeadas por profetas y sibilas, los antepasados de Jesús y arquitecturas y esculturas fingidas. Posteriormente y una vez visitada la basílica de san Pedro, algunos se decidieron a subir a la cúpula para ver desde allí las vistas de la ciudad mientras otros nos fuimos a comer (los profes nos dividimos para que no quedaran los alumnos solos)
Cuando bajaron todos, nos reunimos de nuevo y dimos un paseo por la ciudad recorriendo lugares emblemáticos como el Castillo de Sant'Angelo o Castel Sant'Angelo (también conocido como el Mausoleo de Adriano) que es un monumento romano situado en la orilla derecha del río Tíber, en frente del pons Aelius (actual puente de Sant'Angelo), a poca distancia de la Ciudad del Vaticano) , la Plaza Navona y finalmente el Panteón de Agrippa que es un templo circular construido en Roma a comienzos del Imperio romano dedicado a todos los dioses (la palabra panteón significa templo de todos los dioses). En la ciudad se lo conoce popularmente como La Rotonda, de ahí el nombre de la plaza en que se encuentra. Los autobuses nos recogieron al pie del Monumento a Vittorio Emanuele II – El Altare della Patria, desde donde nos llevaron al hotel para cenar. Tras la cena todos se dispersaron entre las habitaciones y la sala de estar abajo donde estuvieron los chicos tocando el piano y nosotros tomando unos “limoncellos”
El segundo día comenzó con la visita del Coliseo que dejó a la mayoría de los chicos estupefactos ya que es grandioso. Se trata de un gran anfiteatro de la época del Imperi romano, construido en el siglo I en el centro de la ciudad de Roma. Originalmente era denominado Anfiteatro Flavio (Amphitheatrum Flavium), en honor a la Dinastía Flavia de emperadores que lo construyó, y pasó a ser llamado Colosseum por una gran estatua ubicada junto a él, el Coloso de Nerón, no conservada actualmente. En la antigüedad poseía un aforo para 50.000 espectadores, con ochenta filas de gradas. Los que estaban cerca de la arena eran el Emperador y los senadores, y a medida que se ascendía se situaban los estratos inferiores de la sociedad. En el Coliseo tenían lugar luchas de gladiadores y espectáculos públicos. Se construyó justo al Este del Foro Romano al que accedimos una vez finalizada la visita al Coliseo. En el foro pasamos el resto de la mañana hasta que llegó la hora de la comida. Tras ella quedamos con los chicos en la Plaza del Campidoglio(al lado del monumento a Enmanuelle) para dar un paseo por el centro con los que quisieran y así, acompañados de un gran número de chicos, nos dirigimos a la Fontana de Trevi. También tuvimos tiempo de hacer algunas compras. Ya de noche, nos recogió el bus y nos llevó al hotel a cenar. Tras la cena salimos todos juntos a una zona cercana (zona universitaria) a dar una vuelta con idea de dejara los chicos tiempo libre, pero no había buen ambiente para adolescentes y nos los llevamos de vuelta al hotel.
El tercer día nos dirigimos en autobús hacia Nápoles y Pompeya. En Nápoles apenas paramos (aquí nos engañó la agencia o el chófer pues teníamos una visita a esta ciudad que no pudimos realizar pues paramos sólo un momento). Lo más sorprendente era el caos de tráfico (causa a la que el conductor achacó el no poder visitar la ciudad pues no podía – según dijo- parar; aunque lo que sucedió es que no quería hacerlo)
Todo el resto de la mañana lo dedicamos a recorrer la ciudad de Pompeya con bastante mal tiempo (incluso nos llovió en algún momento). Pompeya (Pompeii en latín) era una ciudad de la Antigua Roma ubicada junto con Herculano y otros lugares más pequeños en la región de Campania, cerca de la moderna ciudad de Nápoles y situados alrededor de la bahía del mismo nombre en la provincia de Nápoles. Fue enterrada por la violenta erupción del Vesubio el 24 de agosto del año 79 d. C.
Llegamos a Roma por la noche, con un tráfico de ataque de nervios y diluviando. Ni qué decir tiene que no salimos a ningún sitio tras la cena.
El cuarto día comenzamos nuestro recorrido en la Plaza del Popolo que es considerada una de las mejores obras urbanísticas de la ciudad. Se encuentra en el punto de confluencia de 3 calles importantes, como son la Via del Corso, del Babuino y de Ripeta. Se caracteriza especialmente por la Porta del Popolo, obra de Bernini, que era la puerta de acceso a Roma para los viajeros que venían del norte por la Via Flaminia. En el centro de la plaza se encuentra el segundo más grande obelisco de Roma, el Obelisco Egizio, obra del 1200 a.C. En la pendiente de la terraza del Pincio se levanta la iglesia Santa María del Popolo, de la época medieval y completamente renovada en el Renacimiento. Sobre la plaza se encuentran dos iglesias externamente muy similares: Santa Maria in Montesanto y Santa Maria dei Miracoli, realizadas en el siglo XVI por Bernini.
De ahí nos dirigimos paseando hasta el edificio que conserva el Ara Pacis (Altar de la Paz) que es un monumento conmemorativo de la época del Imperio romano. Fue construido entre el 13 y el 9 a. C. por decisión del Senado, en acción de gracias por el regreso del emperador Augusto tras sus victoriosas campañas en Hispania y Galia y la paz que éste había impuesto. Está dedicado a la diosa de la Paz y se levantó en Roma, en el Campo de Marte, donde cada año se debían sacrificar un carnero y dos bueyes. De ahí nos dirigimos (ya sin los alumnos a los que dimos tiempo libre para comer) a las calles más chic de tiendas y rematamos comiendo unos espaguetis en el famosísimo restaurante Alfredo (lPlaza Augusto Imperatore, 30) en el que pudimos degustar los exquisitos, únicos y originales fettuccine de Alfredo. De ahí nos dirigimos a la Plaza de España donde nos tomamos un té con pastas en el más famoso y antiguo salón de té de Roma (Sala da de Babington) y donde nos pegaron el mayor clave de la historia de unos profesores de viaje: 56 € por tres tés y 6 pastitas.
Luego paseamos de nuevo, volvimos a la fontana de Trevi y terminamos en el monumento a Enmanuele que era el lugar donde nos recogía el bus. Antes de volver intentamos llegar a ver
la Boca de la verdad (en italiano: Bocca della Verità) que es una antigua máscara de mármol pavonazzetto, colocado en la pared del pronaos de la Iglesia de Santa Maria in Cosmedin en el año 1632. La escultura, datable alrededor del siglo I, tiene un diámetro de 1,75 metros y representa un rostro masculino con barba en el cual los ojos, la nariz y la boca están perforados y huecos. La leyenda cuenta sobre este monumento que quien miente pierde la mano al introducirla en la boca. Cuando llegamos acababan de cerra así que decidimos seguir bajando un poco más y visitar el circo romano del que no queda nada más que la forma y el espacio.
Volvimos al hotel a cenar y a preparar todo para la partida al día siguiente.
El último día nos levantamos temprano y, acompañados por un grupete de alumnos que se animaron, nos acercamos a visitar la grandiosa iglesia de San Juan de Letrán con su famosa escalera por la que los penitentes suben de rodillas.
Volvimos al hotel, cogimos las maletas y nos trasladamos al aeropuerto (que –dicho sea de paso- era un caos absoluto) para tomar el vuelo hacia Madrid. Y desde allí el autobús que nos dejaba al caer la noche en la puerta del instituto otra vez con gran alegría por nuestra parte ya que, aunque la mayoría de los alumnos fueron encantadores, sensatos y se portaron muy bien, hubo un grupo que nos amargó la vida todo lo que pudieron y más y nos tuvieron sin dormir las cinco noches que duró el viaje. Moraleja: “Cualquier viaje es mejor solo en pareja”

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

LANZAROTE (Puente de diciembre, 2009)

Este año hemos decidido pasar el puente de diciembre en Lanzarote (del 4 al 8).

Hace tiempo que deseábamos conocer las islas Canarias, pero por un motivo u otro nunca nos decidimos. Ahora, por fin, lo hemos hecho y hemos visitado Lanzarote; tenemos que decir que estamos encantados porque es un isla preciosa que aún conserva el aspecto natural de aquellas zonas afortunadas en las que la especulación inmobiliaria todavía no ha clavado sus garras.
Salimos de Albacete a las 7:30 con dirección a Madrid, bajo un cielo gris que amenazaba tormenta y un frío “pelón”. El viaje transcurrió sin sobresaltos aunque bajo una espesísima niebla la mayor parte del camino. Llegamos sin novedad al hotel SHS en el que dejamos, como siempre hacemos, el coche y desde el cual nos trasladaron a la T1 de Barajas donde nos encontrábamos a las 11:10. Aunque había mucha gente, tuvimos suerte y en unos minutos estábamos al otro lado del control, tomando un café (espantoso, como suele ser el de los aeropuertos) y esperando el embarque.
Pese a un pequeño retraso, a las 15:30 aterrizábamos, con unos maravillosos 22ºC y un sol radiante, en el aeropuerto de Lanzarote en el que nos esperaba el Seat Altea que habíamos alquilado.
Sin problema ninguno llegamos rápidamente a Arrecife, donde teníamos el hotel reservado que era el Diamar (muy bien situado y fácilmente accesible desde la autovía del aeropuerto). Como siempre he dejado mi crítica en tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187478-d1007935-r55302587-Hotel_Diamar-Arrecife_Lanzarote_Canary_Islands.html
Cogimos la habitación y nos deleitamos un rato en la terraza con las maravillosas vistas de las que disponíamos (justo encima de la playa) para a continuación salir a dar un paseo para tomar el primer contacto con la ciudad. Anduvimos por el paseo marítimo y llegamos hasta el castillo de San Gabriel al que llegamos cruzando el puente de la Bolas. Estaba atardeciendo y la luz del sol a esa hora con el contraste del azul del mar y la antigua piedra de la fortaleza eran un panorama inigualable. El primer contacto con la isla no pudo, pues, ser mejor.
Continuamos callejeando por el centro de la ciudad que es muy pequeña pero agradable (tomamos un cola-cao en una cafetería del centro, en la calle principal) y concluimos el día al lado del hotel, donde hay un Gambrinus en el que nos aplicamos una buena cena (papas con mojo -¡cómo no?-, croquetas de ibéricos, puntas de calamares y una exquisita sopa de cocido casera).
El segundo día nos levantamos temprano porque queríamos visitar el parque nacional de Timanfaya y no deseábamos hacer cola para entrar. El parque se encuentra cerca del pueblo de Yaiza y a toda la zona se le llama Montañas de Fuego. Fue declarado Parque Nacional en el año 1974 y en él se pueden encontrar distintos testimonios de actividad volcánica, como alineaciones de volcanes, calderas de explosión, grietas eruptivas, lagos de lava y malpaíses. En la actualidad, el Parque Nacional de Timanfaya es uno de los parajes más bellos y espectaculares del mundo.
Llegamos, pues, de los primeros y no tuvimos que esperar ni para acceder al parque ni para tomar el autobús obligatorio en el que se realiza la visita alrededor de 14 Kms. entre calderas, cráteres y espectaculares formaciones rocosas de lava volcánicas (que se llamaban de dos formas según el tipo de formación que se creaba una vez solidificada la lava: lavas aa, malpaís y pahoe-hoe (lavas cordadas).
Tras hacer la ruta verdaderamente espectacular, nos tomamos un café en la cafetería y vemos la demostración de las fumarolas.
De ahí nos dirigimos al centro de interpretación y posteriormente a Los Hervideros (formaciones rocosas de lava que se han originado al entrar ésta en contacto con el mar produciéndose cuevas y grutas por las que entra el agua salada y rompen con fuerza las olas. De ahí vamos al Charco del chico (pequeño lago, de 8 metros de profundidad, de agua de extraño color verde intenso producido por las filtraciones en una playa salvaje)
Para comer, nos dirigimos a El Golfo, un paraíso natural en la zona oeste de la isla. Nos acomodamos en un restaurante llamado Costa Azul (caro, pero muy recomendable; en un enclave privilegiado con un servicio exquisito y una comida fabulosa), sobre las mismas piedras de la playa y allí nos deleitamos con un exquisito arroz con bogavante y unos mejillones al vapor. Daba pena abandonar este lugar porque era verdaderamente maravilloso; y el tiempo acompañó también pues disfrutamos de un sol radiante y una temperatura muy agradable por lo que pudimos comer en una mesita al aire libre. Tras el café, tomamos la carretera de la costa y bordeando ésta nos dirigimos a Playa Blanca haciendo unas cuantas paradas por el camino; una que mereció mucho la pena fue el faro Pediguera desde el que se podía contemplar la isla de Fuerteventura. Una vez en Playa Blanca, que es una localidad preciosa, recorrimos sus callejas (todas en colores verde y blanco) y el paseo marítimo (en una de cuyas terracitas nos tomamos un helado) comprobando que, aunque saturada de hoteles, mantiene el aspecto natural por el tipo de edificaciones que, al igual que en el resto de la isla, se ha conseguido integrar perfectamente en el paisaje. Una de las cosas que más nos ha sorprendido en Lanzarote es precisamente cómo se ha logrado conservar el entorno y, a la vez, creado infraestructuras para el turismo. Realmente, nos pareció una isla encantadora.
De aquí volvimos a Arrecife por una serie de carreteras secundarias que nos ofrecían unos paisajes maravillosos: Femés (con un estupendo mirador desde la altura), Puerto Calero, Playa Grande, Puerto del Carmen (muy animada a esas horas), etc. Al llegar a la ciudad nos dirigimos al hotel después de comprar algunas provisiones para la cena en un supermercado cercano regentado por chinos y que siempre permanecía abierto.
El día tercero nos levantamos un poco tarde y, tras el desayuno, nos encaminamos a la parte este de la isla. Comenzamos visitando el monumento al campesino, un estrambótico, blanco, grande y moderno monumento en piedra con un precioso centro de artesanía al lado; éste se encuentra instalado en una antigua finca tradicional de típica construcción isleña en colores blanco y verde; de ahí nos fuimos a ver la Fundación César Manrique que se encuentra ubicada en una de las casas de las que el artista fue propietario. Tiene dos plantas: la superior (más museo) y la inferior (vivienda excavada en la propia lava) denominada “las burbujas” que se halla distribuida en estancias cuyos nombres responden al color predominante en su decoración y mobiliario (burbuja roja, burbuja blanca, burbuja verde...). Lo más sorprendente y curioso es el enorme jardín volcánico de pahoe-hoe de que dispone la casa. Tiene además una piscina muy coqueta en un jardín interior bajo el nivel del terreno. Toda ella es realmente ¡una pasada!.
Desde aquí nos dirigimos al Jardín del cactus, diseño también de César Manrique (como casi todo aquí) que resulta una creación interesante construida utilizando una cavidad existente: diseño circular con el interior formando terrazas superpuestas circulares también en las que se disponen cientos de especies de cactus y que se extienden alrededor de una zona central ajardinada. Por supuesto, perfectamente integrada en el ambiente. En el terreno se pueden observar numerosos ejemplares de Lagartos de Haría, una especie endémica, símbolo de la isla (la guía dice de ellos que son "pequeños y graciosillos" y hemos puesto una foto de estos bichos en el álbum).
Una vez visitado este Jardín Botánico Autóctono cogimos el coche para dirigirnos a la costa y visitar los Jameos del Agua (un jameo es un tubo vocánico derrumbado: los tubos volcánicos son un tipo de canal subterráneo de curiosa formación. Cuando se produce una erupción, la lava sale al exterior y fluye por las laderas del volcán. La parte externa y superficial de lava se va enfriando y endureciendo, mientras que en su interior continúa siendo líquida y sigue fluyendo hasta que desaparece. Cuando esto ocurre, se forma una cavidad a la que se denomina tubo volcánico. Si una parte se la superficie del tubo se desploma se forma un jameo, por el que se pude acceder al interior del tubo). A mí, personalmente, no me ha parecido nada interesante ni este agujero ni todo el turístico complejo en el que se ubica y que dispone incluso de un auditorio construido en la roca. Hay que destacar que el jameo estaba repleto de una especie de cangrejitos blancos cuyo nombre no recuerdo y que, al parecer, sólo viven aquí. Para los zoólogos debe de ser importante. Además, es el tubo más largo de Europa con sus 6 Kms. de longitud.
A continuación bajamos a comer a un pueblecillo costero llamado Orzola y nos decidimos por un pequeño restaurante del puerto cuyo nombre era Bahía (menú del día por 10 € y pico, con cocido canario, un pescado grande y raro a la plancha muy fresco, acompañado de papas con mojo, bebida y postre) Muy bien.
Dado lo poco que nos había gustado el jameo, decidimos suprimir la visita que teníamos prevista para la tarde a la Cueva de los Verdes (que también es un jameo) y nos dirigimos al Mirador del Río: un restaurante en la zona alta desde la que hay unas vistas fabulosas de la costa y de la isla La Graciosa.
Antes de volver a Arrecife bajamos a dar un paseo por a Costa Teguise que, aunque muy turística, es bastante agradable.
Ya en la capital, visitamos el castillo de San José que es hoy el Museo de Arte Contemporáneo y nos fuimos de compras al centro, a dar una vuelta por el Charco de San Ginés y después al cine a ver “2010”, tema del diluvio universal en versión moderna.
El último día, pasamos un buen rato disfrutando de la terraza al sol y de las vistas y luego salimos a dar un último paseo por la capital: el Almacén (obra también de Manrique), café en el Charco, paseo marítimo, etc.
A última hora de la mañana recogimos y nos dirigimos al aeropuerto para tomar el vuelo de regreso. Unos días maravillosos en una isla maravillosa. Un destino muy recomendable. Volveremos.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

CUENCA (Puente del Pilar, 2009). Con los amigos

El puente del Pilar ha sido la fecha elegida para llevar a cabo la excursión que cada otoño realizamos con los amigos de La Roda; ya se está constituyendo en tradición hacer, como mínimo, dos excursiones al año, una en primavera y otra en otoño.
El lugar elegido en esta ocasión ha sido Cuenca, la zona de las Hoces del Júcar, cerca de la ciudad y de un pequeño pueblecito llamado Valdecabras, en el que, por cierto, vive nuestro amigo Eduardo quien dejó hace años la enorme urbe de Madrid para retirarse a este bucólico paraje donde vive, en palabras de Fray Luis de León, “alejado del mundanal ruido”.
Volviendo a nuestra escapada, el encargado en esta ocasión de buscar alojamiento fue Ufe que eligió unas cabañas en el Caravaning Cuenca Camping. Hay que decir que no habíamos estado nunca en unas cabañas tan bien preparadas; basta mencionar que tenían baño privado en cada habitación con una ducha de mármol travertino.
La capacidad de éstas era de 6 personas distribuidas en dos habitaciones (una doble twin y otra con cama de 1,50), más otras dos en un sofá-cama. En nuestro caso no durmió nadie en el sofá por lo que compartimos la cabaña sólo con Juan Antonio y Sonia. No diré más sobre el alojamiento ya que dejo, como siempre, mi crítica y mis fotos en Tripadvisor:http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g262065-d1452124-r46996746-Camping_Caravaning_Cuenca-Cuenca_Castile_La_Mancha.html#CHECK_RATES_CONT
Aunque algunos del grupo llegaron al lugar en la tarde del viernes, nosotros lo hicimos el sábado por la mañana que, como no había que trabajar, nos levantamos un poco tarde y llegamos a Cuenca casi a la hora justa de comer, lo cual se hacía en el restaurante del camping. Verdades valgan, la comida fue un poco caótica, por lo lento del servicio. Mi opinión es que no esperaban tal cantidad de personas y se vieron en la necesidad de hacer frente a un lleno absoluto sólo con dos chicas sirviendo las mesas; no obstante, no teníamos prisa ya que estábamos de vacaciones por lo que lo tomamos, en general, con humor. Yo debo decir que la fideua que me tomé un codillo digno del Edelweiss madrileño, de los mejores que he probado en mi vida.
Por la tarde, tras acomodarnos en las cabañas correspondientes, nos fuimos algunos de nosostros a dar un paseo por la zona del río. Una verdadera maravilla. Casi desde el camping parte un carril bici (independiente de la carretera) que llega hasta Cuenca; hacia la mitad del camino, en el desvío a Valdecabras, se puede cruzar a la otra orilla del Júcar y tomar una senda que avanza paralela al cauce y que es un lugar verdaderamente paradisiaco. Una gozada para pasear a pie o en bicicleta; también había muchísimos escaladores por toda la zona, en las verticales paredes de ambas márgenes.
Con el sol poniéndose, se nos ocurrió acercarnos a Valdecabrasa y visitar a nuestro amigo Eduardo que, como siempre, tenía en su casa compañía, en este caso se trataba, según nos dijo, de unos amigos de Madrid que habían ido a verlo. Lo pillamos en plena faena, fregando una enorme paellera, pista indudable de que se habían zampado una buena comida. Mientras lo esperábamos nos tomamos en el café del pueblo unas cañitas y luego nos condujo a una zona del monte donde ahora se dedica a tallar en la piedra grandes y originales esculturas. Desde la atalaya en la que nos encontrábamos contemplamos el atardecer.
Nos despedimos y volvimos al camping para la hora de la cena, que también fue algo caótica, aunque la comida que sirvieron no estuvo mal.
A continuación Domingo y yo nos acostamos, pero el resto se quedó de charla tomando unos cubatitas en una de las cabañas.
El segundo día amaneció con mejor tiempo incluso que el primero; parecía no haber terminado el verano. Desayunamos y cogimos los coches para ir a visitar una zona cercana llamada Las Majadas que constituye un paraje de formaciones rocosas, como la Ciudad Encantada pero en pequeño. Allí pasamos la mañana y a medio día volvimos al camping a comer. Por la tarde, algunos se fueron a coger setas por los alrededores; otros, a dormir o descansar o ver el fútbol. Yo me quedé en mi cabaña con mi portátil y con mis fotos.
Por la noche, volvimos al restaurante a cenar; esta vez todo estuvo más organizado pues habíamos encargado una comida “light”: ensaladas, carne a la brasa y orza (salchichas, guarrilla, morcillas, lomo, costillas, panceta…) Todo estaba, la verdad, buenísimo.
Aunque hacía bastante fresco por la noche, pues la temperatura descendía mucho respecto al día, nos sentamos todos en la puerta de una de las cabañas a charlar, bromear, contar tonterías, tomar unos cubatas o zumos, en mi caso, y reírnos mucho. Fue un rato muy agradable. También decidimos el plan para el día siguiente: visita a Cuenca.
Y así llegamos al lunes, el último día de nuestra estancia. Después de desayunar nos dirigimos, como habíamos acordado la noche anterior, a Cuenca; pero no por la carretera nacional sino por una carreterita de montaña que nos habían indicado en el camping y que resultó muchísimo más bonita y agradable, con vistas estupendas y que nos condujo directamente a un aparcamiento en la parte alta de la ciudad donde pudimos, sin problemas, aparcar los vehículos.
Paseamos durante la mañana por las calles de la ciudad, visitamos la catedral y las casas colgadas y – cómo no- cruzamos el puente de San Pablo. Posteriormente nos sentamos en una terracita de la plaza a tomar unas birras y unos trinaranjus (los niños y yo)
A continuación subimos paseando de nuevo a coger los coches y volvimos a las cabañas a comer. Algunos se fueron por la mañana, pero los que nos quedamos habíamos encargado unas paellas que nos estaban prácticamente esperando al llegar.
Tras los cafés reglamentarios todos volvimos a recoger nuestros bártulos con idea de marcharnos, pero como era el santo de Pilar, nos invitó a unos “miguelitos” así que, dado que ya se había marchado casi todo el mundo que había en el resto de cabañas (el camping estaba a tope este fin de semana), montamos un chiringuito al exterior con mesas y sillas para degustar los dulces típicos de la Roda en sus dos versiones: tradicional y de chocolate, regados a su vez con los cubatas pertinentes.
Ufe dedicó este rato a hacer las cuentas “para que nadie se fuera sin pagar” y , cumplido este requisito indispensable, cada cual cargó su coche, se despidió de los amigos y emprendió el viaje de regreso.
Ha sido un fin de semana estupendo. Niños y mayores lo hemos pasado muy bien por lo que ya estamos pensando en cuándo y dónde será el próximo; aunque para ello hemos de esperar algunos meses a que llegue de nuevo el buen tiempo.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

ALTEA (Septiembre, 2009) Finde con las chicas

Pese al tiempo horroroso que había estado haciendo durante toda la semana en Albacete, nos decidimos a pasar el fin de semana en la playa para despedir el verano que con el comienzo del curso escolar toca a su fin.

Tras una agobiante mañana en el instituto por ser el primer día real de clase sonó el ansiado timbre que indicaba el comienzo del asueto que supone el viernes y la perspectiva de unos estupendos sábado y domingo.

Para no perder tiempo en volver a casa a por el equipaje (que era poco dada la brevedad del viaje) lo llevamos con nosotras al trabajo y a esa hora, las 14:30, estaba ya bien colocado en el maletero del coche.

Encaminamos nuestros pasos al Corte Inglés y picamos allí algo para rápidamente salir hacia Altea.

El viaje no tuvo ningún contratiempo y en poco menos de dos horas estábamos ante la chica de recepción del Cap Negret cogiendo las tarjetas de nuestras dos habitaciones.

Pasamos el resto de la tarde paseando por la playa y “cascando” sentadas junto a la piscina.

Al caer la noche nos acercamos andando al paseo marítimo y degustamos unos mejillones al vapor acompañados por otras tapas muy ricas en una de las terrazas de éste. Sobre decir que, aunque en Albacete llovía a cántaros, en Alicante todavía era verano.

El sábado amaneció con un sol radiante y una temperatura fabulosa por lo que pasamos la mañana tumbadas en las hamacas de la piscina, paseando por la playa y bañándonos en el mar, pues el agua todavía no estaba fría. Comimos en el hotel y después nos sentamos en el chiringuito de la piscina a tomar café...y más sol.

Ya al atardecer subimos al pueblo antiguo y vagabundeamos por sus encantadoras callejuelas entrando y saliendo de todas las tiendas que encontrábamos en nuestro camino y que, todo hay que decirlo, tienen artículos bastante estilosos. No obstante, llegamos justo a tiempo a una pizzería que nos gustó para coger una mesa en el exterior; en 5 minutos todo estaba a rebosar de gente e incluso había cola para pedir mesa.

La cena fue estupenda y nada cara, por cierto.

El domingo, nuestro último día, amaneció nublado y , aunque confiábamos en que se despejaría, no fue así por lo que decidimos coger el coche e ir a dar una vuelta por el mercadillo de segunda mano y trastos cutres de “El cisne” y nos compramos algunas cosas allí.

Volvimos al hotel para comer con idea de pasar la tarde en la piscina e incluso darnos un último baño, pues el sol asomaba tímidamente de vez en cuando.

Pero conforme pasaba el tiempo el cielo se cubría de nubes más y más e incluso se oían truenos a lo lejos. Sólo pudimos tomar un café en la piscina pues decidimos salir cuanto antes dado que los truenos se oían cada vez más fuerte y más cerca. Por el camino soportamos varios chaparrones aunque íbamos rodeando la tormenta y no nos cogió de lleno. Hasta Albacete, nubes y claros.

Dos horas más tarde habíamos llegado a nuestra casa y con esa vuelta dábamos por finalizado el verano del 2009¡Una buena despedida, creo!

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

MADRID (Septiembre, 2009) Concierto de Leonard Cohen

Hace ya varios meses que guardaba como un tesoro las entradas para el concierto que el cantoautor y poeta Leonard Cohen ofreció el pasado día 12 de septiembre en Madrid.
Al fin llegó ese día tan esperado por mí y el sábado por la mañana cogimos el coche y nos acercamos a esa ciudad, colocándonos en casa de mi cuñada -dicho sea de paso-, para disfrutar de un espectáculo que , francamente, me hacía mucha ilusión. Y es que este hombre, su clase en el escenario, su porte aristocrático, distante y distinguido, y su música me fascinan. Y no sólo a mí, al parecer, ya que en el recinto del reformado Palacio de los Deportes nos dimos cita diez mil incondicionales del canadiense. Ni un solo asiento quedó sin ocupar.
Cuando Cohen apareció sobre las tablas todo el público, puesto en pie, le tributó una enorme ovación lo que, después de 15 años sin pisar un escenario, emocionó visiblemente al artista que correspondió dando las gracias con unas emotivas palabras de agradecimiento. Y no defraudó en absoluto; las tres horas que duró el espectáculo fueron un verdadero placer y a lo largo de ellas mostró su elegancia innata y su saber hacer, con una voz grave que llega hasta lo más profundo del alma y esas letras a veces románticas a veces comprometidas.


Sigue leyendo...
Poco me importa si, como cuentan, se ha visto obligado a realizar esta gira por el descalabro económico al que le ha llevado su representante pues, sea por lo que fuere, eso ha hecho que podamos disfrutar aquí y hoy de la presencia y la música del que llaman ya un artista de culto. El propio autor comentó al presentar el show, y tras agradecer la cálida acogida, que no sabía cuándo podría volver a repetirse por lo que intentaría dar lo mejor de sí y disfrutar del momento.
Sonaron a continuación los primeros acordes de la balada “Dance me to the end of love” y con ella dio comienzo un recorrido (interrumpido sólo por un brevísimo descanso) por los que han sido sus temas más representativos: “Tower of song”, "Waiting for the miracle", "Everybody knows", “Suzanne”, “If it is your will” y muchos otros, acompañado en todo momento por su banda y por las dulces voces de Sharon Robinson y las hermanas Charley y Hattie Webb con las que pudimos disfrutar de la emblemática "There ain't no cure for love". Con “Take this waltz” recordó a Lorca del que, como él mismo ha declarado en varias ocasiones, es un ferviente admirador. Impresionante estuvo con “The Gypsy’s wife” y debo destacar los varios minutos de aplausos que se sucedieron al concluir “The partisan” y que verdaderamente ponía los pelos de punta (aun con el tufillo de viejos tiempos pasados): Oh, the wind, the wind is blowing, Through the graves the wind is blowing, Freedom soon will come; Then well come from the shadows. En general cuando la gente oye canciones o poemas que hablan de ideales, de muerte, de los que no se doblegan ante la tiranía y de libertad siempre sienten un irrefrenable deseo de aplaudir, lo cual siempre me sorprende; quiero decir, que se emocionen con las palabras pero no tanto, según muestra la realidad, con los hechos.
En fin, el concierto concluyó, como no podía ser de otro modo con el tema “Closing time”, aunque empujado por los aplausos que no cesaban se decidió a cantar algo más.
Se despidió del público madrileño con unas bonitas palabras: “Gracias por mantener vivas mis canciones”; y, al igual que hizo en varias ocasiones ante los miembros de su grupo, se quitó el sombrero en señal de respeto y agradecimiento. Fue emocionante poder contemplar sobre el escenario a uno de los pocos caballeros que quedan en el panorama musical actual.

El resto del finde fue muy cultural: nos dedicamos a visitar todas las ampliaciones de museos e instalaciones que no conocíamos. El primer lugar fuimos a la ampliación de Prado; en mi opinión de profana del arte una construcción que , al menos al exterior, es bastante feucha y simplona, sin gracia ninguna (aunque sea obra del archirreconocido Moneo). No me dice absolutamente nada. Las famosas megapuertas gigantescas de bronce con forma de tronco de árbol...un horror. Sólo me gustó la entrada bajo el bosque de bog, si bien es cierto que, aunque por fuera es bastante feo (al menos discutible), por dentro la perspectiva de los espacios comunes es interesante. Un poco decepcionados, nos dirigimos al edificio de Caixa Forum; y éste sí nos sorprendió. El jardín colgante es curioso, pero la fusión entre el antiguo edificio existente y la parte moderna creada por los suizos Herzog y De Meuron resulta muy atractiva; el interior nos encantó. Fuimos allí para conocer el edificio y visitar una exposición sobre el Islam, que es un tema que me apasiona, pero ya la habían retirado. No obstante, acababan de inaugurar otra sobre los edificios de Richard Rogers que es una maravilla; en ella se presentan vídeos del arquitecto (que es, además, un gran pensador), maquetas, fotos, planos etc. de todas sus creaciones: La T4 de Barajas, el edificio de Lloyd´s en Londres, el puente de la expo de Zaragoza, el centro Pompidou..., además de los proyectos no realizados y de los actuales. Muy, muy interesante, tanto el Caixa Forum como la exposición.
De ahí nos dirigimos al Reina Sofía para ver la ampliación de Jean Nouvel que también es impactante y original; y rematamos en la Casa Encendida (centro cultural alternativo que reúne cultura, medio ambiente, solidaridad y educación con iniciativas diversas, exposiciones y talleres varios; todo ello, of course, minimalista, moderno y ecológico).
La terraza (no sé si llamarla zen) es “una pasada”, con su huertecito y todo.
Después tocó comer algo, y así con unos buenos filetes de buey y una ensalada dimos por concluido un fin de semana estupendo.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

SIGÜENZA y RUTA DEL ROMÁNICO RURAL (Agosto, 2009)

Este verano hemos repartido las vacaciones en varias escapadas breves, como venimos haciendo desde que nuestra Molly tiene que tomar una pastilla diaria y ya no podemos hacer los grandes viajes de 20 ó 30 días que solíamos. Pero no importa, los hacemos cortos y así visitamos varios lugares dispares en un solo verano. Es otro modo de entender las vacaciones que no es que nos guste más, pero ahora es lo que toca. Este año lo hemos repartido entre la semana en Madeira (que ya colgué en el blog), algunos días por la playa, Málaga, Benidorm, Altea y Torrevieja, y los pocos días que hemos pasado en Sigüenza y los pueblos que constituyen la llamada “Ruta del Románico Rural”. Éste último es el que voy a relatar.
El viaje comenzó el día 9 de agosto que salimos de Albacete; no era muy temprano y además, como no teníamos prisa, perdimos bastante tiempo en llegar. Incluso paramos en Guadalajara a comer en un bar-restaurante de carretera.
A primera hora de la tarde llegábamos a nuestro alojamiento, un hotel rural de diseño y encantador llamado La Cabaña, en la localidad de Pozuelos a 5 Kms. de Sigüenza. Como siempre podéis leer la crítica y ver fotos tomadas por mí en http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g1437553-d1458033-r37728961-Hotel_Rural_La_Cabana-Palazuelos_Castile_La_Mancha.html#CHECK_RATES_CONT. La primera impresión fue buenísima y la verdad es que resultó una elección muy acertada.
Una vez que estábamos instalados, como era todavía bastante temprano, cogimos el coche y nos dirigimos a Sigüenza a dar una vuelta por el pueblo. Aunque ya habíamos estado anteriormente, siempre resulta agradable pasear por sus calles medievales. Al llegar a la famosa Casa del Doncel que hoy es, en parte, un restaurante, y otra parte está gestionada por la Universidad, encontramos un cartel en el que se informaba de que los días que estábamos en la zona no abría por lo que nos lamentamos de no poder visitarla por dentro. En esto estábamos cuando oímos que nos llaman desde una de las ventanas superiores de la casa por la que asomaba un chico que estaba colgando un cartel de “se vende”. Nos preguntó si queríamos subir para ver desde su casa el patio interior de la del Doncel, ya que ambas (además del restaurante) eran antaño la misma vivienda. Subimos y pasamos con el joven un ratito; nos enseñó su casa y los arreglos que estaba haciendo en ella y nos explicó que, aunque estaba colgando el cartel, no tenía claro si lo haría o no; Vivía en Guadalajara y no venían mucho a Sigüenza; además, cuando lo hacía, se instalaba en casa de sus padres o suegros por lo que esta casa estaba deshabitada casi todo el tiempo. Nos contó también que él vivió de pequeño en la Casa del Doncel ya que pertenecía, en parte, a sus padres. Después se vendió a un alemán por “dos perras” para finalmente, ya dividida, pasara a la Universidad. Nos resultó muy interesante la visita y la charla.
Paseamos un rato más por las calle de la localidad; recorrimos la alameda en la que se estaba preparando la feria y por los aledaños de la catedral, construida sobre las ruinas de una vieja basílica visigoda, cuyo interior pudimos visitar ya que a esa hora se encontraba abierta. Subimos al castillo, hoy Parador de Turismo, donde nos tomamos un café.
De Sigüenza nos dirigimos a Saúca y después subimos a Jodra del Pinar por los que dimos una vuelta y visitamos las respectivas iglesias románicas.
Al anochecer, volvimos a Sigüenza y tomamos unas tapas en un bar de la alameda. Por la noche, la localidad iluminada en tonos amarillos era una preciosidad.
Ya de regreso en el hotel, descansamos muy bien pues al encontrarse en pleno campo, no se oía ni una mosca.
El día siguiente decidimos dedicarlo a la Ruta del Románico Rural. Comenzamos por Carabias que posee una de las más bonitas iglesia románicas (preciosa), luego Palazuelos (donde le hice una foto a un gato muy bonito) y Pozancos. Decidimos, a continuación, visitar la villa medieval de Atienza que es muy interesante. De camino, visitamos unas salinas romanas (que aún hoy se siguen explotando), las salinas de Imón y ya allí, subimos a Imón, un pueblecillo pequeño, agradable y tranquilo aunque sin mucho encanto.
Comimos en un restaurante en Atienza (El Mirador) con buenas vistas y una carta original, pero en realidad no tenían la mayoría de los platos que anunciaban. El trato fue correcto aunque algo seco al principio pues, aunque no había casi nadie en el local, no pusieron buena cara cuando pedimos (casi tuvimos que exigir), una mesa cerca de la ventana. No estuve a gusto en ese sitio. Luego dimos una vuelta por el pueblo: la plaza del mercado, el arco de Arrebatacapas (por la corriente de aire que siempre sopla en él), algunas iglesias como Santa María del rey, el Salvador, la Trinidad o San Bartolomé… Tomamos un café en un bareto de la parte alta mientras esperábamos que abrieran el museo sacro de la iglesia de San Gil, el cual resultó ser una colección de objetos religiosos recogidos por un cura de la localidad y cedidos por diferentes vecinos de la villa.
De aquí nos dirigimos a Cañamares que posee, como único atractivo, un puente romano; Ujados (con una pequeña iglesia y un bonito gato) y Albendiego cuya iglesia, Santa Coloma, es una maravilla y tiene la denominación de Monumento Nacional; en ella destacan el ábside y las ventanas adornadas con celosías mudéjares. De ahí subimos a Somolinos donde dimos un paseíto por la orilla del pequeño riachuelo y nos hicimos unas fotos en su cuidada iglesita.
En el siguiente pueblo, Campisábalos, nos tomamos un helado en una terraza delante de su iglesia que es también impresionante y que posee en su fachada un calendario agrícola tallado en la piedra del siglo XII muy interesante. A continuación pasamos por el castillo de Galve de Sorbe.
Empezaba a declinar el sol y el cielo se oscurecía además con negros nubarrones. Por indicación de Domingo decidimos acercarnos a un pueblo de la Ruta de los pueblos negros que ya habíamos hecho hace algunos años, si bien, no visitamos en esa ocasión Valverde de los Arroyos; Domingo sí lo conocía y aunque nos llevó un rato llegar hasta él por una carretera que no estaba en muy buen estado, mereció la pena el viaje pues se trata de un precioso pueblecillo todo de piedra y pizarra. Lo tienen esmeradamente cuidado y conservado, todo absolutamente limpio y lleno de flores. Una verdadera preciosidad que me recordó a los encantadores pueblos de la zona de la Bretaña francesa.
Volvimos tarde al hotel y, sin parar en él, nos acercamos a Sigüenza donde cenamos unas tapas (todo de fritos y empanados) en un bar muy concurrido de la Avenida en la que posteriormente nos tomamos una copa al fresco, sentados en una terraza.
El día siguiente tuvo menos piedras románicas y más naturaleza ya que lo pasamos recorriendo el parque natural del Barranco del Río Dulce, un paraje cercano a Sigüenza. Es una zona llana y elevada cortada por una red fluvial muy encajada que origina profundos barrancos. Realizamos una pequeña ruta de senderismo por una senda que recorría las orillas del río que discurre por el fondo del barranco. La subida al pueblo donde habíamos dejado el coche (Pelegrina) fue un poco dura debido a lo empinado del camino que ascendía desde el cauce del río. Pero tuvimos la recompensa en un pequeño restaurante con un mirador de espléndidas vistas en el que comimos.
El día siguiente, tras el desayuno emprendimos el viaje de regreso pasando por Guadalajara para conocer un poco la ciudad. Pasamos la mañana visitando sus calles y lugares de interés que no son muchos, la verdad. Es una ciudad muy verde, nueva y pequeña y, con tantas obras, ofrecía un aspecto bastante destartalado. Comimos en El Corte Inglés, el menú de verano que es riquísimo (gazpacho andaluz, calamares y melón). A media tarde, después del café, retomamos la carretera y en unas horas estábamos de vuelta en casa.
Ha sido una escapada corta más que un viaje, tal y como entendemos éste, pero ha merecido la pena. Al menos, hemos cambiado de aires.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

MADEIRA (Julio, 2009)

Este verano hemos elegido como lugar de vacaciones la muy verde isla de Madeira. Ha sido un viaje corto ya que aún me hallo convaleciente de mi operación y no estoy "para muchos trotes", como se suele decir, pero hemos cumplido bien, creo, con el ritual del cambio de aires casi obligado en las vacaciones. Así pues, nuestro tour ha durado sólo 5 días pero han sido suficiente para darnos una idea de los que es el lugar.

Lo que más sorprende, una vez superado el shock del aeropuerto, es la exuberante vegetación y la urbanización de la isla que, dentro de estar masificada, como casi todas, presenta una estética agradable, pues las múltiples casitas bajas se desparraman entre el verde a lo largo de los montes eliminando cualquier impresión de agobio.
Salimos de Albacete hacia Madrid sobre las 7:30 de la mañana y, como ya es costumbre, nos dirigimos al SHS donde dejamos el coche y desde donde nos llevaron al aeropuerto. Llegamos a Madeira en un vuelo (a las 12:00) con escala en Lisboa y sobre las 16:00 horas estábamos aterrizando en la isla, lo cual nos ofreció la oportunidad de aprovechar toda la tarde del primer día que en la mayoría de los viajes se suele desperdiciar. La verdad es que íbamos un poco nerviosos ya que el tiempo con el que contábamos para el trasbordo en Lisboa era escaso; pero cuando aterrizamos, para nuestra sorpresa, nos esperaba una furgoneta a pie de la escalerilla que nos llevó en un abrir y cerrar de ojos a la terminal para tomar el avión a Madeira.
Nos recogieron en el aeropuerto (que tenía una pista de aterrizaje bastante pequeña) y nos llevaron al hotel. Por cierto, se nos había olvidado lo temerarios que son los portugueses a la hora de ponerse al volante; no me explico cómo no hay más accidente porque conducen fatal y van a unas velocidades de vértigo; y por las carreteras de esta isla (de las que hablaré después ya que merecen capítulo aparte) es una temeridad y un riesgo. Así que fue una aventura lo del desplazamiento al hotel pues estaba segura de que de un momento a otro íbamos a salir con la furgoneta disparados hacia algún acantilado o íbamos a ser la causa de que otro vehiculo lo hiciera; pero contra todo pronóstico llegamos, en un "pis pas", eso sí, sanos y salvos a nuestro destino.
Nos hospedamos en el hotel Orca Praia, un tres estrella que no estaba mal (ver crítica en Tripadvisior http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g189167-d264811-r37834517-Orca_Praia_Hotel-Funchal_Madeira_Madeira_Islands.html); lo mejor que tenía era el enclave que era una maravilla.
Una vez nos acomodamos en la habitación (planta -7, porque restaban y no sumaban ya que el hotel se extendía por el acantilado hacia abajo, hasta la playa) nos dirigimos a inspeccionar el hotel y vagabundeamos por sus rincones para familiarizarnos con el entorno próximo, La visita acabó en la piscina tomando un café que estaba exquisito. Por cierto, el café en Madeira (en general, en todo Portugal, es riquísimo y los amantes de este brebaje, como yo, estarán encantados aquí).
Lo que más me sorprendió en la isla fueron los plataneros, inmensas extensiones de cultivos de plátanos se sucedían a lo largo de todo el espacio; la exuberante vegetación y las variedades de flores que cubrían casi toda la superficie de la isla; y las carreteras imposibles que para los que sufren de vértigo, como es mi caso, suponen una verdadera pesadilla.
Hasta que cayó la noche nos dedicamos a pasear a lo largo de la carretera que bordea la costa deleitándonos con las maravillosas vistas y agradeciendo el fresquito que a esa hora ya empezaba a percibirse.
Volvimos a cenar al hotel y tras ver un espectáculo folklórico en el hall, nos retiramos a nuestros aposentos a descansar para estar fuertes al día siguiente pues teníamos sólo cuatro días y medio para ver todo y había que aprovechar bien el tiempo.
El jueves amaneció nublado y fresco, lo cual se agradece en verano cuando no se pretende ir a la playa. Tomamos el autobús y nos dirigimos a Funchal que resultó ser una ciudad muy, muy agradable y bastante pequeña. Deambulamos durante toda la mañana por la ciudad recorriendo a fondo su casco antiguo: el mercado de Lavradores (no es un error: se escribe con v), la Sé, el ayuntamiento, iglesia de Sta. María, etc. Y tomamos un café en el Café O Patio que se ubica en el patio del antiguo Museo de la Fotografía (un lugar encantador y muy recomendable tanto por el ambiente como por café que es delicioso. También sirven a comidas)
A mediodía tomamos el teleférico y subimos a El Monte donde visitamos la iglesia y dimos una vuelta. Comimos en un restaurante pequeño (“Bellomonte”) en el primer piso de una casa cercana a la iglesia (dos platos enormes de atún con guarnición, pan, bebidas y café nos costaron en total 30 €) Después de comer nos enteramos de que desde el lado opuesto del monte en el que estábamos había otro teleférico que bajaba al Jardín Botánico y eso hicimos: tomar este transporte para visitar el Botánico. Cada teleférico pertenece a una empresa diferente por lo que no hay billete combinado y resulta bastante caro cada trayecto (8 € el más barato); no obstante, merece la pena hacerlo para una vez que se visita la isla.
Las plantas estaban bien y las vistas eran espectaculares ya que se encuentra situado en la ladera de una de las montañas, en la zona alta y desde allí se divisa toda la ciudad y el mar de fondo. En el mismo Jardín se puede visitar un parque zoológico de aves (especialmente aves exóticas) que, personalmente, me parece absolutamente deprimente. Este tipo de recintos en los que encierran a pobres animales en 4 metros cuadrados deberían estar prohibidos; cualquier zoo debería estarlo. Es una crueldad. Pero, en fin, ahí está y puede visitarse con agrado si uno no se es sensible al sufrimiento de los animales que, sacados de su entorno natural, se ven obligados a vivir confinados en celdas sombrías para deleite de los humanos (¡que los hay que se deleitan con esto! ¡y muchos!)
De este recinto debo destacar algo importante para mí, a saber, he visto, por primera vez, a medio metro de mí, un pavo real con la cola abierta; y me ha gustado mucho. Ha sido espectacular. He hecho 25 fotos al bicho.
Finalizada la visita, decidimos bajar andando hasta Funchal, lo cual fue una aventura tanto por los coches que casi rozan a los peatones por las angostas y empinadas callejuelas como por el desnivel que éstas presentaban. Pero culminamos con éxito la empresa y, tras entrar a algunas tiendas para comprar unos recuerdos de la isla, nos sentamos en la terraza del café del Museo de Arte Sacro a degustar un delicioso cafelito acompañado de un pastel de queso.
Tras descansar un buen rato aquí tras la caminata desde el Botánico continuamos dando un paseo por la zona del puerto deportivo y el paseo marítimo, la zona antigua al atardecer, la catedral, el paseo D.Manuel para terminar en una parada del autobús nº 1 que nos condujo en un abrir y cerrar de ojos (por la velocidad, digo) al hotel. La verdad es que tomar un autobús en la isla es un subidón de adrenalina mayor que el que produce una atracción de feria de esas que te lanzan al vacío.
Al llegar al hotel tuvimos un percance: Domingo puso a cargar su móvil en el enchufe del baño pero no funcionaba, por lo que lo conectó al enchufe de la tele; de repente, se oyó un ¡puf! y se fue la luz en toda la habitación. Miramos los fusibles, pero nada. Bajamos a explicar lo ocurrido a recepción y la señorita se enfadó un poco ya que no sólo nos quedamos sin luz nosotros sino que el apagón fue en toda la planta. Y lo peor es que eran las 10 de la noche, por lo menos. Después de esperar un buen rato sentados en el hall (ya que en la habitación estábamos a oscuras) lograron encontrar a un electricista que solucionó el problema y pudimos subir a descansar.
El viernes lo dedicamos a la zona oeste. Habíamos reservado un coche a través del hotel y a las 09:00 en punto lo teníamos en la puerta esperándonos.
Una vez motorizados partimos hacia Cámara de Lobos donde se encuentra el cabo Guirao (el segundo acantilado más alto de Europa) Paseamos por el pueblecillo y nos tomamos un café n el Café de la República. A continuación seguimos hacia RabaÇal por una carreterita que era más bien un camino de cabras (sendero de tierra) A punto estuvimos de dar la vuelta pensando que nos habíamos perdido totalmente cuando unos aldeanos nos indican que vamos bien y que más adelante mejora la carretera. Así fue. Según ascendíamos el tiempo iba empeorando y la niebla se hacía más densa y la luz más escasa; no había ni un alma por allí (parecía el marco de una película de terror). Pero, de repente, una vez pasada esa capa y llegar a un nivel superior el sol volvió a brillar y nos encontramos en una carretera normal que nos llevó a un aparcamiento lleno de coches de gente que iniciaba desde allí sus marchas de senderismo.
Dejamos el coche y bajamos caminando por la pista hasta Rabaçal (2 kms.) que con la buena temperatura que hacía resultó un paseo muy agradable, aunque el desnivel era exagerado. (Es interesante comentar que había una furgoneta de 9 plazas que hace constantes viajes desde el aparcamiento hasta esa aldea, ida y vuelta).
Desde allí partían varias rutas de senderismo y decidimos hacer la de la levada del Risco hasta la cascada, que se puede hacer sin mucho esfuerzo siendo agradable y sin ninguna complicación.
De vuelta en Rabaçal era la hora de comer y, entre el hambre y el calor, no nos vimos capaces de subir hasta el aparcamiento lo cual le ocurrió a todos los ya que la cola para subir con la furgoneta era enorme; por 3 € te ahorraba un sofocón espantoso; o sea, que esperamos nuestro turno para el transporte, espera que fue bastante larga.
Una vez arriba, dad la hora que era (casi las 16:30) cogimos el coche y continuamos por la carretera en busca de algún lugar abierto para comer. Y lo encontramos: el Jungla Bar, un sitio de lo más friki que se pueda imaginar. El local era enorme, de estética safari-selva, con plantas y árboles de plástico y enormes animales decorando los salones (leones, elefantes, orangutanes, panteras...). Pese a lo estrambótico del sitio , la comida fue estupenda (riquísima y abundante) y no resulto nada cara.
De ahí nos dirigimos hacia Puerto Moniz, en la otra punta de la isla, para ver unas piscinas naturales que tienen mucha fama, pero realmente no valen la pena; un baño agradable nada más. Nos tomamos un helado en la terraza.
Y regresamos hacia Funchal bordeando toda la costa norte en dirección este y, por un lago túnel, volvimos de nuevo a cruzar la isla, esta vez en dirección sur para Ribeia Brava. Paramos en un pueblo que recomendaba la guía cuyo nombre es San Vicente y que es uno de los más bonitos que visitamos, aunque extremadamente pequeño y desde donde, también bordeando la costa, llegamos al hotel, derrotados tras el día tan movidito que habíamos tenido.
El plan para el sábado era más tranquilo: visitar la zona de los acantilados más bonitos, en mi opinión, que es la zona este. Llegamos allí a través de las ya acostumbradas carreteras de espanto (mitad por el aire, mitad bajo la tierra). En Caniçal nos tomamos el primer café del día sentados en un baretillo del antiguo muelle de las ballenas (fue esta localidad antaño un muy famoso puerto ballenero)
De ahí llegamos a Punta de San Lorenzo, a Prainha que es el pico más oriental de Madeira con unas vistas que quitan el hipo.
Comimos, ya de vuelta, en Machico, en lo que llaman el Vello Mercado que es una lonja antigua transformada en restaurante. Muy coquetón y agradable.
A partir de ahí iniciamos el viaje de vuelta a Funchal, pero como aún había bastante luz, decidimos subir a Camacha, una localidad en la montaña que nos habían recomendado. Y la verdad es que mereció la pena pues el camino por las serpenteantes carreteritas de montaña y los paisajes eran un placer para la vista (si no se padece de vértigo, obviamente).
El paseo por la zona se prolongó pues nos topamos con sitios que eran una preciosidad como Portela Levadas, por la que dimos un breve paseo o el pueblecillo Santo da Serra, en el que nos tomamos un café con bollos y en el q también visitamos el parque que tiene gran fama por los alrededores y que antiguamente pertenecía a una mansión privada (hoy es público, pero está primorosamente cuidado; las hortensias eran de postal. Terminamos el recorrido en la localidad de Camacha donde se encuentra el primer campo de fútbol que hubo en Portugal.
Esa tarde dimos un último paseo por Funchal, por sus callejas y por el puerto; y con ello nos despedimos de Madeira ya que a la mañana siguiente partimos de vuelta para Madrid tras de unos maravillosos días de vacaciones en esta bella isla atlántica.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

ALTEA (Finde romántico. Junio, 2009)

Al fin otra vez en Altea. Hacía algún tiempo que no nos dejábamos caer por esta bella localidad de la costa levantina. Poético comienzo para un fin de semana estupendo.
Llegamos el viernes por la tarde al hotel Cap Negret, nuestro preferido. Por suerte, y con un poco de maña, nos dieron la habitación que queríamos, la 220, que es una de las mejores ya que da frontalmente a las piscinas y al mar. Tras un rato deleitándonos con la maravillosa vista nos dirigimos a Altea la vella (la vieja) donde se acababa de terminar una fiesta local que llaman “el árbol” o algo así. Según nos acercábamos a la iglesia, una riada de personas se cruzaba con nosotros; al parecer volvían de la plaza donde acababa de finalizar el festejo que consiste, más o menos, en que colocan en la plaza dos árboles enormemente altos y los jóvenes, al parecer algo bebidos, cuando no borrachos del todo, trepan hasta ellos y dejan en el ascenso, bastante salvaje, dicho sea de paso, jirones de sus ropas por todo él. No me gustó el ambiente ya que parecía que todos los habitantes del pueblo volvieran de la guerra; jóvenes y mayores, con la ropas desgarradas, mojados, despeluchados, sudorosos y sucios y... oliendo a alcohol muchos de ellos. Ante tal espectáculo Altea pierde su encanto. Por suerte la multitud se disipó en pocos minutos y pudimos pasear un rato antes de sentarnos a cenar en la azotea de uno de los coquetos restaurantes del casco antiguo. Rematamos la noche con un té que saboreamos sentados en una terracita de la plaza.

El día siguiente lo dedicamos a la playa; por cierto, un día precioso. Comimos en el hotel y nos bañamos en el mar que ese día nos ofreció aguas limpísimas y no muy frías. Una maravilla. Por la noche nos quedamos dando una vuelta por el paseo marítimo. Hubiéramos subido al pueblo pero eran las fiestas y si algo no nos apetecía era el bullicio que a esas horas se podía “disfrutar” arriba.

En un restaurante encantador, a orillas del mar nos tomamos, al caer la noche, unas tapas de mejillones, habas picantes y calamares. Muy rico todo, la verdad.

El día siguiente amaneció nublado y, muy lejos de mejorar, empeoró conforme avanzó la mañana; así que en vez de a la playa, nos dirigimos a Benidorm. Hicimos una paradita en el rastro “El cisne” que es un rastrillo muy pintoresco con mezcla de foráneos y locales, antigüedades y horteradas, ropas y cacharros varios y con música castiza de fondo para amenizar las compras. Me hice con dos gatos de artesanía para mi colección, amén de otras pequeñas chorraditas.

Ya en Benidorm lo peor fue aparcar el coche aunque al fin tuvimos suerte y lo dejamos casi en el mismo paseo marítimo que estaba abarrotado de gente y muy animado, pese a que el tiempo no acompañaba en absoluto. Dimos un paseo por allí durante un rato y volvimos al hotel a tiempo de comer. A media tarde, y acompañados por una tenue llovizna, pusimos rumbo a Albacete. Un fin de semana relajante y muy agradable. A veces se necesita desconectar un poco de la rutina y respirar aires diferentes para “cargar las pilas”. Sienta genial

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

PARÍS (Semana Santa, 2009)

Este año hemos vuelto a París en Semana Santa. Durante 5 días hemos podido disfrutar de nuevo de la ciudad de la luz; en mi opinión, la más bonita de Europa.
Es la primera vez que viajábamos desde la T4 y, en principio, nos pareció estupenda, pero eso fue antes de llegar a París y ver cómo nuestra maleta no nos acompañaba y volaba por su cuenta hacia no sé qué país(o peregrinaba por los mostradores de la T4); tardó en reunirse con nosotros dos días. Así pues, nos vimos en la terminal en París esperando el autobús con una bolsita de aseo con el logo de Iberia como único equipaje.
Nos hospedamos en el hotel Europe Saint Severin, en pleno corazón del barrio latino (la crítica, como siempre, en Tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187147-d250927-r32193450-Hotel_Europe_Saint_Severin-Paris_Ile_de_France.html#CHECK_RATES_CONT
Nos instalamos, por decir algo, ya que no teníamos qué colocar en los armarios, y nos fuimos a dar una vueltecita por el barrio. Hacía una tarde fabulosa, soleada y a la vez fresquita por lo que apetecía muchísimo pasear por una ciudad tan hermosa como París.
Tras dar una vueltecita por El Barrio Latino, que a esa hora estaba muy animado, nos dirigimos a Notre Dame ( con la luz del atardecer la piedra de los edificios del París antiguo constituyen una verdadera maravilla) y merendamos en los pretiles de la fachada. A continuación bajamos por el Sena de paseo y nos sumergimos en la marabunta del Barrio Latino de nuevo. Cenamos en uno de los restaurantes coquetones de la zona y nos fuimos a acostar.
El miércoles amaneció nublado y tras desayunar en la terracita de la croissantería de al lado del hotel nos dirigimos al Museo D´Orsay, pero como era un poco tarde (no habíamos madrugado lo suficiente) había muchísima gente y la cola para sacar las entradas lo bastante larga como para desanimar a cualquiera; no nos apetecía perder media mañana esperando así que decidimos dejar el museo para el día siguiente. Descartado el primer plan, optamos por otra alternativa e iniciamos un recorrido por la zona (Palacio del Elyseo, Inválidos, Sena, Torre Eiffel), nos tomamos un café de escándalo en una cafetería cuyo nombre no recuerdo y nos dirigimos, cruzando el puente de Alejandro III al Petit Palace (todo ello son los restos que quedan de la Expo de 1900 en París) Hemos estado varias veces en París pero nunca habíamos entrado a este pequeño palacete; es un lugar encantador, arquitectónicamente hablando, con un pórtico semicircular que rodea un precioso y coqueto patio central alrededor del cual se disponen todas las dependencias y salas del palacete; en el centro del mismo se puede contemplar un bonito estanque repleto de plantas acuáticas variadas y peces de colores.
Hoy día el palacete se utiliza como sala de exposiciones y museo en el que cabe destacar la escalera de hierro forjado al más puro estilo Art Decó que comunica los dos pisos con que cuenta el pabellón. A lo largo de sus pasillos y galerías se disponen un gran número de delicadas piezas entre pintura, escultura y objetos varios. Una delicia.
Al salir llovía levemente por lo que no hubo ningún problema en continuar con el paseo por la ciudad: Plaza de la Concordia, La Madeleine, Plaza Vendome… A continuación nos dirigimos hacia la Plaza de Les Vosgues, una de las más bonitas de París. De paso, echamos un vistazo a la maravillosa iglesia de San Eustaquio que no conocíamos. También el Centro Pompidour. De vuelta, la Plaza del Ayuntamiento y, otra vez, Le Seine.
Cuando viajamos, nos gusta, sobre todo, pasear por las calles y eso ha sido lo que principalmente hemos hecho, además de saborear deliciosos cafés sentados en las numerosas terracitas que, incluso en invierno, se extienden por todas las calles de París.
Al día siguiente, madrugamos un poco y nos dirigimos al D´Orsay, y esta vez conseguimos las entradas en media hora. Dedicamos la mañana a recorrerlo y –cómo no- nos tomamos un cafelito debajo del reloj (El D´Orsay se ha instalado en la antigua estación y, como todas las estaciones de antes, muestra en la fachada del precioso edificio un enorme reloj que por el interior acoge la cafetería y el restaurante)
Como el día iba de museos, antes de comer nos dirigimos al Museo de Ciencias Naturales y Jardín Botánico que depende de la Universidad y era bonito y muy cuidado; como el día era soleado y templado, en los jardines había muchas personas pasando el día. Al salir, comimos (bastante tarde) y después cogimos el metro y paseamos por Mont Matre, Plaza Tetre, Le Sacre Coeur… En las escaleras del templo pasamos un rato muy agradable sentados y oyendo a los acntantes callejeros que ahí habían improvisado su espectáculo. Cuando se puso el sol, nos dedicamos a callejear y callejeando llegamos al hotel.
El viernes amaneció otra vez un día soleado y, tras desayunar en la Boulangerie artesanale (nuestra segunda casa después del hotel) dirigimos nuestros pasos al Museo y Abadía de Cluny que tampoco conocíamos y que nos habían aconsejado visitar. Al fin hemos podido contemplar los tapices del Unicornio que se encuentran expuestos aquí (es una colección de 6 tapices, redescubiertos por Prosper Merimée, que representan los cinco sentidos más un sexto, el amor)
La última tarde en París la dedicamos a visitar otro lugar también recomendado y que no conocíamos: el cementerio Du Pere-Dachaise, que fue el elegido por muchas celebridades de todos los ámbitos como morada final. Entre ellos reposan allí: Moliére, La Fontaine, Delacroix, S. Signoret, Ives Mountand, Oscar Wilde (cuya tumba está decorada por miles de labios rojos que han ido dejando los visitantes sobre la piedra), Paul Eluard, Edit Piaf y Casion (su último amante), Modigliani y Géricault, entre otros. Este cementerio es muy curioso y, aunque no es tan monumental como el de Milán, su visita merece mucho la pena.
Con esta visita concluimos nuestro viaje a París ya que el día siguiente, tras el desayuno, nos dirigimos en metro al aeropuerto desde el que salimos sin problemas ni retrasos en dirección a Madrid.


  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS

BERLÍN (Febrero, 2009)

Berlín ha sido el destino elegido este año para el viaje anual “de las chicas”. Sin miedo al frío sacamos nuestros billetes con Easyjet, reservamos todo y salimos hacia Alemania el día 20 de febrero. Al igual que el año anterior contratamos un microbús que nos llevó y recogió a la vuelta en Barajas, lo cual hace que el viaje sea sumamente cómodo.
Una vez en el aeropuerto se nos informó de que el vuelo saldría con varias horas de retraso por lo que tuvimos que dar cuenta de las viandas que, con gran previsión, llevaba en su bolso de mano Nani (quesos de untar, patés varios, tostaditas, galletas...).
Tras una espera interminable pudimos despegar y en tres horas estábamos en Berlín aunque debido al enorme retraso cuando llegamos habían cerrado el aeropuerto prácticamente (lo que puede parecer “chocante” pero que se explica porque Schönefeld sólo funciona con vuelos de bajo coste y parece ser que el nuestro era el último y además retrasado, según nos contó un taxista que chapurreaba algo de inglés)
Llegamos al hotel bastante tarde y el recepcionista, haciendo gala del típico carácter alemán, aunque no se puede generalizar, no estuvo muy comunicativo, más bien fue algo estúpido o seco, es bastante difícil discernir entre ambos; pero estábamos tan cansadas que “pasamos”. El hotel Sorat Ambassador, en el que nos hospedamos, nos pareció bien. Por fuera no era una maravilla, pero por dentro resultó bastante adecuado y las habitaciones no estaban mal. Como siempre he dejado la crítica en Tripadvisor:
http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187323-d233863-r25765100-SORAT_Hotel_Ambassador_Berlin-Berlin.html#CHECK_RATES_CONT
Lo mejor del hotel, por cierto, era el desayuno, cosa que pudimos constatar al día siguiente: riquísimo, variadísimo, abundantísimo y todos los “ísimos” que se quieran añadir; en resumen, estupendo. Una buena manera de comenzar el día.
Una vez cargadas las pilas nos dirigimos al Museo Pergamon, visita obligada en Berlín, y nos maravillamos ante lo que en él pudimos contemplar: el altar, la puerta del mercado de Mileto, la fachada del palacio de Mshatta y, mi preferida, la espléndida puerta de Ishtar (Babilonia) que es una verdadera joya. Empleamos en él varias horas (aunque siempre parece que falta tiempo en estas visitas) y de ahí nos dirigimos a la Nationalgalerye (museo de pintura): Friedrich, Böcklin (“The isle of the dead”), Cézanne, Manet, Monet, Courbet, Constable, etc. Posteriormente, y para rematar el atracón de arte y cultura visitamos el Museo Egipcio que es otra maravilla y en el que, entre otras obras, se puede contemplar el famosísimo busto de Nefertiti y la Green Head; también cuenta en sus fondos con una buena colección de papiros entre los que destacan las páginas del Libro de los muertos (ante las vitrinas que los acogen uno no puede dejar de pensar en Sinué)
A media tarde finalizamos la “tourné” por los museos y nos lanzamos a la calle buscando un restaurante en el que sirvieran unas buenas salchichas con Kartoffel (patatas) y chucrut (col agria); fue difícil por la hora aunque al fin dimos con uno de esos lugares (tipo los VIPs) en el que se servía comida a cualquier hora. Cuando terminamos de comer estaba anocheciendo así que, recobradas las fuerzas, nos dedicamos a patear un poco la zona (catedral, Under der linden o paseo de los tilos, puerta de Brandemburgo, etc. Hasta que, cansadas, nos subimos al autobús 100, que realiza un recorrido panorámico, y dimos en él unas vueltecillas.
Acabamos en Postdamer Platz, en el centro Sony, en un restaurante australiano (Conoboree) cenando sopa picante y carne de canguro (por cierto, bastante mala; una mezcla entre cordero duro y ternera vieja). Del restaurante fuimos a Gendarmer Mark (una de las plazas, para mi gusto, más bonitas de Berlín) que iluminada y con la suave luz reflejada por la nieve que no dejó de caer presentaba una estampa romántica y encantadora.
El segundo día comenzó con un café en Balzac Coffee desde donde nos dirigimos al emblemático edificio Tacheles y desde ahí comenzamos la visita al barrio judío. Comenzamos por el antiguo edificio de Correos, hoy sala de exposiciones, donde casualmente se mostraba una exposición de Annie Lebovitz (la verdad es que cuando vimos la cola para entrar nos colocamos en ella siguiendo a la gente, sin saber de qué se trataba, aunque por las carreras de todos intuimos que debía de ser algo importante; la cola se alargaba por segundos tras nosotras y en unos minutos era kilométrica así que se puede decir que “llegamos en el momento justo al sitio preciso”. La exposición era una maravilla y para mí, que me encanta la fotografía y que ya conocía Berlín, esto fue de lo mejor del viaje.
A continuación visitamos la Sinagoga Nueva y a punto estuvimos de mandar a todos los judíos a “hacer gárgaras”, por decirlo finamente, y seguir con nuestro paseo prescindiendo de esta visita. Debo mencionar que son sumamente desagradables (todos los que atienden al público en este edificio, desde los guardias de seguridad de la puerta hasta las dependientas de la tienda de recuerdos), absolutamente groseros y maleducados. Ya tuve esa misma sensación la primera vez que visité Berlín y entré en esta Sinagoga (que, por otro lado, no es nada especial). Y dejando de lado el aberrante trato que dispensan a los visitantes, que les dejan buenos dividendos ya que vale “una pasta” la entrada, dejando esto de lado, digo, esta gente está todavía obsesionada con que el mundo los sigue persiguiendo y quiere destruirlos por lo que las medidas de seguridad que hay para acceder al recinto no son menores que las de la Casa Blanca. Si se suma todo, la visita deja mal sabor de boca y es desagradable.¡ total, para lo que hay que ver!
Una vez de nuevo a salvo de un posible atentado, es decir, en la calle, nos dedicamos a pasear por el barrio judío. Produce una sensación rara y triste pensar que se está pisando el mismo suelo que en otros tiempos pisaron miles de personas en una situación tan trágica. Pero es muy interesante. Deambulamos por los patios de Sophienstrasse y acabamos comiendo en la plaza Hackescher Mark, después de ver el Hachesche Höfe de curioso estilo modernista.
Por la tarde visitamos, bastante deprisa, el palacio de Charlottengurg, al que logramos entrar por los pelos ya que estaban cerrando. Concluimos con un café en Kleine Orangerie, exótico invernadero transformado en cafetería-restaurante; muy acogedor.
Pero el día no había acabado y, después de merendar, nos fuimos a ver Check Point Charly, el emblemático y conocido puesto fronterizo que aún hoy se conserva como recuerdo de lo que antaño suponía cruzar el muro. En esta visita perdimos mucho tiempo porque, sin explicación lógica, nos confundimos de metro y fuimos a parar a una estación de nombre parecido pero “en el quinto pino” respecto a donde queríamos llegar.
(Hay una explicación ilógica: nos pusimos a hablar en el estación con un portugués simpatiquísimo que encontramos, y a hacernos fotos; y lo que es aún más chocante, cuando el portugués se subió al metro, nosotras nos subimos con él pero resultó que no llevábamos la misma dirección lo que explica que apareciéramos donde aparecimos; en nuestra defensa debo decir que el nombre de ambas estaciones era similar lo que provocó que tardásemos un buen rato en percatarnos del error)
Al fin logramos encontrar el famoso puesto fronterizo; nos hicimos la foto y volvimos al centro porque hacía un frío que pelaba y porque queríamos conseguir entradas para la visita nocturna del Reichstag . Hicimos cola un buen rato y a punto estuvimos de morir de frío en la puerta; pero lo conseguimos. Era curioso ascender por la archiconocida cúpula de Foster con su iluminación futurista.
Concluimos el día en un restaurante típico alemán cenando codillo con cerveza.
El último día en Berlín lo dedicamos, por la mañana, al Museo de Arte Moderno y a la Philharmonie, que si por fuera es impresionante, en su interior es impactante; la gran sala con forma de circo diseñada por Hans Scharoun ofrece una de las mejores acústicas del mundo y es sencillamente espectacular. Por desgracia, aunque lo intentamos, no pudimos conseguir entradas para asistir a un concierto esa tarde. Comimos en Postdamer Platz , al lado de la Philaharmonie mientras esperábamos que abriera la taquilla. Descartados los planes de asistir al concierto, tomamos un metro y nos dirigimos a la East Side Gallery , restos del muro que se conservan como museo al aire libre, y en el que artistas de 21 países han dejado su obra.
Aún esa noche, antes de cenar en una pizzería, paseamos por Alexander Platz, contemplamos el Rathaus (Ayuntamiento) iluminado y rematamos tomando un café en el Café Literario, que estaba cerca de nuestro hotel.
El martes fue nuestro último día en Berlín. Antes de dirigirnos al aeropuerto aún tuvimos tiempo de hacer unas compras en un mercadillo, visitar la Iglesia del Recuerdo (que impresiona bastante ya que se conserva destruida tal y como quedó tras los bombardeos) y dar unas vuelta por los famosos almacenes KaDeWe (similar al Corte Inglés de aquí)
A media tarde partimos para el aeropuerto donde estuvimos varias horas más de la cuenta ya que, también en esta ocasión, el avión llevaba bastante retraso. No obstante, al llegar a Madrid nos esperaba nuestro chófer particular con el microbús en el que tranquilamente llegamos a Albacete sobre la una de la madrugada.
El viaje, en fin, fue estupendo por lo que seguro que repetiremos el año próximo a otro rincón del globo.

  • Digg
  • Del.icio.us
  • StumbleUpon
  • Reddit
  • RSS