MADRID (Septiembre, 2009) Concierto de Leonard Cohen

Hace ya varios meses que guardaba como un tesoro las entradas para el concierto que el cantoautor y poeta Leonard Cohen ofreció el pasado día 12 de septiembre en Madrid.
Al fin llegó ese día tan esperado por mí y el sábado por la mañana cogimos el coche y nos acercamos a esa ciudad, colocándonos en casa de mi cuñada -dicho sea de paso-, para disfrutar de un espectáculo que , francamente, me hacía mucha ilusión. Y es que este hombre, su clase en el escenario, su porte aristocrático, distante y distinguido, y su música me fascinan. Y no sólo a mí, al parecer, ya que en el recinto del reformado Palacio de los Deportes nos dimos cita diez mil incondicionales del canadiense. Ni un solo asiento quedó sin ocupar.
Cuando Cohen apareció sobre las tablas todo el público, puesto en pie, le tributó una enorme ovación lo que, después de 15 años sin pisar un escenario, emocionó visiblemente al artista que correspondió dando las gracias con unas emotivas palabras de agradecimiento. Y no defraudó en absoluto; las tres horas que duró el espectáculo fueron un verdadero placer y a lo largo de ellas mostró su elegancia innata y su saber hacer, con una voz grave que llega hasta lo más profundo del alma y esas letras a veces románticas a veces comprometidas.


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Poco me importa si, como cuentan, se ha visto obligado a realizar esta gira por el descalabro económico al que le ha llevado su representante pues, sea por lo que fuere, eso ha hecho que podamos disfrutar aquí y hoy de la presencia y la música del que llaman ya un artista de culto. El propio autor comentó al presentar el show, y tras agradecer la cálida acogida, que no sabía cuándo podría volver a repetirse por lo que intentaría dar lo mejor de sí y disfrutar del momento.
Sonaron a continuación los primeros acordes de la balada “Dance me to the end of love” y con ella dio comienzo un recorrido (interrumpido sólo por un brevísimo descanso) por los que han sido sus temas más representativos: “Tower of song”, "Waiting for the miracle", "Everybody knows", “Suzanne”, “If it is your will” y muchos otros, acompañado en todo momento por su banda y por las dulces voces de Sharon Robinson y las hermanas Charley y Hattie Webb con las que pudimos disfrutar de la emblemática "There ain't no cure for love". Con “Take this waltz” recordó a Lorca del que, como él mismo ha declarado en varias ocasiones, es un ferviente admirador. Impresionante estuvo con “The Gypsy’s wife” y debo destacar los varios minutos de aplausos que se sucedieron al concluir “The partisan” y que verdaderamente ponía los pelos de punta (aun con el tufillo de viejos tiempos pasados): Oh, the wind, the wind is blowing, Through the graves the wind is blowing, Freedom soon will come; Then well come from the shadows. En general cuando la gente oye canciones o poemas que hablan de ideales, de muerte, de los que no se doblegan ante la tiranía y de libertad siempre sienten un irrefrenable deseo de aplaudir, lo cual siempre me sorprende; quiero decir, que se emocionen con las palabras pero no tanto, según muestra la realidad, con los hechos.
En fin, el concierto concluyó, como no podía ser de otro modo con el tema “Closing time”, aunque empujado por los aplausos que no cesaban se decidió a cantar algo más.
Se despidió del público madrileño con unas bonitas palabras: “Gracias por mantener vivas mis canciones”; y, al igual que hizo en varias ocasiones ante los miembros de su grupo, se quitó el sombrero en señal de respeto y agradecimiento. Fue emocionante poder contemplar sobre el escenario a uno de los pocos caballeros que quedan en el panorama musical actual.

El resto del finde fue muy cultural: nos dedicamos a visitar todas las ampliaciones de museos e instalaciones que no conocíamos. El primer lugar fuimos a la ampliación de Prado; en mi opinión de profana del arte una construcción que , al menos al exterior, es bastante feucha y simplona, sin gracia ninguna (aunque sea obra del archirreconocido Moneo). No me dice absolutamente nada. Las famosas megapuertas gigantescas de bronce con forma de tronco de árbol...un horror. Sólo me gustó la entrada bajo el bosque de bog, si bien es cierto que, aunque por fuera es bastante feo (al menos discutible), por dentro la perspectiva de los espacios comunes es interesante. Un poco decepcionados, nos dirigimos al edificio de Caixa Forum; y éste sí nos sorprendió. El jardín colgante es curioso, pero la fusión entre el antiguo edificio existente y la parte moderna creada por los suizos Herzog y De Meuron resulta muy atractiva; el interior nos encantó. Fuimos allí para conocer el edificio y visitar una exposición sobre el Islam, que es un tema que me apasiona, pero ya la habían retirado. No obstante, acababan de inaugurar otra sobre los edificios de Richard Rogers que es una maravilla; en ella se presentan vídeos del arquitecto (que es, además, un gran pensador), maquetas, fotos, planos etc. de todas sus creaciones: La T4 de Barajas, el edificio de Lloyd´s en Londres, el puente de la expo de Zaragoza, el centro Pompidou..., además de los proyectos no realizados y de los actuales. Muy, muy interesante, tanto el Caixa Forum como la exposición.
De ahí nos dirigimos al Reina Sofía para ver la ampliación de Jean Nouvel que también es impactante y original; y rematamos en la Casa Encendida (centro cultural alternativo que reúne cultura, medio ambiente, solidaridad y educación con iniciativas diversas, exposiciones y talleres varios; todo ello, of course, minimalista, moderno y ecológico).
La terraza (no sé si llamarla zen) es “una pasada”, con su huertecito y todo.
Después tocó comer algo, y así con unos buenos filetes de buey y una ensalada dimos por concluido un fin de semana estupendo.

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