MARRAKECH y DESIERTO SUR (Abril, 2019)


 Lunes, 29 de abril

Salimos de Albacete con destino Madrid sobre las 15:30, con tiempo de sobra por si hay imprevistos. El viaje muy bien porque casi no hay tráfico. Llegamos al aeropuerto con tiempo más que de sobra.
Al llegar a Marrakech, un caos para encontrar al que nos esperaba porque había como 50 personas con carteles y nombres. Por fin damos con él; nos da un sobre con instrucciones incluida la hora de recogida del último día para ir al aeropuerto, un botellín de agua y nos sube en un taxi.
Nos llevan a un hotel llamado Ayoub (ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293734-d11775649-r673639962-Hotel_Ayoub_And_Spa-Marrakech_Marrakech_Tensift_El_Haouz_Region.html) pese a que venía otro en el contrato y este está en el quinto pino.
En el contrato del viaje se incluía la cena de hoy, pero hemos llegado tarde (cosa que ya sabían ya que el avión no llevaba retraso) y al llegar el hotel parecía un hotel fantasma en un barrio tenebroso y, por supuesto, el restaurante estaba cerrado y no había cena. Nos indica el chico de recepción un restaurante a unos 500 metros del hotel, pero no hay nada o ya ha cerrado y nos compramos unos pinchitos en un puesto callejero por 0,50 € y unas bebidas nos volvemos a comerlo al hotel.
Y así acaba el día. Mañana toca recorrer la ciudad.

Martes, 30 de abril

Comenzamos el día con una visita por la ciudad de Marrakech en la que, verdad sea dicha, no hemos visto demasiado (menos mal que ya lo conocíamos) solo algunos de los monumentos históricos. La primera parada es la mezquita La Koutoubia de la que solo vemos el exterior. Realmente son dos mezquitas, una del siglo XII (destruida) y la actual, del XIII; la primera da el nombre a la plaza Yamaa El Fna que significa “plaza de la mezquita destruida”
Lo más llamativo es su minarete que se ha convertido en símbolo de la ciudad y que se eleva 80 metros hacia el cielo.
A continuación nos dirigimos al Palacio de Bahía, un edificio del siglo XIX, con un jardín de 2 acres. El conjunto lo forman dependencias varias (habitaciones, salones, cocina, baños...) dispuestas alrededor de preciosos patios con fuentes y arbustos decorativos y árboles frutales. Son espectaculares los techos tallados en madera de cedro. Su nombre significa "brillantez". Como en otros edificios del mismo periodo en otros países, se quería capturar la esencia de los estilos islámico y marroquí. Los jardines tienen una extensión de 8.000 m². Construido por Si Moussa, gran visir del sultán, para su uso personal, este palacio tendría el nombre de una de sus esposas (Luz). El harén incluye un gran patio decorado con estanque central y está rodeado de habitaciones, destinadas a sus concubinas. 
Durante este paseo, el guía propone comprarme y ofrece a cambio ¡¡¡un camello y una cabra!!!
A continuación callejeamos un poco hasta acabar en la famosa plaza de Yamaa el Fna y en el tiempo libre nos tomamos en té de menta en la terraza del Café de France, desde donde hay unas vistas preciosas de la plaza. 
Una vez repuestas las fuerzas nos lanzamos de nuevo a recorrer las callejas que rodean la plaza y damos también una vuelta por el zoco.

Entramos en una tienda en la que se fabrica todo tipo de cosméticos y similares con productos locales: argan, rosa mosqueta, almendras e, incluso, la famosa crema de babas de caracol.
Compramos una crema de manos de almendra y nos regalan un pintalabios marroquí (es una barra de colores azules, lilas o verdes, que al pintarte con ella no colorea, pero con el paso del tiempo va a pareciendo un tono que llega a ser bastante intenso). 
En este local, además, se puede recibir un masaje con aceite de argan en los pies o el cuello por dos € así que nos relajamos un poco con el masajito de cuello.
Almorzamos en la medina, en un restaurante de comida local que está bien pero es muy turístico y al terminar la comida el guía nos regala unos botes de crema de argan y de baba de caracol (fue un poco violento porque solo nos lo dio a nosotras dos de las cinco personas que formábamos el grupo; y además lo hizo delante de todos los demás.
Tras la comida visitamos un curioso museo de música cerca de la plaza, Museo-Casa Tiskiwin, Hablar del arte rural marroquí sin mencionar a Bert Flint es desconocer totalmente el tema. Todos quienes se sientan atraídos por la cultura y las tradiciones de los pueblos del Atlas y el Sahara deberían absolutamente visitar la Casa Tiskiwin (entrada 15 Dh=1,5€), el museo privado de este holandés historiador del arte que dedicó su vida a reunir las colecciones que expone en su propia residencia reconvertida en museo y abierta al público, pero en la que aún vive Flint.

Las siete salas del museo ocupan las dos plantas del edificio y las colecciones van siguiendo un recorrido geográfico por los pueblos de Marruecos. Así, se pueden admirar desde puñales y joyas del Alto Atlas, a tapices del Atlas Medio y djellabas del norte de Marruecos, y toda una colección de adornos y joyas del Sahara, por donde las caravanas seguían su ruta para entregar sus mercancías. Utensilios de cocina, recipientes, cinturones, bolsos, armas y objetos de culto completan la exposición. No está mal. Es curioso.
Aquí se acabó la visita y, la verdad, es que hemos echado de menos recorrer otros lugares como la Menara o el palacio antiguo o las tumbas saadíes.
 
Volvemos al hotel y nos bajamos a la piscina que es una gozada. Nuestro primer baño de la temporada. Está limpísima y hay poca gente. 
Nos duchamos y nos acicalamos con todas las cremas que llevábamos y decidimos irnos a la plaza de Jamaa el Fna a cenar. Coger un taxi ha sido más difícil de lo que pensábamos porque todos los que pasan están ocupados. Tardamos media hora hasta que, al fin, logramos subirnos a uno que, obviamente por ser extranjeras, nos tima: 4 € y sin taxímetro (cuando vale 2 o menos)
Nos acercamos a la Koutubia que está a esa hora repleta de gente y damos una vuelta por los jardines. De ahí nos dirigimos a la plaza en la que hay todo tipo de puestecitos: contadores de historias, encantadores de serpientes, aguadores, pintadoras de henna y vario puestos de un juego que consiste en pescar botellas con una caña larga y una cuerda  (como el de los patitos de nuestras ferias) por 5 dh puedes intentarlo durante 10 minutos. No pescamos ninguna.
Damos unas vueltas e intentamos encontrar el riad en el que nos hospedamos en el viaje anterior, pero fue imposible. Encontramos de casualidad la oficina de una empresa (Ali Prince) que ofrecía excursiones de un día a Essauira, donde queríamos ir el próximo domingo, y que nos ofrece buen precio (25 €, aunque el que figuraba en la publicidad era 35) así que reservamos con ellos para el domingo; nos recogerán en el hotel. Luego veríamos que eran unos sinvergüenzas.
Nos acercamos a los puestos de comida de la plaza para cenar y somos literalmente asaltadas y agarradas por cientos de chicos para que nos sentáramos en su respectivo local (que están identificados con números, aunque creemos que están todos relacionados porque se pasan comida de unos a otros. 
 
La cena es regular: hay mucho humo y la comida tiene una calidad bastante dudosa; nos ponen un aperitivo de aceitunas megapicantes y luego pedimos un plato de pescado variado (bastante seco y duro), ensalada marroquí y salchichillas (por supuesto sin vino ni cerveza sino agua y coca-cola)
De postre nos apetece un té a la menta en una de las terracitas sobre la plaza, pero lo intentamos en varias y están todas llenas así que nos sentamos en el café de France pero esta vez en una mesita a pie de calle. Volvemos en taxi al hotel y de nuevo a regatear y a que nos engañe un taxista. En fin, esto es así.

Miércoles, 1 de mayo

Hoy salimos temprano, a las 07:30, en dirección al Atlas para empezar un circuito que nos llevará por estas tierras durante tres días. Vamos con otra pareja, ella egipcia y él francés llamados Sasha y Olivier, majísimos, la verdad; y el guía, Ilías.
El guía llega puntual (luego resultaría que era solo chófer y en absoluto un guía, después de haber pagado 60€ extra por un guía en español, hubiera dado igual que hubiese sido chino porque no nos explicó absolutamente nada y trataba de disuadirnos de hacer cualquier visita o parada. (Con Voyage Privé, un desastre este circuito: mal planteado, mal organizado, mal escogidos los hoteles, peor los guías y mal la comida)
Atravesamos el Atlas por el puerto de Tichka (2260 metros de altitud) que es el pico más algo de Marruecos, rodando por carreteras imposible porque además de estrechas y muy sinuosas (hay en total 237 curvas) gran parte se encuentra ahora en obras. Por el camino contemplamos un bonito paisaje, a veces verde a veces desértico, y pequeños pueblecitos mimetizados con el paisaje.

 

También pasamos junto a varias kasbahs, pero no paramos en ninguna porque parece que el guía lleva prisa (según él, vamos con retraso) pese a que estas visitas estaban incluidas en el programa.
Lo más esperpéntico del día (aparte de no salir del coche) ha sido la parada para comer en el valle de Agdaz, en un garito que eligió Ilias (el guía) y en el que, obviamente, llevaría comisión porque la palabra “cutre” no le hace justicia. Nos dijo que si no parábamos allí ya no había nada hasta 45 minutos después, lo que resultó una mentira porque en 20 minutos había un hotelito muy coqueto donde tomamos un té. En fin, en el restaurante, llamado Tigonja (¡¡pasad de largo!!), no había nadie y estaba en mitad de la nada. Entraron unos franceses, echaron un vistazo y se largaron en un santiamén. Un hombre enjuto y sucio y un niño atendían y nos ofrecieron una única opción: tallín de cabra y ensalada marroquí (tomate a cuadritos pequeños y cebolla ídem). 
Nos dio un poco de mala espina el lugar y nos  pasaron a la cocina para ver la comida: los tallines estaban en unas estanterías ya preparados. En fin, allí comimos (lo que es una forma de hablar porque yo, personalmente, solo comí pan y un poco de ensalada (hasta el tomate parecía pasado).
Lo más chocante de la comida fue que nos la sirvieron en platos con baño de oro. Y los aseos: un horror: un apestoso agujero en el suelo. La verdad es que nos dio por reír pero esto dista mucho de lo que vende Voyage Privé (Viajes de lujo a precio asequible). Comimos rápido y el viaje continuó por el Valle del río Draa, bordeando los palmerales (hay unos 21 millones de palmeras en esta zona). En 20 minutos, y dado que no habíamos tomado té de postre, le pedimos parar y lo hicimos en un pueblecito muy antiguo bereber, en una casbah reconvertida en hotel con una maravillosa terraza arriba donde pasamos un ratito corto.

 

Llegamos a Zagora donde, según el programa debíamos dar un paseo y ver el barrio judío de Amzerou, pero ni paramos ni visitamos nada. Continuamos, pues, hacia la puerta del desierto del Sáhara (Mhamid). Nos deberíamos haber detenido en el camino en la ciudad original de la dinastía del siglo XVI (Saadian) Tamgroute, para visitar la kasbah local, pero tampoco paramos. Parecía que el guía solo quisiera llegar y dejarnos en el hotel para librarse de nosotros (que fue lo que hizo, por cierto).
Así, casi sin pisar el suelo en todo el día, y hartos de coche, llegamos a las 17:15 a Mhamid donde nos esperaban unos camellos para llevarnos a través del desierto, durante una hora y media, a un campamento en las dunas. El guía, por llamarlo algo, se queda en un hotel y nosotros (Sasha, Olivier, Nani y yo) partimos hacia el desierto a lomos de camellos acompañados por dos bereberes.
Durante el camino atardece y contemplamos la puesta de sol desde nuestros animales (el mío, Bienvenido; el de Nani, Blanco). Este pequeño viaje en camello fue de lo mejor del día, pese a que luego tendríamos bastantes agujetas en los muslos y en el culo.

 
Llegamos anocheciendo al campamento (Sáhara Experience, según dice el programa, pero ni aparece en Tripadvisor. El que aparece con este nombre en la web es de lujo y este era de pena, cutre, cutre y con limpieza bastante ligerita aunque la ropa de cama estaba limpia. Todo muy lejos del estándar de calidad que asegura Voyage Privé. En el campamento no había un alma, salvo un hombrecillo muy amable que nos recibe con té y frutos secos haciendo muchos aspavientos de bienvenida. Estaba formado por unas 10 o 12 tiendas con una cama dentro y una mesita (nada más); y, a unos metros de ellas, una pequeña construcción que eran los aseos comunes, además de otro chiringuito que hacía las veces de comedor. Nada de lujo, al contrario.
Disfrutamos de una cena bajo el cielo estrellado que sí merece verdaderamente la pena; es difícil contemplar un cielo así desde otro sitio que no sea el desierto. ¡Impactante!. El silencio se podía oír aunque parezca una paradoja. Tomamos ensalada de cebolla, tajin de pollo, y naranja con canela (algo que ya se estaba repitiendo bastante)
Nos quedamos un rato a oscuras, charlando bajo el cielo estrellado hasta que el sueño nos venció y nos retiramos a nuestras tiendas. 
Dormimos regular porque la cama es durísima y se oyen animales que arañan la tela de la tienda fuera. Con algún percance más que no viene al caso comentar aquí, pasamos la primera noche de circuito.

Jueves, 2 de mayo

Nos levantamos temprano para subir a una duna muy alta y ver desde allí la salida del sol. 

Nani casi no llega porque era bastante dura la subida, pero finalmente los cuatro nos encaramamos en todo lo alto y contemplamos maravillados como la bola amarilla aparece tras la arena y comienza a subir tiñendo todo de tonos ocres. 

Tras las fotos pertinentes bajamos al campamento donde nuestro anfitrión nos tenía preparado un desayuno sencillo pero rico (pan con mantequilla, mermeladas, zumo y café) 
Durante el desayuno nos ofrece 30 camellos para que Nani se quede con él a cuidar del campamento. No aceptamos, por supuesto.
Nos despedimos y subimos de nuevo a lomos de nuestros camellos para volver a travesar el largo trecho que nos separaba del hotelito de Mhamid en el que nos esperaba Ilías; en esta ocasión el camino fue un poco más corto pero las dunas eran un poco más altas. 

Al llegar al hotel, pudimos ducharnos en una habitación ya que el campamento no había agua caliente y ninguno nos atrevimos a hacerlo.
Tras una ducha reconfortante, y ya limpitos, subimos de nuevo al coche para otra jornada maratoniana de carretera en la que no vimos nada de lo que estaba en el programa aparte de la coronilla del chófer (nos quejaremos, por supuesto a Voyage Privé)
Atravesamos de nuevo el Valle del Draa y Tansikht con los campos de henna y toda la región del sur a través del camino de las mil kasbahs (esto lo sabemos porque lo ponía la documentación recibida de la agencia, no porque nos lo explicara el guía que se colocaba los auriculares, se ponía su música y “pasaba” de nosotros).

 

Asi llegamos a Ouarzazate donde comimos en la terraza de un sitio muy turístico pero agradable: cuscús vegetal y té a la menta. 

 

Por supuesto, tampoco visitamos Ouarzazate.

 


Subimos de nuevo al coche y tras una hora más o menos llegamos a la joya de la corona: la kasbah Ait Ben Haddou, la antigua ciudadela, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en la que se han rodado películas como Gladiator o Lawrence de Arabia.
Ait Ben Haddou es una de las kasbahs mejor conservadas de todo Marruecos y representa un ejemplo sobresaliente de las fortalezas en la zona de los valles del Draa, Todgha, Dades y Sous. En Ait Ben Haddou puede apreciarse cómo las construcciones están realizadas en una posición estratégica frente a una montaña, rodeada por torres angulares y una muralla defensiva. 

No se sabe con determinación la fecha de la que data esta construcción pero, convencidos de su importancia, las autoridades protegieron este lugar desde el año 1953. Fue una de las fortalezas más importantes en la antigua ruta de caravanas de la Seda, por la que los comerciantes traían esclavos, oro, marfil y sal del África Subsahariana a Marrakech y más allá. La kasbah Ait Ben Haddou y el resto de fortalezas de este tipo son conjuntos arquitectónicos construidos de adobe y barro, coronados por torres que sirven de defensa, en lo que podría considerarse el equivalente a los castillos medievales. Estas kasbahs fueron antiguamente grandes pueblos bereberes en el desierto de Marruecos, amurallados y diseñados con el objetivo de defender las casas, las cosechas y los palmerales que crecen junto a sus cauces. Estos pueblos formaban grandes comunidades agrarias y mercantiles con una visión muy particular sobre el Islam.

 
La vista más bonita es la que se puede contemplar desde abajo, desde la orilla del cauce del río. Nosotros no bajamos ahí, pero lo vi en otro viaje. En nuestro caso la vimos desde el lateral de la carretera. Durante una hora recorremos sus estrechas callecitas y túneles y al acabar nos sentamos a tomar un café expreso. ¡Al fin, un café fuerte y negro que nos sabe a gloria!
Continuamos ruta hasta Tamdakht Village, una aldea desértica en mitad de la nada donde soplaba un viento terrible, y donde se encuentra el riad en el que pasaremos la noche. Se trata de un hotelito precioso con un servicio excelente llamado Riad Tamdakhte (Ver crítica en Tipadvisor:
Al llegar nos reciben con un té. Nos instalamos y bajamos a cenar. Una cena fabulosa (máxime después del fiasco de la comida): Entrantes, crema de calabaza con cominos, tajin de pollo al limón con cebolla e higos acompañado de fideos cocidos, y postre con frutas variadas y algo parecido al flan.
Tras esta cena fabulosa nos retiramos a dormir.


Viernes, 3 de mayo

Después de un extraordinario desayuno nos dirigimos al valle de Ounila hasta que llegamos a la ruta de las caravanas; atravesamos muchísimos pueblecillos antiguos diseminados por todo el cañón que forma un valle con palmeras en medio del desierto, por donde discurría esta ruta.
A media mañana llegamos a Teluet donde hacemos una parada para visitar el Palacio de Glaui, que domina el pueblo, una ciudadela fortificada que está un poco deteriorada pero que es impresionante. El guía que nos adjudican es un hombre mayor y místico que explica como si estuviera recitando el Corán y a paso de tortuga (o como si se fuera a desmayar de un momento a otro), aburrido hasta la saciedad y tampoco nos aporta demasiado.
Es un palacio real y muy bonito. Es un lugar en el que también hay una fortificación que perteneció hace años a familias feudales que cobraban dinero por el uso de sus terrenos. El sitio fue escenario de una de las películas de Indiana Jones. Aunque la kasbah se conoce tanto por nombre del pueblo como del último señor feudal que vivió allí junto a su familia: el Thami El Glaoui, Pachá de Marrakech, que fue todo un personaje del pasado más reciente de Marruecos. Gobernó en El Atlas con mano de hierro, e hizo tantos enemigos como fortuna.

 Sus intrigas familiares y palaciegas hicieron derrocar a dos sultanes que llevaron a la quiebra a Marruecos: Moulay Abdelaziz y Moulay Hafid; dejando el país en la miseria y en el más absoluto caos, lo que facilitó la llegada del protectorado francés. La familia de Thami El Glaoui fueron los ultimos inquilinos, pertenecientes a la tribu bereber Glaoua del Sur de Marruecos, fueron los señores, los que controlaban las rutas entre los oasis del sur y Marrakech. La familia Glaoui amasó una fortuna por el control en los derechos de paso en las minas de sal, en la ruta de las caravanas.  La familia ayudó al sultán Moulay Hassan a quien rescataron de una tormenta de nieve en el año 1893, que como agradecimiento los nombró cadis de toda la región, uno de los mejores lugares estratégicos en la ruta de las caravanas.
Se instalaron en la kasbah de Teoulet, lo que les enriqueció aun más en pocos años.
Las partes más viejas de la kasbah son del siglo XVIII. La última ampliación es de 1960. Es una visita imprescindible, las salas que visitamos son las ultimas que fueron modernizadas. Nos encantaron por lo bonitas que son, es una lástima que se estén deteriorando.
Durante tres años, 300 obreros trabajaron para la familia Glaoui en construir los techos y las paredes, y otros tantos para su decoración. El exterior tan descuidado, te hace pensar que tal vez la visita termine rápido, pero nada más lejos de la realidad.
Los bonitos azulejos, las cerámicas, los estucos, los techos de madera de cedro pintados con alegres colores con predominado de tonalidades verdes, te dejan con la boca abierta, tal vez porque no te esperas un decoración interior tan exquisita.
La luz mayoritariamente que entra en el palacio es por las claraboyas del techo, debido a ello algunas habitaciones se ven un poco en la penumbra, lo que aumenta el misterio y las vas descubriendo poco a poco… haciendo destacar aun más los detalles de paredes, techos y suelos, porque la intensa luz de los patios, te ciega y al entrar en las habitaciones, se entra algo cegada. Desde alguna de las ventanas de los aposentos, en los que hay unas rejas de forja preciosas, hay unas vistas muy bonitas del valle  y el pueblo.
Al finalizar la visita subimos a la terraza donde hay una bonita panorámica del valle y también del estado lamentable de algunas partes de la kasbah.


Poca explicación y rapidez, algo que ya va caracterizando este viaje de la famosa Voyage Privé que no volveremos a repetir nunca. Hubiera tenido mucha más cuenta coger el vuelo y el hotel por nuestra cuenta y contratar las excursiones (y más barato)
Comemos en la terraza exterior de un restaurante justo frente a la kasbah: ensalada marroquí, brochetas de pollo o cordero y naranja a la canela.
Y nada más terminar, otra vez al coche (este circuito ha consistido esencialmente en subir a un coche y pasar en él casi el día completo: 3 días)
Ahora, el chófer, que ya ve cercana la hora de llegar a su casa, conduce como un loco poseído y, casi jugándonos la vida, llegamos a media tarde a Marrakech cruzando el Medio Atlas de nuevo por el Puerto de Tichka (una pista de camellos que se convirtió en una carretera adecuada para vehículos en la década de los 30 con la ayuda de la Legión Extranjera Francesa).
Volvemos al mismo hotel Ayoub y nos bajamos un rato a la piscina a relajarnos un rato.
A media tarde se desata una enorme tormenta precedida de un viento huracanado que acaba descargando con fuerza lluvia torrencial.
Aprovechamos este rato para intentar reservar en un hamman porque queremos ir mañana; Sasha nos ha recomendado uno en el que ella estuvo el año anterior llamado Rosa Bonheur que resultó fabuloso; esta es su web:


Cuando amaina la lluvia le preguntamos a Siri por un local cercano para cenar y nos recomienda un local llamado Okla que está a 350 metros del hotel. Cuando nos dirigíamos por la calle trasera del hotel, siguiendo las indicaciones de Google Map, hacia allí, Sasha y Olivier nos llaman desde la ventana de su habitación y se unen a nosotras. Así que los cuatro nos vamos hacia el sitio que resulta ser un local moderno y agradable, de comida europea, con buen servicio y muy barato (la cena de los cuatro nos cuesta 150 Dh (=15€); en el hotel, el menú para una persona vale 200Dh)
Cenamos unos burritos que, después de tanto tajin, nos saben a gloria. Pedimos agua y llevamos escondidas en el bolso unas botellitas con cerveza y vino que habíamos comprado previamente (aquí lo del alcohol es un problema)
Tras la cena, y un poco de tertulia y risas, nos vamos al hotel a descansar para mañana.
A la una de la madrugada suena el mail en el móvil con mensaje del hamman: nos dan hora para las 18:00 (genial)

Sábado, 4 de mayo

Tras el desayuno tenemos en el programa la visita de los jardines Majorelle. Nos recoge un chófer y no lleva en coche hasta la puerta que queda bastante cerca del hotel.
Nada más llegar vemos un gentío enorme: la cola para sacar entrada es larguísima y lo mismo para el acceso. 

Nosotros somos privilegiados y en unos minutos estamos dentro (solos, ya que el chófer se larga y, lo que es peor, sin darnos ningún ticket por lo que no podemos ver el museo sin pagar la entrada a él. No entramos ya que yo lo visité en otro viaje y mis acompañantes no mostraron interés; no obstante, merece la pena porque alberga los espectaculares diseños de Yves Saint-Laurent inspirados en tierras africanas. Son maravillosos.)
Los jardines están abiertos de 08:00 a 17:30 y el precio es de 70 Dh., la entrada a los jardines, y 30 Dh., el museo. 

El origen de estos preciosos jardines data de  1919 cuando el pintor francés Jacques Majorelle se instala en la medina de Marrakech (en aquel tiempo protectorado francés) y cae enamorado de las luces, de los colores, de los olores, de los ruidos, de la arquitectura, de los habitantes, del zoco, de la kasbah ... 
En 1922 compra una finca de palmeras en el borde del palmeral de Marrakech donde en 1931, hace construir por el arquitecto Paul Sinoir, su chalet estilo Art déco de una asombrosa modernidad, inspirada en Le Corbusier y en el Palacio de la Bahía de Marrakech. Consta de su vivienda principal en el primer piso y el gran taller del artista en el bajo para pintar sus inmensos decorados.
Enamorado de botánica, crea su jardín botánico en torno a su chalet, estructurado alrededor de una larga cuenca central, con varios ambientes, establecida de una vegetación exuberante donde anidan cientos de pájaros. Este jardín es una obra de arte viva en movimiento, compuesto de plantas exóticas y especies raras de las que trajo de sus viajes por todo el mundo: cactus, yucas, nenúfares, nympheas, jazmines, buganvillas, palmeras, cocoteros, bananeros, bambús... y adornado con fuentes, cuencas, chorros de agua, jarras en cerámica, alamedas, pérgolas...
En 1937 el artista crea un color azul, azul de ultramar a la vez intenso y claro: el azul Majorelle, con el que pinta las paredes de su chalet, luego todo el jardín para hacer un cuadro vivo que abre al público en 1947. 
A raíz de un accidente de coche, Majorelle se repatría a París dónde desaparece en 1962. El jardín se deja entonces en abandono.
En 1980 Yves Saint-Laurent y su pareja sentimental Pierre Bergé fundan la «Association pour la Sauvegarde et le Rayonnement du Jardin Majorelle», readquieren el chalet taller y el jardín que hacen restaurar y desarrollar en el espíritu del autor del lugar incrementando el número de especies vegetales del jardín de 135 a más de 300. Conservan la parte de vivienda para su uso privado y transforman el taller en Museo de arte islámico de Marrakech abierto al turismo o exponen su colección personal de objetos de arte Islámico del Magreb, Oriente Medio, de África y Asia: Joyas, armas, textiles, alfombra, revestimientos de madera, Alfarería, cerámicas Arabescos, telas y dibujos del artista...
En el jardín se encuentra el “Pabellón del Amor” que es una sala en la que se muestran numerosos cuadros con dibujos realizados por el diseñador, en cada uno figura una fecha (un dibujo por año) a cada cual más original y colorido.
Terminada la visita nos recoge el chófer de nuevo para llevarnos a la Medina donde tenemos reservada la comida en un restaurante tradicional, muy bonito, ubicado en una auténtica casa-palacio marroquí, Palacio Chahramane. Bien. La comida normal y el local precioso.

 

Volvemos tras la comida al hotel a descansar un poco antes de dirigirnos al hamman. Nos bajamos un rato a la piscina antes de coger un taxi a la plaza de Jamaa el Fna, donde nos recoge una chica para conducirnos hasta el hamman. Algo destacable del viaje fue que, ¡POR FIN!, dimos con el único taxista honrado de la ciudad que, aunque no puso el taxímetro (lo que es obligatorio para ellos), nos pidió el precio que era más o menos razonable: 25Dh; le dimos 30 Dh.
Hay que decir que el hamman Rosa Bonheur se encuentra en la medina, en un lugar prácticamente inaccesible ya que es un pequeño callejón sin nombre (o, al menos, que un extranjero pueda encontrar) por lo que cuando se reserva (cosa que se hace por mail) se acuerda un punto de encuentro de recogida y traslado a pie hasta el local: el Palacio Bahía o el Café de France en la plaza; nosotros optamos por el café donde a la hora convenida se presentó una chica con una camiseta con el nombre del hamman que nos condujo a través de calles, callejuelas y callejones hasta el palacete donde se ubicaba nuestro hamman.

 


















Hay varias opciones de programas de bienestar. Nosotras escogimos el Ritual Royal Samira que es un poco caro, 95€, pero que mereció la pena con creces; consta de:
Traditional hammam (black soap scrub and ghassoul mask) – 45mn
Relaxing or tonifiant massage  with jasmine, verbena or argan oil – 1h15
Anti-aging or invigorating facial care treatment – 30mn
Traditional meal
Starter, main course, dessert, mint tea
No recibieron con un té con pastas y luego un joven nos iba indicando los pasos aseguir y lo que debíamos hacer. Genial y muy organizado. En total estuvimos 2,5 horas de tratamientos a cual más agradable: la sauna con vapor y friegas (que fue un poco agobiante por la tensión, pero nuestra piel quedo extremadamente suave tras la exfoliación y los friegues), el masaje de todo el cuerpo, el tratamiento facial y una cena típica y riquísima para rematar: Harira (¡al fin, que me encanta!), ensalada de berenjenas, empanadillitas, pollo al limón, postre y té a la menta. 

Como despedida nos obsequiaron con un frasco de aceite de argán y nos acompañaron hasta la parada de taxis. Es un local muy recomendable: limpísimo, agradable, precioso, con un servicio excelente y con productos naturales de calidad.
Dejo aquí otra vez el enlace: http://hammamrosabonheur.com/en/home/, la reserva se puede hacer por mail (responde muy rápidamente) o por teléfono. Nosotras lo hicimos por mail y todo genial.
Cogimos un taxi, después de discutir con el taxista (otro sinvergüenza más que trata de estafar a los turistas como casi todos) y llegamos al hotel muy ralajadas y con ganas de dormir.

Domingo, 5 de mayo

Hoy tenemos contratada una excursión a Essaouira y nos recogen en el hotel a las 08:00.
Al levantarnos vivimos un pequeño percance ya que nada más abrir los ojos veo que eran las 07:45 en el reloj de pulsera (y nos recogían a las 08:00) así que salto de la cama como loca corriendo; en el móvil eran las 06:45 así que pienso que se ha estropeado el móvil; Nani se levanta también como una flecha y vemos que en sus relojes ocurre igual por lo que nos invade una gran confusión (¿era posible que ambos relojes de pulsera marcaran la hora mal? ¿o que lo hicieran ambos móviles? Algo no cuadraba). En un minuto me encontraba bajando las escaleras como un rayo para coger algo del comedor y poder desayunar en el autobús, pero decido preguntar en recepción la hora y me informan de que se ha cambiado la noche pasada y la hora real era la del móvil, las 07:00. Uf, respiro aliviada. Lo más gracioso fue que al momento entró al comedor un grupo de chinos corriendo y alarmados que no entendían nada de lo que les explicaban porque no sabían qué hora real era ni entendían que se cambiara la hora de un día a otro. Fue muy gracioso. El caso es qu e pudimos desayunar tranquilas y esperar al chófer con tiempo.
En principio nos vendieron en la agencia que la excursión salía a las 08:00 y se regresaba a las 17:00 para llegar sobre las 19:30 a Marrakech, así que contábamos con unas 7 horas en el pueblo. Pero la realidad distó mucho de esto (en la tónica que últimamente, por desgracia, reina en Marrakech de engañar al turista)
La empresa con la que lo contratamos estaba en la plaza y parecía seria. Pongo aquí todos sus datos para que la evitéis porque son unos estafadores ya que engañan al viajero.
(mail: dayexcursion2@gmail.com) y el teléfono +212661936651 y el individuo en cuestión se llama Jamal. ¡EVITAD CONTRATAR CON ELLOS!
Además su página de Facebook no funciona (dice que no está disponible) y  su web no permite dejar una opinión (pide datos que no aparecen en el recibo ni en el ticket) En Tripadvisor tampoco aparecen.
Nosotros contratamos, como digo, el siguiente programa: https://day-excursion-marrakech.com/tour/essaouira-day-trip-excursion-from-marrakech/ que pone lo siguiente en la web:
Day Excursion to Essaouira
Price: 25 euros per person.
Single or Group Bookings Available.
Departure time 8.0 am
Return time 6.0pm

Pues bien, todo mentira: Como digo, no recogieron a la hora acordada pero en vez de salir hacia Essaouira nos dirigimos a la plaza de Jamaa El Fna donde estuvimos una hora y media esperando que se llenaran las furgonetas y que se organizara todo.
Tardamos un siglo en llegar a Essaouira donde aterrizamos a las 12:00. Al llegar el chófer nos dijo que salíamos de vuelta a las 16:00, por lo que la gente, incluidas nosotras, se quejó ya que no fue lo contratado ni lo pagado. A ello el imbécil respondió que si queríamos ver bien el pueblo que nos quedáramos a dormir (¡encima irrespetuoso y chulo!) y una pareja se quedó. No sabemos qué pasaría después.
En fin, menos mal que ya conocíamos este pueblo porque si no, no hubiéramos podido verlo bien con tan poco tiempo. 

 
Essaouira, también conocida por la antigua denominación de Mogadur, Mogador en portugués y en español, es una ciudad portuaria de Marruecos, situada en la costa occidental atlántica, al norte del cabo Sim. Es grande pero lo más turístico y bonito es la ciudad vieja que está rodeada por murallas junto al mar. La medina es una visita ineludible, de hecho ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Blanca y azul, invita a pasear y descubrir en el interior de las murallas del siglo XVIII, sus espléndidas casas con puertas y ventanas labradas de delicados detalles arquitectónico. 



La medina está rodeada de murallas, con varias puertas, las más conocidas son: al norte Bab Doukkala, al este, Bab Marrakech con su bastión , junto al paseo marítimo Bab Sebaa, sobre las murallas los cañones miran al océano.
Frente al puerto, tenemos la fortaleza o Skala del puerto con dos torres defensivas, forma parte de la típica estampa de Essaouira, donde nos hicimos unas fotos como todos los turistas que había por allí.
En la cara del mar destaca la fortaleza de la Skala de la villa, o de la Kasba, rodeada de muros artillados, en cuyo interior están los mejores artesanos de la madera del país.
Esta zona de la ciudad fue escenario del rodaje de la tercera temporada de Juego de Tronos. En el segundo episodio de la temporada, se puede ver las murallas de la Kasbah, donde Daenery Targaryen compra esclavos.
 

Una de las zonas más alegres es el puerto, con barcos azules y actividades portuarias, donde hay muchos chiringuitos y restaurantes donde disfrutar de pescado a la plancha o frito en el sitio. En esta zona está la plaza de Orson Welles, en  reconocimiento a este director de cine, que dio fama a la ciudad en la película Otelo. En su interior destaca la plaza de Mulay el Hassan, corazón de la villa, rodeada de cafés y terrazas donde puedes deleitarte con el ambiente al atardecer, donde se encuentra  la muralla del Menzah, con su puerta , restos del antiguo palacio real, por la puerta de  Bab Labhar accederemos al puerto.
Tras recorrer durante un rato las calles más comerciales y del mercado de la medina, entre las que destacamos la de Mohamed ben Abdala, comercial con numerosas tiendas, que recorrimos varias veces y que termina en la Mellah, o antiguo barrio judío, en el que ya no nos adentramos, volvimos  la plaza de Mulay el Hassan donde elegimos un restaurante con terraza en la azotea frente al mar y con vistas excepcionales de la plaza para comer. La comida no era nada especial aunque estaba buena, pero el lugar era muy agradable.
Tras la comida seguimos callejeando y disfrutando de esta preciosa villa. En el interior de la medina no hay vehículos motorizados: todo es transportado en carretas tiradas aún por mulas. Lo que impresiona inmediatamente al visitante es la blancura de las paredes de las casas y el azul de las ventanas y puertas, que recuerdan un poco a las islas del Mediterráneo. Gracias a sus calles rectilíneas y sus cruces perpendiculares, es muy fácil orientarse en la ciudad, e incluso si os perdéis en las numerosas callejuelas, volveréis enseguida a una de las arterias principales… ¡o a algún callejón sin salida! Cerca del mar, saliendo, llegamos a la famosa fortaleza que forma parte de la típica estampa de Essaouira: el castillo y las gaviotas revoloteando sobre él. Desde la torre de la Skala du port se domina la ciudad. Desde aquí hay unas vistas fantásticas del puerto. Es otro de los lugares ideales para tomar fotos.


A las 16:00 volvimos al bus y emprendimos el regreso a Marrakech. Nos debían dejar en el hotel pero decidimos quedarnos en la plaza para disfrutar de la última noche en la ciudad.
Nos dedicamos a pasear entre los cientos de personas que a esa hora de la tarde abarrotaban la plaza, turistas y locales, encantadores de serpientes, vendedores de todo tipo de cosas, puestos de comida, carruajes, pintadoras de henna, incluso había puestos para extensiones de pestañas. El ambiente de esta plaza es mágico. Después nos perdimos un poco por las callejas que rodean la plaza y, cerca del Palacio Bahía, encontramos un restaurante con una terraza en la azotea encantadora, La Table de Marrakech, con menú a partir de 60 Dh=6€, Tiene menú vegetariano también. Nosotras tomamos jarira y ensalada de queso y mozarela; la comida no era excepcional pero no estaba mala y la terraza era muy agradable y con buen servicio. Tiene certificado de excelencia en Tripadvisor (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g293734-d3773712-Reviews-La_table_de_Marrakech-Marrakech_Marrakech_Tensift_El_Haouz_Region.html)
Rematamos la despedida volviendo a la plaza y subiendo a la terraza del Café de France que es un sitio muy agradable; tuvimos suerte y cogimos una mesita en primera fila donde degustamos -¿cómo no!- unos tés a la menta. 

 

Tras un rato dimos unas vueltas, las últimas de este viaje, por el zoco y buscamos un taxi para volver al hotel, que –cómo no- tuvimos que negociar. .

Lunes, 6 de mayo

Hoy es nuestro último día en la ciudad.
Como nos recogen a las 14:00 para ir al aeropuerto, nos levantamos temprano y nos vamos a visitar la zona nueva, el barrio llamado Gueliz, que son, principalmente, las avenidas Mohamed V y Mohamed VI, y alrededores.
Es la parte comercial y moderna y especialmente en la Avda. Mohamed V es donde se encuentran todas las tiendas y franquicias conocidas (Zara, H&M, McDonald´s…)
Tomamos un café en una cafetería totalmente europea, que nos supo a gloria, y luego dedicamos la mañana a hacer compras aunque los precios no son más baratos que en España; en algunos casos, creo que más caros.
Sobre las 12:00 decidimos buscar un lugar cercano para comer y le preguntamos a Siri que nos indicó un local llamado Bistrot Le Loft, muy, muy , muy recomendable, un restaurante francés de diseño con un servicio atentísimo, una comida deliciosa y una relación calidad-precio excelente (https://www.restaurant-loft.com/es/) Tomamos el menú del día que era gazpacho de pepino y yogur a la menta y raviolis de queso y espinacas gratinados; todo delicioso.
Volvimos al hotel en taxi y a la hora en punto nos recogió el chófer que nos llevó al aeropuerto.

Y la aventura para llegar a la puerta de embarque no tiene desperdicio. Para acceder al edificio del aeropuerto hay unas colas enormes porque registran el equipaje y a las personas (¡¡solo para entrar al edificio!!) Nosotras llevábamos las tarjetas de embarque así que nos dirigimos a la puerta de entrada y allí un guardia nos dice que nos falta un sello en la tarjeta, No entendíamos nada; preguntamos que dónde lo conseguimos y de mala gana nos señala a toda un a ala de la terminal. Vemos a unos turistas rellenando una hoja con datos y preguntamos a una funcionaria que controlaba esto que si teníamos que rellenarla nosotras para salir, y nos dice (la imbécil) que no.
Por fin nos enteramos de que el sello nos lo tienen que poner en las ventanillas de facturación de la compañía, pero como hay tal desorganización, la fila para facturar es la misma que para poner un simple sello en la tarjeta de embarque, así que tenemos que perder muchísimo tiempo hasta que nos toca. Volvemos a la puerta de entrada pero nos dirigimos a otro guardia que nos revisa los papeles y nos dice que tenemos que ponernos en la cola del primero que nos dijo lo del sello. Hacemos cola otra vez y, al llegar, este anormal nos dice que tenemos que rellenar las tarjetas que la imbécil nos dijo que no. (y el guardia anterior ve que no la llevamos y en vez de decirnos que la rellenemos nos hace hacer cola para que su compañero nos lo diga (la verdad, creo sinceramente que están cansados de trabajar y se vengan haciendo putadas y riéndose de los turistas) Volvemos a la cola para coger la tarjeta, la rellenamos y de vuelta al guardia primero que, por fin, nos da vía libre. Después paso por registro de equipaje (por cierto, pasamos un montón de botes con cremas y líquidos, e incluso una botella de agua llena en mi mochila, y no la detectaron!!!!!), luego control de pasaporte y otro control para acceder a las puertas de embarque, Total tres horas de mareo llevando las tarjetas y habiendo hecho checking online.

Desde luego, si quieren espantar al turismo, lo van a conseguir; se están haciendo expertos entre guardia, taxistas, funcionarios, camareros…
En resumen, es una pena lo que está pasando con una ciudad maravillosa como Marrakech por culpa del turismo. Yo, que la he visitado en bastantes ocasiones, he visto cómo se ha ido deteriorando poco a poco. La última visita me dejó horrorizada y esta me lo ha terminado de confirmar: el turismo está destruyendo la ciudad, su esencia y a su gente. Los taxistas tratan siempre de engañar a los turistas, por la calle te persiguen para que entres a los restaurantes, las agencias engañan a los viajeros y no cumplen los programas, y en el aeropuerto, los funcionarios se ríen descaradamente de nosotros y nos dan mal la información y nos confunden para ver cómo vamos despistados de un lado a otro a apropósito. Me ha molestado mucho el trato recibido,
Por ahora, creo que no volveré a esta ciudad a la que amo. Me ha disgustado mucho ver su deterioro por culpa del turismo y el mal trato que se le da al visitante.
https://ssl.gstatic.com/ui/v1/icons/mail/images/cleardot.gifEn fin, el avión salió con bastante retraso pero, milagrosamente, llegó a  su hora.
El viaje de vuelta no tuvo contratiempos ni la salida de Madrid tampoco. Cenamos unos sándwiches en una gasolinera que estaba abierta y sobre la 01:00 de la madrugada llegábamos a casa.



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