Lunes,
29 de abril
Salimos de Albacete con
destino Madrid sobre las 15:30, con tiempo de sobra por si hay imprevistos. El
viaje muy bien porque casi no hay tráfico. Llegamos al aeropuerto con tiempo
más que de sobra.
Al llegar a Marrakech, un
caos para encontrar al que nos esperaba porque había como 50 personas con
carteles y nombres. Por fin damos con él; nos da un sobre con instrucciones
incluida la hora de recogida del último día para ir al aeropuerto, un botellín
de agua y nos sube en un taxi.
Nos llevan a un hotel
llamado Ayoub (ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293734-d11775649-r673639962-Hotel_Ayoub_And_Spa-Marrakech_Marrakech_Tensift_El_Haouz_Region.html)
pese a que venía otro en el contrato y este está en el quinto pino.
En el contrato del viaje se
incluía la cena de hoy, pero hemos llegado tarde (cosa que ya sabían ya que el
avión no llevaba retraso) y al llegar el hotel parecía un hotel fantasma en un
barrio tenebroso y, por supuesto, el restaurante estaba cerrado y no había
cena. Nos indica el chico de recepción un restaurante a unos 500 metros del
hotel, pero no hay nada o ya ha cerrado y nos compramos unos pinchitos en un
puesto callejero por 0,50 € y unas bebidas nos volvemos a comerlo al hotel.
Y así acaba el día. Mañana
toca recorrer la ciudad.
Martes,
30 de abril
Comenzamos el día con una
visita por la ciudad de Marrakech en la que, verdad sea dicha, no hemos visto
demasiado (menos mal que ya lo conocíamos) solo algunos de los monumentos
históricos. La primera parada es la mezquita La Koutoubia de la que solo vemos
el exterior. Realmente son dos mezquitas, una del siglo XII (destruida) y la
actual, del XIII; la primera da el nombre a la plaza Yamaa El Fna que significa
“plaza de la mezquita destruida”
Lo más llamativo es su
minarete que se ha convertido en símbolo de la ciudad y que se eleva 80 metros
hacia el cielo.
A continuación nos dirigimos
al Palacio de Bahía, un edificio del siglo XIX, con un jardín de 2 acres. El
conjunto lo forman dependencias varias (habitaciones, salones, cocina,
baños...) dispuestas alrededor de preciosos patios con fuentes y arbustos
decorativos y árboles frutales. Son espectaculares los techos tallados en madera
de cedro. Su nombre significa "brillantez". Como en otros edificios
del mismo periodo en otros países, se quería capturar la esencia de los estilos
islámico y marroquí. Los jardines tienen una extensión de 8.000 m². Construido
por Si Moussa, gran visir del sultán, para su uso personal, este palacio
tendría el nombre de una de sus esposas (Luz). El harén incluye un gran patio
decorado con estanque central y está rodeado de habitaciones, destinadas a sus
concubinas.
Durante este paseo, el guía
propone comprarme y ofrece a cambio ¡¡¡un camello y una cabra!!!
A continuación callejeamos
un poco hasta acabar en la famosa plaza de Yamaa el Fna y en el tiempo libre
nos tomamos en té de menta en la terraza del Café de France, desde donde hay
unas vistas preciosas de la plaza.
Una vez repuestas las
fuerzas nos lanzamos de nuevo a recorrer las callejas que rodean la plaza y
damos también una vuelta por el zoco.
Entramos en una tienda en la que se fabrica todo tipo de cosméticos y similares con productos locales: argan, rosa mosqueta, almendras e, incluso, la famosa crema de babas de caracol.
Entramos en una tienda en la que se fabrica todo tipo de cosméticos y similares con productos locales: argan, rosa mosqueta, almendras e, incluso, la famosa crema de babas de caracol.
Compramos una crema de manos
de almendra y nos regalan un pintalabios marroquí (es una barra de colores
azules, lilas o verdes, que al pintarte con ella no colorea, pero con el paso del
tiempo va a pareciendo un tono que llega a ser bastante intenso).
En este local, además, se puede recibir un masaje con aceite de argan en los pies o el cuello por dos € así que nos relajamos un poco con el masajito de cuello.
En este local, además, se puede recibir un masaje con aceite de argan en los pies o el cuello por dos € así que nos relajamos un poco con el masajito de cuello.
Almorzamos en la medina, en
un restaurante de comida local que está bien pero es muy turístico y al
terminar la comida el guía nos regala unos botes de crema de argan y de baba de
caracol (fue un poco violento porque solo nos lo dio a nosotras dos de las
cinco personas que formábamos el grupo; y además lo hizo delante de todos los
demás.
Tras la comida visitamos un
curioso museo de música cerca de la plaza, Museo-Casa Tiskiwin, Hablar del arte
rural marroquí sin mencionar a Bert Flint es desconocer totalmente el tema.
Todos quienes se sientan atraídos por la cultura y las tradiciones de los
pueblos del Atlas y el Sahara deberían absolutamente visitar la Casa Tiskiwin
(entrada 15 Dh=1,5€), el museo privado de este holandés historiador del arte
que dedicó su vida a reunir las colecciones que expone en su propia residencia
reconvertida en museo y abierta al público, pero en la que aún vive Flint.
Las siete salas del museo ocupan las dos plantas del edificio y las colecciones van siguiendo un recorrido geográfico por los pueblos de Marruecos. Así, se pueden admirar desde puñales y joyas del Alto Atlas, a tapices del Atlas Medio y djellabas del norte de Marruecos, y toda una colección de adornos y joyas del Sahara, por donde las caravanas seguían su ruta para entregar sus mercancías. Utensilios de cocina, recipientes, cinturones, bolsos, armas y objetos de culto completan la exposición. No está mal. Es curioso.
Aquí se acabó la visita y,
la verdad, es que hemos echado de menos recorrer otros lugares como la Menara o
el palacio antiguo o las tumbas saadíes.
Volvemos al hotel y nos
bajamos a la piscina que es una gozada. Nuestro primer baño de la temporada.
Está limpísima y hay poca gente.
Nos duchamos y nos
acicalamos con todas las cremas que llevábamos y decidimos irnos a la plaza de
Jamaa el Fna a cenar. Coger un taxi ha sido más difícil de lo que pensábamos
porque todos los que pasan están ocupados. Tardamos media hora hasta que, al
fin, logramos subirnos a uno que, obviamente por ser extranjeras, nos tima: 4 €
y sin taxímetro (cuando vale 2 o menos)
Nos acercamos a la Koutubia
que está a esa hora repleta de gente y damos una vuelta por los jardines. De
ahí nos dirigimos a la plaza en la que hay todo tipo de puestecitos: contadores
de historias, encantadores de serpientes, aguadores, pintadoras de henna y
vario puestos de un juego que consiste en pescar botellas con una caña larga y
una cuerda (como el de los patitos de nuestras ferias) por 5 dh puedes
intentarlo durante 10 minutos. No pescamos ninguna.
Damos unas vueltas e
intentamos encontrar el riad en el que nos hospedamos en el viaje anterior,
pero fue imposible. Encontramos de casualidad la oficina de una empresa (Ali
Prince) que ofrecía excursiones de un día a Essauira, donde queríamos ir el
próximo domingo, y que nos ofrece buen precio (25 €, aunque el que figuraba en
la publicidad era 35) así que reservamos con ellos para el domingo; nos
recogerán en el hotel. Luego veríamos que eran unos sinvergüenzas.
Nos acercamos a los puestos de comida de la plaza para cenar y somos literalmente asaltadas y agarradas por cientos de chicos para que nos sentáramos en su respectivo local (que están identificados con números, aunque creemos que están todos relacionados porque se pasan comida de unos a otros.
La cena es regular: hay mucho humo y la comida tiene una calidad bastante dudosa; nos ponen un aperitivo de aceitunas megapicantes y luego pedimos un plato de pescado variado (bastante seco y duro), ensalada marroquí y salchichillas (por supuesto sin vino ni cerveza sino agua y coca-cola)
Nos acercamos a los puestos de comida de la plaza para cenar y somos literalmente asaltadas y agarradas por cientos de chicos para que nos sentáramos en su respectivo local (que están identificados con números, aunque creemos que están todos relacionados porque se pasan comida de unos a otros.
La cena es regular: hay mucho humo y la comida tiene una calidad bastante dudosa; nos ponen un aperitivo de aceitunas megapicantes y luego pedimos un plato de pescado variado (bastante seco y duro), ensalada marroquí y salchichillas (por supuesto sin vino ni cerveza sino agua y coca-cola)
De postre nos apetece un té
a la menta en una de las terracitas sobre la plaza, pero lo intentamos en
varias y están todas llenas así que nos sentamos en el café de France pero esta
vez en una mesita a pie de calle. Volvemos en taxi al hotel y de nuevo a
regatear y a que nos engañe un taxista. En fin, esto es así.
Miércoles,
1 de mayo
Hoy salimos temprano, a las
07:30, en dirección al Atlas para empezar un circuito que nos llevará por estas
tierras durante tres días. Vamos con otra pareja, ella egipcia y él francés
llamados Sasha y Olivier, majísimos, la verdad; y el guía, Ilías.
El guía llega puntual (luego
resultaría que era solo chófer y en absoluto un guía, después de haber pagado
60€ extra por un guía en español, hubiera dado igual que hubiese sido chino
porque no nos explicó absolutamente nada y trataba de disuadirnos de hacer
cualquier visita o parada. (Con Voyage Privé, un desastre este circuito: mal
planteado, mal organizado, mal escogidos los hoteles, peor los guías y mal la
comida)
Atravesamos el Atlas por el
puerto de Tichka (2260 metros de altitud) que es el pico más algo de Marruecos,
rodando por carreteras imposible porque además de estrechas y muy sinuosas (hay
en total 237 curvas) gran parte se encuentra ahora en obras. Por el camino
contemplamos un bonito paisaje, a veces verde a veces desértico, y pequeños
pueblecitos mimetizados con el paisaje.
También pasamos junto a varias kasbahs, pero no paramos en ninguna porque parece que el guía lleva prisa (según él, vamos con retraso) pese a que estas visitas estaban incluidas en el programa.
Lo más esperpéntico del día
(aparte de no salir del coche) ha sido la parada para comer en el valle de Agdaz,
en un garito que eligió Ilias (el guía) y en el que, obviamente, llevaría
comisión porque la palabra “cutre” no le hace justicia. Nos dijo que si no
parábamos allí ya no había nada hasta 45 minutos después, lo que resultó una
mentira porque en 20 minutos había un hotelito muy coqueto donde tomamos un té.
En fin, en el restaurante, llamado Tigonja (¡¡pasad de largo!!), no había nadie
y estaba en mitad de la nada. Entraron unos franceses, echaron un vistazo y se
largaron en un santiamén. Un hombre enjuto y sucio y un niño atendían y nos
ofrecieron una única opción: tallín de cabra y ensalada marroquí (tomate a
cuadritos pequeños y cebolla ídem).
Nos dio un poco de mala espina el lugar y nos pasaron a la cocina para ver la comida: los tallines estaban en unas estanterías ya preparados. En fin, allí comimos (lo que es una forma de hablar porque yo, personalmente, solo comí pan y un poco de ensalada (hasta el tomate parecía pasado).
Nos dio un poco de mala espina el lugar y nos pasaron a la cocina para ver la comida: los tallines estaban en unas estanterías ya preparados. En fin, allí comimos (lo que es una forma de hablar porque yo, personalmente, solo comí pan y un poco de ensalada (hasta el tomate parecía pasado).
Lo más chocante de la comida
fue que nos la sirvieron en platos con baño de oro. Y los aseos: un horror: un
apestoso agujero en el suelo. La verdad es que nos dio por reír pero esto dista
mucho de lo que vende Voyage Privé (Viajes de lujo a precio asequible). Comimos
rápido y el viaje continuó por el Valle del río Draa, bordeando los palmerales
(hay unos 21 millones de palmeras en esta zona). En 20 minutos, y dado que no
habíamos tomado té de postre, le pedimos parar y lo hicimos en un pueblecito
muy antiguo bereber, en una casbah reconvertida en hotel con una maravillosa
terraza arriba donde pasamos un ratito corto.
Llegamos a Zagora donde, según el programa debíamos dar un paseo y ver el barrio judío de Amzerou, pero ni paramos ni visitamos nada. Continuamos, pues, hacia la puerta del desierto del Sáhara (Mhamid). Nos deberíamos haber detenido en el camino en la ciudad original de la dinastía del siglo XVI (Saadian) Tamgroute, para visitar la kasbah local, pero tampoco paramos. Parecía que el guía solo quisiera llegar y dejarnos en el hotel para librarse de nosotros (que fue lo que hizo, por cierto).
Así, casi sin pisar el suelo
en todo el día, y hartos de coche, llegamos a las 17:15 a Mhamid donde nos
esperaban unos camellos para llevarnos a través del desierto, durante una hora
y media, a un campamento en las dunas. El guía, por llamarlo algo, se queda en
un hotel y nosotros (Sasha, Olivier, Nani y yo) partimos hacia el desierto a
lomos de camellos acompañados por dos bereberes.
Durante el camino atardece y
contemplamos la puesta de sol desde nuestros animales (el mío, Bienvenido; el
de Nani, Blanco). Este pequeño viaje en camello fue de lo mejor del día, pese a
que luego tendríamos bastantes agujetas en los muslos y en el culo.
Llegamos anocheciendo al
campamento (Sáhara Experience, según dice el programa, pero ni aparece en Tripadvisor.
El que aparece con este nombre en la web es de lujo y este era de pena, cutre,
cutre y con limpieza bastante ligerita aunque la ropa de cama estaba limpia.
Todo muy lejos del estándar de calidad que asegura Voyage Privé. En el
campamento no había un alma, salvo un hombrecillo muy amable que nos recibe con
té y frutos secos haciendo muchos aspavientos de bienvenida. Estaba formado por
unas 10 o 12 tiendas con una cama dentro y una mesita (nada más); y, a unos
metros de ellas, una pequeña construcción que eran los aseos comunes, además de
otro chiringuito que hacía las veces de comedor. Nada de lujo, al contrario.
Disfrutamos de una cena bajo
el cielo estrellado que sí merece verdaderamente la pena; es difícil contemplar
un cielo así desde otro sitio que no sea el desierto. ¡Impactante!. El silencio
se podía oír aunque parezca una paradoja. Tomamos ensalada de cebolla, tajin de
pollo, y naranja con canela (algo que ya se estaba repitiendo bastante)
Nos quedamos un rato a
oscuras, charlando bajo el cielo estrellado hasta que el sueño nos venció y nos
retiramos a nuestras tiendas.
Dormimos regular porque la
cama es durísima y se oyen animales que arañan la tela de la tienda fuera. Con
algún percance más que no viene al caso comentar aquí, pasamos la primera noche
de circuito.
Jueves,
2 de mayo
Nos levantamos temprano para
subir a una duna muy alta y ver desde allí la salida del sol.
Nani casi no llega porque era bastante dura la subida, pero finalmente los cuatro nos encaramamos en todo lo alto y contemplamos maravillados como la bola amarilla aparece tras la arena y comienza a subir tiñendo todo de tonos ocres.
Tras las fotos pertinentes bajamos al campamento donde nuestro anfitrión nos tenía preparado un desayuno sencillo pero rico (pan con mantequilla, mermeladas, zumo y café)
Durante el desayuno nos ofrece 30 camellos para que Nani se quede con él a cuidar del campamento. No aceptamos, por supuesto.
Nos despedimos y subimos de nuevo a lomos de nuestros camellos para volver a travesar el largo trecho que nos separaba del hotelito de Mhamid en el que nos esperaba Ilías; en esta ocasión el camino fue un poco más corto pero las dunas eran un poco más altas.
Nani casi no llega porque era bastante dura la subida, pero finalmente los cuatro nos encaramamos en todo lo alto y contemplamos maravillados como la bola amarilla aparece tras la arena y comienza a subir tiñendo todo de tonos ocres.
Tras las fotos pertinentes bajamos al campamento donde nuestro anfitrión nos tenía preparado un desayuno sencillo pero rico (pan con mantequilla, mermeladas, zumo y café)
Durante el desayuno nos ofrece 30 camellos para que Nani se quede con él a cuidar del campamento. No aceptamos, por supuesto.
Nos despedimos y subimos de nuevo a lomos de nuestros camellos para volver a travesar el largo trecho que nos separaba del hotelito de Mhamid en el que nos esperaba Ilías; en esta ocasión el camino fue un poco más corto pero las dunas eran un poco más altas.
Al llegar al hotel, pudimos ducharnos en una habitación ya que el campamento no había agua caliente y ninguno nos atrevimos a hacerlo.
Tras una ducha
reconfortante, y ya limpitos, subimos de nuevo al coche para otra jornada
maratoniana de carretera en la que no vimos nada de lo que estaba en el
programa aparte de la coronilla del chófer (nos quejaremos, por supuesto a
Voyage Privé)
Atravesamos de nuevo el
Valle del Draa y Tansikht con los campos de henna y toda la región del sur a
través del camino de las mil kasbahs (esto lo sabemos porque lo ponía la
documentación recibida de la agencia, no porque nos lo explicara el guía que se
colocaba los auriculares, se ponía su música y “pasaba” de nosotros).
Asi llegamos a Ouarzazate donde comimos en la terraza de un sitio muy turístico pero agradable: cuscús vegetal y té a la menta.
Por supuesto, tampoco visitamos Ouarzazate.
Subimos de nuevo al coche y tras una hora más o menos llegamos a la joya de la corona: la kasbah Ait Ben Haddou, la antigua ciudadela, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en la que se han rodado películas como Gladiator o Lawrence de Arabia.
Ait Ben Haddou es una de las
kasbahs mejor conservadas de todo Marruecos y representa un ejemplo
sobresaliente de las fortalezas en la zona de los valles del Draa, Todgha, Dades y Sous. En Ait Ben Haddou puede
apreciarse cómo las construcciones están realizadas en una posición estratégica
frente a una montaña, rodeada por torres angulares y una muralla defensiva.
No se sabe con determinación la fecha de la que data esta construcción pero, convencidos de su importancia, las autoridades protegieron este lugar desde el año 1953. Fue una de las fortalezas más importantes en la antigua ruta de caravanas de la Seda, por la que los comerciantes traían esclavos, oro, marfil y sal del África Subsahariana a Marrakech y más allá. La kasbah Ait Ben Haddou y el resto de fortalezas de este tipo son conjuntos arquitectónicos construidos de adobe y barro, coronados por torres que sirven de defensa, en lo que podría considerarse el equivalente a los castillos medievales. Estas kasbahs fueron antiguamente grandes pueblos bereberes en el desierto de Marruecos, amurallados y diseñados con el objetivo de defender las casas, las cosechas y los palmerales que crecen junto a sus cauces. Estos pueblos formaban grandes comunidades agrarias y mercantiles con una visión muy particular sobre el Islam.
No se sabe con determinación la fecha de la que data esta construcción pero, convencidos de su importancia, las autoridades protegieron este lugar desde el año 1953. Fue una de las fortalezas más importantes en la antigua ruta de caravanas de la Seda, por la que los comerciantes traían esclavos, oro, marfil y sal del África Subsahariana a Marrakech y más allá. La kasbah Ait Ben Haddou y el resto de fortalezas de este tipo son conjuntos arquitectónicos construidos de adobe y barro, coronados por torres que sirven de defensa, en lo que podría considerarse el equivalente a los castillos medievales. Estas kasbahs fueron antiguamente grandes pueblos bereberes en el desierto de Marruecos, amurallados y diseñados con el objetivo de defender las casas, las cosechas y los palmerales que crecen junto a sus cauces. Estos pueblos formaban grandes comunidades agrarias y mercantiles con una visión muy particular sobre el Islam.
La vista más bonita es la que se puede contemplar desde abajo, desde la orilla del cauce del río. Nosotros no bajamos ahí, pero lo vi en otro viaje. En nuestro caso la vimos desde el lateral de la carretera. Durante una hora recorremos sus estrechas callecitas y túneles y al acabar nos sentamos a tomar un café expreso. ¡Al fin, un café fuerte y negro que nos sabe a gloria!
Continuamos ruta hasta
Tamdakht Village, una aldea desértica en mitad de la nada donde soplaba un
viento terrible, y donde se encuentra el riad en el que pasaremos la noche. Se
trata de un hotelito precioso con un servicio excelente llamado Riad Tamdakhte
(Ver crítica en Tipadvisor:
https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g304011-d7375241-r673417765-Riad_Tamdakhte-Ait_Ben_Haddou_Souss_Massa_Draa_Region.html
Al llegar nos reciben con un
té. Nos instalamos y bajamos a cenar. Una cena fabulosa (máxime después del
fiasco de la comida): Entrantes, crema de calabaza con cominos, tajin de pollo
al limón con cebolla e higos acompañado de fideos cocidos, y postre con frutas
variadas y algo parecido al flan.
Tras esta cena fabulosa nos
retiramos a dormir.
Viernes, 3 de mayo
Después de un extraordinario
desayuno nos dirigimos al valle de Ounila hasta que llegamos a la ruta de las
caravanas; atravesamos muchísimos pueblecillos antiguos diseminados por todo el
cañón que forma un valle con palmeras en medio del desierto, por donde
discurría esta ruta.
A media mañana llegamos a
Teluet donde hacemos una parada para visitar el Palacio de Glaui, que domina el
pueblo, una ciudadela fortificada que está un poco deteriorada pero que es
impresionante. El guía que nos adjudican es un hombre mayor y místico que
explica como si estuviera recitando el Corán y a paso de tortuga (o como si se
fuera a desmayar de un momento a otro), aburrido hasta la saciedad y tampoco
nos aporta demasiado.
Es un palacio real y muy bonito. Es un lugar en el que también hay una fortificación que perteneció hace años a familias feudales que cobraban
dinero por el uso de sus terrenos. El sitio fue escenario de una de las películas de Indiana Jones. Aunque la kasbah se conoce tanto por
nombre del pueblo como del último señor feudal que vivió allí junto a su
familia: el Thami El Glaoui, Pachá de Marrakech, que fue todo un
personaje del pasado más reciente de Marruecos. Gobernó en El Atlas con mano de hierro, e
hizo tantos enemigos como fortuna.
Sus intrigas familiares y palaciegas hicieron derrocar a dos sultanes que llevaron a la quiebra a Marruecos: Moulay Abdelaziz y Moulay Hafid; dejando el país en la miseria y en el más absoluto caos, lo que facilitó la llegada del protectorado francés. La familia de Thami El Glaoui fueron los ultimos inquilinos, pertenecientes a la tribu bereber Glaoua del Sur de Marruecos, fueron los señores, los que controlaban las rutas entre los oasis del sur y Marrakech. La familia Glaoui amasó una fortuna por el control en los derechos de paso en las minas de sal, en la ruta de las caravanas. La familia ayudó al sultán Moulay Hassan a quien rescataron de una tormenta de nieve en el año 1893, que como agradecimiento los nombró cadis de toda la región, uno de los mejores lugares estratégicos en la ruta de las caravanas.
Sus intrigas familiares y palaciegas hicieron derrocar a dos sultanes que llevaron a la quiebra a Marruecos: Moulay Abdelaziz y Moulay Hafid; dejando el país en la miseria y en el más absoluto caos, lo que facilitó la llegada del protectorado francés. La familia de Thami El Glaoui fueron los ultimos inquilinos, pertenecientes a la tribu bereber Glaoua del Sur de Marruecos, fueron los señores, los que controlaban las rutas entre los oasis del sur y Marrakech. La familia Glaoui amasó una fortuna por el control en los derechos de paso en las minas de sal, en la ruta de las caravanas. La familia ayudó al sultán Moulay Hassan a quien rescataron de una tormenta de nieve en el año 1893, que como agradecimiento los nombró cadis de toda la región, uno de los mejores lugares estratégicos en la ruta de las caravanas.
Se instalaron en la kasbah
de Teoulet, lo que les enriqueció aun más en pocos años.
Las
partes más viejas de la kasbah son del siglo XVIII. La
última ampliación es de 1960. Es una visita imprescindible, las salas que
visitamos son las ultimas que fueron modernizadas. Nos encantaron por lo
bonitas que son, es una lástima que se estén deteriorando.
Durante tres años, 300
obreros trabajaron para la familia Glaoui en construir los techos y las
paredes, y otros tantos para su decoración. El exterior tan descuidado, te hace
pensar que tal vez la visita termine rápido, pero nada más lejos de la
realidad.
Los bonitos azulejos, las
cerámicas, los estucos, los techos de madera de cedro pintados con alegres
colores con predominado de tonalidades verdes, te dejan con la boca abierta,
tal vez porque no te esperas un decoración interior tan exquisita.
La luz mayoritariamente que
entra en el palacio es por las claraboyas del techo, debido a ello algunas
habitaciones se ven un poco en la penumbra, lo que aumenta el misterio y las
vas descubriendo poco a poco… haciendo destacar aun más los detalles de
paredes, techos y suelos, porque la intensa luz de los patios, te ciega y al
entrar en las habitaciones, se entra algo cegada. Desde alguna de las ventanas
de los aposentos, en los que hay unas rejas de forja preciosas, hay unas vistas
muy bonitas del valle y el pueblo.
Al finalizar la visita subimos
a la terraza donde hay una bonita panorámica del valle y también del estado
lamentable de algunas partes de la kasbah.
Poca explicación y rapidez, algo que ya va caracterizando este viaje de la famosa Voyage Privé que no volveremos a repetir nunca. Hubiera tenido mucha más cuenta coger el vuelo y el hotel por nuestra cuenta y contratar las excursiones (y más barato)
Comemos en la terraza
exterior de un restaurante justo frente a la kasbah: ensalada marroquí,
brochetas de pollo o cordero y naranja a la canela.
Y nada más terminar, otra
vez al coche (este circuito ha consistido esencialmente en subir a un coche y
pasar en él casi el día completo: 3 días)
Ahora, el chófer, que ya ve
cercana la hora de llegar a su casa, conduce como un loco poseído y, casi
jugándonos la vida, llegamos a media tarde a Marrakech cruzando el Medio Atlas
de nuevo por el Puerto de Tichka (una pista de camellos que se convirtió en una
carretera adecuada para vehículos en la década de los 30 con la ayuda de la
Legión Extranjera Francesa).
Volvemos al mismo hotel
Ayoub y nos bajamos un rato a la piscina a relajarnos un rato.
A media tarde se desata una
enorme tormenta precedida de un viento huracanado que acaba descargando con
fuerza lluvia torrencial.
Aprovechamos este rato para
intentar reservar en un hamman porque queremos ir mañana; Sasha nos ha
recomendado uno en el que ella estuvo el año anterior llamado Rosa Bonheur que
resultó fabuloso; esta es su web:
Ver opinión en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293734-d5655998-r673635621-Hammam_Rosa_Bonheur-Marrakech_Marrakech_Tensift_El_Haouz_Region.html
Cuando amaina la lluvia le
preguntamos a Siri por un local cercano para cenar y nos recomienda un local
llamado Okla que está a 350 metros del hotel. Cuando nos dirigíamos por la
calle trasera del hotel, siguiendo las indicaciones de Google Map, hacia allí,
Sasha y Olivier nos llaman desde la ventana de su habitación y se unen a
nosotras. Así que los cuatro nos vamos hacia el sitio que resulta ser un local
moderno y agradable, de comida europea, con buen servicio y muy barato (la cena
de los cuatro nos cuesta 150 Dh (=15€); en el hotel, el menú para una persona
vale 200Dh)
Cenamos unos burritos que,
después de tanto tajin, nos saben a gloria. Pedimos agua y llevamos escondidas
en el bolso unas botellitas con cerveza y vino que habíamos comprado
previamente (aquí lo del alcohol es un problema)
Tras la cena, y un poco de tertulia
y risas, nos vamos al hotel a descansar para mañana.
A la una de la madrugada
suena el mail en el móvil con mensaje del hamman: nos dan hora para las 18:00
(genial)
Sábado,
4 de mayo
Tras el desayuno tenemos en
el programa la visita de los jardines Majorelle. Nos recoge un chófer y no
lleva en coche hasta la puerta que queda bastante cerca del hotel.
Nada más llegar vemos un
gentío enorme: la cola para sacar entrada es larguísima y lo mismo para el
acceso.
Nosotros somos privilegiados y en unos minutos estamos dentro (solos, ya que el chófer se larga y, lo que es peor, sin darnos ningún ticket por lo que no podemos ver el museo sin pagar la entrada a él. No entramos ya que yo lo visité en otro viaje y mis acompañantes no mostraron interés; no obstante, merece la pena porque alberga los espectaculares diseños de Yves Saint-Laurent inspirados en tierras africanas. Son maravillosos.)
Nosotros somos privilegiados y en unos minutos estamos dentro (solos, ya que el chófer se larga y, lo que es peor, sin darnos ningún ticket por lo que no podemos ver el museo sin pagar la entrada a él. No entramos ya que yo lo visité en otro viaje y mis acompañantes no mostraron interés; no obstante, merece la pena porque alberga los espectaculares diseños de Yves Saint-Laurent inspirados en tierras africanas. Son maravillosos.)
Los jardines están abiertos
de 08:00 a 17:30 y el precio es de 70 Dh., la entrada a los jardines, y 30 Dh.,
el museo.
El origen de estos preciosos jardines data de 1919 cuando el pintor francés Jacques Majorelle se instala en la medina de Marrakech (en aquel tiempo protectorado francés) y cae enamorado de las luces, de los colores, de los olores, de los ruidos, de la arquitectura, de los habitantes, del zoco, de la kasbah ...
En 1922 compra una finca de palmeras
en el borde del palmeral de Marrakech donde en 1931, hace construir por el arquitecto
Paul Sinoir, su chalet estilo Art déco de una asombrosa modernidad, inspirada
en Le Corbusier y en el Palacio de la Bahía de Marrakech. Consta de su vivienda
principal en el primer piso y el gran taller del artista en el bajo para pintar
sus inmensos decorados.
Enamorado de botánica, crea
su jardín botánico en torno a su chalet, estructurado alrededor de una larga
cuenca central, con varios ambientes, establecida de una vegetación exuberante
donde anidan cientos de pájaros. Este jardín es una obra de arte viva en
movimiento, compuesto de plantas exóticas y especies raras de las que trajo de
sus viajes por todo el mundo: cactus, yucas, nenúfares, nympheas, jazmines, buganvillas,
palmeras, cocoteros, bananeros, bambús... y adornado con fuentes, cuencas,
chorros de agua, jarras en cerámica, alamedas, pérgolas...
En 1937 el artista crea un color
azul, azul de ultramar a la vez intenso y claro: el azul Majorelle, con el que
pinta las paredes de su chalet, luego todo el jardín para hacer un cuadro vivo
que abre al público en 1947.
A raíz de un accidente de
coche, Majorelle se repatría a París dónde desaparece en 1962. El jardín se
deja entonces en abandono.
En 1980 Yves Saint-Laurent y
su pareja sentimental Pierre Bergé fundan la «Association pour la Sauvegarde
et le Rayonnement du Jardin Majorelle», readquieren el chalet taller y el
jardín que hacen restaurar y desarrollar en el espíritu del autor del lugar
incrementando el número de especies vegetales del jardín de 135 a más de 300.
Conservan la parte de vivienda para su uso privado y transforman el taller en Museo
de arte islámico de Marrakech abierto al turismo o exponen su colección
personal de objetos de arte Islámico del Magreb, Oriente Medio, de África y Asia:
Joyas, armas, textiles, alfombra, revestimientos de madera, Alfarería, cerámicas
Arabescos, telas y dibujos del artista...
En el jardín se encuentra el
“Pabellón del Amor” que es una sala en la que se muestran numerosos cuadros con
dibujos realizados por el diseñador, en cada uno figura una fecha (un dibujo
por año) a cada cual más original y colorido.
Terminada la visita nos
recoge el chófer de nuevo para llevarnos a la Medina donde tenemos reservada la
comida en un restaurante tradicional, muy bonito, ubicado en una auténtica
casa-palacio marroquí, Palacio Chahramane. Bien. La comida normal y el local
precioso.
Volvemos tras la comida al hotel a descansar un poco antes de dirigirnos al hamman. Nos bajamos un rato a la piscina antes de coger un taxi a la plaza de Jamaa el Fna, donde nos recoge una chica para conducirnos hasta el hamman. Algo destacable del viaje fue que, ¡POR FIN!, dimos con el único taxista honrado de la ciudad que, aunque no puso el taxímetro (lo que es obligatorio para ellos), nos pidió el precio que era más o menos razonable: 25Dh; le dimos 30 Dh.
Hay que decir que el hamman Rosa
Bonheur se encuentra en la medina, en un lugar prácticamente inaccesible ya que
es un pequeño callejón sin nombre (o, al menos, que un extranjero pueda
encontrar) por lo que cuando se reserva (cosa que se hace por mail) se acuerda
un punto de encuentro de recogida y traslado a pie hasta el local: el Palacio
Bahía o el Café de France en la plaza; nosotros optamos por el café donde a la
hora convenida se presentó una chica con una camiseta con el nombre del hamman
que nos condujo a través de calles, callejuelas y callejones hasta el palacete
donde se ubicaba nuestro hamman.
Hay varias opciones de programas de bienestar. Nosotras escogimos el Ritual Royal Samira que es un poco caro, 95€, pero que mereció la pena con creces; consta de:
Traditional hammam (black soap scrub and ghassoul mask) –
45mn
Relaxing or tonifiant massage with jasmine, verbena or argan oil – 1h15
Anti-aging or invigorating facial care treatment – 30mn
Traditional meal
Starter, main course, dessert, mint tea
Relaxing or tonifiant massage with jasmine, verbena or argan oil – 1h15
Anti-aging or invigorating facial care treatment – 30mn
Traditional meal
Starter, main course, dessert, mint tea
No recibieron con un té con
pastas y luego un joven nos iba indicando los pasos aseguir y lo que debíamos
hacer. Genial y muy organizado. En total estuvimos 2,5 horas de tratamientos a
cual más agradable: la sauna con vapor y friegas (que fue un poco agobiante por
la tensión, pero nuestra piel quedo extremadamente suave tras la exfoliación y
los friegues), el masaje de todo el cuerpo, el tratamiento facial y una cena
típica y riquísima para rematar: Harira (¡al fin, que me encanta!), ensalada de
berenjenas, empanadillitas, pollo al limón, postre y té a la menta.
Como despedida nos obsequiaron con un frasco de aceite de argán y nos acompañaron hasta la parada de taxis. Es un local muy recomendable: limpísimo, agradable, precioso, con un servicio excelente y con productos naturales de calidad.
Como despedida nos obsequiaron con un frasco de aceite de argán y nos acompañaron hasta la parada de taxis. Es un local muy recomendable: limpísimo, agradable, precioso, con un servicio excelente y con productos naturales de calidad.
Dejo aquí otra vez el
enlace: http://hammamrosabonheur.com/en/home/,
la reserva se puede hacer por mail (responde muy rápidamente) o por teléfono.
Nosotras lo hicimos por mail y todo genial.
Cogimos un taxi, después de
discutir con el taxista (otro sinvergüenza más que trata de estafar a los
turistas como casi todos) y llegamos al hotel muy ralajadas y con ganas de
dormir.
Domingo,
5 de mayo
Al levantarnos vivimos un
pequeño percance ya que nada más abrir los ojos veo que eran las 07:45 en el
reloj de pulsera (y nos recogían a las 08:00) así que salto de la cama como
loca corriendo; en el móvil eran las 06:45 así que pienso que se ha estropeado
el móvil; Nani se levanta también como una flecha y vemos que en sus relojes
ocurre igual por lo que nos invade una gran confusión (¿era posible que ambos
relojes de pulsera marcaran la hora mal? ¿o que lo hicieran ambos móviles? Algo
no cuadraba). En un minuto me encontraba bajando las escaleras como un rayo
para coger algo del comedor y poder desayunar en el autobús, pero decido
preguntar en recepción la hora y me informan de que se ha cambiado la noche
pasada y la hora real era la del móvil, las 07:00. Uf, respiro aliviada. Lo más
gracioso fue que al momento entró al comedor un grupo de chinos corriendo y
alarmados que no entendían nada de lo que les explicaban porque no sabían qué
hora real era ni entendían que se cambiara la hora de un día a otro. Fue muy
gracioso. El caso es qu e pudimos desayunar tranquilas y esperar al chófer con
tiempo.
En principio nos vendieron
en la agencia que la excursión salía a las 08:00 y se regresaba a las 17:00
para llegar sobre las 19:30 a Marrakech, así que contábamos con unas 7 horas en
el pueblo. Pero la realidad distó mucho de esto (en la tónica que últimamente,
por desgracia, reina en Marrakech de engañar al turista)
La empresa con la que lo
contratamos estaba en la plaza y parecía seria. Pongo aquí todos sus datos para
que la evitéis porque son unos estafadores ya que engañan al viajero.
La web es: https://day-excursion-marrakech.com/
(mail: dayexcursion2@gmail.com) y el
teléfono +212661936651 y el individuo en cuestión se llama Jamal. ¡EVITAD
CONTRATAR CON ELLOS!
Además su página de Facebook
no funciona (dice que no está disponible) y
su web no permite dejar una opinión (pide datos que no aparecen en el
recibo ni en el ticket) En Tripadvisor tampoco aparecen.
Nosotros contratamos, como digo, el siguiente
programa: https://day-excursion-marrakech.com/tour/essaouira-day-trip-excursion-from-marrakech/
que pone lo siguiente en la web:
Day
Excursion to Essaouira
Price:
25 euros per person.
Single
or Group Bookings Available.
Departure
time 8.0 am
Return
time 6.0pm
Pues
bien, todo mentira: Como digo, no recogieron a la hora acordada pero en vez de
salir hacia Essaouira nos dirigimos a la plaza de Jamaa El Fna donde estuvimos
una hora y media esperando que se llenaran las furgonetas y que se organizara
todo.
Tardamos un siglo en llegar
a Essaouira donde aterrizamos a las 12:00. Al llegar el chófer nos dijo que
salíamos de vuelta a las 16:00, por lo que la gente, incluidas nosotras, se
quejó ya que no fue lo contratado ni lo pagado. A ello el imbécil respondió que
si queríamos ver bien el pueblo que nos quedáramos a dormir (¡encima
irrespetuoso y chulo!) y una pareja se quedó. No sabemos qué pasaría después.
En fin, menos mal que ya
conocíamos este pueblo porque si no, no hubiéramos podido verlo bien con tan
poco tiempo.
Essaouira, también conocida
por la antigua denominación de Mogadur,
Mogador en portugués y en
español, es una ciudad portuaria de Marruecos, situada en la costa occidental atlántica,
al norte del cabo Sim. Es grande pero lo más turístico y bonito es la ciudad
vieja que está rodeada por murallas junto al mar. La medina es una visita
ineludible, de hecho ha sido declarada patrimonio de la humanidad por la
UNESCO. Blanca y azul, invita a pasear y descubrir en el interior de las
murallas del siglo XVIII, sus espléndidas casas con puertas y ventanas labradas
de delicados detalles arquitectónico.
La medina está rodeada de murallas, con varias puertas, las más conocidas son: al norte Bab Doukkala, al este, Bab Marrakech con su bastión , junto al paseo marítimo Bab Sebaa, sobre las murallas los cañones miran al océano.
La medina está rodeada de murallas, con varias puertas, las más conocidas son: al norte Bab Doukkala, al este, Bab Marrakech con su bastión , junto al paseo marítimo Bab Sebaa, sobre las murallas los cañones miran al océano.
Frente al puerto, tenemos la
fortaleza o Skala del puerto con
dos torres defensivas, forma parte de la típica estampa de Essaouira, donde nos
hicimos unas fotos como todos los turistas que había por allí.
En la cara del mar destaca
la fortaleza de la Skala de la villa,
o de la Kasba, rodeada de muros artillados, en cuyo interior están los mejores
artesanos de la madera del país.
Esta zona de la ciudad fue
escenario del rodaje de la tercera temporada de Juego de Tronos. En el segundo episodio de la temporada, se puede
ver las murallas de la Kasbah, donde Daenery Targaryen compra esclavos.
Una de las zonas más alegres es el puerto, con barcos azules y actividades portuarias, donde hay muchos chiringuitos y restaurantes donde disfrutar de pescado a la plancha o frito en el sitio. En esta zona está la plaza de Orson Welles, en reconocimiento a este director de cine, que dio fama a la ciudad en la película Otelo. En su interior destaca la plaza de Mulay el Hassan, corazón de la villa, rodeada de cafés y terrazas donde puedes deleitarte con el ambiente al atardecer, donde se encuentra la muralla del Menzah, con su puerta , restos del antiguo palacio real, por la puerta de Bab Labhar accederemos al puerto.
Tras recorrer durante un
rato las calles más comerciales y del mercado de la medina, entre las que
destacamos la de Mohamed ben Abdala, comercial con numerosas tiendas, que
recorrimos varias veces y que termina en la Mellah, o antiguo barrio judío, en
el que ya no nos adentramos, volvimos la
plaza de Mulay el Hassan donde elegimos un restaurante con terraza en la azotea
frente al mar y con vistas excepcionales de la plaza para comer. La comida no
era nada especial aunque estaba buena, pero el lugar era muy agradable.
Tras la comida seguimos
callejeando y disfrutando de esta preciosa villa. En el interior de la medina
no hay vehículos motorizados: todo es transportado en carretas tiradas aún por
mulas. Lo que impresiona inmediatamente al visitante es la blancura de las
paredes de las casas y el azul de las ventanas y puertas, que recuerdan un poco
a las islas del Mediterráneo. Gracias a sus calles rectilíneas y sus cruces
perpendiculares, es muy fácil orientarse en la ciudad, e incluso si os perdéis
en las numerosas callejuelas, volveréis enseguida a una de las arterias
principales… ¡o a algún callejón sin salida! Cerca del mar, saliendo, llegamos a la famosa fortaleza que forma
parte de la típica estampa de Essaouira: el castillo y las gaviotas
revoloteando sobre él. Desde la torre de la Skala du port se domina la ciudad. Desde aquí hay unas vistas
fantásticas del puerto. Es otro de los lugares ideales para tomar fotos.
A las 16:00 volvimos al bus y emprendimos el regreso a Marrakech. Nos debían dejar en el hotel pero decidimos quedarnos en la plaza para disfrutar de la última noche en la ciudad.
Nos dedicamos a pasear entre
los cientos de personas que a esa hora de la tarde abarrotaban la plaza,
turistas y locales, encantadores de serpientes, vendedores de todo tipo de
cosas, puestos de comida, carruajes, pintadoras de henna, incluso había puestos
para extensiones de pestañas. El ambiente de esta plaza es mágico. Después nos
perdimos un poco por las callejas que rodean la plaza y, cerca del Palacio
Bahía, encontramos un restaurante con una terraza en la azotea encantadora, La
Table de Marrakech, con menú a partir de 60 Dh=6€, Tiene menú vegetariano
también. Nosotras tomamos jarira y ensalada de queso y mozarela; la comida no
era excepcional pero no estaba mala y la terraza era muy agradable y con buen
servicio. Tiene certificado de excelencia en Tripadvisor (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g293734-d3773712-Reviews-La_table_de_Marrakech-Marrakech_Marrakech_Tensift_El_Haouz_Region.html)
Rematamos la despedida
volviendo a la plaza y subiendo a la terraza del Café de France que es un sitio
muy agradable; tuvimos suerte y cogimos una mesita en primera fila donde
degustamos -¿cómo no!- unos tés a la menta.
Tras un rato dimos unas vueltas, las últimas de este viaje, por el zoco y buscamos un taxi para volver al hotel, que –cómo no- tuvimos que negociar. .
Tras un rato dimos unas vueltas, las últimas de este viaje, por el zoco y buscamos un taxi para volver al hotel, que –cómo no- tuvimos que negociar. .
Lunes,
6 de mayo
Hoy es nuestro último día en
la ciudad.
Como nos recogen a las 14:00
para ir al aeropuerto, nos levantamos temprano y nos vamos a visitar la zona
nueva, el barrio llamado Gueliz, que son, principalmente, las avenidas Mohamed
V y Mohamed VI, y alrededores.
Es la parte comercial y
moderna y especialmente en la Avda. Mohamed V es donde se encuentran todas las
tiendas y franquicias conocidas (Zara, H&M, McDonald´s…)
Tomamos un café en una
cafetería totalmente europea, que nos supo a gloria, y luego dedicamos la
mañana a hacer compras aunque los precios no son más baratos que en España; en
algunos casos, creo que más caros.
Sobre las 12:00 decidimos
buscar un lugar cercano para comer y le preguntamos a Siri que nos indicó un
local llamado Bistrot Le Loft, muy,
muy , muy recomendable, un restaurante francés de diseño con un servicio
atentísimo, una comida deliciosa y una relación calidad-precio excelente (https://www.restaurant-loft.com/es/)
Tomamos el menú del día que era gazpacho de pepino y yogur a la menta y
raviolis de queso y espinacas gratinados; todo delicioso.
Volvimos al hotel en taxi y
a la hora en punto nos recogió el chófer que nos llevó al aeropuerto.
Y la aventura para llegar a
la puerta de embarque no tiene desperdicio. Para acceder al edificio del
aeropuerto hay unas colas enormes porque registran el equipaje y a las personas
(¡¡solo para entrar al edificio!!) Nosotras llevábamos las tarjetas de embarque
así que nos dirigimos a la puerta de entrada y allí un guardia nos dice que nos
falta un sello en la tarjeta, No entendíamos nada; preguntamos que dónde lo conseguimos
y de mala gana nos señala a toda un a ala de la terminal. Vemos a unos turistas
rellenando una hoja con datos y preguntamos a una funcionaria que controlaba
esto que si teníamos que rellenarla nosotras para salir, y nos dice (la
imbécil) que no.
Por fin nos enteramos de que
el sello nos lo tienen que poner en las ventanillas de facturación de la
compañía, pero como hay tal desorganización, la fila para facturar es la misma
que para poner un simple sello en la tarjeta de embarque, así que tenemos que
perder muchísimo tiempo hasta que nos toca. Volvemos a la puerta de entrada
pero nos dirigimos a otro guardia que nos revisa los papeles y nos dice que
tenemos que ponernos en la cola del primero que nos dijo lo del sello. Hacemos
cola otra vez y, al llegar, este anormal nos dice que tenemos que rellenar las
tarjetas que la imbécil nos dijo que no. (y el guardia anterior ve que no la
llevamos y en vez de decirnos que la rellenemos nos hace hacer cola para que su
compañero nos lo diga (la verdad, creo sinceramente que están cansados de
trabajar y se vengan haciendo putadas y riéndose de los turistas) Volvemos a la
cola para coger la tarjeta, la rellenamos y de vuelta al guardia primero que,
por fin, nos da vía libre. Después paso por registro de equipaje (por cierto,
pasamos un montón de botes con cremas y líquidos, e incluso una botella de agua
llena en mi mochila, y no la detectaron!!!!!), luego control de pasaporte y
otro control para acceder a las puertas de embarque, Total tres horas de mareo
llevando las tarjetas y habiendo hecho checking online.
Desde luego, si quieren
espantar al turismo, lo van a conseguir; se están haciendo expertos entre
guardia, taxistas, funcionarios, camareros…
En resumen, es una pena lo
que está pasando con una ciudad maravillosa como Marrakech por culpa del
turismo. Yo, que la he visitado en bastantes ocasiones, he visto cómo se ha ido
deteriorando poco a poco. La última visita me dejó horrorizada y esta me lo ha
terminado de confirmar: el turismo está destruyendo la ciudad, su esencia y a
su gente. Los taxistas tratan siempre de engañar a los turistas, por la calle
te persiguen para que entres a los restaurantes, las agencias engañan a los
viajeros y no cumplen los programas, y en el aeropuerto, los funcionarios se
ríen descaradamente de nosotros y nos dan mal la información y nos confunden para
ver cómo vamos despistados de un lado a otro a apropósito. Me ha molestado
mucho el trato recibido,
Por ahora, creo que no
volveré a esta ciudad a la que amo. Me ha disgustado mucho ver su deterioro por
culpa del turismo y el mal trato que se le da al visitante.
En
fin, el avión salió con bastante retraso pero, milagrosamente, llegó a su hora.
El viaje de vuelta no tuvo
contratiempos ni la salida de Madrid tampoco. Cenamos unos sándwiches en una
gasolinera que estaba abierta y sobre la 01:00 de la madrugada llegábamos a
casa.