Escapada a Bogarra (Albacete)

Este fin de semana, ya, por fin, desperimetrados, hemos salido a respirar un poco a una localidad cercana a Albacete, Bogarra, situado en el corazón de la Sierra del Segura,dominada por la imponente mole rocosa del Padrastro. 

Su origen es íbero, y aquí se han encontrado restos arqueológicos  del siglo IV a.C. “la Esfinge de Haches” (con cuerpo de felino, alas de ave y rostro de mujer), de la que se puede ver una réplica en la plaza de “El Cabezuelo”, encontrándose la original expuesta en el Mueso Arqueológico Provincial de Albacete.


Hoy día se trata de un pequeño pueblecillo que no tiene nada especial salvo un bonito enclave en plena sierra y junto al río Madera. La orografía del terreno hace que el pueblo esté colgado en la falda de un monte por lo que sus calles son estrechas y bastante empinadas.

Viernes, 26 de febrero

El trayecto hasta Bogarra ha sido rápido ya que no había prácticamente nadie por la carretera; además se nos ha hecho un poco tarde lo que también  ha contribuido a ello.

Nos hemos alojado en un hotel encantador en plena sierra, Val de Pinares, de 3* (ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g1435646-d1458046-r784953898-Hospedium_Hotel_Val_de_Pinares-Bogarra_Province_of_Albacete_Castile_La_Mancha.html )

en una aldea llamada Aldea la Dehesa de Val, a pocos kilómetros.

El acceso está bien, pero por la noche la subida, una vez que se deja la carretera, es un poco complicada por la escasa visibilidad. No obstante llegamos sin problemas.

Al llegar nos han atendido muy bien y rápidamente nos instalábamos en nuestra habitación. Las medidas de seguridad por el coronavirus son patentes: gel por todas partes, mascarillas, distancias de seguridad, rutas de subida y bajada a las habitaciones por escaleras diferentes…

Una vez instalados, cenamos en el restaurante en el que nos asignaron una mesita junto a la terraza que nos dijeron que era la nuestra para todas las comidas que realizáramos durante la estancia. La cena estuvo bien y los camareros muy atentos. El único problema es que no había vino en copa decente y había que pedir botella.

Sábado, 27 de febrero

Amanece el día con una niebla importante que hace que el paisaje adquiera un especial tono romántico, pero que supone un problema si queremos conducir por estas carreteras y, por otro lado, nuestros amigos deben llegar hasta aquí y la niebla puede retrasar todos nuestros planes.

No obstante, la niebla levantó pronto y dio paso a un día espectacularmente soleado y con una temperatura estupenda.

Quedamos en el pueblo sin saber que hoy sábado es día de mercadillo por lo que resultó bastante difícil aparcar. Tomamos un cafelito en una terraza y comenzamos la bajada hacia el río para visitar lo más emblemático y famoso del lugar: la ruta de las esculturas. Se trata de una ruta de 6,5 km de ida y vuelta en total, de dificultad baja que une el casco urbano del pueblo con el paraje del Batán, donde se pueden visitar las cascadas y comer unos huevos con patatas (especialidad de la casa) en el famoso merendero El Batanero, a lo largo del sendero de la Hoz del río Madera o Bogarra. Jalonando este recorrido  se pueden contemplar más de 50 piezas que son el fruto anual de las Jornadas de Escultura en el Paisaje, por lo que cada año aumenta el número de trabajos.

Iniciamos el recorrido en el puente de Los Carrizales sobre el río. No hay pérdida ya que está bien  señalizado desde la Plaza del Cabezuelo. La salida y el regreso, además, coinciden con el paseo por algunos de los rincones mejor conservados del casco viejo.

Nos encontramos con que la senda se encontraba cortada debido al desbordamiento del río; no obstante, nos aventuramos por ella aunque, tras un rato, tuvimos que dar la vuelta ya que el camino desapareció bajo el agua. Volvimos a subir al pueblo y bajar de nuevo por otra calle para aceder a la ruta desde un punto posterior al cerrado. 


El paseo resultó muy agradable ya que, además, el tiempo acompañó pues el día era totalmente primaveral.

Nosotros no llegamos hasta el  Batán sino que hicimos una ruta circular ya que se había hecho un poco tarde y teníamos reserva para comer en la terraza del hotel.

Cogimos los coches y emprendimos el camino montaña arriba hasta Val de Pinares donde teníamos una mesita en la terraza, de los más agradables, con vistas fabulosas a la sierra.

Tras la comida y el café y la tertulia procedente, decidimos caminar un poco más por la sierra y nos dirigimos a una senda que subía justo por detrás del hotel (por la parte de la piscina). Desde este punto, una pista muy cómoda se adentra en la montaña y asciende suavemente hasta llegar a un mirador de madera desde el que se tienen unas vistas espectaculares de toda la sierra con el hotelito al fondo. Es un paseo muy agradable que no requiere mucho esfuerzo.

El día terminó volviendo al hotel y viendo atardecer desde la terraza tomando unos piscolabis y despidiendo a nuestros amigos que volvieron a su localidad al caer la noche no sin el compromiso de repetir la experiencia próximamente.

Cenamos en el restaurante del hotel y nos retiramos a leer un rato.

Domingo, 28 de febrero

Tras el desayuno emprendemos el viaje de vuelta haciendo algunas paradas para fotografiar los campos de almendros que están en plena floración y son un espectáculo increíble.

La Sierra del Segura se configura como un atractivo lugar donde ver el espectáculo de la floración del almendro, con sus frutos blancos y a veces rosados que me parecen aún más bonitos. De unos lugares a otros puede variar la floración de 15-20 días y hemos tenido la suerte de poder contemplarla en todo su esplendor.  Ha sido imposible resistirnos a parar para tomar fotografías.

Un perfecto broche final para esta breve escapada.




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