JORDANIA, Jerusalen y Damasco (Verano, 2008)

Este verano he viajado a un país al que hace tiempo tenía ganas de ir, Jodania, visitando además Jerusalem (Israel) y Damasco (Siria) . Sin duda, lo más emblemático y conocido de Jordania es Petra; y debo decir que sólo por pisar sus caminos merece la pena este viaje. Aquí os dejo un relato (algo largo, quizás) del mismo; espero que no os aburra y os anime a visitar el país.
¿Quién me iba a decir, cuando nos dieron las vacaciones de verano, que este mes iba a cumplir uno de mis sueños: conocer Petra? El verano comenzó sin muchas perspectivas de viajes; más tarde nos animamos y miramos algunas opciones en Sudamérica, pero ninguna nos convenció. Cuando casi habíamos desistido de movernos encontré en internet una oferta superbarata para ir a Jordania: un circuito “Petra mágica”. En cinco minutos lo teníamos decidido y reservado.
Aquí incluyo el album de fotos. Pincha en el album para abrirlo. Luego pincha en cada foto para ampliarla.
Ha sido absolutamente improvisado y todo un acierto: uno de los mejores viajes que hemos hecho tanto por lo que hemos visitado como por el grupo de gente con el que hemos compartido estos días.
Todos han sido unos compañeros de viaje estupendos. Realmente hemos formado un grupete muy majo, lo que ha hecho que este viaje sea incluso más especial.

Jordania es un país que debe su interés turístico principalmente a la ciudad nabatea de Petra (Patrimonio de la Humanidad desde el 6 de diciembre del 1985) No obstante, hay otros puntos de interés, que hemos podido visitar, a lo largo de su territorio.

El viaje comenzó el día 27 de julio y volamos directamente a Ammán, capital de Jordania, sin ningún contratiempo (salvo que el llegar al aeropuerto estaban los guías de todas las mayoristas esperando a sus grupos, excepto el nuestro que llegó tarde).
Nos repartieron, como es costumbre, por los hoteles respectivos según la opción de viaje elegida. La nuestra era la más barata: hoteles de tres estrellas; no obstante, estamos muy contentos porque los hoteles estaban bien (el de Petra, Petra Palace, especialmente bien) El hotel de Ammán se llama hotel Toledo (ver mi crítica en Tripadvisor:http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293986-d579597-r18957500-Toledo_Amman_Hotel-Amman.html) Nos dieron una habitación en la 6ª planta que daba a una plaza con una mezquita (las vistas muy chulas, pero el ruido de la carretera no nos dejó dormir) Nos instalamos y salimos rápidamente para recorrer la Down town (ciudad baja o, lo que es lo mismo, la ciudad antigua) en la que hay que destacar los restos romanos y la ciudadela. El teatro romano está muy bien conservado (y restaurado) y en él todavía se llevan a cabo representaciones.

Ammán es conocida en la historia como Rabbath-Ammón, pero tras ser conquistada por Alejandro Magno en el 332 a. C. fue totalmente reconstruida por su sucesor Ptolomeo Filadelfo quien la bautizó con el nombre de Filadelfia (“la ciudad del amor fraternal”). La moderna Ammán fue fundada por el rey Abdullah, durante la I Guerra Mundial, convirtiéndola en la capital del reino hachemita de Jordania en 1950.

La zona centro (down town) se asienta en un valle rodeado de seis colinas; no nos podemos perder la animadísima vida callejera de este barrio, por el que deambulamos durante horas, entre las voces de los vendedores, el tráfico, los olores y colores de los puestos y la música árabe que sale de ellos. Como ya he dicho anteriormente, las numerosas ruinas romanas de la zona son testigo de la larga historia de la ciudad. Lo más importante es el Teatro romano, construido entre el 169 y 177 d. C., el Odeón (cuya función exacta se desconoce) y los restos del foro. También merece la pena el Ninfeo, restos de una monumental fuente pública dedicada a las ninfas acuáticas que ahora está siendo restaurada y que se encuentra detrás de la mequita de Husseín; además son curiosas la propia mezquita y, sobre la colina, la ciudadela en la que se pueden ver vestigios de construcciones romanas, bizantinas e islámicas; los restos más interesantes de ésta son, sin duda, los del palacio omeya de su interior (720 d.C.)

Durante la cena, de vuelta en el hotel, tuvimos el placer de conocer a algunos de nuestros compañeros de viaje con los que pudimos intercambiar las primeras impresiones sobre la ciudad.

El día siguiente emprendimos el viaje hacia Petra, donde pasaríamos dos días. Durante el trayecto realizamos algunas paradas en lugares interesantes como Madaba para visitar al iglesia ortodoxa de San Jorge en cuyo interior se encuentra un mapa de mosaico de una iglesia bizantina del siglo VI (el mapa más antiguo que se conoce del mundo bíblico); posteriormente subimos al monte Nebo (espectacular mirador sobre el valle del Jordán y el mar Muerto) desde el que, según la tradición, divisó Moises la Tierra Prometida.

En el plan de viaje se incluía la visita del castillo cruzado de Kerak, pero la sustituímos por “La pequeña Petra” (un aperitivo de lo que podríamos admirar al día siguiente).

Llegamos a Petra antes de atardecer, a tiempo aún de darnos un baño en la piscina del encantador hotel Petra Palace en el que estábamos hospedados, cenar y hasta dar un paseo con los amigos por los alrededores (ver mi crítica en tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g318895-d308994-r18958800-Petra_Palace_Hotel-Petra_Wadi_Musa.html) El hotel está muy bien situado ya que se encuentra a 300 metros de la entrada de la antigua ciudad de Petra, hacia la que salimos a primera hora de la mañana siguiente. En unos minutos a pie nos encontrábamos en la entrada del desfiladero (Siq) que discurre a lo largo de 2 kms., estrechándose a cada paso hasta desembocar en el Tesoro (el Khanzeh), el monumento más conocido y fotografiado de Petra. Adentrarse en este cañón constituye una experiencia única.

Llaman la atención a lo largo del recorrido los tonos naturales de la piedra que pasan por el azul, verde, rojo o amarillo pero en el que destaca el rosado de las fachadas. Es precioso ver el cambio de tonalidades de la roca según va atardeciendo; al ponerse el sol es cuando mejor se ve el verdadero color rosa de la piedra (que al llegar nos pareció dorado). Os recomiendo que os quedéis en la entrada hasta que cierren, saboreando un té a la menta frente al Tesoro. Nosotros lo hicimos así y os aseguro que la visión de la fachada a la luz del atardecer y el ambiente de paz y de bullicio a la vez que reina en la plaza en la que se reúnen los camelleros y sus familia para volver a sus casas (los únicos turistas éramos nosotros), es una experiencia difícil de olvidar.

Petra, el mayor tesoro del país, es una ciudad excavada completamente en la roca hace más de 2000 años por los nabateos (pueblo nómada de origen árabe) cuyo máximo momento de esplendor fue entre fines del I a.C. y el 106 d.C. Abandonada tras ser conquistada por los romanos fue descubierta por el suizo Johann Ludwing Burckhardt en 1812.

El primer monumento y la puerta de acceso a Petra es el Tesoro; sobre si fue utilizado como templo o es una tumba es aún hoy un tema de discusión, aunque los estudiosos se inclinan por lo segundo y hoy se cree que es una suntuosa tumba real. El día transcurrió recorriendo cada uno de los senderos que serpentean entre tumbas, cuevas, ruinas romanas, templos, hasta llegar, por el Cardo Maximus, al Santo Santuarium de Qasr el-Bint, desde donde comienza el ascenso al Monasterio. Pese a lo impresionantes de la visita y del lugar, no voy a comentar mucho sobre Petra ya que se puede encontrar toda la información sobre ella en internet. Sí quiero recomendar que se debe dedicar, como mínimo, una jornada completa a la visita y realizarla hasta el final. Es decir, no debéis dejar de subir al Monasterio (tras ascender por una escalera de más de 800 escalones) Hay muchos burros que os pueden subir hasta arriba (por 2 ó 3 dinares =2 ó 3 euros). Nosotros subimos así y es muy cómodo, aunque se pasa algo de miedo a lomos del borriquillo subiendo por la escalera. No obstante, es todo un espectáculo la vista desde arriba y un placer tomar un té sentado o tumbado en la tienda beduina frente al monumento (fachada espectacular, que recuerda a la del tesoro, del único monumento de Petra que jamás fue restaurado). Las tumbas reales, los restos romanos o el castillo de la hija del faraón (enorme templo nabateo de planta cuadrada) son otros puntos ineludibles de la visita.

De vuelta en el hotel, nos esperaba un reconfortante baño en la piscina y una agradabilísima cena con los compañeros, ya amigos, en el jardín, un exquisito bufet al borde de la otra piscina (el hotel tenía dos)

El viaje continuó con una excursión, el día siguiente, en jeep por el desierto Wadi Rum; los coches eran un poco antiguos y descubiertos por detrás aunque con un toldete hecho de tela para protegernos del fuerte sol. En cada uno íbamos 6 personas y, la verdad, fue también una experiencia muy divertida. En este desierto se rodaron algunas imágenes de la película “Lawrence de Arabia” y se caracteriza por combinar las dunas de arena rojiza con los montículos de roca (de hecho su nombre Wadi Rum significa “valle de las pequeñas montañas”). Interesante ( aunque, personalmente, prefiero el desierto de dunas inmensas de harina finísima y dorada de Marruecos o Túnez). En el desierto realizamos una parada en una tienda beduina en la que pudimos saborear un té especial de la zona que era té verde al que añadían determinadas especias y plantas, y que tenía un sabor extraño.

Comimos en un restaurante allí mismo y continuamos viaje hasta el Mar Muerto (392 metros bajo el nivel del mar y que, junto con el valle del Jordán, es el punto más bajo de la tierra) que realmente es un lago al que surte de agua el río Jordán. Ahora está en proceso de desecación y el gobierno acaba de aprobar un programa de construcción de canales artificiales para evitar su desaparición. Lo que más llama la atención es el calor intensísimo y húmedo, que hace casi irrespirable el aire; da la impresión de estar en un invernadero. La experiencia de bañarse en sus calientes aguas merece la pena. Todos nos hicimos la típica foto de leer el periódico flotando en ellas. La proporción de sal de este lago, llamado mar, es del 30% por lo que es imposible ahogarse en él. Hay que tener mucho cuidado con los ojos y con cualquier herida o rasguño que se tenga, ya que el agua tan salada hace que escueza mucho cuando entran en contacto con esas partes. Una recomendación: no se os ocurra afeitaros si vais a bañaros en el mar Muerto a no ser que queráis “ver las estrellas”. Finalmente, debo decir que ver atardecer en sus aguas es algo muy bello. Nosotros hicimos unas fotos preciosas.

Los dos días siguientes, en Ammán, eran de libre disposición y nosotros decidimos aprovecharlos, ya que estábamos en la zona, para visitar Damasco (Siria) y Jerusalém (Israel) Respecto a estas visitas debo comentar un asunto que quizá interese a los viajeros; me refiero a la posibilidad de entrar y salir de esos países libremente (visados). Hubo comentarios acerca de que una vez visitado uno no se podía entrar en el otro, aunque realmente nadie tenía muy claro ese asunto. Yo, ahora os lo puedo confirmar: No hay problema para entrar a Israel desde Jordania o Siria (me refiero con el visado en el pasaporte de esos países); pero si se ha visitado Israel (estado no reconocido por algunos países) y vuestro visado lleva el sello de haber estado en él, no os permitirán la entrada a Siria, por ejemplo, con ese mismo pasaporte (creo que hay además otros países árabes a los que tampoco se puede entrar, pero no estoy segura de cuáles son). Esto hay que tenerlo en cuenta si se quiere visitar la zona. Nosotros fuimos primero a Siria y después a Israel y no tuvimos problema; al revés no podríamos haberlo hecho.

Respecto al viaje a Damasco, mereció mucho la pena. Es una ciudad preciosa, pero se ve más occidental (esa fue mi impresión) El único problema que vi fue el tiempo que se pierde en la frontera (dos horas de reloj a la ida y dos a la vuelta); aunque esto debe de ser normal por la zona, ya que cuando fuimos a Israel estuvimos las mismas dos horas para entrar (a la vuelta, para entrar en Jordania, fueron tres horas) Obviamente, esto es un inconveniente en una excursión de un día ya que se pierde mucho tiempo.


El viaje estuvo genial. Para empezar sólo íbamos 6 personas (tres parejas) en una furgoneta, con el guía y el conductor (como en familia); además había muy buena relación entre todos por lo que fue una experiencia muy agradable.

Damasco es conocida como Dimashq Ash Sham, “la ciudad del hijo de Moises”. Se trata de la ciudad más antigua del mundo ocupada de forma continua. Las primeras menciones escritas de esta ciudad datan del 2.500 a.C. y se hallaron en los yacimientos de Mari y Ebla. Fue habitada por asirios, persas, conquistada por Carlo Magno, incorporada al Imperio romano y más tarde (635 d.C.) ocupada por los árabes que la convirtieron en sede del califato Omeya. Posteriormente cayó en manos de los turcos. Es una ciudad preciosa que alberga un rico legado histórico fruto del mestizaje de siglos. El poeta árabe Ibn Jubair dijo de ella: “Si el paraíso está en la tierra, no hay duda de que es Damasco; mas, si está en el cielo, Damasco es el lugar que rivaliza con él y con él se equipara”. La mayor parte de los atractivos de este lugar se encuentran en la ciudad vieja, rodeada de murallas. Visitamos muchos lugares entre los que destacaría especialmente la Mezquita de los Omeyas; también son interesantes el palacio Azem, el zoco Al-Mamidieh y el mausoleo de Saladino.

La mezquita es excepcional. Nos llamó la atención que, además de ser un lugar de culto, también sirve de punto de encuentro, de reunión de amigos y familiares que charlan y se relajan en pequeños grupos, tumbados sobre la alfombra que cubre el suelo. El patio es espectacular y sorprende la decoración de mosaicos y un pequeño edificio octogonal sobre columnas y ricamente decorado que fue, en tiempos, la tesorería de la comunidad musulmana. La mezquita resulta muy curiosa con su planta de basílica. Es una mezquita muy particular. En su interior se encuentra un mausoleo con cristales verdes que guarda la cabeza de Juan, El Bautista. La historia de la mezquita es reflejo de las convulsiones que ha sufrido la ciudad: fue templo romano (Júpiter), iglesia cristiana, y finalmente templo musulmán. El conjunto es una joya, verdaderamente espectacular.

El Palacio Azem es un hermoso ejemplo de la arquitectura otomana del siglo XVIII. Fue la residencia privada del gobernador de Damasco. En la actualidad es un Museo de las artes y tradiciones populares y exhibe, en sus habitaciones, representaciones de escenas de la vida cotidiana.

En el zoco nos tomamos un helado de pistacho (exquisito) en la heladería más antigua de la ciudad y nos bebimos un riquísimo zumo de tamarindo (ofrecido por un “zumero”=similar a los aguadores, pero que sirven zumos naturales frescos)

La primera impresión de Siria ha sido estupenda. Es un país al que tenemos que volver con calma y recorrerlo por libre (Alepo, Palmira, Crac de los caballeros, Bosra...)

Al día siguiente fuimos a Jerusalem, donde llegamos a media mañana tras salvar todos los obstáculos del paso de fronteras. Lo que llama la atención al llegar son las extremas medidas de seguridad, vigilancia y control (incluso en el peaje de la autopista hay jóvenes con metralletas; no digamos, en la frontera). No obstante, una vez en la ciudad, me sentí verdaderamente bien y, en ningún caso, insegura. Me pareció una ciudad muy tranquila. Mi primera impresión (tal vez equivocada por desconocimiento) es que el problema es más con sus vecinos que la propia convivencia dentro de la ciudad. La gente se veía relajada y alegre. Una muestra era nuestro guía, un señor encantador, simpático, bromista, eficiente, activo y afable. Nos llevó, como dice un amigo, “volando” por toda la ciudad, pero gracias a él creo que vimos todo lo importante. El único problema fue que el grupo era excesivamente grande para un sólo guía (incluso así nos condujo con destreza y no perdimos a nadie) ya que íbamos un autobús y un microbús. La visita comenzó por el Huerto de Getsemaní, con sus olivos y la iglesia levantada en él. Continuamos hacia el Monte de los Olivos desde donde disfrutamos de una panorámica excepcional de toda la ciudad. A continuación bajamos hasta el templo de David (lo que queda de él) y pudimos acceder al Muro de las Lamentaciones. Me sorprendió que era más pequeño de los que pensaba y además hombres y mujeres rezan en espacios separados. Como manda la tradición dejé un papelito doblado en el muro con un ruego. De ahí fuimos paseando y atravesando el barrio árabe hasta la Vía Dolorosa, que me defraudó un poco debido a que estaba repleta de puestos, formando parte del zoco (la verdad es que me la imaginaba vacía y silenciosa y me sorprendió el ambiente festivo que se extendía a lo largo de ella) A continuación visitamos el santo sepulcro (que también impresiona) y la roca donde se inataló la cruz, para llegar después al restaurante donde comimos (bastante regular). Tras la comida hubo un ratito (minutos, ya que íbamos disparados) para hacer compras antes de dirigirnos al cenáculo (que no es donde se celebró la última cena sino un templo para conmemorarla) y a visitar la tumba del rey David. De vuelta al autobús vimos los restos que quedan de su verdadero templo (un trozo de muro y de columna) en una especie de pasadizo. Debo decir que, aunque no se sea creyente, impresiona estar en estos lugares que han sido tan importantes para tanta gente y que son la base de una cultura religiosa que ha tenido tanta fuerza.

Ya desde el autobús, al abandonar Jerusalem, pudimos ver parte del muro, el llamado “muro del Apartheid”, construido según los israelíes para impedir que militantes palestinos entren y atenten en Israel; y según los palestinos, para crear un bloqueo brutal, provocando la hambruna de los palestinos árabes que viven en Cisjordania y obligarlos a abandonar sus tierras, en un proyecto último de ocupar (robar) territorios y de judaizar Palestina. De cualquier forma, en mi opinión, no deja de ser “otro muro de la vergüenza” y su contemplación me produjo mucha pena. Pese a este sabor amargo que me dejó la ciudad, mereció la pena la visita y, dejando de lado la política, Jerusalem es un lugar que debe ser visitado más despacio, una ciudad muy bella, que emana fuerza (la de todas las culturas que se dan cita en ella) y que brilla con luz propia. Me encantó.

De vuelta en Amman nos esperaba una sorpresa: nos invitó nuestro guía, Sufian, a cenar en un lugar con nombre muy español, Don Quijote (Tawaheen Al Hawa), pero de ambiente muy árabe. Un lugar típico y muy acogedor en el que se come muy bien. Os lo recomiendo. Platos tradicionales y ricos. Aquí os dejo su dirección: Wasfi al-Tal Rd, Jubilee Gardens. Tlfno: (06) 5349986 / 5346060 / 5346363. Fue una velada encantadora y un fin de fiesta genial.

Al día siguiente nos dirigimos temprano hacia el norte, para visitar la ciudad romana de Jerash (conocida como Gerasa en tiempos romanos, y a la que llaman “la Pompeya del este”) que me sorprendió muy gratamente. Está bastante bien conservada y las tareas de restauración y excavaciones continúan hoy día. Sorprende en la entrada el Arco de Adriano que se mantiene en pie y la muy hermosa y elegante plaza oval rodeada de columnas jónicas. También son visita obligada el teatro (con una acústica sorprendente; construido entre el 99-92 d.C. y con cabida para 3.000 espectadores), el Templo de Zeus, la calle de las columnas (de 800 metros de longitud), el Ninfeo (enorme fuente pública) y el Templo de Artemisa en tres alturas (quizá el edificio más importante de la ciudad) que en su planta superior cuenta con enormes columnas corintias de excepcional construcción (la base es redondeada en vez de plana así el empuje del viento las hace balancearse pero sin crear tensión, por lo que se han mantenido en pie hasta hoy día) Impresiona mirarlas desde abajo. Debió ser un templo imponente. No en vano esta diosa fue la patrona de Gerasa.

Terminada la visita nos dirigimos al castillo de Ajlun, construido en 1185 y reconstruido en el siglo XIII por los mamelucos después de haber sido destruido por los mongoles. Está bien, aunque no es nada excepcional.

El día continuó con una agradable comida en un restaurante típico y una visita panorámica a la ciudad de Ammán. Casi todo el grupo nos quedamos en la parte nueva y pasamos la tarde juntos paseando por la calle peatonal de tiendas modernas (Wakalat street) y tomando café en la terraza del popular Starbucks. Concluimos la velada cenando en un lugar que Dani e Iliana habían descubierto el día anterior: Books@Cafe (Dirección: Jabal Amman, near 1st Circle (perpendicular a Rainbow Street, según creo, el barrio gay de Ammán) Tlfno: 962 6 4650 457) que tenía un ambiente genial, moderno y desenfadado. Nos acoplamos todos en una mesa en la terraza desde la que había unas vistas impresionantes de la ciudad at night. Es un sitio encantador y lo recomiendo encarecidamente. Además se cena por poco dinero (pizzas, sandwiches…). También hay conexión a internet (¡¡pero me parece absurdo estar en ese sitio tan especial y engancharse al ordenador!!) Es para disfrutar del ambiente y de la compañía.

Sirven también un estupendo “limón con menta” (tiene un nombre en árabe, pero no lo sé). No he comentado nada de esta excepcional bebida que es muy típica y consumida en Ammán y de un sabor estupendo, especialmente para los abstemios, como yo. Se trata de zumo de limón muy dulce con menta fresca (en unos sitios lo sirven con menta en hojas; y en otros, con la menta picada); de cualquier modo es exquisito y no debéis dejar de probarlo. Nosotros lo vamos a hacer aquí porque nos encantó. Esa agradable velada que pasamos todos juntos charlando y riéndonos sirvió de despedida ya que, desgraciadamente nuestro viaje terminó al día siguiente. Pasamos la mañana paseando por la ciudad vieja, impregnándonos de sus aromas, sus colores y sus sonidos para llevarnos frescos los recuerdos de ella. Nos tomamos un último limón con menta y a la una nos recogieron para llevarnos al aeropuerto del que salimos con dos horas de retraso. El viaje de vuelta fue algo pesado, pero llevábamos en nuestra mente los recuerdos de los maravillosos días vividos en Jordania y de las personas que allí habíamos conocido.

No puedo terminar sin citar varias cosas que me han llamado la atención en este país: En primer lugar, no hay perros (salvo los pastores de ganado). En segundo lugar, siempre hace mucho viento, tanto que los árboles suelen estar inclinados por cualquier zona. Y, en tercer lugar, no hace tanto calor como se dice (¡puedo asegurar que en Albacete hace mucho más!)

Espero que este relato no se haya hecho demasiado pesado, y que quien lo lea se anime a visitar Jordania. Ya dije al principio que sólo por pisar Petra merece la pena el viaje.

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ZARAGOZA (Agosto, 2008) La Expo, Veruela y el Moncayo

Tratando de evitar el calor que hace en Albacete este verano, hemos hecho una escapadita a Zaragoza para visitar la Expo que, aunque nos ha sorprendido pues la esperábamos mucho peor, no es tan bonita como al de Sevilla; si bien consideramos que tanto una como otra suponen un gastazo absurdo para un país. Pero a pesar de nuestras reticencias nos encaminamos hacia allá el día 10 de agosto.
El viaje ha sido rápido y a la hora de la merienda estábamos entrando en Vera del Moncayo, un pequeño y tranquilo pueblecillo en el que se encuentra el famoso monasterio de Veruela(donde estuvieron una temporada los hermanos Bécquer y donde el escritor compuso algunas de sus leyendas).
No obstante, cuando llegamos una multitud abandonaba la zona y es que eran las fiestas y había encierro de vaquillas en la plaza (por desgracia, nuestro alojamiento era una casa rural encantadora pero situada en la misma placita en la que han tenido lugar todos los actos y espectáculos, incluida la verbena nocturna)
No me gusta llegar a un pueblo en verano y que sean las fiestas porque prefiero la tranquilidad aunque, una vez aquí, no estuvo tan mal.
Nos hemos hospedado en una casa rural llamada Villa de Vera (la crítica, como siempre, en Tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187448-d1389857-r25763353-Villa_de_Vera-Zaragoza_Aragon.html#CHECK_RATES_CONT
La casita tenía dos habitaciones en la tercera planta, que era en la que estábamos nosotros; una era la nuestra y la otra de una pareja de moteros alemanes. Ya que había vaquillas, nos instalamos en la habitación y salimos los cuatro a una terraza que daba a la plaza a ver los bichos corretear por allí; a duras penas pudimos intercambiar algunas palabras con nuestros vecinos de habitación ya que ellos no hablaban ni español ni inglés y nosotros no hablábamos alemán..
Después, cuando se despejó la plaza, nos fuimos a buscar una tienda para comprar víveres para el desayuno y algo para picotear en las cenas. Nuestra habitación daba a una terraza enorme con mesa y sillones desde la que había una vista impresionante de la sierra. Desayunar y cenar al fresco (demasiado fresco para mi gusto) sentados en ella ha sido un verdadero placer. Hecha la compra, dimos un paseíto hasta el monasterio de Veruela al que se llega desde el pueblo a través de una alameda muy coquetona (1 km. más o menos); picamos algo en una terraza-jardín que encontramos y nos acostamos pronto ya que estábamos cansados del viaje.
A la mañana siguiente nos encaminamos al monasterio pero sólo pudimos coger hora para la visita por la tarde así que, cambiamos los planes y nos fuimos a Tarazona de Aragón, una ciudad mozárabe muy interesante por la que callejeamos hasta la hora de comer (muy curiosa la plaza de toros octogonal) Comimos un menú de día en un local que nos recomendaron los lugareños y que resulto muy bueno y barato.
Por la tarde volvimos a Vera para la visita guiada del monasterio fundado en 1145 y perteneciente en su origen a la orden del Císter. Tras muchas tutelas fue declarado Monumento Nacional en 1919 y desde 1976 es propiedad en usufructo de la Diputación de Zaragoza. El monasterio es precioso y ofrece un conjunto muy armónico.
Como nos quedaba un poco de luz nos acercamos a ver un pueblecillo que había cerca llamado Trasmoz.
Al día siguiente lo dedicamos completo a patear la Expo. Al llegar, nos colocamos en una de las mil colas que había para sacar las entradas y casi nos da un “yuyu” del calor que pasamos disueltos entre una enorme multitud de gente apretujada. Una vez franqueada la entrada nos tomamos un café bien cargado y comenzamos la ruta por los diferentes pabellones. No nos apetecía guardar más colas así que íbamos visitando aquellos en los que no había que esperar para entrar y, con esta técnica, la verdad es que vimos muchísimos.
Comimos en el restaurante argentino que nos costó una pasta pero en el que nos sirvieron el solomillo más tierno y delicioso que hemos probado nunca. Fuimos a este restaurante porque lo vimos recomendado en el suplemento de El País la semana anterior. Por suerte llegamos a la hora justa y sólo esperamos unos minutos; cuando salimos la cola para entrar era kilométrica.
Por la tarde vimos el desfile que era muy original y moderno, un poco con aire surrealista, pero curioso por los seres que desfilaban, sus atavíos y los artilugios que presentaban o los extraños mecanismos en los que iban subidos. Después oímos un concierto comiendo un helado y fuimos rápidamente a coger sitio en primera fila para ver el espectáculo nocturno en el río (el del famoso iceberg) al que nosotros denominamos “el espectáculo de los pingüinos suicidas”. Pasamos un frío espantoso y el espectáculo no nos gustó nada. El principio era deprimente: una fila de pingüinos se tiraban desde lo alto del iceberg al agua contra la que chocaban produciendo un sonido sordo y desagradable, y más tarde sus cuerpecitos salían a la superficie flotando y parecían cadáveres de pingüinos que se dejaban arrastrar río abajo. Un espanto (los bichos eran de plástico, obviamente). Mientras los animalillos se perdían entre las aguas, el iceberg comenzó a abrirse (eso fue lo único chulo, junto con el bocadillo de jamón que nos zampamos allí sentados) y apareció una horrible cabeza gigante con unos ojos descomunales que giraban en sentidos diferentes y que daban más miedo que otra cosa (era digno de ver la cara de susto de algunos niños y la de pasmo de sus papás). El resto, un montaje temático de luz, imagen y sonido sobre el agua, pretendía concienciar al auditorio sobre la necesidad de ahorrar pero lo hacía con imágenes y música tan desagradables que producía una extraña sensación de angustia y, por ello, rechazo. Demasiado moderno para mi gusto. Rara la música, la iluminación, el sonido y mal elegida la puesta en escena que podía haber sido mucho más atractiva. (me recordó la campaña de tráfico en la que se pretendía concienciar a la gente mostrando dantescas y sangrientas escenas de horribles accidentes)
En fin, congelados y casi de mal humor volvimos hacia nuestro confortable refugio.
El penúltimo día lo dedicamos a la naturaleza visitando el parque de la Dehesa del Moncayo y haciendo unas rutitas por éste. Después de comer, dimos una vuelta en coche por los alrededores para conocer el entorno y los pueblecitos de alrededor (Añón, Alcalá, Litago...)
El día 14 por la mañana temprano tomamos nuestro último desayuno (magdalenas y batidos de chocolate) en esa maravillosa terraza con vistas y emprendimos la vuelta a Albacete. El cruce de Madrid fue algo complicado pero a las 21:00 estábamos cenando en otra terracita: la de nuestra casa, en Albacete (aunque con mucho más calor, todo hay que decirlo).

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