Toulouse, Carcassonne y Albi (Marzo, 2019)



Viernes, 1 de marzo

Este año el viaje de las chicas de la Semana Blanca nos lleva a tres ciudades francesas: Toulouse, Carcassonne y Albi.
Como cada año, un microbús nos trasladó desde Albacete a la T4 desde donde volamos con Iberia y, en esta ocasión, salió el vuelo puntual por lo que a las 21:00 estábamos en Toulouse.
Salimos de Albacete, en esta ocasión desde la Punta del Parque, a las 13:45 y en tres horas estábamos en la T4 con tiempo de sobra de merendar antes del embarque.
Desde el aeropuerto Blagnac de Toulouse al centro, la mejor opción es coger el bus llamado Navette Aerport, de la compañía Tisseo que tiene la parada saliendo del aeropuerto a la derecha después de pasar la del tranvía. Se puede sacar el billete en máquina (solo con tarjeta) o en el bus y el precio son 8 euros. El viaje hasta la estación de autobuses es muy corto, apenas 30 minutos y hay algunas paradas antes por el centro. La estación de bus se encuentra justo al lado de la de tren (Gare Matabiau) y justo frente a ella se encuentraba nuestro hotel Ibis Gare Matabiau (ver crítica en Tripadvisor:
https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187175-d232395-r657327038-Ibis_Toulouse_Gare_Matabiau-Toulouse_Haute_Garonne_Occitanie.html)
Tras coger las habitaciones bajamos a picar algo pero a esas horas (las 22:00) en este país ya está casi todo cerrado. Al final nos metimos en un kebab cercano que no estaba muy mal.

Sábado, 2 de marzo

Tras el desayuno nos dirigimos a la plaza del Capitolio donde es el punto de encuentro para una visita de Free Tour a la ciudad que hemos reservado con Civitatis. El día no empieza muy bien porque nos equivocamos de plaza y nos sentamos a tomar un café donde creíamos que era la cita; el café estaba muy rico pero llegamos 10 minutos tarde y nos perdimos una parte de la explicación de la guía. La ruta comienza en la misma plaza presidida por el Capitolio un imponente edificio cuyo nombre hace referencia al antiguo templ

o que los romanos habían dedicado a Júpiter sobre el monte Capitolino. Pero sirve sobre todo de homenaje a quienes ordenaron su construcción, los Capitouls o miembros del capítulo (o consejo) municipal (en Latín capitolum)

La plaza es inmensa, tiene 12 000 m2 de superficie, y contiene en el suelo una enorme cruz de Occitania en bronce que pesa varias toneladas y que fue dibujada por Raymons Moretti; la cruz representa a los doce signos del zodiaco, los doce meses del año y las doce horas del día. Este artista es también el autor de los frescos que decoran el techo de los soportales de lo que era el antiguo mercado y que es uno de los puntos más curiosos de la plaza. Un breve recorrido bajo estas pinturas permite conocer la violencia y la belleza de la historia de Toulouse. Veintinueve cuadros coloridos y brillantes recuerdan los grandes momentos de la vida de Toulouse. Estos frescos fueron terminados en 1997.
Desde la plaza se puede contemplar también en una de las esquinas un pequeño edificio de tres plantas que hoy es un hotel; en la segunda, en la ventana central, vivió durante algún tiempo el autor de El Principito, Antoine de Saint-Exupéry que era piloto y trabajó un tiempo en la ciudad.
La visita continuó por las calles del centro disfrutando de la famosa arquitectura roja característica de la ciudad y contemplando algunas curiosidades como la que se puede ver en la rue de Alsace y Lorraine , un reloj de 24 horas (que dicen único pero que ya habíamos visto en Greenwich).
A continuación nos dirigimos a la catedral de Saint Etienne, de setecientos años de antigüedad y afamada por la mezcla de estilos románico y gótico en su arquitectura. El exterior es muy muy curiosos y llaman la atención el rosetón de la fachada, las columnas y arcos de su entrada.
Desde allí bajamos hacia el río Garona, el más importante del sureste de Francia, que está comunicado por el Puente Nuevo de Toulouse, que pese a su nombre es el más antiguo (siglo XVI) y servía de puerta de acceso a la ciudad. Aprovecharemos para dar un tranquilo paseo por la orilla mientras contemplamos los dos márgenes y sacamos alguna foto ya que las vistas son espectaculares.
Justo al lado del puente se encuentra el Hotel D´Assezat, un precioso palacete donde se ubica la pinacoteca de la Fundación Bemberg. La fundación fue creada por el mecenas argentino Georges Bemberg. Presenta un panorama del arte occidental desde finales de la Edad Media hasta el siglo XX, a través de colecciones que se pueden admirar en los salones de época amueblados a la antigua.
El museo ofrece un itinerario artístico del arte occidental desde finales de la Edad Media hasta el siglo XX. En la primera planta se trata de salones renacentistas y del siglo XVIII en los que el mobiliario y las obras de arte reconstituyen los interiores de la época.
La segunda planta está dedicada a la pintura impresionista y post-impresionista; la excepcional sala dedicada a Pierre Bonnard con 35 de sus obras es excepcional.
Continuamos la ruta en dirección al convento de los Jacobinos, donde visitamos la iglesia para admirar su laborioso techo.
La entrada a la iglesia es gratuita, pero el acceso al claustro es de pago (4 €)
El Couvent des Jacobins es una visita indispensable de la ciudad. Dentro del recinto, comenzado en el siglo XIII, hay un precioso claustro, una sala capitular, sacristía y la capilla de San Antolín, y son los mejores ejemplos de la arquitectura languedociana. El edificio está totalmente construido con ladrillos rojos y con sus  8 siglos de antigüedad, esta magnífica construcción es visita obligada para los amantes de la arquitectura; destacan sus pilares macizos que portan bóvedas de ojiva y confluyen en nervaduras de palmeras, su luminosidad, su altura y su amplitud. Uno no puede salir de allí sin elevar la vista hasta el techo y abrir la boca con cara de estupefacción al ver “la palmera” una gigantesca columna que finaliza en una estructura arquitectura de perfecta elaboración, similar a una palmera árabe. Se dice que Dalí se inspiró en ella para pintar el cuadro "San Jaime el Mayor".
En el centro de la capilla se puede ver un monumento que alberga los restos de Santo Tomás de Aquino desde el siglo XIV y que atrae a muchos peregrinos.
El recorrido concluye en la basílica de Saint Sernin,  uno de los edificios emblemáticos de la ciudad, la iglesia románica más grande de Occitania y la segunda más antigua de toda Francia, después de la abadía de Cluny. Se trata de un santuario construido en el emplazamiento de la tumba de San Sernín o San Saturnino, obispo de Toulouse martirizado hacia el año 250. La rue du Taur (calle del Toro) que lleva de la plaza del Capitolio a la basílica recibe su nombre del mismo santo, cuyo martirio según la leyenda consistió en ser arrastrado por un toro salvaje. En el lugar donde cayó su cuerpo se alza hoy la iglesia del Taur, a medio camino entre Capitole y Saint-Sernin. La basílica de San Sernín forma parte de los bienes inscritos en el Caminos de Santiago en Francia, declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998.

Finalizada la visita buscamos un lugar para comer en la famosa calle del Toro donde la guía nos ha indicado que hay locales muy interesantes de comida regional.
De milagro, encontramos sitio para las nueve que somos en el Aligot Bar, el restaurante donde sirven los mejores dos platos más populares y tradicionales de Toulouse: Aligot (una crema densa de puré de patatas con queso, parecida al chicle en la textura) y el cassoulet que consiste en un estofado de carne (puede ser ganso o pato) acompañado de la salchicha de Toulouse y judías blancas. De postre tomamos los típicos “macarons de violeta”. Todo riquísimo, la verdad. Es muy recomendable este sitio (aunque un poco pequeño)
Después de la contundente comida dedicamos la tarde a pasear por el centro. La idea era visitar el Capitolio pero hoy no está abierto al público así que es necesario cambiar los planes.
Habíamos leído en un blog que en los almacenes Lafayette hay una terraza en la azotea que es muy agradable y desde las que hay unas vistas privilegiadas de la ciudad así que nos dirigimos a los almacenes, que a esa hora están muy concurridos, y subimos a la última planta. Efectivamente toda la azotea es un restaurante-bar y las vistas son excelentes, aunque los precios por sentarse a tomar una copa son astronómicos. Damos unas vueltas por allí y nos vamos. Pensando en qué plan seguir, recordamos que por la mañana unas chicas de las que iban en la visita guiada hablaron de un precioso Jardín Japonés, así que ya que el Capitolio está cerrado hoy y lo demás cerrará pronto, nos dirigimos hacia este lugar que se encuentra un poco alejado del centro; el jardín se halla en el interior de un parque y está muy recomendado en TripAdvisor, pero cuando llagamos ya han cerrado también así que no podemos acceder a él y decidimos irnos a la plaza del Capitolio y sentarnos en una de las muchas terrazas a tomar unos refrescos. Cuando empieza  a refrescar nos volvemos al hotel.
Y cuando íbamos de vuelta vivimos un episodio un poco angustioso pues nos vimos casi inmersas en una de las manifestaciones de los  “chalecos amarillos”.
Hay que decir que no recordábamos que este conflicto de los llamados “chalecos amarillos” se viene produciendo ya desde hace 4 meses con manifestaciones de protesta para reivindicar mejores sociales cada sábado y que son especialmente violentos en las grandes ciudades. Por ello no caímos en relacionar la enorme cantidad de policía y fuerzas del orden con escudos de plástico y bastante armados que iban tomando las calles del centro  según avanzaba el día. Sí nos había llamado bastante la atención la cantidad de lunas de escaparates rotas por toda la zona pero, aun así, no lo relacionamos. Así que cuando íbamos hacia el hotel nos sorprendió que en la puerta de Primark (franquicia que está ubicada en un precioso edificio bastante antiguo y con enormes lunas de cristal) hubiera apostados varios furgones de policía. Según avanzamos comenzamos a oír sirenas y a ver coches de policía cortando los accesos al los alrededores del Boulevard Strasbourg (que es donde tienen lugar las protestas en Toulouse). Nos empezamos a preocupar un poco ya que nos dirigíamos hacia el núcleo del conflicto y en algún momento pensamos en dar la vuelta, pero la gente circulaba normalmente así que hicimos lo que los demás. 
 

Y justo unos metros más allá, al llegar al bulevard, empezamos a ver camionetas blindadas de policía, otros a caballo y mucho ruido. Una comitiva de vehículos policiales avanzaba lentamente hacia una enorme muchedumbre: eran los ¨chalecos amarillos¨ contra los que cargaba la policía (aunque según parece, estos no son violentos pero, como sucede siempre, vándalos y radicales aprovechan cualquier situación para sembrar violencia): agua a presión, petardos, cohetes, golpes… y de repente comienza a picarnos la garganta, a toser y nos damos cuenta de que no podíamos respirar: gas pimienta. Ahora sí que empezamos a casi correré tapándonos como podíamos la boca y la nariz con pañuelos y cazadoras para respirar. Llegamos al hotel muy rápido pues, aunque estábamos lejos, hasta nosotros llegaba el efecto del gas, y el picor de ojos y nariz iba en aumento.
¡¡Ya nos había sorprendido que hubiese tantos escaparates de tiendas con las lunas rotas!!
Reservamos para cenar en un restaurante muy normalito, enfrente del hotel, y tomamos salchichas, tortillas, hamburguesa y ensaladas. Regular.
Al finalizar la cena hicimos entrega de un regalo a una de las compañeras de viaje que se acaba de jubilar: un álbum con fotos de todos nuestros viajes. Volvemos al hotel y tomamos unas copas en el restaurante para celebrar el evento.

Domingo, 3 de marzo. Carcassonne

Hoy vamos a dedicar el día a visitar Carcassonne, conocida por su ciudadela amurallada, un conjunto arquitectónico medieval restaurado por Eugène Viollet-le-Duc en el siglo XIX y declarada en 1997 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. La ciudad conocida como la Citá (en occitano “ciudad”) está constituida en gran parte por elementos conservados desde la Edad Media ya que fue reconstruida tras un largo período de abandono.

Carcassonne se encuentra a 93 kms. de Toulouse y la mejor forma de llegar desde aquí es un tren que tarda aproximadamente una hora y es muy cómodo (además hay muchos y salen cada hora más o menos)
Nos dirigimos a la estación y ahí comienzan los problemas: como es domingo, todas las ventanillas se encuentran cerradas y no hay ni una para información; solo funcionan las máquinas expendedoras que no logramos entender. Al fin, un guardia de seguridad se digna a ayudarnos con la compra de los billetes que, al final, no es complicada.
Hay máquinas rojas y blancas de SNCF (empresa ferroviaria)... y para Carcassonne hay que usar las blancas. Se pueden seleccionar varios idiomas, entre ellos español lo cual facilita mucho las cosas: se escribe el sitio donde se va, se selecciona ida o i/v, la fecha en la que se quiere viajar y también la franja horaria y finalmente se selecciona la opción de entre los trenes que se ajustan a las preferencias. OJO: En algunas estaciones, como Carcassonne o Albi, hay que validar en una máquina que hay en la puerta de acceso a los andenes antes de subir al tren. El billete de ida y vuelta nos sale por 18 € ida y 16,80 € vuelta.

Nuestro tren sale en punto y en una hora nos apeamos en la estación de Carcassonne  que se ubica en la parte nueva de la ciudad aunque se puede ir caminando hasta la ciudad antigua dando un corto paseo.
Lo primero que el viajero se encuentra al abandonar la estación es el Canal  de Midi una vía navegable de Francia que une el río Garona en Toulouse con el mar Mediterráneo. Forma junto al canal lateral del Garona (que une Toulouse y Burdeos) el llamado Canal de los dos Mares que comunica por vía fluvial el Atlántico al Mediterráneo) y algunas de sus esclusas. Hay que cruzarlo y continuar por la rue Georges Clemenceau hasta el  río Aude para cuzarlo por el Puente Viejo donde comienza la subida a la ciudadela que  está rodeada por una doble muralla de 3 km de longitud y en su interior  conserva el aspecto de las ciudades medievales europeas con calles angostas y tortuosas, edificaciones de fachadas con entramados, barrios de artesanos y gremistas, junto con elementos propios, como el castillo de los condes de Carcasona y la basílica de Saint-Nazaire que son las dos edificaciones más importantes.

En Carcassonne hay dos oficinas de turismo, una en la ciudad nueva y otra en la vieja, pero los domingos solo está abierta la de la ciudad antigua así que nuestra  idea era ir a coger mapa a la oficina de turismo de la ciudad vieja pero estaba eventualmente también cerrada así que nos tocaría ir descubriendo cada rincón de esta maravillosa ciudadela por nuestra cuenta.
Tras la empinada subida desde el río accedemos a la ciudad atravesando la muralla  por la puerta de Nabona y desde ahí subimos por una callejuela muy coqueta que nos condujo a una placeta encantadora llena de restaurantes, cafetería y terracitas en una de las cuales nos sentamos para tomar un café. El tiempo acompañaba ya que el día era espléndido, templado y muy soleado.
Continuamos callejeando hasta llegar al centro de la pequeña villa donde nos topamos con  la Basílica de Saint-Nazaire aunque ostentó el título de catedral de la ciudad hasta el año 1801.
Cuando llegamos la encontramos cerrada ya que se está oficiando la misa dominical, pero nos informan de que en unos 10 minutos termina y se puede visitar el templo así que nos quedamos allí admirando el exterior de esta monumental obra arquitectónica.
La primera iglesia, edificada en el siglo VI, ha desaparecido totalmente. Las primeras alusiones escritas sobre la actual basílica datan del año 925, cuando el obispo Gimer traslada la sede episcopal al lugar elevándola al rango de catedral. Pero el conjunto de los edificios se demolió en 1792, al igual que el claustro. Las renovaciones de Eugène Viollet-le-Duc realizadas en la Cité transformaron ampliamente el exterior de la basílica, pero en el interior el cambio fue más notable. Dos estilos, románico (siglos XI, XII) y gótico (siglos XIII, XIV), conviven en la arquitectura de la iglesia.

Si el exterior es impresionante aun lo es más el interior en el que llaman la atención las enormes y coloridas vidrieras que adornan todas las paredes del templo aportándole además muchísima luminosidad. No pudimos parar de tomar fotografía a estas maravillas de cristal policromado.

Continuamos nuestro recorrido avanzando por las calles al azar y cada nuevo rincón sorprende por su belleza y estado de conservación. Las callecitas empedradas están flanquedas por tiendas de artesanos de todo tipo (ropa, joyas, dulces…) y recuerdos.
Tras un breve paseo llegamos al Castillo Condal, el segundo gran monumento de la Citá. La entrada vale 10 € pero como hoy es el primer domingo de mes, y en Francia todos los museos y monumentos son gratuitos ese día, nos alegra ahorrarnos unos euros.

El castillo (también conocido como Palatium) se encuentra adosado a las murallas exteriores de la Ciudadela y fue erigido por los vizcondes de Trancavel, vasallos de los condes de Toulousse, que fueron derrotados tras la cruzada albingense en el siglo XIII. A partir de entonces, el castillo pasó a manos de la corona francesa.
Era una fortaleza defensiva ubicada, a su vez, dentro de otro fuerte, la Ciudadela: su posición en altura le permitía una vista panorámica más allá del río Aude, como demuestran sus varias torres de vigilancia (entre las que destaca la Pinte, una atalaya). Estas torres de vigilancia merecen una atención especial, ya que eran uno de los elementos más importantes de la fortaleza: todas ellas cuentan con cuatro plantas y son similares en su interior, con techos abovedados en los primeros pisos y planos en los superiores y curiosos tajados cónicos. Otros elementos destacables del castillo son la pequeña capilla, de época románica; los matacanes, galerías de madera desde donde se lanzaban proyectiles a los enemigos del castillo o la barbacana, la puerta de entrada al recinto que se encuentra sobre el foso y que también tiene un camino de ronda.
Durante la visita se pueden recorrer todos los patios, ambas murallas, las galerías y varias dependencias interiores en las que hay expuestos objetos varios como un sarcófago de piedra, armas, fuentes, esculturas…
La visita es muy interesante y recomendable.

Al salir se ha hecho un poco tarde y es urgente encontrar un sitio para comer lo cual es complicado ya que somos nueve personas y todo está a rebosar. Finalmente encontramkos mesa en un restaurante  muy curioso y recomendable: L´Ostal des Troubadour, que imita las salas de un castillo medieval con una enorme chimenea de piedra en la que se cocina a la brasa todo tipo de carne (la especialidad del local) pero que está decorado con elementos variopintos, un pelín horteras y pasados de moda; es lo que hoy denominamos un local kitsch. Pero en esa mezcolanza radica su encanto. Y la comida está deliciciosa: probamos todas las variedades de carnes a la brasa (pato de varios tipos salchichas…) regadas con buen vino y todo exquisito.

 










Tras la comida callejeamos un poco más y emprendemos el regreso a la estación para volver a Toulouse. Hay bastantes gente y muchos turistas pese a las fechas.
Mientras esperamos el tren aprovechamos para sacar los billetes para Albi (localidad que tenemos planeado visitar mañana) ya que hemos aprendido el funcionamiento de las máquinas expendedoras. El viaje cuesta desde Toulouse 10 € (mayores de 60) y 14 € el resto.
Reservamos para cenar en el restaurante del hotel. Cena bien, correcta.

Lunes, 4 de marzo. Albi

Salimos para Albi sobre las 09:00. Hoy el tiempo está regular, hace más frío y el cielo está muy oscuro. Se anuncia lluvia aunque no demasiada. ¡A ver si tenemos suerte!
En una hora llegamos a la estación de Albi Ville (hay otra después llamada Albi Madeleine que no queda en el centro así que la parada correcta para visitar la ciudad es esta).

Desde la estación continuamos por la calle principal hasta el centro. La ciudad parece una ciudad fantasma; está todo cerrado y no hay nadie. Al llegar a la plaza nos dirigimos a la oficina de turismo a por información y algunos planos de la villa. Nos informan de que hay una tarjeta Albi City Pass que vale 13 euros y vale para visitar el Museo de Toulouse Lautrec y la Catedral de St. Cecile con autoguía(los dos monumentos más importantes) y que sale muy bien de precio ya que solo la entrada al museo vale ya 17 € así que las compramos; está chispeando y nos metemos en la única cafetería que tenía luz y que en ese momento estaba abriendo.
Tomamos café y a continuación nos dirigimos rápidamente al Palacio de la Berbie (antiguo palacio episcopal) que forma parte del Patrimonio Mundial en el que hoy día es la sede del Museo de Toulouse Lautrec que es un punto de referencia internacional por las obras del artista. El Museo  cierra a las 12 y abre a las 15:00. Lo tenemos que ver un poco rápido pero nos da tiempo a todo justo cuando empiezan a cerrar.  Hay muchos cuadros con un estilo que no asociamos con él y obviamente una sala norme dedicada solo a los carteles de las noches en París que son las obras más conocidas. Es muy chulo. Merece la pena.
Este museo constituye la colección pública más importante del mundo de obras de Henri de Toulouse-Lautrec, en la que están expuestos 31 carteles del pintor litógrafo. También se presentan 219 pinturas, 563 dibujos, 183 litografías, lienzos, retratos, estampados del mundo del espectáculo y muchas obras más que forman una colección excepcional. Cada etapa de su producción está representada, realzando su don de la observación y su talento como diseñador entre otras características. El recorrido de la visita va acompañado de paneles informativos. Las primeras salas están dedicadas a las obras de su juventud con representaciones de su familia, amigos y animales. Poco a poco el visitante es llevado al universo parisino: Los burdeles y sobre todo el mundo del espectáculo y el circo. A lo largo de las diferentes salas seguimos la evolución de este artista atípico.

Al salir hay que hacer una visita de los jardines franceses del palacio desde los que hay unas vistas magníficas del río, los puentes y la ciudad desde donde aprovechamos para hacer unas fotos.

Finalizada esta visita nos dirigimos a la Catedral de Sta. Cecilia que se alza majestuosa en mitad de la plaza, junto al museo; se puede visitar gratis, pero para acceder al coro hay que pagar (nosotros ya teníamos la tarjeta en la que va incluida esta visita y una audioguía en español).
Esta catedral fortaleza es una obra maestra del gótico meridional. Se trata de un verdadero castillo que se convirtió en arma disuasoria en el sistema defensivo de la ciudad.
En el exterior, el edificio se enriqueció (hacia 1392) con la puerta Dominica de Florence, de un campanario en forma de torre de 78 metros de altura acabada en 1492 poco después de la consagración de la catedral (1480), y del baldaquín de la puerta de entrada (1515 - 1540).
El interior del monumento marca una ruptura con el aspecto masivo del exterior. Se piensa generalmente que son artistas flamencos desconocidos, que realizaron la gigantesca pintura mural del Juicio Final (1475 - 1480).
En el mismo momento, artistas franceses esculpieron en gótico flamígero el ambón y el cercado del coro (1475-1484). Este conjunto de piedra está adornado con una magnífica estatuaria policromada, testigo único de la calidad de la escultura francesa del siglo XV.


Es un edificio verdaderamente impresionante con una entrada muy, muy curiosa (una escalinata cubierta con un tejadillo (baldaquín) todo tallado en piedra). Pero si el exterior sorprende, el interior deja con la boca abierta:  se trata de una construcción gótica,  altísima, y está toda ella cubierta de frescos impresionantes. Cuesta creer, según oímos en el relato de la audioguía, que se construyera así para contradecir la opinión de que en la iglesia todo era riqueza y opulencia. Lo más sorprendente de la iglesia es, no obstante, el coro que en vez de tener unos muros de separación tallados en madera como todos, lo tiene tallado en piedra de una delicadeza y finura que no deja indiferente. Nunca hemos visto un coro más bellos.
Sin duda es una de las catedrales más bellas que he visto en mi vida.

Terminada la visita ha llegado la hora de comer, y en una callejuela que baja desde la plaza encontramos varios restaurante muy acogedores. Elegimos uno al azar y resulto un acierto. Tomamos cassoulet, el plato típico de la zona, y un vino ecológico del país que nos supo a gloria.
Después de la comida nos dedicamos a recorrer las calles de la ciudad. 
La primera visita tras la comida es la Colegiata de St. Salvy que tiene un claustro de doble columnata muy interesante.
Esta construcción es uno de los edificios que conforman la Ciudad Episcopal de Albi, conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2010 y que también incluye a la Catedral de Santa Cecilia y al Palacio de La Berbie. Su curiosa iglesia, cuya construcción comenzó en el año 1057, refleja a la perfección dos estilos arquitectónicos muy predominantes en esta región del sur de Francia: el románico languedociano y el gótico meridional. 
Además, la distinción entre ambos se hace especialmente sencilla en este caso: la antigua parte románica es de piedra, mientras que la mayoría de añadidos góticos posteriores fueron realizados en ladrillo. 
El claustro fue construido en el año 1270. 
En el interior se puede ver un espectacular conjunto escultórico conformado por un ecce homo rodeado de seis profetas, ubicados todos ellos a los pies del órgano. Tanto el órgano como su pedestal, realizados en 1737 por Christophe Moucherel utilizando piezas del antiguo órgano de la Catedral de Santa Cecilia, forman parte también de lo más destacable de la iglesia, así como el púlpito de piedra situado en la nave principal.

A continuación seguimos el recorrido y bajamos hasta el río cruzando el Puente Viejo; desde el otro lado hay unas vistas preciosas de la parte antigua con el palacio y la basílica erguidos entre las casitas. Hacemos unas fotos y volvemos a la plaza paseando por diferentes callejas con las típicas casas en ladrillo y madera, algunas antiquísimas. Encontramos durante el recorrido muchas casas edificadas con ladrillos rojos (como la misma catedral) hechos con las arcillas del río Tarm que es la materia prima para elaborar dichos ladrillos que caracterizan su arquitectura local.
 
Callejeando un poco volvemos a la estación y esperamos el tren que en una hora nos deja en la estación de Toulouse.
Al final el tiempo no ha sido malo y no nos ha llovido, incluso ha habido ratos de sol, lo que nos ha hecho disfrutar de la ciudad muchísimo mejor.
Dejamos las bolsas en el hotel y decidimos cenar hoy en la Plaza del Capitolio, en una de las cafetería-restaurante que la flanquean: Esta noche toca, en general, dulce de despedida: gofres, crepes y sandwich.
Durante la cena tenemos espectáculo gratuito: llega la policía y hay movida porque una pareja jovencita ha cenado por valor de 100 euros y no llevaban dinero para pagar por lo que los dueños han avisado a las fuerzas del orden.
Volvemos al hotel y nos bajamos al hall a tomar un cubata y charlar un rato aunque nos retiramos pronto.

Martes, 5 de marzo

Nuestro avión sale a las 17:35 por lo que tenemos tiempo para aprovechar toda la mañana y visitar algunos lugares más de Toulouse.
Comenzamos por el Capitolio (recomendación de la guía del free tour) que se puede visitar de manera gartuita. A la entrada registran los bolsos. Solo se accede a  una parte porque el resto está en uso para dependencias del Ayuntamiento, perola que podemos ver la que tiene las salas más bonitas (en una de ellas estaba todo dispuesto para celebración de bodas civiles)

Esta joya del arte neoclásico, con su fachada de ladrillo y piedra es sede del poder municipal desde el siglo  XII.
Fue transformado, ampliado o embellecido en cada época. La decoración de su fachada nos habla de los grandes hitos de la historia de la ciudad: el episodio cátaro, la creación de los Juegos Florales, los Condes de Toulouse o el asedio de la ciudad. En su interior se visitan las salas de gala con la Sala de los Ilustres con pinturas, esculturas y decorados de Henri Martin, Jean-Paul Laurens, Paul Gervais (sala del amor, toda con frescos y obras referentes a la exaltación de este sentimiento, que originariamente se dedicó a la celebración de bodas) y otros artistas.
En el patio Enrique IV se halla una placa que evoca el lugar en el que fue ejecutado injustamente el duque de Montmorency.

En la Sala de los Ilustres (la última que se visita) hay que destacar el retrato de La bella Paula de Henri Rachou, a la que según la leyenda el rey obligaba a permanecer en el balcón todo el año para que el pueblo pudiera admirar y disfrutar de su belleza.

Desde el Capitolio nos dirigimos hacia el puente Viejo donde se encuentra el Hotel D´Assézat, sede de la Fundación Bember. La entrada vale 10 €, pero merece mucho la pena, por el propio palacio y por las obras que alberga en su interior.
La fundación fue creada por el mecenas argentino Georges Bemberg. Presenta un panorama del arte occidental desde finales de la Edad Media hasta el siglo XX, a través de colecciones que se pueden admirar en los salones de época amueblados a la antigua.
El museo presenta un itinerario artístico del arte occidental desde finales de la Edad Media hasta el siglo XX. En la primera planta se trata de salones renacentistas y del siglo XVIII en los que el mobiliario y las obras de arte reconstituyen los interiores de la época.
La segunda planta está dedicada a la pintura impresionista y post-impresionista. No deje de admirar la excepcional sala dedicada a Pierre Bonnard con sus 35 cuadros

Desde aquí nos acercamos a echar un ultimo vistazo del río desde el Puente Viejo y volvemos al hotel para recoger el equipaje y tomar el bus al aeropuerto.
El vuelo sale en punto y en una hora pisábamos Madrid donde nos espera el microbus que nos lleva de vuelta a Albacete.
Otro estupendo viaje que ya forma parte del recuerdo.

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