Viernes, 1 de marzo
Este
año el viaje de las chicas de la Semana Blanca nos lleva a tres ciudades
francesas: Toulouse, Carcassonne y Albi.
Como
cada año, un microbús nos trasladó desde Albacete a la T4 desde donde volamos
con Iberia y, en esta ocasión, salió el vuelo puntual por lo que a las 21:00
estábamos en Toulouse.
Salimos
de Albacete, en esta ocasión desde la Punta del Parque, a las 13:45 y en tres
horas estábamos en la T4 con tiempo de sobra de merendar antes del embarque.
Desde
el aeropuerto Blagnac de Toulouse al centro, la mejor opción es coger el bus
llamado Navette Aerport, de la compañía Tisseo que tiene la parada saliendo del
aeropuerto a la derecha después de pasar la del tranvía. Se puede sacar el
billete en máquina (solo con tarjeta) o en el bus y el precio son 8 euros. El
viaje hasta la estación de autobuses es muy corto, apenas 30 minutos y hay
algunas paradas antes por el centro. La estación de bus se encuentra justo al
lado de la de tren (Gare Matabiau) y justo frente a ella se encuentraba nuestro
hotel Ibis Gare Matabiau (ver crítica en Tripadvisor:
https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187175-d232395-r657327038-Ibis_Toulouse_Gare_Matabiau-Toulouse_Haute_Garonne_Occitanie.html)
https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187175-d232395-r657327038-Ibis_Toulouse_Gare_Matabiau-Toulouse_Haute_Garonne_Occitanie.html)
Tras
coger las habitaciones bajamos a picar algo pero a esas horas (las 22:00) en
este país ya está casi todo cerrado. Al final nos metimos en un kebab cercano
que no estaba muy mal.
Sábado, 2 de marzo
Tras
el desayuno nos dirigimos a la plaza del Capitolio donde es el punto de
encuentro para una visita de Free Tour a la ciudad que hemos reservado con
Civitatis. El día no empieza muy bien porque nos equivocamos de plaza y nos
sentamos a tomar un café donde creíamos que era la cita; el café estaba muy
rico pero llegamos 10 minutos tarde y nos perdimos una parte de la explicación
de la guía. La ruta comienza en la misma plaza presidida por el Capitolio un
imponente edificio cuyo nombre hace referencia al antiguo templ
o que los
romanos habían dedicado a Júpiter sobre el monte Capitolino. Pero sirve sobre
todo de homenaje a quienes ordenaron su construcción, los Capitouls o miembros
del capítulo (o consejo) municipal (en Latín capitolum)
Desde
la plaza se puede contemplar también en una de las esquinas un pequeño edificio
de tres plantas que hoy es un hotel; en la segunda, en la ventana central,
vivió durante algún tiempo el autor de El Principito, Antoine de
Saint-Exupéry que era piloto y trabajó un tiempo en la ciudad.
La
visita continuó por las calles del centro disfrutando de la famosa arquitectura
roja característica de la ciudad y contemplando algunas curiosidades como la
que se puede ver en
la rue de Alsace y Lorraine , un reloj de 24 horas (que dicen único pero
que ya habíamos visto en Greenwich).
A
continuación nos dirigimos a la catedral de Saint Etienne, de setecientos años
de antigüedad y afamada por la mezcla de estilos románico y gótico en su
arquitectura. El exterior es muy muy curiosos y llaman la atención el rosetón
de la fachada, las columnas y arcos de su entrada.
Desde allí bajamos hacia el río Garona, el más
importante del sureste de Francia, que está comunicado por el Puente Nuevo de
Toulouse, que pese a su nombre es el más antiguo (siglo XVI) y servía de puerta
de acceso a la ciudad. Aprovecharemos para dar un tranquilo paseo por la orilla
mientras contemplamos los dos márgenes y sacamos alguna foto ya que las vistas
son espectaculares.
Justo al lado del puente se encuentra el Hotel
D´Assezat, un precioso palacete donde se ubica la pinacoteca de la Fundación
Bemberg. La fundación fue creada por el mecenas
argentino Georges Bemberg. Presenta un panorama del arte occidental desde
finales de la Edad Media hasta el siglo XX, a través de colecciones que se
pueden admirar en los salones de época amueblados a la antigua.
El museo ofrece un itinerario artístico del arte occidental desde
finales de la Edad Media hasta el siglo XX. En la primera planta se trata de
salones renacentistas y del siglo XVIII en los que el mobiliario y las obras de
arte reconstituyen los interiores de la época.
La segunda planta está dedicada a la pintura impresionista y
post-impresionista; la excepcional sala dedicada a Pierre Bonnard con 35 de sus
obras es excepcional.
Continuamos la ruta en dirección al
convento de los Jacobinos, donde visitamos la iglesia para admirar su laborioso
techo.
La entrada a la iglesia es gratuita, pero el
acceso al claustro es de pago (4 €)
El Couvent des Jacobins
es una visita
indispensable de la ciudad. Dentro del recinto, comenzado en el siglo XIII, hay
un precioso claustro, una sala capitular, sacristía y la capilla de San
Antolín, y son los mejores ejemplos de la arquitectura languedociana. El
edificio está totalmente construido con ladrillos rojos y con sus 8 siglos de antigüedad,
esta magnífica construcción es visita obligada para los amantes de la
arquitectura; destacan sus pilares macizos que portan bóvedas de ojiva y
confluyen en nervaduras de palmeras, su luminosidad, su altura y su amplitud. Uno
no puede salir de allí sin elevar la vista hasta el techo y abrir la boca con
cara de estupefacción al ver “la palmera” una gigantesca columna que finaliza
en una estructura arquitectura de perfecta elaboración, similar a una palmera
árabe. Se dice que Dalí se inspiró en ella para pintar el cuadro "San
Jaime el Mayor".
En el centro de la capilla se puede
ver un monumento que alberga los restos de Santo Tomás de Aquino desde el siglo
XIV y que atrae a muchos peregrinos.
El recorrido concluye en la basílica
de Saint Sernin, uno de los edificios emblemáticos de la
ciudad, la iglesia románica más grande de Occitania y la segunda más antigua de
toda Francia, después de la abadía de Cluny. Se trata de un santuario
construido en el emplazamiento de la tumba de San Sernín o San Saturnino,
obispo de Toulouse martirizado hacia el año 250. La rue du Taur (calle
del Toro) que lleva de la plaza del Capitolio a la basílica recibe su nombre
del mismo santo, cuyo martirio según la leyenda consistió en ser arrastrado por
un toro salvaje. En el lugar donde cayó su cuerpo se alza hoy la iglesia del
Taur, a medio camino entre Capitole y Saint-Sernin. La basílica de San Sernín
forma parte de los bienes inscritos en el Caminos de Santiago en Francia,
declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1998.
Finalizada la visita buscamos un
lugar para comer en la famosa calle del Toro donde la guía nos ha indicado que
hay locales muy interesantes de comida regional.
De milagro, encontramos sitio para
las nueve que somos en el Aligot Bar, el restaurante donde sirven los mejores
dos platos más populares y tradicionales de Toulouse: Aligot (una crema densa de puré de
patatas con queso, parecida al chicle en la textura) y el cassoulet que consiste en un estofado de carne
(puede ser ganso o pato) acompañado de la salchicha de Toulouse y judías
blancas. De postre tomamos los típicos “macarons de violeta”.
Todo riquísimo, la verdad. Es muy recomendable este
sitio (aunque un poco pequeño)
Después
de la contundente comida dedicamos la tarde a pasear por el centro. La idea era
visitar el Capitolio pero hoy no está abierto al público así que es necesario
cambiar los planes.
Habíamos
leído en un blog que en los almacenes Lafayette hay una terraza en la azotea
que es muy agradable y desde las que hay unas vistas privilegiadas de la ciudad
así que nos dirigimos a los almacenes, que a esa hora están muy concurridos, y
subimos a la última planta. Efectivamente toda la azotea es un restaurante-bar
y las vistas son excelentes, aunque los precios por sentarse a tomar una copa
son astronómicos. Damos unas vueltas por allí y nos vamos. Pensando en qué plan
seguir, recordamos que por la mañana unas chicas de las que iban en la visita
guiada hablaron de un precioso Jardín Japonés, así que ya que el Capitolio está
cerrado hoy y lo demás cerrará pronto, nos dirigimos hacia este lugar que se
encuentra un poco alejado del centro; el jardín se halla en el interior de un
parque y está muy recomendado en TripAdvisor, pero cuando llagamos ya han
cerrado también así que no podemos acceder a él y decidimos irnos a la plaza
del Capitolio y sentarnos en una de las muchas terrazas a tomar unos refrescos.
Cuando empieza a refrescar nos volvemos
al hotel.
Y
cuando íbamos de vuelta vivimos un episodio un poco angustioso pues nos vimos
casi inmersas en una de las manifestaciones de los “chalecos amarillos”.
Y justo unos metros más allá, al llegar al bulevard, empezamos a ver camionetas blindadas de policía, otros a caballo y mucho ruido. Una comitiva de vehículos policiales avanzaba lentamente hacia una enorme muchedumbre: eran los ¨chalecos amarillos¨ contra los que cargaba la policía (aunque según parece, estos no son violentos pero, como sucede siempre, vándalos y radicales aprovechan cualquier situación para sembrar violencia): agua a presión, petardos, cohetes, golpes… y de repente comienza a picarnos la garganta, a toser y nos damos cuenta de que no podíamos respirar: gas pimienta. Ahora sí que empezamos a casi correré tapándonos como podíamos la boca y la nariz con pañuelos y cazadoras para respirar. Llegamos al hotel muy rápido pues, aunque estábamos lejos, hasta nosotros llegaba el efecto del gas, y el picor de ojos y nariz iba en aumento.
¡¡Ya
nos había sorprendido que hubiese tantos escaparates de tiendas con las lunas
rotas!!
Reservamos
para cenar en un restaurante muy normalito, enfrente del hotel, y tomamos
salchichas, tortillas, hamburguesa y ensaladas. Regular.
Al
finalizar la cena hicimos entrega de un regalo a una de las compañeras de viaje
que se acaba de jubilar: un álbum con fotos de todos nuestros viajes. Volvemos
al hotel y tomamos unas copas en el restaurante para celebrar el evento.
Domingo, 3 de marzo. Carcassonne
Hoy
vamos a dedicar el día a visitar Carcassonne, conocida por su ciudadela
amurallada, un conjunto arquitectónico medieval restaurado por Eugène
Viollet-le-Duc en el siglo XIX y declarada en 1997 Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco. La ciudad conocida como la Citá (en occitano “ciudad”) está constituida
en gran parte por elementos conservados desde la Edad Media ya que fue
reconstruida tras un largo período de abandono.
Carcassonne
se encuentra a 93 kms. de Toulouse y la mejor forma de llegar desde aquí es un
tren que tarda aproximadamente una hora y es muy cómodo (además hay muchos y
salen cada hora más o menos)
Nos
dirigimos a la estación y ahí comienzan los problemas: como es domingo, todas
las ventanillas se encuentran cerradas y no hay ni una para información; solo
funcionan las máquinas expendedoras que no logramos entender. Al fin, un
guardia de seguridad se digna a ayudarnos con la compra de los billetes que, al
final, no es complicada.
Hay
máquinas rojas y blancas de SNCF (empresa ferroviaria)... y para Carcassonne
hay que usar las blancas. Se pueden seleccionar varios idiomas, entre ellos
español lo cual facilita mucho las cosas: se escribe el sitio donde se va, se
selecciona ida o i/v, la fecha en la que se quiere viajar y también la franja
horaria y finalmente se selecciona la opción de entre los trenes que se ajustan
a las preferencias. OJO: En algunas estaciones, como Carcassonne o Albi, hay
que validar en una máquina que hay en la puerta de acceso a los andenes antes
de subir al tren. El billete de ida y vuelta nos sale por 18 € ida y 16,80 € vuelta.
Nuestro
tren sale en punto y en una hora nos apeamos en la estación de Carcassonne que se ubica en la parte nueva de la ciudad aunque
se puede ir caminando hasta la ciudad antigua dando un corto paseo.
Lo
primero que el viajero se encuentra al abandonar la estación es el Canal de Midi una vía navegable de Francia que une
el río Garona en Toulouse con el mar Mediterráneo. Forma junto al canal lateral
del Garona (que une Toulouse y Burdeos) el llamado Canal de los dos Mares
que comunica por vía fluvial el Atlántico al Mediterráneo) y algunas de sus
esclusas. Hay que cruzarlo y continuar por la rue Georges Clemenceau hasta el río Aude para cuzarlo por el Puente Viejo donde
comienza la subida a la ciudadela que está rodeada por una doble muralla de 3 km de
longitud y en su interior conserva el
aspecto de las ciudades medievales europeas con calles angostas y tortuosas,
edificaciones de fachadas con entramados, barrios de artesanos y gremistas,
junto con elementos propios, como el castillo de los condes de Carcasona y la basílica
de Saint-Nazaire que son las dos edificaciones más importantes.
En
Carcassonne hay dos oficinas de turismo, una en la ciudad nueva y otra en la
vieja, pero los domingos solo está abierta la de la ciudad antigua así que nuestra
idea era ir a coger mapa a la oficina de
turismo de la ciudad vieja pero estaba eventualmente también cerrada así que
nos tocaría ir descubriendo cada rincón de esta maravillosa ciudadela por
nuestra cuenta.
Tras
la empinada subida desde el río accedemos a la ciudad atravesando la muralla por la puerta de Nabona y desde ahí subimos
por una callejuela muy coqueta que nos condujo a una placeta encantadora llena
de restaurantes, cafetería y terracitas en una de las cuales nos sentamos para
tomar un café. El tiempo acompañaba ya que el día era espléndido, templado y
muy soleado.
Continuamos
callejeando hasta llegar al centro de la pequeña villa donde nos topamos con la Basílica de Saint-Nazaire aunque ostentó el título de catedral
de la ciudad hasta el año 1801.
Cuando
llegamos la encontramos cerrada ya que se está oficiando la misa dominical,
pero nos informan de que en unos 10 minutos termina y se puede visitar el
templo así que nos quedamos allí admirando el exterior de esta monumental obra
arquitectónica.
La
primera iglesia, edificada en el siglo VI, ha desaparecido totalmente. Las
primeras alusiones escritas sobre la actual basílica datan del año 925, cuando
el obispo Gimer traslada la sede episcopal al lugar elevándola al rango de catedral.
Pero el conjunto de los edificios se demolió en 1792, al igual que el claustro.
Las renovaciones de Eugène Viollet-le-Duc realizadas en la Cité
transformaron ampliamente el exterior de la basílica, pero en el interior el
cambio fue más notable. Dos estilos, románico (siglos XI, XII) y gótico (siglos
XIII, XIV), conviven en la arquitectura de la iglesia.
Si
el exterior es impresionante aun lo es más el interior en el que llaman la
atención las enormes y coloridas vidrieras que adornan todas las paredes del
templo aportándole además muchísima luminosidad. No pudimos parar de tomar
fotografía a estas maravillas de cristal policromado.
Continuamos
nuestro recorrido avanzando por las calles al azar y cada nuevo rincón sorprende
por su belleza y estado de conservación. Las callecitas empedradas están
flanquedas por tiendas de artesanos de todo tipo (ropa, joyas, dulces…) y
recuerdos.
Tras
un breve paseo llegamos al Castillo Condal, el segundo gran monumento de la
Citá. La entrada vale 10 € pero como hoy es el primer domingo de mes, y en
Francia todos los museos y monumentos son gratuitos ese día, nos alegra
ahorrarnos unos euros.
El
castillo (también conocido como Palatium) se encuentra
adosado a las murallas exteriores de la Ciudadela y fue erigido por los vizcondes de Trancavel,
vasallos de los condes de Toulousse, que fueron derrotados tras la cruzada
albingense en el siglo XIII. A partir de entonces, el castillo pasó a manos de
la corona francesa.
Era
una fortaleza
defensiva ubicada, a su vez, dentro de otro fuerte, la
Ciudadela: su posición en altura le permitía una vista panorámica más allá del
río Aude, como demuestran sus varias torres de vigilancia (entre las que destaca la Pinte, una
atalaya). Estas torres de vigilancia merecen una atención especial, ya que eran
uno de los elementos más importantes de la fortaleza: todas ellas cuentan con
cuatro plantas y son similares en su interior, con techos abovedados en los
primeros pisos y planos en los superiores y curiosos tajados cónicos. Otros
elementos destacables del castillo son la pequeña capilla, de época
románica; los matacanes, galerías de madera
desde donde se lanzaban proyectiles a los enemigos del castillo o la barbacana, la
puerta de entrada al recinto que se encuentra sobre el foso y que también tiene
un camino de ronda.
Durante
la visita se pueden recorrer todos los patios, ambas murallas, las galerías y
varias dependencias interiores en las que hay expuestos objetos varios como un
sarcófago de piedra, armas, fuentes, esculturas…
La
visita es muy interesante y recomendable.
Al salir se ha hecho un poco tarde y es urgente encontrar un sitio para comer lo cual es complicado ya que somos nueve personas y todo está a rebosar. Finalmente encontramkos mesa en un restaurante muy curioso y recomendable: L´Ostal des Troubadour, que imita las salas de un castillo medieval con una enorme chimenea de piedra en la que se cocina a la brasa todo tipo de carne (la especialidad del local) pero que está decorado con elementos variopintos, un pelín horteras y pasados de moda; es lo que hoy denominamos un local kitsch. Pero en esa mezcolanza radica su encanto. Y la comida está deliciciosa: probamos todas las variedades de carnes a la brasa (pato de varios tipos salchichas…) regadas con buen vino y todo exquisito.
Tras la comida callejeamos un poco más y emprendemos el regreso a la estación para volver a Toulouse. Hay bastantes gente y muchos turistas pese a las fechas.
Mientras
esperamos el tren aprovechamos para sacar los billetes para Albi (localidad que
tenemos planeado visitar mañana) ya que hemos aprendido el funcionamiento de
las máquinas expendedoras. El viaje cuesta desde Toulouse 10 € (mayores de 60)
y 14 € el resto.
Reservamos
para cenar en el restaurante del hotel. Cena bien, correcta.
Lunes, 4 de marzo. Albi
Salimos
para Albi sobre las 09:00. Hoy el tiempo está regular, hace más frío y el cielo
está muy oscuro. Se anuncia lluvia aunque no demasiada. ¡A ver si tenemos
suerte!
En
una hora llegamos a la estación de Albi Ville (hay otra después llamada Albi
Madeleine que no queda en el centro así que la parada correcta para visitar la
ciudad es esta).
Desde
la estación continuamos por la calle principal hasta el centro. La ciudad
parece una ciudad fantasma; está todo cerrado y no hay nadie. Al llegar a la
plaza nos dirigimos a la oficina de turismo a por información y algunos planos
de la villa. Nos informan de que hay una tarjeta Albi City Pass que vale 13
euros y vale para visitar el Museo de Toulouse Lautrec y la Catedral de St.
Cecile con autoguía(los dos monumentos más importantes) y que sale muy bien de
precio ya que solo la entrada al museo vale ya 17 € así que las compramos; está
chispeando y nos metemos en la única cafetería que tenía luz y que en ese
momento estaba abriendo.
Tomamos
café y a continuación nos dirigimos rápidamente al Palacio de la Berbie (antiguo
palacio episcopal) que forma parte del Patrimonio Mundial en el que hoy día es
la sede del Museo de Toulouse Lautrec que es un punto de referencia
internacional por las obras del artista. El Museo cierra a las 12 y abre a las 15:00. Lo tenemos
que ver un poco rápido pero nos da tiempo a todo justo cuando empiezan a
cerrar. Hay muchos cuadros con un estilo
que no asociamos con él y obviamente una sala norme dedicada solo a los
carteles de las noches en París que son las obras más conocidas. Es muy chulo. Merece
la pena.
Este
museo constituye la colección pública más importante del mundo de obras de
Henri de Toulouse-Lautrec,
en la que están expuestos 31 carteles del pintor litógrafo. También se presentan 219 pinturas, 563 dibujos, 183 litografías,
lienzos, retratos, estampados del mundo del espectáculo y
muchas obras más que forman una colección excepcional. Cada etapa de su
producción está representada, realzando su don de la observación y su talento
como diseñador entre otras características. El recorrido de la visita va
acompañado de paneles informativos. Las primeras salas están dedicadas a las
obras de su juventud con representaciones de su familia, amigos y animales.
Poco a poco el visitante es llevado al universo parisino: Los burdeles y sobre
todo el mundo del espectáculo y el circo. A lo largo de las diferentes salas
seguimos la evolución de este artista atípico.
Al
salir hay que hacer una visita de los jardines franceses del palacio desde los
que hay unas vistas magníficas del río, los puentes y la ciudad desde donde
aprovechamos para hacer unas fotos.
Finalizada
esta visita nos dirigimos a la Catedral de Sta. Cecilia que se alza majestuosa
en mitad de la plaza, junto al museo; se puede visitar gratis, pero para
acceder al coro hay que pagar (nosotros ya teníamos la tarjeta en la que va
incluida esta visita y una audioguía en español).
Esta catedral
fortaleza es una obra maestra del gótico meridional. Se trata de un verdadero
castillo que se convirtió en arma disuasoria en el sistema defensivo de la
ciudad.
En el exterior, el
edificio se enriqueció (hacia 1392) con la puerta Dominica de Florence,
de un campanario en forma de torre de 78 metros de altura acabada en 1492 poco
después de la consagración de la catedral (1480), y del baldaquín de la puerta
de entrada (1515 - 1540).
El interior del
monumento marca una ruptura con el aspecto masivo del exterior. Se piensa
generalmente que son artistas flamencos desconocidos, que realizaron la
gigantesca pintura mural del Juicio Final (1475 - 1480).
En el mismo
momento, artistas franceses esculpieron en gótico flamígero el ambón y el
cercado del coro (1475-1484). Este conjunto de piedra está adornado con una
magnífica estatuaria policromada, testigo único de la calidad de la escultura
francesa del siglo XV.
Es un edificio verdaderamente impresionante con una entrada muy, muy curiosa (una escalinata cubierta con un tejadillo (baldaquín) todo tallado en piedra). Pero si el exterior sorprende, el interior deja con la boca abierta: se trata de una construcción gótica, altísima, y está toda ella cubierta de frescos impresionantes. Cuesta creer, según oímos en el relato de la audioguía, que se construyera así para contradecir la opinión de que en la iglesia todo era riqueza y opulencia. Lo más sorprendente de la iglesia es, no obstante, el coro que en vez de tener unos muros de separación tallados en madera como todos, lo tiene tallado en piedra de una delicadeza y finura que no deja indiferente. Nunca hemos visto un coro más bellos.
Sin
duda es una de las catedrales más bellas que he visto en mi vida.
Terminada
la visita ha llegado la hora de comer, y en una callejuela que baja desde la
plaza encontramos varios restaurante muy acogedores. Elegimos uno al azar y
resulto un acierto. Tomamos cassoulet, el plato típico de la zona, y un vino
ecológico del país que nos supo a gloria.
Después
de la comida nos dedicamos a recorrer las calles de la ciudad.
La primera visita tras la comida es la Colegiata de St. Salvy que tiene un claustro de doble columnata muy interesante.
Esta construcción es uno de los edificios que conforman la Ciudad Episcopal de Albi, conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2010 y que también incluye a la Catedral de Santa Cecilia y al Palacio de La Berbie. Su curiosa iglesia, cuya construcción comenzó en el año 1057, refleja a la perfección dos estilos arquitectónicos muy predominantes en esta región del sur de Francia: el románico languedociano y el gótico meridional.
Además, la distinción entre ambos se hace especialmente sencilla en este caso: la antigua parte románica es de piedra, mientras que la mayoría de añadidos góticos posteriores fueron realizados en ladrillo.
El claustro fue construido en el año 1270.
En el interior se puede ver un espectacular conjunto escultórico conformado por un ecce homo rodeado de seis profetas, ubicados todos ellos a los pies del órgano. Tanto el órgano como su pedestal, realizados en 1737 por Christophe Moucherel utilizando piezas del antiguo órgano de la Catedral de Santa Cecilia, forman parte también de lo más destacable de la iglesia, así como el púlpito de piedra situado en la nave principal.
A continuación seguimos el recorrido y bajamos hasta el río cruzando el Puente Viejo; desde el otro lado hay unas vistas preciosas de la parte antigua con el palacio y la basílica erguidos entre las casitas. Hacemos unas fotos y volvemos a la plaza paseando por diferentes callejas con las típicas casas en ladrillo y madera, algunas antiquísimas. Encontramos durante el recorrido muchas casas edificadas con ladrillos rojos (como la misma catedral) hechos con las arcillas del río Tarm que es la materia prima para elaborar dichos ladrillos que caracterizan su arquitectura local.
La primera visita tras la comida es la Colegiata de St. Salvy que tiene un claustro de doble columnata muy interesante.
Esta construcción es uno de los edificios que conforman la Ciudad Episcopal de Albi, conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2010 y que también incluye a la Catedral de Santa Cecilia y al Palacio de La Berbie. Su curiosa iglesia, cuya construcción comenzó en el año 1057, refleja a la perfección dos estilos arquitectónicos muy predominantes en esta región del sur de Francia: el románico languedociano y el gótico meridional.
Además, la distinción entre ambos se hace especialmente sencilla en este caso: la antigua parte románica es de piedra, mientras que la mayoría de añadidos góticos posteriores fueron realizados en ladrillo.
El claustro fue construido en el año 1270.
En el interior se puede ver un espectacular conjunto escultórico conformado por un ecce homo rodeado de seis profetas, ubicados todos ellos a los pies del órgano. Tanto el órgano como su pedestal, realizados en 1737 por Christophe Moucherel utilizando piezas del antiguo órgano de la Catedral de Santa Cecilia, forman parte también de lo más destacable de la iglesia, así como el púlpito de piedra situado en la nave principal.
A continuación seguimos el recorrido y bajamos hasta el río cruzando el Puente Viejo; desde el otro lado hay unas vistas preciosas de la parte antigua con el palacio y la basílica erguidos entre las casitas. Hacemos unas fotos y volvemos a la plaza paseando por diferentes callejas con las típicas casas en ladrillo y madera, algunas antiquísimas. Encontramos durante el recorrido muchas casas edificadas con ladrillos rojos (como la misma catedral) hechos con las arcillas del río Tarm que es la materia prima para elaborar dichos ladrillos que caracterizan su arquitectura local.
Callejeando un poco volvemos a la estación y esperamos el tren que en una hora nos deja en la estación de Toulouse.
Al
final el tiempo no ha sido malo y no nos ha llovido, incluso ha habido ratos de
sol, lo que nos ha hecho disfrutar de la ciudad muchísimo mejor.
Dejamos
las bolsas en el hotel y decidimos cenar hoy en la Plaza del Capitolio, en una
de las cafetería-restaurante que la flanquean: Esta noche toca, en general, dulce
de despedida: gofres, crepes y sandwich.
Durante
la cena tenemos espectáculo gratuito: llega la policía y hay movida porque una
pareja jovencita ha cenado por valor de 100 euros y no llevaban dinero para
pagar por lo que los dueños han avisado a las fuerzas del orden.
Volvemos
al hotel y nos bajamos al hall a tomar un cubata y charlar un rato aunque nos
retiramos pronto.
Martes, 5 de marzo
Nuestro
avión sale a las 17:35 por lo que tenemos tiempo para aprovechar toda la mañana
y visitar algunos lugares más de Toulouse.
Comenzamos
por el Capitolio (recomendación de la guía del free tour) que se puede visitar
de manera gartuita. A la entrada registran los bolsos. Solo se accede a una parte porque el resto está en uso para
dependencias del Ayuntamiento, perola que podemos ver la que tiene las salas
más bonitas (en una de ellas estaba todo dispuesto para celebración de bodas
civiles)
Esta joya del arte
neoclásico, con su fachada de ladrillo y piedra es sede del poder municipal
desde el siglo XII.
Fue transformado,
ampliado o embellecido en cada época. La decoración de su fachada nos habla de
los grandes hitos de la historia de la ciudad: el episodio cátaro, la creación
de los Juegos Florales, los Condes de Toulouse o el asedio de la ciudad. En su
interior se visitan las salas de gala con la Sala de los Ilustres con pinturas,
esculturas y decorados de Henri Martin, Jean-Paul Laurens, Paul Gervais (sala
del amor, toda con frescos y obras referentes a la exaltación de este
sentimiento, que originariamente se dedicó a la celebración de bodas) y otros
artistas.
En el patio Enrique
IV se halla una placa que evoca el lugar en el que fue ejecutado injustamente
el duque de Montmorency.
En
la Sala de los Ilustres (la última que se visita) hay que destacar el retrato
de La bella Paula de Henri Rachou, a la que según la leyenda el rey obligaba a
permanecer en el balcón todo el año para que el pueblo pudiera admirar y
disfrutar de su belleza.
Desde el Capitolio
nos dirigimos hacia el puente Viejo donde se encuentra el Hotel D´Assézat, sede
de la Fundación Bember. La entrada vale 10 €, pero merece mucho la pena, por el
propio palacio y por las obras que alberga en su interior.
La fundación fue
creada por el mecenas argentino Georges Bemberg. Presenta un panorama del arte
occidental desde finales de la Edad Media hasta el siglo XX, a través de
colecciones que se pueden admirar en los salones de época amueblados a la
antigua.
El museo presenta
un itinerario artístico del arte occidental desde finales de la Edad Media
hasta el siglo XX. En la primera planta se trata de salones renacentistas y del
siglo XVIII en los que el mobiliario y las obras de arte reconstituyen los
interiores de la época.
La segunda planta
está dedicada a la pintura impresionista y post-impresionista. No deje de
admirar la excepcional sala dedicada a Pierre Bonnard con sus 35 cuadros
Desde aquí nos
acercamos a echar un ultimo vistazo del río desde el Puente Viejo y volvemos al
hotel para recoger el equipaje y tomar el bus al aeropuerto.
El vuelo sale en
punto y en una hora pisábamos Madrid donde nos espera el microbus que nos lleva
de vuelta a Albacete.
Otro estupendo
viaje que ya forma parte del recuerdo.