Aranjuez y Chinchón (Noviembre, 2019)


Jueves, 21 de noviembre


Este año la JCCM ha decidido que el Día de la Enseñanza se celebre el 22 de noviembre por lo que nos hemos encontrado con un finde largo que aprovecharemos para hacer una escapadita para visitar los Jardines de Aranjuez, que están preciosos en otoño, y el pueblo de Chinchón que no conocemos.
Salimos de Albacete sobre las 18:00 y, pese a que se había pronosticado lluvia, el viaje es bastante bueno porque solo caen unas gotitas.
Llegamos sobre las 20:30 al apartamento que hemos reservado para los cuatro días a través de Airbnb (como siempre); resulta que es muchísimo más bonito incluso que en fotos, acogedor, muy bien situado, con una decoración y detalles impresionante y con absolutamente todo -y más- de lo que se puede necesitar.












Dejamos aquí el link porque es muy, muy recomendable y a un precio imbatible:


Tatiana, la propietaria nos indica dos sitios cercanos para picotear algo (Casa Pablete y La Tinaja); el primero está lleno y en el segundo encontramos sitio: mesita, croquetas caseras y asadillo casero de pimientos con melba. 
Volvemos a ver un poco la tv y a dormir.


Viernes, 22 de noviembre

Hoy vamos a visitar el Palacio y la Casita del Labrador (para esta última hay que reservar ya que solo entran 10 personas cada hora)
Tras el desayuno nos dirigimos a la Oficina de Turismo para coger información y algún mapa.


Comenzamos dirigiéndonos al Palacio Real. Los profesores tienen entrada gratuita con el carnet de profesor. Se puede elegir la visita guiada o alquilar audioguía (3€) que es lo que hemos preferido porque se puede hacer la visita al ritmo que se quiera. En concreto las audioguías aquí son pequeñas tablets que además de los audios se acompaña de muchísimas imágenes muy ilustrativas. La guía te ofrece dos visitas (de 1 hora o casi 2) con más o menos información adicional a demanda. Es estupenda. También es genial la consigna para paraguas de la entrada.

Nosotros hemos llegado a primera hora (10:00) y no había casi nadie por lo que la visita ha sido muy tranquila, cómoda y agradable.
El Palacio está bien -como todos- y en él llama la atención el gabinete árabe y la sala de porcelana; el primero, con ambiente historicista e inspirado en la sala de las Dos Hermanas de la Alhambra de Granada. Fue construido entre 1848 y 1850 bajo la dirección de Rafael Contreras, restaurador del palacio nazarí. La segunda, panelada completamente por piezas de porcelana con bellísimas figuras orientales, dragones, monos, frutos y diversos objetos entre una maraña de ramajes y cintas, todo realizado en la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro.
La visita acaba en la planta baja donde se encuentran los carruajes y un minimuseo de trajes reales, con una sala de trajes de boda en el que se exponen los de las Reinas y las Infantas. Desde ahí se vuelve a salir al patio para visitar la capilla.


Finalizada la visita nos dirigimos al Jardín del Príncipe en cuyo interior se ubica el Museo de Falúas Reales, muy cerca del Embarcadero Real, que es pequeño pero muy curioso. La entrada está incluida en la del Palacio.
Este Museo reúne una espectacular colección de embarcaciones que los reyes de España utilizaban para navegar por el río Tajo.


Destaca la falúa que perteneció a Carlos IV construida en Cartagena por Salvador Maella, así como la góndola de Felipe V que en realidad es del periodo de Carlos II (siglo XVII).
En el Museo también se puede ver una colección de pinturas sobre la escuadra española del siglo XIX, así como un colección de cañones de bronce procedentes del reinado de Fernando VI y distintos utensilios usado para la navegación de las falúas.
El museo es muy pequeño y se ve rápido. Damos un paseo corto por el jardín hasta la puerta de salida, ya que está lloviendo bastante, y cogemos el coche para ir a visitar La Casa Del Labrador que también se encuentra dentro de los jardines, pero bastante alejada (unos 2 km) para ir con lo que estaba cayendo.
La entrada cuesta 5€ y es muy, muy recomendable comprarla por internet en la web de Patrimonio Nacional (https://entradas.patrimonionacional.es/es-ES/venta-de-entradas) ya que solo se permite la entrada a 10 personas cada hora. También se puede sac en taquilla. Nosotros teníamos la visita a las 14:00 y a esa hora, diluviando y viernes de noviembre, solo éramos tres personas.


Este pequeño palacete nos ha sosprendido y encantado, casi más que el propio palacio. Se trata de una residencia de descanso para los Reyes cuando pasaban un día fuera del Palacio al que siempre volvían a dormir, por lo que no dispone de dormitorios.  Es de estilo neoclásico, y el interior (sorprendente) es un conjunto de estancias bella y ricamente decoradas.


Fue como regio pabellón campestre por el arquitecto neoclásico Juan de Villanueva y por su discípulo Isidoro González Velázquez, entre 1794 y 1804, por orden de Carlos IV. Atesora en su interior las más exquisitas ornamentaciones que imaginar quepa: bóvedas al temple, lámparas cristalinas, colgaduras de seda, lienzos, relojes, bronces, mármoles y soleras de porcelana del Buen Retiro. Todo resultó muy dañado por las riadas del Tajo en 1916 y 1924.
Con dos plantas, su fachada de ladrillo y piedra de ventanas con fraileros castaños se ve jalonada, a la manera romana, por 20 bustos marmóreos. Sobre machones, escoltan media docena de estatuas de personajes mitológicos. Desde la planta principal se accede a la primera por una pequeña y retorcida escalera de caoba y bronce recubierto de oro. En ella se disponen una tras otra las diferentes salas de paredes con sedas bordadas, relojes, tapices, suelos y bovedas delicadas en extremo.
La visita dura media hora y al terminar nos dirigimos al restaurante Matilde en el que hemos reservado para comer. Es una muy buena opción en Aranjuez: el sitio tiene un enclave precioso al lado del río, la comida es buena y los precios están muy bien (el menú del día cuesta 11,50€)
Descansamos un rato y a las 19:00 estábamos otra vez en la calle para realizar una visita que habíamos reservado con la empresa Conoce Aranjuez https://www.visitaranjuez.com/ y que era una ruta de Misterios y Leyendas de diferentes lugares de la ciudad.

El precio es de 12€/persona y la verdad es que no vimos nada, literalmente nada, aunque sí nos contó el guía muchas cosas curiosas un poco fantásticas.
Fue una visita privada ya que solo estábamos nosotros dos. El guía, un estudiante, era bastante esotérico y en fin…
Cenamos en la zona de tapeo, por la calle Postas, en una local que nos había recomendado una amiga y que está genial: Seis Reales (c/ Postas,3). Tapas buenas, muy buen ambiente, gran variedad y precios asequibles. Tuvimos suerte porque estaba todo llenísimo pero, como era temprano, nos dejaron una mesita que estaba reservada para más tarde.

La lluvia nos ha respetado casi todo el tiempo. Paseo a casa y a dormir.

Sábado, 23 de noviembre

Tras el desayuno salimos en dirección a una localidad que está cerca de Chinchón y que nos han recomendado, Colmenar de Oreja; su casco urbano está declarado Bien de Interés Cultural. Hay que decir que merece la pena muchísimo porque tiene mucho encanto y bastantes cosas para ver. De hecho es mucho más inteersante que Chinchón que nos ha defraudado.
Lo primero que hecemos es ir a la Oficina de Turismo a por información que está muy cerca de la Iglesia de Santa María la Mayor. Está cerrado y decidimos esperar a que abra visitando la Iglesia. Construida por la Orden de Santiago, en el segundo tercio del siglo XIII, fue ampliada durante la segunda mitad del siglo XVI y finalizada por Fernando de Herrera.  La entrada vale 0,50€ y son interesantes los enormes murales al fresco pintados por Ulpiano Checa.
También resulta curioso un Jesucristo sentado en una butaca en el altar; es la primera vez que vemos una figura así, como dando la bienvenida desde una silla.
Y precisamente uno de los atractivos de esta desconocida localidad es el maravilloso museo de este artista pintor, al que nos dirigimos al salir de la iglesia. La entrada vale 5€. El Museo Ulpiano Checa es uno de los museos municipales más importantes de España. El edificio, restaurado y ampliado, tiene su acceso por unos cuidados jardines, donde además del busto del pintor, se ubica un monumento a los elementos característicos de la ciudad: la piedra y la tinaja. Ubicado en la llamada Casa de los Siete Picos, Desde su inauguración ha ido incrementando sus colecciones hasta convertirse en el principal depositario de su obra.(en gran parte pintura histórica de finales del siglo XIX, pintura orientalista y obra de género)
Entre adquisiciones y donaciones ha ingresado casi un centenar de piezas que representan todas sus facetas artísticas. Además de adquirir óleos, carteles, acuarelas, grabados, libros ilustrados, dibujos y libros de referencia, ha tenido acceso a importante documentación cedida por los descendientes del pintor que, conscientes de la importancia de este proyecto, han colaborado con la institución de forma desinteresada. Es curioso que algunas de las grandes producciones de Hollywod (Ben-Hur, entre otras) se inspiraron en sus obras para los decorados.


Al salir del museo ya ha abierto la Oficina de Turismo y nos acercamos a por algún mapa e información.
Como he dicho, este desconocido pueblo  nos ha parecido mucho más interesante que Chinchón. La plaza de Colmenar de Oreja es muy curiosa ya que es muy semejante a la de su vecino pero además está hueca, según nos contaron en una cafetería donde paramos a por un café. Y efectivamente, en Turismo nos aclararon la historia: el pueblo, la tercera ciudad más importante antaño tras Madrid y Alcalá, estaba dividida en la zona árabe a un lado y la cristiana a otro, El Arrabal, y ambas separadas por un tajo por el discurría un  cauce de agua (donde hoy se puede ver el antiguo abrevadero/lavadero) y donde está la entrada al llamado Puente Zacatín que hoy es un túnel sobre el que se encuentra la plaza.
Los orígenes de la magna obra de la Plaza Mayor del municipio de Colmenar de Oreja se remontan a 1629. 
 

En aquella época la localidad había experimentado un notable crecimiento, de manera especial hacia el oeste, en lo que dio en llamarse El Arrabal, núcleo separado de La Villa por el barranco. Aquel año, los colmenaretes solicitaron a Felipe IV licencia para levantar una plaza que respondiese a la importancia alcanzada por su pueblo, al tiempo que eliminase las molestias que originaba el precipicio. Iniciadas en 1677 el coste y complejidad de las obras se dispararon.
 

De nada sirvieron las donaciones de la Corona e, incluso, los peculiares impuestos establecidos, como el que gravaba cada libra de carne con dos maravedíes o las multas recolectadas entre los ropavejeros. Rellenar tan amplia depresión de manera artificial y construir por su mitad una galería capaz de canalizar las aguas fue algo complejo en extremo. La obra duró 118 años y así se refleja en una placa situada sobre el dintel del Arco de Zacatín en la que puede leerse que finalizó: REINANDO CARLOS III EN EL AÑO DE 1794. Una vez finalizadas las obras esta Plaza Mayor se constituyó en uno de los magníficos ejemplos de las típicas plazas porticadas castellanas. Ha sido el marco de multitud de películas y series televisivas. En su interior se levanta la Plaza de Toros, en época de festejos taurinos.

En fin, una localidad que merece mucho la pena.

Finalizado nuestro pequeño recorrido, nos dirigimos a Chinchón, del que distan 4 kms., y donde resulta bastante complicado aparcar. CONSEJO: aparcar abajo, junto al Convento de las Clarisas, que hay sitio y queda muy cerca del Parador y de la plaza. El parking que aconsejan (y el que está señalizado) está mucho más lejos y con más cuesta para llegar a él.
 

Comenzamos en la oficina de turismo, en la plaza, donde un señor que parecía un autómata nos informa, tal salmodia, de lo que hay que ver.
 

Justo detrás de la oficina está el Museo Etnológico La Posada. Se accede a él atravesando el paso que forma la columna de los franceses y se ubica en una antigua posada fundada a principio del XIX. Consta de un pequeño patio y dos plantas con sótano. En él se exponen utensilios y enseres de la época así como mobiliario y otras curiosidades. Es pequeño, pero merece la pena.
Damos unas vueltas por la plaza y los alrededores. En Chinchón hay varias bodegas (y una quesería) que ofrecen visita y degustación, pero miramos alguna por la que pasamos y era necesario reservar por lo que no pudimos entrar.
Decidimos subir, antes de la comida, a la Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción que domina una colina sobre el pueblo y desde la que hay bonitas vistas de la plaza. La entrada vale 0, 50 € y en el interior, en el retablo, se puede contemplar una pintura de Goya, La Asunción de la Virgen, sobre el altar mayor; Goya regaló este lienzo a condición de que su hermano Camilo fuera nombrado Capellán de la Iglesia. El templo inició su construcción en 1534 y la finalizó en 1626.
Bajamos de nuevo a la plaza donde habíamos reservado para comer, en Ajofino, restaurante que elegimos por las buenas críticas de TripAdvisor.


El sitio no es muy grande pero a atención y el trato es excepcional y el ambiente agradable. La comida está rica y el precio no es desorbitado. (web: http://ajofinochinchon.com/home)

Terminamos la comida y, como solemos hacer en los lugares con Parador, nos dirigimos a él para tomar allí el café con pastas.
Dando un rodeo por una subida empinada, llegamos al Convento de los Agustinos del siglo XVII, que hoy alberga el Parador de Turismo (nada excepcional, por otro lado; al menos la zona de cafetería) Nos tomamos un café (es increíble que en los Paradores el café esté siempre tan malísimo) y descansamos un rato leyendo el periódico.
Desde ahí nos dirigimos a Convento de las Clarisas del siglo XVI. La entrada vale 5 € y solo se puede acceder en visita guiada a las 17:00. El Convento está cerrado hasta la hora de la visita y, como faltaba un rato y hacía frío, dimos una vuelta por el pueblo mientras esperamos.
En Chinchón hay muchas pequeñas ermitas (bastante parecidas en cuanto a la construcción: una nave sola pequeñita) como la de San Antón, San Roque, Santa Ana, Ntra. Sra. Del Rosario (esta perteneció en su día al Convento Agustino y se halla aneja a él, hoy Parador) o la de la Misericordia. En el recorrido pudimos ver alguna de ellas.
A la hora en punto llegamos a las Clarisas y se abrió la puerta de la Iglesia por la que accedimos los pocos turistas que allí esperábamos muertos de frío.
Nos sentaron en los bancos mientras hacíamos tiempo por si alguien más se decidía a hacer la visita, cosa que no sucedió. El complejo es grande y está formado por la iglesia de estilo herreriano y el convento de clausura. Lo fundaron en 1653 los V Condes de Chinchón para ser allí enterrados; su panteón está realizado en mármol se encuentra en el coro de la iglesia.
 

La parte que se visita, además de dicho coro, es la zona que rodea el claustro (realmente no es muy extensa pero como el chico que hizo de guía dio tantas explicaciones, la visita se hizo bastante larga)



Lo más curioso es una exposición de Niños Jesús (como muñecos grandes) que hay en el coro. Nos contaron que a cada monja de clausura, al entrar a la orden, se le entregaba un Niño Jesús y debía cuidarlo y vestirlo durante toda su vida en el convento, haciendo ella una especie de ajuar (si abandonaban la orden por alguna causa, debía dejar/abandonar  al Niño allí) Es curioso porque cada Niño tiene un montón de vestiditos, zapatos, gorros, calzones, calcetines.. primorosamente realizados.
Al finalizar la visita nos dan a cada uno de recuerdo una estampa del Niño Jesús. Un detalle.
Aunque nosotros no compramos nada, las monjas venden dulces caseros deliciosos de  16:00 a 18:00 todas las tardes.
En el convento, o al menos en las zonas que recorrimos, hacía bastante frío así que salimos derechos a buscar una  cafetería  para tomar una bebida caliente. Ya repuestos, recorrimos la plaza que, ya de noche, estaba toda iluminada, hicimos unas fotos  y emprendimos al vuelta a Aranjuez.


Tras descansar un poco en el apartamento salimos a dar una vuelta por la ciudad y cenamos en un local de la cadena Lizarrán, donde de milagro encontramos una mesita ya que todo Aranjuez se había tirado a la calle.

Domingo, 24 de noviembre

Hoy hemos reservado con https://www.visitaranjuez.com/ los mismos del primer día, una visita por los jardines (Parterre, Isla y Príncipe); pero ayer vimos un cartel de que los de la Isla y Parterre estaban cerrados. Contactamos con la empresa pero no pudimos anular la visita y el guía nos ha dicho que les avisan sin tiempo (pero nosotros ya habíamos visto el cartel la misma noche en que llegamos; es decir, ellos lo sabían antes pese a que dijeron que no). A nosotros, personalmente, nos ha parecido fatal que no avisen y cambien el recorrido a su gusto porque, en nuestro caso, ya habíamos visto todo menos los jardines que era lo que nos interesaba y cuyas explicaciones deseábamos.
En fin, cuidado con esta empresa porque puede cambiar sin avisar lo que los clientes reservan y se quedan tan panchos.

Pero, al final, la visita (12€) no resultó tan aburrida. El guía sabía muchas cosas de Historia y de arte y, como le presenté mi queja por no avisar de que los jardines estaban cerrados y de que eso era lo que no interesaba, cambió otra vez de itinerario y casi todo el tiempo lo pasamos en el Jardín del Príncipe viendo las fuentes y recibiendo sus explicaciones. También estivimos visitando toda la zona donde residían los trabajadores del palacio. resulta curios saber que en aquella época usaban camellos para trabajar (en vez de burros). Así que, en general, bien.
 



Al terminar la visita buscamos un local para comer antes de emprender el regreso a Albacete. Elegimos uno que nos gustó por fuera, El Jardín del Príncipe, frente a la entrada primera del Jardín del mismo nombre. Estaba llenísimo, aunque también en esta ocasión hemos tenido suerte pues logramos coger, nada más llegar, una mesita en la terraza cubierta y climatizada. Hay menú del día baratísimo y la comida está buena. El servicio rapidísimo, aunque demasiado apretujadas las mesas.
Al terminar de comer recogimos los trastos y volvimos a Albacete. El viaje de vuelta estupendo sin tráfico.

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