EDIMBURGO (Febrero, 2020)


Este año, el ya tradicional “viaje de chicas” en la Semana Blanca nos ha llevado a Edimburgo, ciudad declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en 1995.

Viernes, 21 de febrero

Salimos de Albacete a las 14:30 en microbús y en tres horas nos apeábamos en la T4 de Barajas de donde sale nuestro vuelo hacia Edimburgo, con Easyjet, en punto a las 20:30.
Hay que decir, antes de nada, que la mala política de equipajes que inauguró Ryanair se ha extendido a otras compañías como Easyjet que siempre ha funcionado muy bien en ese sentido y que ahora solo deja pasar a la cabina una pieza de equipaje pequeña, ni bolso de mano ni nada por lo que ha sido estresante la subida al avión eliminando uno del los bolsos que llevábamos cada una; aun así, dos del grupo han tenido que pagar 60 euros por cada bolsito de más. En fin, lo de los vuelos low cost se está convirtiendo en un asco y un abuso.
El vuelo llega con 20 minutos de adelanto pero el paso del control nos cuesta un rato por el gentío que hay. Mientras esperamos el equipaje requisado por la vergonzosa política de equipaje que ha adoptado la compañía, me llama al móvil el chófer del transfer que tenemos reservado para decirme que ya está allí. Nos recoge en la puerta bajo una fuerte lluvia.
En unos 25 minutos llegamos al hotel, Hollidays Inn Express Royal Mile (ver crítica en Tripadvisor:

, cogemos las habitaciones y nos retiramos para descansar y estar frescas mañana.

Sábado, 22 de febrero

Nos levantamos a las 07:30 para aprovechar todo lo posible el día. El desayuno en el hotel está bastante bien. 
El día amanece, como al parecer es aquí lo habitual, lloviendo y con un gris plomizo que no presagia nada bueno y que ya presenta una lluvia continua. Luego iría a peor: llovió mucho, nevó bastante, granizó e hizo tanto viento y frío que cerraron el castillo (eso lo supimos más tarde). En Edimburgo el viento es fuerte y constante y los días en que supera determinados nudos, el castillo es cerrado por seguridad sin previo aviso (y si se ha sacado la entrada que son 19 euros+audioguía) se pierde el dinero.
 

A las 10:00 teníamos contratado un free tour por la ciudad vieja con la empresa City Explorers Tour (http://cityexplorerstours.com/es.html) reconocible por los paraguas amarillos.
De camino hacia el punto de encuentro del tour, entramos a visitar la iglesia de St. Patrick que se encuentra justo al lado del hotel. Un templo muy normalito. San Patricio es una iglesia parroquial católica en la parte de Cowgate (la calle del hotel) construido entre 1771 y 1774, y que se convirtió en una iglesia católica en 1856. La fachada de la iglesia fue diseñada por Reginald Fairlie en 1929.
Tras esta breve parada nos dirigimos a un restaurante llamado The Royal McGregor, en el número 154 de High Street donde está el punto de encuentro para el tour. Nuestra guía se llamaba Sara y nos pareció muy maja y amena, además nos ofreció mucha información interesante sobre la ciudad y recomendaciones para nuestra estancia.
A las 10:00 en punto el grupito (no demasiado grande) del tour estaba completo e iniciamos el paseo que está genial para tomar contacto con la ciudad. Durante las dos horas que duró recorrimos los rincones más emblemáticos de Edimbrgo: comenzamos por algunos de los callejones de la zona más antigua con interesantes explicaciones sobre la fundación de la ciudad y la forma de vida durante los siglos XVI y siguientes. 
Comenzamos en La Royal Mile, adentrándonos en alguno de sus curiosos callejones con edificios que se elevan hasta 11 alturas de las que 3 o 4 están bajo tierra (de hecho, los primeros rascacielos se construyeron en Edimburgo)
 
Subiendo por la Royal Mile pasamos junto a la catedral de San Giles y, junto a ella, pudimos contemplar un lugar muy interesante: la Marcat Cross (la cruz del mercado). Se trata una estructura levantada durante el siglo XVI, y consta de una pequeña edificación a modo de templete y de base octogonal, casi circular, de unos tres metros de altura, que hace las veces de una alta basa de donde parte una esbelta columna, coronada por un unicornio, el animal mitológico por excelencia de Escocia. Esta cruz se utilizaba en toda Escocia para señalar el lugar del mercado y también era el lugar desde el que se realizaban los anuncios públicos y en donde en algunos casos se llevaban a cabo las ejecuciones públicas. (el uso de este monumento como lugar para pregonar noticias de importancia es una tradición que continúa a día de hoy: curiosamente, los anuncios se hacen públicos con tres días de retraso porque ese era el tiempo que tardaba en llegar un hombre a caballo desde Londres en el siglo XVIII) 

Continuamos la subida hacia el castillo y antes de llegar a la rampa que conduce hasta él, giramos a la izquierda para llegar al corredor superior de la calle Victoria que es la más conocida de la ciudad con su diseño curvo, sus casas de colores y sus dos niveles.
Bajando por ella se llega a la famosa Grassmarket (plaza del mercado) una extraordinaria plaza que ha sido uno de los lugares más macabros de la ciudad, de hecho, aquí tenían lugar las ejecuciones públicas sobre los patíbulos (que aún hoy se puede contemplarla la huella de la antigua horca de la ciudad); es más, en un close que desemboca en esta plaza tenían su guarida dos conocidos exhumadores de cadáveres y asesinos que atraían a sus propias víctimas para procurarse cadáveres para vender al respetadísimo médico Robert Knox. Capturados y condenados fueron ahorcados precisamente en esta plaza. Grassmarket está ligada a espisodios de linchamiento, desórdenes y disturbios pero hoy es un lugar muy agradable repleto de bares y restaurantes. Aquí se puede tomar una pinta en The Last Drop (El último trago) que hace referencia a la última voluntad de los ahorcados, a quienes antes de subirse a ella se les concedía el deseo de tomarse un whisky en este sitio. El local está decorado con cuerdas de horca, fotos de los ajusticiados en esta plaza y otros macabros detalles.
Desde la plaza se llega en unos minutos a otro de los lugares más importantes: el antiguo cementerio de Greyfriars con la legendaria prisión de los Covenanters en su interior (el triángulo con más actividad paranormal de Escocia) y la estatua del perro Bobby en la entrada.
La historia de este perrito es muy tierna: Bobby era la mascota de un humilde vigilante nocturno llamado John Gray, que había llegado con su familia a Edimburgo para buscarse la vida. Su perro lo acompañaba durante las rondas y no se separaba de su lado. Lamentablemente, Gray falleció a mediados del siglo XIX tras una larga enfermedad. Cuando su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Greyfriars, este skye terrier se quedó junto a la tumba hasta el día de su propia muerte, que ocurrió nada menos que ¡¡¡14 años después!!!
Lloviera o tronase, Bobby no se movía de allí, y durante ese tiempo, los ciudadanos de Edimburgo acudían a verle y a llevarle comida. Con los años incluso le construyeron un pequeño refugio para que pudiera resguardarse e incluso se pagó su licencia. Lamentablemente la Iglesia no permitió que se diera sepuntura al perrito en campo santo por lo que se le enterró fuera de la valla del cementerio aunque en el interior se erigió una lápida conmemorativa. Un año después de su muerte, una aristócrata de Edimburgo, Lady Burdett Coutts, conmovida por su historia, solicitó construir un monumento en homenaje a Bobby, una estatua en bronce a tamaño real que se puede ver a la puerta del cementerio y se reconoce porque siempre está rodeada de gente.
El cementerio de Greyfriars tiene fama de estar embrujado. Uno de los comentarios más frecuentes se atribuye al espíritu inquieto del infame abogado George Mackenzie conocido como "Bloody" (el sangriento), enterrado allí en 1691. Se comenta que el 'fantasma de Mackenzie' causa moretones y cortes en los que entran en contacto con él y muchos visitantes han informado de sentir extrañas sensaciones. En particular, los visitantes que toman el paseo de la Ciudad de los muertos, que tiene acceso a la Cárcel de los Covenanters sostienen que han surgido con lesiones sin haber sufrido ningún tipo de accidente. Hoy día esta zona permanece cerrada por una verja debido a los extraños “ataques” que han tenido lugar en este recinto, aunque se pueden pedir las llaves y acceder a ella firmando un documento para asumir la responsabilidad y consecuencias por lo que allí pudiera suceder.  Existe un número de inexplicables muertes que han tenido lugar en el cementerio mismo.
Canales científicos de televisión y prestigiosos psicólogos y parapsicólogos han visitado este cementerio. 
Realmente, Edimburgo completo es una “ciudad de fantasmas” y son muchos los sucesos extraños que se han referido en muchas zonas distintas. No en vano Edimburgo tiene la única Facultad de Parapsicológía con licenciatura en estos estudios.
Acabada la visita teníamos pensado subir a visitar el castillo, pero el frío era tan horrible que decidimos cambiar de planes (por la tarde nos dijeron unos turistas que lo cerraron por los vientos huracanados que soplaban).
Así pues, como el frío y el mal tiempo iba a peor lo primero que hicimos fue volver al hotel a coger más ropa de abrigo y, a continuación, buscar un lugar para comer. Elegimos un local que nos recomendó la recepcionista del hotel llamado Whisky (muy propio) y que se encuentra en la High Line.  (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d794284-Reviews-Whiski-Edinburgh_Scotland.html)
 
Casi todas tomamos haggis, la comida más típica de la zona y que es una especie de relleno de morcilla (realmente son vísceras muy picadas, la única comida que los pobres se podían permitir en los tiempos duros de la ciudad) adobada con diferentes especias, servido con puré de patatas y salsa de whisky. 
Es un plato riquísimo que probaríamos todos los días en sus diferentes formas de prepararse y servirse; aunque a mí este fue el que más me gustó.
Tras la comida vamos a visitar el Palacio y la Abadía de Holyrood pero llegamos a las 15:30 y ya no nos dejan entrar porque, aunque cierra a las 18:00, el último pase es a las 15:30. Con este plan chafado y nevando y lloviendo sin parar emprendemos la vuelta por High St. donde compramos algunos impermeables pues los paraguas habían fallecido aniquilados por el viento y la lluvia. 
Cerca del palacio, en la misma calle, se pasa junto al Parlamento de Escocia, un enorme edificio diseñado por el español Enric Miralles que ha sido bastante controvertido tanto por su moderno diseño (de excesivo contraste con el entorno) como por el coste y la mala construcción que va a suponer un gasto de millones de euros si se quiere mantener abierto. Al parecer, ha sido “una cagada”.
Paseando (y mojándonos) por la Royal Mile llegamos a la catedral y a la zona en la que se encuentran algunos de los closes más bonitos.
Decidimos visitar el interior de la catedral St. Giles que es muy interesante; aunque se le llama catedral no lo es realmente ya que aquí no hubo nunca cátedra, pero sí es la iglesia más bonita de Edimburgo. Se encuentra situada en el corazón de la Royal Mile, a pocos minutos del Castillo. 

Su construcción comenzó  en el siglo XII y se erigió sobre un antiguo santuario del siglo IX; finalizó en el XIV. Lo más característico es su cúpula en forma de corona real. Todo el interior es de piedra con hermosas vidrieras. En la esquina sureste de la iglesia no se puede dejar de visitar la preciosa, pequeña y exquisita Thistle Chapel, una de las capillas más  impresionante que pertenece a la Orden del Cardo. Llama mucho la atención la ornamentación y el excepcional coro tallado en madera.
Abandonamos la catedral y damos unas vueltas por el centro pero las inclemencias del tiempo nos obligan a buscar refugio, cosa que hacemos en el Café St. Giles, muy recomendable para tomar  unos whiskies o unos cafés. Este local se encuentra justo al lado del Mary King´s Close donde tenemos reservada una visita a las 19:00. La entrada no es barata, son 19 € (precio especial para mayores de 65), pero merece mucho la pena. Conviene sacarla por internet en la propia web (https://www.realmarykingsclose.com/plan-your-visit/tours-en-espanol/
El Tour de Mary King´s Close (el callejón de Mary King) es genial. Hay opción dos opciones para la visita, tour en iglés y en español; obviamente nosotras lo reservamos en español y nos tocó una guía llamada Agustina a la que no le pegaba mucho el papel que representaba porque su voz y ella entera era demasiado dulce: el trabajo de casting no estuvo muy fino al elegirla. Pero este tour es muy curioso y recomendable.
(En Edimburgo no se puede dejar de visitar “los closes”, callejones que partían en perpendicular desde la Royal Mile (a modo de espina de pescado) y que se construyeron durantes el XVI y XVII. Hay más de 70 y muchos de ellos llevan directamente a un recinto cerrado con jardines, casas o patios y se pueden visitar mientras que otros son privados, y la mayoría tienen un nombre, que normalmente va asociados con determinadas profesiones: close de los abogados o del viejo mercado del pescado. La explicación de que tomarán nombres de empleos es simple, dado que lo habitual era que los trabajadores de una misma área vivieran en la misma zona. De este modo los close eran el acceso a sus viviendas.)

El Mary King´s Close es un importante callejón comercial del siglo XVII situado en la zona antigua. Hoy día se encuentra tapiado por el edificio de la City Chamber, el actual ayuntamiento de la ciudad.
La Royal Exchange, como en un principio fue llamado este gran edificio del considerado arquitecto John Adam, empezó a construirse en 1753 sobre los cimientos de cinco callejones de la ciudad: Stewart Close, Pearsons Close, Allan Close, Craig Close y, por último y más importante, Mary King's Close, quedaron sepultados por él.
Actualmente, este complejo de callejuelas congeladas en el tiempo desde el siglo XVII forma un laberinto en las profundidades del centro histórico de la ciudad, y es lo que llaman ”la ciudad subterránea" de Edimburgo.
El close, después de ser en parte demolido y tapiado fue cerrado al público durante muchos años llegando a ser una fuente para mitos y leyendas urbanas de historias de fantasmas de las víctimas de la peste que murieron en estas casas.
Durante la hora que dura el recorrido se visitan diferentes estancias en las que se mantenían con vida a duras penas los ciudadanos más pobres de Edimburgo, mientras esperaban a que la peste o algún maleante terminara con su sufrimiento.
Tras visitar el escenario de un crimen, ver a los enfermos de peste (con figuras a tamaño real) en algunas de las casas de los habitantes de estos callejones, se finaliza en una de las casas mejores conservadas y bastante espeluznante donde se encuentra una habitación en la que, al parecer, hay una presencia: una niña llamada Annie que llora porque perdió su muñeca.. Según cuentan, fue una estudiante china que llegó para estudiar estos fenómenos y que, al entrar en la habitación, percibió una presenciai y una gran tristeza. La niña le tiró de la manga y le contó que se sentía muy sola sin su muñeca. La chica corrió a la Royal Mile y compró una que le llevó. En ese momento la energía de la habitación cambió y se percibió, según afirmó, un enorme paz. 
Desde entonces, muchos de los visitantes suelen llevar muñecos, golosinas o juguetes para consolar a Annie y que deje de vagar por los callejones. Allí se pueden ver amontonados. Todo es bastante siniestro, pero muy curioso e interesante.

Finalizada la visita nos encaminamos a Royal Mc. Gregor en la Royal Mile, en el 154, High St. https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d1077415-Reviews-The_Royal_Mcgregor-Edinburgh_Scotland.html)
 (donde habíamos reservado una mesa para cenar.El sitio no es especialmente bonito pero la comida está muy buena y la relación calidad-precio es muy interesante: el fish & chips y el salmón están muy ricos. 

Domingo, 23 de febrero

Hoy el día amanece con frío pero soleado por lo que podemos seguir nuestro programa que  es visitar Dean Village (también conocido como Water of Leigh Village), recorrer el sendero de Leith, que es un paseo espectacular que transcurre junto al río, y llegar por él hasta el barrio de Slockbridge.
Desde la High Line cruzamos por North Bridge hacia Princess St. donde nos detenemos para ver el monumento a Walter Scott y hacer unas fotos. Se trata de una construcción de estilo gótico que se erigió en honor al escritor escocés bajo la cual se colocó una enorme escultura en mármol blanco del escritor con su perro. Con sus 61 metros de altura, se trata del mayor monumento del mundo alzado en honor a un escritor.
 
Desde ahí continuamos por la misma calle hasta los Pricess Garden y bajamos hasta ellos para dar un paseo hasta St. John Church. Echamos un vistazo al exterior, está rodeada de tumbas, pero al interior no podemos pasar ya que va a empezar el servicio.
 

Al llegar a Leith cruzamos el Dean Bridge, el puente sobre el río Leith para ver la iglesia de Dean y contemplar las vistas, y luego bajamos hasta el sendero; el río va muy crecido y algunos tramos del mismo son intransitables si no se mete el pie hasta el tobillo en el agua, y no es plan. Así que damos una vuelta por el barrio de arenisca roja, entramos en algunos patios y hacemos unas fotos de este enclave precioso que parece salido de un cuento. 
Dean Village fue durante varios siglos una aldea, que terminó por integrarse en el paisaje urbano de la capital escocesa (a la que se incorporó oficialmente en el siglo XIX), pero que antaño gozó de una importancia considerable como centro de producción de pan. Sus orígenes se remontan al siglo XII, cuando fue fundada por los monjes de la abadía de Holyrood y, con el paso del tiempo, se convirtió en la principal fábrica de harina de la zona, llegando a contar con varios molinos de agua destinados a tal fin.
Cruzando desde el pueblo uno de los puentecitos sobre el río damos por concluida la visita y emprendemos el camino por la senda en dirección a otro barrio no muy conocido pero muy recomendable: Slockbridge.
 

Pese al frío de la mañana, la senda está repleta de escoceses que pasean niños y perros o que hacen deporte. Llegando al puente que da acceso a la calle principal del barrio, la derecha, encontramos un mercadillo de artesanía y productos locales que se instala en esta zona los domingos. Damos una vuelta por él, compramos algunas cosillas y nos sentamos a tomar un café en la cafetería Nero, que está justo en la esquina, para entrar en calor y reponer algo de fuerzas.
Cruzando el puente se accede a Raeburn St., que es la arteria principal por cuyas márgenes se suceden multitud de tiendas de segunda mano, de artesanos, cafés y restaurantes, y que  a esta hora y con el el día soleado está a rebosar de gente. Es una de las zonas más animadas de la ciudad.
Hacemos algunas compras y volvemos sobre nuestros pasos para volver a cruzar de nuevo el puente y subir hasta Charlotte Sq., una imponente plaza neoclásica en el corazón de la ciudad nueva de Edimburgo.  La New Town se diseña en el siglo XVIII como un barrio residencial para que la población más acomodada pudiera trasladarse allí desde las sucias y superpobladas calles de la Old Town. Llama la atención su plano ortogonal, en cuadrícula, acorde con las ideas predominantes del Racionalismo de la época. La calle más importante de la New Town es Princes Street, que solo cuenta con edificios en uno de sus lados.
En la plaza de Charlotte visitamos el número 7 donde se encuentra la Georgian House (casa gregoriana), una mansión que perteneció a un rico hombre de negocios y que ha sido perfectamente restaurada por la National Trust for Scotland para mostrar a los visitantes cómo eran las casas de la Ciudad Nueva entre finales del siglo XVIII y principios del XIX.
La casa consta de cinco plantas de las que se pueden visitar tres, las cuales conservan su antigua decoración.
La entrada cuesta 6€/persona (precio especial de grupo) y se pueden visitar las plantas 1ª, 2ª (habitaciones privadas de la familia, aseo, salones, despacho...) y el sótano donde se encuentran las cocinas y la habitación del servicio. Un curioso sistema de campanillas conectadas con los pisos superiores permitía a los señores de la casa llamar siempre que necesitaban algo. Durante la visita a la casa se pueden ver muebles de la época, vajillas, cuberterías y cristalerías de porcelana, plata y cristal que reflejan el estilo de vida y las condiciones económicas de sus antiguos habitantes.
En la 2ª planta se proyecta una película donde se cuenta la historia de esta familia y su forma de vida como reflejo de toda una clase social.
Acabada la visita paseamos por la calle principal del barrio nuevo, George St., que está llena de restaurantes, buscando un lugar donde comer.
Decidimos entrar en un local muy famoso, The Standing Order, ubicado en el edificio de un antiguo banco en el 62-66, George, St. (incluso se puede ver dentro la caja fuerte en uno de los comedores). (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d2361130-Reviews-The_Standing_Order-Edinburgh_Scotland.html
 

Se trata de un edificio espectacular y muy recomendable de visitar; pese a que la comida no sea especialmente buena tampoco es mala (da la impresión de un local de comida rápida escocesa) y el sitio es precioso. En este restaurante no hay servicio de camareros (salvo para llevar los platos a la mesa desde la cocina) por lo que hay que pedir todo en la barra y pagar previamente; las bebidas se las lleva a la mesa el propio cliente y tras decir el número de la mesa en la que está sentado espera a que los  camareros les lleven el pedido. También se puede usar para pedir y pagar una app gratuita que se puede instalar en el móvil tanto para IOS como para Android.
Finalizada la comida damos una vuelta por la zona y volvemos  en dirección a Princess Street por la que damos un paseo; con el buen tiempo (o, al menos, con la no lluvia) la gente se ha “tirado” a la calle y todo está a rebosar de gente.
 

Nos dirigimos a Calton Hill, la colina que se encuentra justo en el punto opuesto al castillo, al otro extremo de la calle Princess, desde donde hay unas vistas fabulosas para ver atardecer sobre la ciudad. Cuando llegamos el sol ya se está poniendo pero aun así las vistas son espectaculares. 
 
Calton Hill es una colina no muy alta situada al este de la ciudad y en la que se disponen algunas construcciones de tipo neoclásico: el The National Monument of Scotland que es una réplica del Partenón de Atenas y que permanece inacabado; el Dugald Stewart Monument, una especie de templete que es sin duda una de las imágenes más conocidas de Edimburgo; su diseño se inspiró en un pequeño templo ateniense, el monumento a Lisícrates; el Monumento a Nelson, una torre de 32 metros de altura (que parece un faro) erigida para conmemorar su victoria en la batalla de Trafalgar; y el Observatorio de la ciudad, cuyo estilo nos recuerda de nuevo a un templo griego en el que llama la atención la gran cúpula central, destinada a albergar el telescopio.


 

Finalizada la visita, descendemos de la colina y ponemos rumbo a la Royal Mile donde nos espera el guía del paraguas amarillo, en esta ocasión para realizar el famoso “tour de los fantasmas”, con City Explorers Tours. Al llegar nos encontramos con que hay muchísima gente por lo que nos organizan en grupos de unas 23 personas. Hace un frío espantoso y el guía es un poco pesado y además un poco teatrero y actúa como si fuésemos alumnos de secundaria. 
 
Hacemos cada poquísimos metros hace una parada excesivamente larga en la que casi todo lo que explica ya nos lo contaron en el tour de la ciudad por lo que, en la tercera estación, decidimos abandonar el grupo. Le dimos una propina, nos disculpamos y nos largamos.
Nos dirigimos a Zizzi (1 Roxburgh Court), una pizzería céntrica y con muy buenas críticas donde habíamos reservado por internet mesa para la cena. https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d4473631-Reviews-Zizzi_Edinburgh_Roxburgh_Court-Edinburgh_Scotland.html)
Es un local muy bonito y agradable, con buenas vistas de la ciudad, al que se accede atravesando y bajando por el close en el que se encuentra la entrada a Mary King´s Close. Este restaurante es muy recomendable y, para variar, hay un camarero español. Cenamos muy bien.

Lunes, 24 de febrero

Vuelve a amanecer con la meteorología propia de esta ciudad: toda la noche nevando, a ratos granizando, viento gélido, o sea, un “tiempo de perros”
Hoy el plan es visitar una preciosa capilla situada a unos 15 kms. de Edimburgo, Rosslyn Chappel, a la que se puede llegar fácilmente en el bus nº 37 (OJO! dirección Penicuik) que se puede coger en North Bridge o South Bridge donde lo hicimos nosostras ya que esta parada se encuentra más cerca del hotel y estaba diluviando; el trayecto dura unos 45 minutos y el billete es urbano, el mismo que para trayectos en la ciudad (1,30 libras. Hay un day-ticket que vale 4,20 y que es mucho más recomendable si se van a tomar 3 o más autobuses al día. (ya solo la ida y vuelta a Rosslyn son 3,60). Nosotras compramos el billete diario ya que pensábamos visitar por la tarde la zona del puerto. ). Se puede pedir al conductor que nos avise en la parada y no hay problema. Además, los escoceses son muy amables y los propios viajeros nos lo indicaron ya que a causa de la nieve y la lluvia no se veía nada a través de los cristales.
 

Es esta una de las visitas obligatorias si se viaja Edimburgo. En nuestro caso tuvimos además la suerte de que estaba nevando por lo que el lugar tenía un encanto especial.
El autobús para a unos 200 metros del recinto de la capilla, junto a un  pequeño hotel con una agradable cafetería donde nos tomamos unos deliciosos cafés para entrar en calor. Las camareras, superamables. Fuera continúa nevando.



Junto frente al hotel comienza el sendero que lleva a la iglesia (está muy bien indicado). La primera vez que visitamos esta capilla no había nada salvo el templo, ni siquiera turistas); hoy hay un centro de visitantes con tiendas y cafetería y un parking muy grande también; la iglesia no se ve desde el exterior ahora. El acceso a la capilla se debe realizar a través del centro de visitantes donde se saca la entrada: 9 € la general y 7€ los mayores de 65. En nuestro caso, nos encontramos con que había un funeral y el acceso estaba cerrado durante una hora así que nos tocó esperar. Pero todo merece la pena para contemplar esta maravilla. En la entrada nos recibe un precioso gato negro que vive allí y que está en un banco con su mantita saludando a los visitantes. Cada media hora hay una explicación gratuita en inglés ofrecida por un guía local.
 
La historia de la Rosslyn Chapel se remonta a 1446  Hay quienes aseguran que los caballeros templarios, que dejaron de existir mucho antes de la fundación de la Rosslyn Chapel, sobrevivieron y huyeron a Escocia, donde construyeron la capilla para esconder su tesoro en una cripta sellada que jamás ha vuelto a abrirse (historia que recrea la novela El código Da Vinci).

Esta pequeña joya de piedra, mezcla entre la expulsión del paraíso o la muerte de Cristo, símbolos masónicos, y de los templarios, además de temas paganos. Pero más allá del mensaje simbólico de cada una de estas piezas, está esa curiosidad que lleva a querer transitar por un lugar donde pudo estar escondido el Santo Grial  (puede que hasta siga allí),  la cabeza de Cristo o los evangelios apócrifos (que algunos sitúan bajo el Pilar del Aprendiz). Son tantas que el misterio que pervive en la capilla crece como la selva que nace de los más de sesenta hombres verdes que pueblan sus muros. La joya de la Rosslyn Chapel es el Pilar del aprendiz, uno de los tres pilares que separan el coro del ala central de la capilla. Cuenta la leyenda que el albañil encargado de la construcción del pilar se marchó a Roma en busca de inspiración para tallarlo. Mientras tanto, su aprendiz tuvo un sueño donde se le reveló el pilar terminado, así que se puso manos a la obra y lo talló. Y lo hizo con tal perfección que, cuando el maestro regresó y lo contempló, invadido por la envidia, asesinó al aprendiz a golpe de mazo.

UN POCO DE HISTORIA CURIOSA:
Sobre los Templarios en la capilla de Rosslyn, el Grial  y el Descubrimiento de América

En 1992 apareció en el mercado editorial La Espada y el Grial, escrita por Andrew Sinclair, un americano que investigó en Escocia el pasado de su apellido.
En sus páginas Sinclair desarrolla la idea de que en la capilla Rosslyn se encuentran los símbolos que demuestran la vinculación de los St. Clair con la orden templaria, el Grial y el descubrimiento de América.En su argumentación utiliza como prueba una losa conservada en la capilla, donde aparecen talladas las figuras de una espada, un Grial y los escalones del Templo de Salomón. La espada hablaría de un primer descubrimiento y desembarco en América del Norte, casi un siglo antes de que Colón llegara a las Antillas. Los escalones, por su parte, serían la prueba del legendario tesoro que hallaron los primeros templarios, durante los años que permanecieron en las ruinas del Templo de Salomón excavando en sus laberínticos túneles, a la búsqueda de objetos tan deseados como el Arca de la Alianza o el Santo Grial. Todo está explicado en estos escalones, según el autor.En referencia al viaje de los templarios a América, parece ser que hay una documentación que demuestra que el príncipe Henry Sinclair, con el apoyo financiero de los templarios, armó una flota de 12 navíos para hacer un viaje que les llevó al Nuevo Mundo. La fecha es anterior a 1400, porque Henry Sinclair fue asesinado ese año después de haber regresado de su viaje. Este viaje explicaría en qué se inspiraron los diseñadores del ornamento para dejar en los muros de la capilla mazorcas de maíz y plantas de aloe vera, desconocidas entonces en las tierras de este lado del Atlántico (fue lo que nos llamó más la atención a Domi y a mí cuando la visitamos).
 

EL Código Da Vinci: Algunas de las escenas finales de la película «El Código Da Vinci» fueron rodadas en la Capilla Rosslyn. Si habéis visto la película, recordaréis el momento, casi al final, en que Langdom (Tom Hanks) y Sophie (Audrey Tatou) se encuentran con un grupo de personas que forman parte de una «organización secreta» cuya misión era proteger el secreto del Santo Grial. Las personas revelan en ese momento que Sophie es en realidad una descendiente directa de Maria Magdalena y Jesús, constituyendo ése el verdadero Santo Grial (y no un objeto con forma de cáliz)

Finalizada la visita y las fotos correspondiente (solo desde el exterior ya que en el interior no están permitidas) volvemos a la parada del bus y lo tomamos en dirección Edimburgo. Al llegar es ya hora de comer y decidimos hacerlo en uno de los restaurantes más bonitos de Edimburgo: The Dome, en 14, George St., ubicado en un edificio que se construyó como sede del Banco Comercial de Escocia en 1847 (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d718884-Reviews-The_Dome-Edinburgh_Scotland.html). 
 

Se trata de un local precioso, con un trato excepcional y muy buena comida a precios asequibles, aunque no baratos. El haggis está muy rico, al igual que el salmón e incluso las hamburguesas. Un lugar muy recomendable y con camareros que hablan español. Si alguien lee este blog, os doy una recomendación: no dejéis de visitar los aseos. ¡Son una pasada! 

Con la barriga llena y habiendo descansado un poco en este impresionante local, nos dirigimos (bajo la lluvia) a la calle Princess para llegar a la ciudad vieja para dar una vuelta y hacer algunas compras.
Aprovechamos el resto de la tarde y la poca luz de la que aún podemos disfrutar para recorrer la ciudad vieja (aunque algunas del grupo prefieren permanecer guarecidas de la lluvia en un pub degustando unos whiskitos). 
 El resto nos encaminamos al castillo que podemos contemplar desde el exterior así como algunos de los callejones de la Hig Line por los alrededores. 
 


Continuamos bajando por la calle Victoria hasta Grassmarket donde decidimos (hastas de lluvia) entrar en el emblemático pub The Last Drop donde pasamos el resto de la tarde esperando a que el tiempo dé algo de tregua.






 Cuando por fin lo hace, abandonamos la guarida donde los pobres reos tomaban su último trago y decidimos dar una vuelta por el cementerio de Greyfriar por la noche y hacer unas fotos en la estatua del perro Bobby. 
 
 

Cuando llegamos todo es tan tétrico e inquietante que no pasamos de los primeros 10 metros. Echamos un vistazo a Elephant House, la cafetería frente al cementerio donde J.K. Rowling escribió gran parte de los libros de Harry Potter, y volvemos al hotel a dejar las compras.
El mítico café es un poco decepcionante porque no deja de ser una cafetería sin encanto que se ha hecho famosa por quien la frecuentaba.
Nuestra última cena la hacemos en un restaurante vegetariano, con muy buena fama, a unos pasos del hotel, David Bann Restaurant, en 56-58 St Mary's St., un local moderno, con un servicio estupendo y comida riquísima a muy buen precio. Muy recomendable. (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g186525-d794438-Reviews-David_Bann-Edinburgh_Scotland.html)

Martes, 25 de febrero

A las 9 nos recoge el taxi que teníamos contratado para llegar al aeropuerto. El vuelo sale a la hora en punto y sin contratiempos. Llega a Madrid con antelación y, en poco tiempo, nuestro bus nos recoge para inicar el camino de vuelta a Albacete.
A las 19:30 estábamos en casa. El balance del viaje: como siempre, muy positivo (pese al tiempo horrible que hemos soportado).

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