CABO VERDE. Isla de Sal en una semana

Este verano, en julio, hemos pasado una semana en Cabo Verde, en Isla de Sal.

En resumen, nos ha parecido una isla muy seca y sin mucho que ver o hacer salvo las actividades acuáticas (pesca, surf, buceo…)

Antes de empezar el relato del viaje, hay que decir algunas cosas interesantes sobre las islas, por ejemplo, que no es necesario cambiar dinero (110 escudos/1 euro) ya que todo se puede pagar en euros, y el cambio lo dan en euros también; el euro es tan utilizado como el escudo. Se pierde algo, pero es más el lío del cambio. Con euros, ningún problema en ningún sitio. 

La temporada alta en las islas es en invierno donde la temperatura oscila entre 18 y 26oC. Es cuando se llena al 100%, especialmente de turistas nórdicos. Ahora, pues, estamos en temporada baja y nos han dicho que solo están los hoteles al 35% de su capacidad.

Hay muchísimos perros y gatos callejeros, pero están muy controlados y todos ellos están castrados y vacunados por las autoridades.

Por otro lado, Cabo Verde es el país africano con menos corrupción. Tiene medidas migratorias muy estrictas: todos los inmigrantes entán en el país con permiso de residencia que deben renovar cada 6 meses; si no es así, se les deporta automáticamente. También cuentan con servicios sociales muy adelantados: viviendas sociales y colegios para los más desfavorecidos. La sanidad es pública y universal; también es igual para todos aunque hay clínicas y médicos privados para los que puedan pagarlos.

No hay agua corriente salvo en el 30% de las viviendas. Otro pequeño % tiene depósitos en los tejados que rellenan, aunque esto es caro, tanto comprar el depósito e instalarlo como pagar el camión que transporta el agua. El agua es el gran problema de la isla y toda ella procede de desalinizadoras. Para los que no pueden pagar esto, la mayoría de la gente, hay fuentes públicas a donde acuden diariamente con garrafas. (25 litros/11 ct)


 

Miércoles, 12 de julio


Salimos haca Madrid en tren y nos hospeamos en el hotel Roisa (ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187514-d12679662-r904945643-Hostel_Boutique_Roisa-Madrid.html) que está cerca de Chamartín y a un paso del metro directo al aeropuerto.

Cenamos en un restaurante frente al hotel, Cachivache, comida fusión que está rica y un lugar bastante agradable.

 

Jueves, 13 de julio


 Salimos de Madrid Barajas en dirección a Cabo Verde, con la compañía Alba Star, sobre las 13:45.

Tras un vuelo de algo más de 4 horas llegamos a Isla de la Sal.

 . La diferencia horaria con Madrid es de 3 horas.

Nada más aterrizar nos damos cuenta de que, pese al nombre, el color verde aquí no existe. Es una isla absolutamente desértica.

Nos recogen en el aeropuerto y nos trasladan en bus al hotel en el que pasaremos toda la semana, Hotel Oasis Belorizonte (Ver crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g482848-d24107203-r904946752-Hotel_Oasis_Belorizonte-Santa_Maria_Ilha_do_Sal.html) El hotel es bastante chulo ya que las habitaciones son bungalows con terracita y parece un pequeño pueblecillo. Nos dan la 117 en una zona tranquila pero cerca de las piscinas y restaurantes. Muy bien.

El resto de la tarde lo pasamos recorriendo la zona, tanto el hotel como los alrededores.

El hotel está muy cerca de la capital turística de la isla, Santa María, y se puede llegar a ella por un paseo junto a la playa muy tranquilo y agradable. Lo recorremos hasta llegar a un muelle de madera con mucha animación desde el que saltan al agua los chicos locales. Es una de las imágenes más reconocibles.



Desde el muelle sale un acalle peatonal llena de puestos de souvenirs que lleva al centro, pero nosotros nos volvemos al hotel a cenar y a descansar. Aunque el jetlag es solo de 3 horas, se nota.

 

Viernes, 14 de julio

 

Nos levantamos temprano y, tras el desayuno, vamos a reservar tres cenas especiales para las que nos han dado un bono en el hotel (mañana: menú degustación de comida caboverdiana; pasado: comida italiana en restaurante italiano; y el lunes: cena de pescado a la parrilla en el restaurante de la playa)

Luego hemos pensado reservar una excursión de un día en velero, pero nos han dicho que no es recomendable si nos mareamos porque el mar está bastante movido, así que hemos desistido. Habrá que pensar otro plan alternativo.

En internet habíamos leído algo sobre un jardín botánico que nos llamó la atención (especialmente dada la sequedad del terreno) y hemos decidido visitarlo esta mañana. El sitio se llama Viveiro, Botanical Garden & Zoo di Terra, o sea, una mezcla de todo.




Se encuentra a unos 5 km al norte de Santa María así que hemos pedido un taxi que en 5 minutos por 5 € (a euro el minuto) nos ha dejado en la puerta, y el taxista nos ha dado su teléfono para que lo llamáramos cuando finalizáramos la visita y nos llevara de vuelta (¡total, nos da igual uno que otro!) Es majo, por si interesa dejo aquí el contacto: Adilson, móvil 9811208.

El jardín se encuentra pagado a un campo de golf que lleva el mismo nombre (Viveiro) y ocupa una extensión no muy grande, acotada, con plantas y árboles autóctonos, muchos de ellos con flores, y jaulas y recintos con algunos animales (coballas, un mono, cabras, un burro, un conejo y varias especies de pájaros, loros, gallos y pavos). Son bonitos también los jardines de cactus. En la parte más alejada de la entrada hay una amplia zona de vivero, pero lo hemos visto desde la entrada.

Cerca de la cancela de acceso hay un pequeño bar con una agradable terraza y césped donde poder tomar un refrigerio: hemos tomado un zumo natural de fruta de la pasión y papaya (3€) y una coca-cola (2€). Hemos llamado a Adison que ha llegado con su taxi en unos minutos y hemos regresado al hotel.

Tras la comida, mientras Domingo echaba la siesta, me he acercado a la playa a darme un baño y echar un vistazo. La playa tiene acceso directo desde el hotel. El agua es muy limpia y, debido al color de la arena, presenta un bonito tono turquesa. Me he metido en el agua, pero me parece peligrosa, hay mucha resaca: lo que más me ha llamado la atención es la fuerza del mar; incluso con los pies bien clavados en la arena cuesta mantenerse en pie, y además se forman olas muy grandes y con mucha fuerza muy cerca de la orilla. Complicado entrar y salir. Ideal para surf.

Por la tarde hemos ido a Santa María y dado un paseo por sus calles; como era temprano no había mucha animación. Hemos buscado una sala de exposiciones de la que habíamos oído hablar con obras de artistas locales llamada Visoes Africanas, pero ha resultado ser un local vacío; estaba cerrada (definitivamente). 

Santa María es la capital turística de la isla (la administrativa es Espargos) ya que en toda esta zona es donde hay mejores playas; de hecho, hay muchos hoteles a lo largo de la costa (y más que están construyendo) y la ciudad se extiende a los largo de una avenida peatonal muy bonita, llena de tiendas de souvenirs, cafés y restaurantes. Es muy agradable. La animación empieza cuando baja el sol (eso lo vimos al día siguiente)

Graffiti de la cantante Cesária Évora, en Santa María

Nos hemos comprado un helado (¡muy recomendable!) que aquí son muy cremosos y exquisitos, y nos dedicamos a callejear el resto de la tarde.

Volvimos temprano al hotel recorriendo el paseo de la playa, ya que teníamos que cenar pronto porque sobre las 21:00 nos recogerán para hacer una actividad que parece interesante: ver el desove de las tortugas marinas.

Cabo Verde es, después de California y Djibuti, la más importante reserva de reproducción de tortugas marinas del mundo. Durante toda su vida, las tortugas vuelven una y otra vez al mismo sitio a hacer el nido y una vez han depositado en él los huevos vuelven al mar.

Nos recogen en dos minibuses y nos trasladas, ya de noche cerrada, a la zona de la playa donde se encuentra la reserva que es la costa este. Antes de llegar los guías dan consejos y establecen las normas obligatorias para poder realizar la actividad, por ejemplo, se obliga a todos a quitar el sonido y el flash a los móviles y a bajar la luz de la pantalla; también se insiste en guardar silencio absoluto y respetar las órdenes de los guías y los biólogos que vigilan la zona.

No hay ninguna luz salvo unos bastones con luces rojas pequeñas que llevan los guías. 

Lo primero que vemos una vez en la playa es una zona vallada que llaman “la maternidad” y que es donde los cuidadores trasladan los huevos tras cada puesta, desde los nidos, para potegerlos de los depredadores, especialmente los perros callejeros.

Nada más llegar vemos a la primera tortuga que sale del agua y entra en esta zona. La verdad es que vemos una sombra enorme porque hay muy poca luz y apenas se puede distinguir al animal.

Entonces avisan desde otra parte de la playa, bastante alejada de donde nos encontrábamos, de que hay una tortuga haciendo el nido y salimos hacia allí corriendo. Al llegar hay bastante gente observando y los guías iluminan un poco a la tortuga y vemos perfectamente cómo ha hecho el nido y cómo va poniendo los huevos que son redondos y brillantes, como pelotas de ping pong. Estamos a medio metro de la tortuga y vemos todo muy bien, pese a toda la gente.

https://www.getyourguide.es/santa-maria-cabo-verde-l141321/observacion-de-tortugas-marinas-t462656/

La verdad es que este tipo de actividades que, por mucho que trate de evitarse, incomodan a los animales producen una sensación agridulce. Por un lado, estas actividades son una importante fuente de ingresos en un país que los necesita bastante; pero, por otra, molesta esta intromisión en la naturaleza. No sé. Una sensación rara. 
Ha sido curioso pero no puedo decir que me haya gustado.

 

Sábado, 15 de julio

 

Hoy toca recorrido por la mitad norte y centro de la isla. Salimos del hotel sobre las 09:00 en dirección a la ciudad de Espargos, la capital administrativa de la isla y donde se encuentra el aeropuerto (Santa María es la capital turística).

Atravesamos la localidad y hacemos una primera parada en Terra Boa, la zona agrícola al norte del interior de la isla y que nos imaginábamos con algo de vegetación; pero es igual de desértica que el resto. Según nos han dicho, llevan muchos años sin una gota de lluvia y no había nada plantado.

Lo más importante que hemos visto en la zona es lo que llaman el “espejismo” y que es un efecto óptico, el mismo que se produce en los desiertos, y que es debido a la aridez y el calor extremo, consistente en que en la lejanía parece que se ve agua cuando realmente lo que se ve es tierra y aire muy caliente. 

Impresiona el paisaje tan, tan desértico. Este tipo de paisajes tienen un cierto atractivo inexplicable.


Desde aquí continuamos hacia el norte hasta Buracona, que es una zona costera totalmente volcánica, de roca negra.

Aquí se visita el “ojo azul”, una gran oquedad en la roca de 19 metros de profundidad que conecta con el mar por un canal y que debe su nombre a un efecto de la luz y del agua que hace que se vea un ojo color turquesa en el fondo del pozo. Es peligroso, pero está muy controlado el acceso ya que hay que colocarse en el borde del agujero; no hay problema, los guías ayudan y nos han dicho que nunca ha habido un accidente de alguien que haya caído. Da un poco vértigo, pero es muy curioso.


Luego se sigue recorriendo la zona por unas pasarelas de madera que discurren sobre la roca, junto a los acantilados y que conducen a un mirador muy bonito  desde el que se tiene una fabulosa panorámica de toda la zona. También hay un jardín de roca que representa el archipiélago. 

Merece la pena esta visita y está muy bien organizada.

Desde aquí nos dirigimos a Palmeira, que está a unos 5 km., un pequeño pueblo de pescadores. 

Se trata de una pequeña aldea en la que la actividad principal es la pesca. Paramos cerca del puerto,  y damos una vuelta por él. En el mismo puerto hay una especie de techado con bancos de piedra donde limpian y parten el pescado; también hace de minilonja. Aquí se pesca un poco de todo, especialmente atunes. 

Recorremos un poco el pueblecillo con sus casas de colores, hacemos una parada en una tienda de recuerdos y productos típicos y volvemos al bus para dirigirnos al sur de nuevo, a Espargos.

Recorremos el centro de esta pequeña ciudad que es la más moderna y con más servicios de la isla, incluso hay una escuela de formación profesional donde vienen a estudiar y formarse las personas que trabajan en la zona de Santa Marta en el sector turístico.

Espargos. Plaza

Concluimos la excursión comiendo en un restaurante, en mitad de la nada, donde hacía un calor horroroso y el menú era bastante pobre. 

Pasamos el resto de la tarde en la piscina del hotel participando de las actividades de animación de baile y aquagim.

Por la noche habíamos reservado en uno de los restaurantes, Pedra de Lume, una cena especial de degustación de platos típicos. La cena estuvo amenizada con música en directo, pero no estuvo a la altura de nuestras expectativas. Cuando se habla de “degustación” siempre se piensa en varios platos diferentes para probar de todo un poco, comida tradicional; pero esto ha sido una cena normal y corriente con platos que se pueden tomar en cualquier sitio: un puré de calabaza (con leche de coco que era un chorrito que llevaba encima y que no le aportaba sabor alguno), un pescado (pez espada muy parecido en sabor y textura al mero) con cuscús, unos filetillos de lomo de cerdo con patatas y un lingote de chocolate con helado de fresa. En fin, no creemos que esa sea la cocina tradicional y típica caboverdiana. Ya veremos si es así el próximo miércoles que tenemos una cena típica caboverdiana.

Nos quedamos un poco en el restaurante oyendo al cantante y nos retiramos.

 

Domingo, 16 de julio

 

Hoy nos han recogido en el hotel a las 10:00 y salimos en dirección noreste para ver tiburones.

En estas islas hay 8 tipos de tiburones, pero el más frecuente y el que cada año viene a reproducirse a estas costas en las que pasa gran parte del año es el tiburón limón cuyo nombre se debe a la apariencia amarillenta que presentan por el efecto de la luz sobre el agua.

Nos dirigimos hacia la Bahía Da Parda, más conocida como “Shark Bay”, una reserva natural protegida y el único lugar de la isla en el que pueden verse los tiburones en la orilla y andar entre ellos. Los que hay más cerca son pequeños (50 cm); los mayores (desde 1,5 a 3 metros) se quedan en aguas más profundas y, por tanto, más lejos de la orilla. A estos últimos los hemos visto desde lejos con su típica aleta sobre el agua.

La bahía es una laguna de muy poca profundidad con rocas de lava en el fondo, lo que hace que sea un lugar idóneo para que los tiburones limón busquen comida y sea fácil verlos y andar junto a ellos (está totalmente prohibido tocarlos aunque ellos sí te tocan a ti al pasar entre las piernas). Nos han dicho que sobre las 16:00 la marea está en su punto máximo por lo que los tiburones más  grandes se acercan a la orilla. A esa hora ya no hay visitas, pese a que estos tiburones son inofensivos con los humanos.

Para entrar en el mar se recomienda no llevar chanchas, en primer lugar, porque el fondo es todo roca volcánica que a veces tienen partes afiladas y resbalan, y, en segundo, porque hay bastantes erizos. Allí mismo, donde aparcan los minibuses, hay chicos y algún puesto que alquilan escarpines de goma y crocs por 3€. Nosotros los hemos cogido porque nos han asustado con lo de las rocas cortantes y los erizos, pero perfectamente se puede entrar con unas tevas (que es lo que llevábamos) ya que las rocas ni son tan cortantes, ni resbalan tanto ni hemos visto ningún erizo.

Una vez con nuestro calzado adecuado nos adentramos en el mar, que es poco profundo, hasta la rodilla más o menos, y enseguida empiezan a aparecer escualos que nadan entre nuestras piernas. Los guías meten la mano en el agua sujetando pescado y, al darles el olor, se acercan muchos; uno de ellos ha saltado a la mano del chico cuando la tenía fuera del agua y le ha quitado el pescado. Vaya susto.

Hemos estado sobre una hora contemplando a los tiburones lo que ha resultado muy interesante, especial y diferente. 

Multitud viendo tiburones

Por la noche, antes de la cena, hemos dado un paseo por el camino de madera de la playa y después habíamos reservado cena especial en el restaurante italiano: bufet libre de platos típicos italianos. Todo riquísimo.

Para concluir el día hemos pasado el resto de la velada asistiendo a un espectáculo de baile que ha estado genial (los mismos chicos del baile de la piscina por la tarde. Los negros, en general, se mueven de una manera especial; llevan el ritmo en la sangre y son muy elásticos. Impresionante)

 

Lunes, 17 de julio

 

Hoy tenemos una actividad que parece divertida: pasar la mañana recorriendo la costa de la isla en catamarán para contemplarla desde el mar, una visión que siempre es diferente de la que se tiene desde tierra. 

Nos recogen en el hotel a las 08:45 para ir en bus a la pequeña localidad de Palmeira, el pueblo de pescadores que visitamos ayer, desde donde nos embarcamos.

El catamarán es bastante grande, según nos dicen tiene capacidad para 90 personas pero solo irá nuestro grupo (unos 40) aunque luego añaden un grupo de unos 20 italianos. Desde el muelle hasta el barco nos trasladaron en dos zodiac lo que también contribuyó a hacer el viaje más entretenido.

La verdad es que ha sido de las actividades mejores de este viaje salvo que los catamaranes van a vela y este llevaba motor. Solo fuimos un rato corto, en altamar, a vela.

Navegamos durante 45 minutos desde la costa hasta un islote, Ilhéu Rabo de Junco, al que bordeamos para llegar a una bahía resguardada donde había bastantes pescadores con pequeñas barquitas multicolores, la Bahía de Murdeira. Ahí fondeamos durante una hora para poder bañarnos. La mayoría lo hicimos y estuvo genial porque es estos casos en que lo más peliagudo es subir y bajar a la embarcación, no hubo ningún problema en este sentido ya que pusieron una escalerilla comodísima. 

El agua estaba deliciosa de temperatura (no tan caliente como en la playa del hotel) y transparente, limpísima. Una gozada. En el barco llevaban gafas y tubos para quienes quisieran hacer snorkel.

Finalizado el baño volvimos a la embarcación donde habían preparado un aperitivo con pizzas, sandwiches, patatas, aceitunas… y bebidas. Entre el aire que corría, el frescor del baño y el hambre que ya teníamos fue una experiencia genial.

El catamarán emprendió el viaje de vuelta mientras comíamos y, cuando recogieron todo, comenzó el baile. La tripulación se convirtió en un conjunto de animadores y al ritmo de canciones pagadizas y conocidas (Bomba, Village People, Nosa Nosa…) llegamos cerca del puerto donde nos trasladamos a la misma zodiac que nos llevo a tierra firme. Allí nos recogió de nuevo el bus para llevarnos al hotel donde comimos nada más llegar.

El resto de la tarde lo pasamos entre piscina y lectura hasta las 20:00, hora en que teníamos reserva para cenar en el restaurante de la playa.

La verdad es que estuvo bastante bien porque corría airecillo aunque olía bastante a humo de la plancha del pescado. El menú consistió en sopa de tomate, ensalada de tomate, lechuga, cebolla etc. con patatas y pescado a la plancha (duro como una suela de zapato, pero con buen sabor); de postre, un pastel de tres sabores.

 

Martes, 18 de julio

 

Hoy hemos comenzado el día haciendo un recorrido por la ciudad de Santa María donde, pese a que habíamos ido en varias ocasiones, no habíamos visitado otros barrios más auténticos y menos turísticos.

Una cosa que nos ha sorprendido es la gran cantidad de graffitis que hay por cada rincón de la ciudad. Hemos hecho muchísimas fotos de todas estas preciosas muestras de arte callejero. 



Otro lugar que nos ha gustado y que merece la pena una visita es el mercado municipal, un edificio rectangular con tres niveles: el bajo para comestibles (fruta, verdura, pescado…) y los dos niveles superiores son tipo galería con balaustrada de madera que rodea todos los lados y a los que se accede por unas amplias escaleras. En estos pisos hay principalmente negocios locales varios y muchos puestos de souvenirs y arte local. Es muy bonito. Con balconadas, pasamanos y  artesonado  de madera.

Mercado

Hemos estado un buen rato recorriendo todos los tenderetes para, al finalizar, coger el bus en dirección al noroeste de la isla que es el plato fuerte del día: las famosas Salinas de Pedra de Lume (Piedra de Fuego) que son el origen de la Isla de la Sal y de su nombre. Hasta el descubrimiento de las salinas en 1833, esta isla se llamaba Isla Llana, pero tras el descubrimiento pasó a llamarse Isla de la Sal.

Las salinas o lago salado se encuentran dentro de un cráter de volcán extinto a unos 5 km de Espargos y 25 de Santa María. Es el único lago salado que tiene esta peculiar localización (en el interior de un volcán) y uno  de los más importantes del mundo detrás del Mar Muerto (en el límite de Israel y Jordania), el Lago Rosa (Senegal) y el lago Assal (en Djibouti)

Tras el descubrimiento del yacimiento, el desafío fue transportar la sal desde lo alto del cráter hasta el puerto (1,5 km). En un principio se excavó un túnel (por el que hoy acceden los turistas a la zona) pero posteriormente, a principios del siglo XX, se construyeron unas torres de madera que sostenían un cable que podía transportar la mercancía; en el puerto, la sal se cargaba en barcos hacia su destino. Un par de años después se instaló un teleférico en el cable. Este teleférico tenía una longitud de 1100 mt y una capacidad de 25 toneladas de sal por hora; era impulsado por un motor diésel, el primero en África Occidental.

Hoy se pueden ver los restos de estas torres, en estado de abandono, de las que solo queda la madera ya que todo lo que era de hierro lo ha destruido el salitre. Según nos han explicado, el gobierno tiene el plan de rescatar el teleférico y los antiguos almacenes, la fábrica (de madera) y las casas de los trabajadores para hacer un museo que recree los orígenes de la isla. Hay que destacar que estas instalaciones han sido incluidas en la Lista Indicativa del Patrimonio de la Humanidad en el año 2016.

El diámetro del cráter es de casi dos km y el punto más alto (desde donde hay unas vistas fabulosas) está a 39 mt. sobre el nivel del mar mientras que el punto más bajo está muy por debajo, por tanto, la base del cráter es el punto más bajo de las islas de Cabo Verde y el lago de sal se ha formado de forma natural por la filtración (capilaridad) del agua del mar.

Hoy día las salinas están poco explotadas, parece que solo de forma testimonial. El cierre de la producción de sal llegó en 1984 y hoy solo se extrae una pequeña cantidad destinada especialmente a la fabricación de productos de belleza, talasoterapia, con fines terapéuticos.

La zona del cráter se ha convertido en una de las más importantes atracciones turísticas de la isla. 

En el lago está todo organizado para el baño que es especial ya que, igual que sucede en el Mar Muerto, se flota debido al altísimo porcentaje de sal del agua.

Para acceder al lago se pagan 5€ y una vez se sale del agua hay  un recinto preparado con duchas (1€) para quitarte la sal; también hay aseos y un bar con terraza además de una pequeña tienda de productos típicos, especialmente sal.

Nos quedamos por allí un rato en la terraza y después cogimos el bus para dirigirnos a la zona portuaria desde donde se cargaba la sal a los barcos. El puerto es muy coqueto y es el más antiguo de la isla, el primero que se construyó. Es muy pequeño y tiene muy poco calado (los barcos grandes se quedaban fuera)



También hay una iglesia católica muy bonita (blanca y azul) sobre una loma.

Dimos un paseo por el puertecito, contemplando cómo los pescadores descargaban, limpiaban y vendían la captura del día. Hicimos unas fotos y volvimos al bus para dirigirnos de nuevo a Santa María donde comemos en la terraza de un restaurante local. Nada reseñable: ensalada, pollo, pescado, postre (queso con mermelada de papaya) y café (el mejor que hemos probado desde que llegamos)

El resto de la tarde lo pasamos entre piscina, lectura, paseo… hasta la hora de la cena, tras la cual asistimos al espectáculo de música, bailes y canciones tradicionales caboverdianas. Muy bien.



 Miércoles, 19 de julio


Hoy ha sido un día bastante aburrido. Ya no queda nada para ver y solo se pueden hacer deportes náuticos, cosa que no nos atrae, por lo que el día ha transcurrido lentamente entre lectura, piscina, y caminata (¡¡otra vez!!) por el paseo marítimo y la calle peatonal a Santa María, lectura y poco más. Hace mucho calor. Piscina.


Por la noche hemos asistido a una cena caboverdiana, amenizada con música y bailes locales. Un horror.

El local era una especie de cabaña grandísima cerca de la playa, recargado de objetos variopintos hasta lo indescriptible, Funaná Museo Vivo. Funaná es el restaurante más típico de la isla, premiado en 1994, recibió la etiqueta de “Museo Vivo”. Es, a la vez, según nos dijeron, Casa da Cultura (¿?)

Un espacio abigarrado, artificial, oscuro, sucio, comida mala, bebida peor. Espectáculo lamentable. Los bailarines un horror, cada uno por su lado, todos apretujados (ellos y nosotros), la cantante un gallo tras otro. La comida se coge tipo bufet, pero te sirven unas señoras de no muy buena gana y te echan todo en el mismo plato (cosa que odio), mezclado el pescado con la ensalada, con un potaje de garbanzos, con la carne…¡En fin, un espanto! Es como la cantina de una universidad, pero de mucha peor calidad. Además hay que hacer una cola de bastante tiempo en un pasillo estrecho para que te pongan la comida. Agobiante. Muchos se han ido antes de terminar; nosotros a medio espectáculo ya no hemos soportado más. Ni comimos postre porque, cuando logré llegar al melón, ya no quedaba y no reponen. Nada recomendable y además, según creemos, caro (30€). Hay sitios mucho mejores por doquier.

Al llegar, nos recibieron con un licor típico y luego nos condujeron a nuestra mesa, una mesa alargada donde estábamos como sardinas en lata, para todo el grupo. El restaurante estaba atestado de turistas extranjeros y hacía un calor horroroso.

Esta actividad de “cena caboverdiana” es un montaje hecho para turistas, cuantos más mejor, sin el menor interés. Al parecer, por fotos que hay en internet y opiniones vertidas, el sitio está mucho mejor, más agradable, mejor comida… cuando no hay este espectáculo. A nosotros, que solo lo experimentamos esta noche, nos ha desagradado mucho. Hubiera sido mil veces mejor cenar en el hotel.


Jueves, 20 de julio

 

Hoy es el último día en la isla. Da tiempo a darnos un baño en la piscina. A las 13:00 nos recoge el bus y nos lleva al aeropuerto que, para lo pequeño que es tiene un caos considerable.

Como es normal en todas las compañías, los del mostrador de facturación son siempre cabroncetes y, cuando pides asientos juntos, te dicen que no hay, así que volamos separados (cuando a gente que iba mucho detrás en la cola se los dieron juntos) Yo creo que es una forma de expulsar la frustración de su trabajo, como los camareros que escupen en los cafés. En fin.

Volamos con AlbaStar que, funciona igual de mal que el resto. El avión que nos llevaba de vuelta llegó de Madrid con 2 horas de retraso y despegamos tardísimo. Todo el pasaje que no era de Madrid, perdió sus billetes de tren o autobús de vuelta a sus ciudades; y, como siempre, para no indemnizar llegamos a Madrid con -¡¡¡casi!!!- dos horas de retraso, pero no llegó a las dos horas. Cuando viajas estás vendido a la tiranía de las compañías aéreas. ¡En fin!

En nuestro caso, no fue tan grave ya que, aunque el metro ya había cerrado, pudimos coger un Uber y llegar al hotel Roisa (el mismo de la ida) donde habíamos reservado para pasar la noche. Al día siguiente cogimos el tren para volver a Albacete.


 

 

 


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