Jueves, 23 de enero
Salimos de Alicante a las 09:50 y llegamos a Colonia a las 12:35, con Ryanair que despega y aterriza a su hora.
La mejor forma de ir desde el aeropuerto al centro es coger el tren (SBahn), el S19 o S13, en dirección a Köln Ehrenfeld. El trayecto dura unos 15 minutos y se llaga a la estación Central cruzando el famoso puente Hohenzollern. El aeropuerto cuenta con su propia estación Kóln/Bonn Flughafen, a la que se llega fácilmente desde la terminal siguiendo las indicaciones. Los tickets se sacan, antes de bajar al andén y subir al tren, en las máquinas; están en varios idiomas pero no lo hemos visto en español. No hay que validarlos antes de subir porque pasa un revisor. En la máquina hay que poner la estación de salida: “Köln/Bonn Airport” y la estación de llegada: “Köln Hbf”. Se puede pagar en metálico o con tarjeta de crédito. El billete cuesta 3,70€ y es válido durante 1,5 horas para varios trayectos. Los trenes circulan los siete días de la semana aunque la frecuencia es menor el fin de semana y los festivos (de 01:24-05:24 hay un tren/hora)
Llegamos a la estación Central que está al lado de la catedral y justo frente a la fachada de esta se encuentra la oficina de turismo, en la que hemos pedido un plano.
Nos alojamos en el hotel Novum Hotel Engelbertz (ver mi crítica en Tripadvisor: https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g187371-d678909-r994941474-Hotel_Engelbertz_Yggotel_Pirol-Cologne_North_Rhine_Westphalia.html ), muy, muy céntrico, a unos metros de la famosa casa Farina, la cuna de la colonia.
Dejamos la mochila y salimos a comer al Mc. Donald que hemos visto frente a la catedral: comida basura con vistas espectaculares.
Desde aquí nos dirigimos a visitar el Museo de Artes Aplicadas, Museum für Angewandte Kunst Köln (MAKK) (10:00 - 18:00) que muy interesante para quienes, como a nosotros, les gustan los objetos de la vida cotidiana.
La entrada para la visita completa cuesta 10€ y da acceso también a las exposiciones temporales.
El museo fue fundado en 1888 y alberga una prestigiosa colección de objetos de arte. Se ubica en un antiguo convento que le aporta un aspecto peculiar de grandes espacios y salas alrededor de un gran patio.
Respecto a las colecciones, es particularmente famosa, a nivel internacional, la de diseño moderno del museo que conserva numerosos objetos de diseño del siglo XX, como muebles, lámparas, teléfonos, televisores, cámaras, radios y electrodomésticos, vajillas, cubiertos, jarrones, muchos de ellos diseñados por diseñadores de renombre, por ejemplo, las piezas de mobiliario de la Bauhaus.
https://makk.de/en/entdecken |
Foto de publicación en Facebook del MAKK |
Esta parte es verdaderamente impresionante y sólo por ella merece la pena visitarlo. Nos ha encantado.
En cuanto a las exposiciones temporales, en esta ocasión hemos podido disfrutar una magnífica muestra de joyería a través de 7000 años.
Terminada la visita pasamos el resto de la tarde recorriendo las calles del centro. Justo al lado de nuestro hotel está la calle Hohe Strasse (peatonal y muy comercial) y el casco histórico (Altstadt) lleno de antiguas iglesias, plazas con encanto, interesantes museos y casas de estilo medieval con fachadas de colores. Aunque prácticamente el 90% de esta zona quedó gravemente dañado durante la Segunda Guerra Mundial, la reconstrucción fiel a su arquitectura original a partir de 1950 hizo que conservara su encanto medieval.
Paseamos un rato y llegamos a la plaza del mercado viejo (Alter Markt) en la que se encuentra el Ayuntamiento. Desde aquí continuamos hacia el río hasta la contigua plaza de Heumarkt, presidida por la enorme estatua ecuestre de Federico Guillermo III de Prusia.
Esta enorme plaza, según dicen y según se intuye por las inmensas terrazas que ocupan todos sus lados, se llena de ambiente por las tardes y tiene varios restaurantes ideales para probar algunos platos alemanes típicos, aunque hoy hace un frío considerable y todas las mesas están vacías.
La plaza continúa hasta el río dejando a su derecha el impresionante hotel Maritim que conserva en su diseño una parte de las viejas estructuras del puerto fluvial que llaman bastante la atención.
Cruzamos el río desde donde hay buenas vistas de la catedral y la ciudad vieja así como de la zona más moderna de los antiguos muelles.
Llegada la hora de cenar, un buen lugar (justo enfrente de nuestro hotel) es la pizzería Pizza Pasta Lucca, un local pequeño, acogedor y con comida fabulosa. El servicio es excepcional y todo está riquísimo y a precios normales. Es un restaurante italiano muy recomendable.
Viernes, 24
Tras el desayuno salimos del hotel en dirección al Ayuntamiento
callejeando por el casco antiguo repleto de plazoletas y callejuelas
adoquinadas, casitas y restaurantes típicos. En una de esas plazuelas se
halla la curiosa fuente monumental Willi Ostermann Brunne (que,
al parecer, es un homenaje al carnaval) y que es más una escultura que una fuente
al uso. Hacemos una fotos y continuamos hacia la iglesia de San Martín.
En Colonia hay una ruta de 12 iglesias románicas, pero como no tenemos mucho tiempo sólo visitaremos las tres que más recomiendan: San Martín, San Severino y San Gedeón, además de las que vayamos viendo en nuestros recorridos.
La Basílica románica de San Martín es la primera que elegimos (09:30-19:30). Tiene una torre espectacular y es una de las más bonitas de la ciudad. Se puede bajar a la cripta, pero nosotros no hemos podido ni entrar porque está toda en obras y vallada; de hecho, parece que toda la ciudad está en obras.
En la parte exterior, en la plaza que da al río, hay unas preciosas casitas de colores alineadas junto a la iglesia que constituye una de las imágenes más fotografiadas de la ciudad. Hacemos unas fotos y continuamos el paseo por la Fischmarkt, la plaza del mercado de pescado, una de las más bonitas de la ciudad.
El Ayuntamiento se puede visitar gratuitamente de lunes a jueves de 8h a 16h y el viernes de 8h a 12h. Se accede por el edificio nuevo.
Hemos entrado pero, por desgracia, sólo hemos podido ver el hall moderno y, de la zona antigua, un patio pequeño con columnas ya que la sala más importante (Saalbau) estaba cerrada al público porque se estaban celebrando bodas (de hecho, una detrás de otra).
El ayuntamiento de Colonia es el más antiguo de Alemania, con más de 900 años de historia y fue restaurado después de sufrir graves daños durante la Segunda Guerra Mundial. En el exterior destaca la torre de estilo gótico del siglo XV y una altura de 61 metros, decorada con hasta 124 figuras de piedra.
En el interior se encuentra la parte más antigua, conocida como Saalbau, un salón de reuniones que tiene las esculturas de piedra de los Nueve de la Fama y el Emperador, su gran joya (que no hemos podido visitar) Intentamos dar la vuelta al edificio antiguo, que es espectacular, y asomarnos un poco a la plaza cercada por obras desde donde atisbamos la logia renacentista, una galería exterior de estilo que sirve de entrada a la sala principal y de balcón.
Nos dirigimos, a continuación, callejeando hacia la catedral, pero antes hacemos una parada en una de las fuentes más conocidas Heinzelmännchenbrunnen, la fuente de los duendecillos, justo enfrente de la cervecería “Früh”, la más antigua de la ciudad.
A primera vista la fuente nos pareció que recreaba los personajes del cuento Blancanieves y los siete enanitos, pero luego nos fijamos en que eran elfos y que había más de siete; además de que la figura femenina no era Blancanieves sino una joven con una linterna. Cada duendecillo representa uno de los oficios artesanales como carpintero, herrero, sastre, zapatero, carnicero… En realidad, la fuente se construyó en 1899 por encargo de la «Asociación de Embellecimiento de la Ciudad de Colonia» para conmemorar el centenario del poeta alemán August Kopisch, autor de la popular balada titulada «Die Heinzelmännchen zu Köln» (Los duendes de Colonia) en la que se cuenta que unos duendecillos trabajaban para los habitantes de la ciudad mientras estos dormían por la noche, dejándoles las faenas listas a todos ellos al amanecer. Pero el sastre tenía una esposa muy curiosa que les puso una trampa a los duendes para descubrir quién obraba este milagro y los sorprendió en plena faena. Los duendes se enfadaron y jamás volvieron a Colonia por lo que sus habitantes tuvieron que vivir de su propio trabajo a partir de entonces. La figura de la mujer del sastre corona el monumento y bajo el se puede leer: “Curiosa era la mujer del sastre”
A un paso de la fuente empezamos a vislumbrar la joya de la corona y el monumento que nos ha traído hasta aquí, la catedral de Colonia, patrimonio de la humanidad desde el 1996. La verdad es que el viajero se queda embobado ante semejante maravilla.
La entrada al templo es gratuita pero la visita del tesoro y la subida a la torre son de pago (la torre tiene más de 500 escalones y no subimos).
La primera piedra se colocó el 15 de agosto de 1248, pero tuvieron que pasar 632 años para que finalizara su construcción. Se ha podido comprobar que bajo la catedral existió un templo medieval que sufrió un incendio el 30 de abril de 1248 y cuatro meses después, el 15 de agosto de 1248, el arzobispo Konrad von Hochstaden puso la primera piedra del nuevo templo cuya construcción se llevó a cabo por etapas, finalizando en 1880. Resulta curioso que para la construcción de la catedral no se siguiera el modelo de arquitectura románica alemana sino que se tomaron como ejemplo las catedrales góticas francesas.
En el altar mayor se encuentra, desde el año de 1164, el tesoro más importante del templo: la reliquia de los Reyes Magos en un relicario bastante grande con forma de cofre forrado en oro (que no es el original y que, al parecer, contiene sus restos mortales). La reliquia se cree que fue un regalo que hizo Federico I, Barbarroja, emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, a la iglesia de Colonia en 1164, tras la conquista de Milán.
Ya que estábamos en esa zona decidimos comer en un local alemán muy recomendado, Max Stark, pero no ha sido posible. Nos ha decepcionado mucho el hecho de que, aunque estaba muy concurrido, también había bastantes sitios libres, sin reservas, y gente que salía, pero el camarero nos ha dicho que no había sitio y que volviéramos quizá en una hora, igual que a otro grupito de ingleses; aunque sí ha colocado a unos cuantos alemanes que han entrado. Nuestra opinión y nuestra impresión es que no nos ha querido atender. Así que no podemos recomendar este local donde “se pasa” de los extranjeros.
Al final, volvemos a la zona de la catedral y comemos en el lugar donde hemos tomado café por la mañana, Funk Haus, y resulta todo un acierto. Es un restaurante grande y moderno con un servicio y una comida sobresaliente. Los postres y tartas, deliciosos. Hemos tomado de postre un limón pie riquísimo
Regresamos al hotel a descansar un poco y a las 17:00 nos encaminamos al Museo del perfume que se ubica en un edificio histórico, la Casa Farina. El museo no admite visitantes por libre; sólo hay visitas guiadas que duran 45 minutos; se realiza en muchos idiomas, pero no simultáneas ni todos los días en todos los idiomas, por lo que hay que reservar por internet la hora en que el recorrido se hace en español (en nuestro sólo había una a esa hora) . Por cierto, no se permite hacer fotos en el interior.
Una atracción muy, muy recomendable.
Desde aquí nos acercamos a la famosa Schildergasse, una de las calles con más tiendas de Europa y en la que se encuentra el edificio Weltstadthaus, una enorme construcción de líneas curvas, todo de cristal, en forma de ballena o de morsa (los ciudadanos lo han apodado “walfisch”), del arquitecto Enzo Piano.
Tiene una superficie de 14000 m2 y una longitud de 130. La gran fachada de vidrio está formada por 6800 paneles. La verdad es que contrasta bastante con el resto de construcciones de la calle.
De vuelta, compramos unos sándwiches y cenamos en el hotel.
Sábado, 25
Lo primero que hacemos hoy es volver a la calle Schildergasse, para ver con luz del día el edificio Weltstadthaus y ha merecido la pena porque se puede contemplar mucho mejor en toda su magnitud.
Damos un paseo por esta zona que nos ha encantado, muy tranquila y agradable y llegamos a la plaza de Bruselas presidida por la iglesia de San Miguel cuyo interior no pudimos visitar porque estaba cerrada.
La iglesia tiene una fachada en piedra con dos torres laterales. Su equilibrio y su sobriedad hace que merezca la pena una visita. Se encuentra en el centro de la plaza rodeada por un parque.
Después de dar unas vueltas por el barrio nos dirigimos a la Basílica de San Gereón (10:00-18:00). La entrada es gratis y es recomendable visitarla con luz ya que el interior es impresionante. Esta basílica es, junto con la catedral, la más espectacular de las que hemos visitado en la ciudad.
Tras la visita a este maravilloso templo nos dirigimos a la zona de la catedral, pero antes de llegar hacemos una parada imprescindible en el Centro de Interpretación del Nacional Socialismo, la casa EL-DE (Martes-viernes:10:00-18:00. Sábados, domingos y festivos: 11:00-18:00).
La entrada vale 10€ y se visitan las tres plantas del edificio además de los sótanos donde estaban las celdas y un búnker. Toda la cartelería, que hay muchísima, está sólo escrita en alemán así que nuestro consejo es coger audioguía por 2€
Tanto la visita que realizado a este edificio como a museos judíos en otras ciudades y países, o a campos de concentración en Polonia, por ejemplo, y siendo conscientes del exterminio judío, a día de hoy, no podemos dejar de pensar cómo es posible que este pueblo, tan victimizado a lo largo de la historia, esté repitiéndola y masacrando a un pueblo entero como hicieron con ellos. En fin…el "ser humano"
Hay algo curioso de este local y que hay que saber antes de ir a comer en él, y es que van reponiendo cerveza, un tras otra, siempre que el vaso está vacío, aunque no se pida; cuando no se desea más hay que colocar el posavasos sobre el vaso.
Con el estómago lleno emprendemos el camino a nuestra última visita programada para hoy, el Museo Ludwig (la entrada cuesta 13€ y el horario es de 10:00-18:00).
NOTA: Para usar las taquillas hay un sistema curioso: se compra la entrada y con ella se va a otro mostrador en el que te dan una tarjeta magnética con la que se puede abrir y cerrar la taquilla. Parece una observación absurda pero nos ha llevado un rato descubrirlo, al igual que a gran parte de los turistas que andában despistados con este tema. Además, las taquillas ocupan una pared acristalada entera en el lado opuesto del hall.
El museo es encuentra en un edificio moderno, espectacular, que comparte con la Filarmónica y que contrasta totalmente con la catedral junto a la que se ubica. Fue diseñado por los arquitectos Peter Busmann y Godfried Haberer e inaugurado en 1986. Está dedicado exclusivamente al arte moderno y contemporáneo. Fue fundado en 1976 cuando la pareja de coleccionistas de arte Peter e Irene Ludwig (que se hicieron ricos con el negocio del chocolate) donaron alrededor de 350 obras principalmente del movimiento Pop Art. Esta significativa contribución requirió la creación de un espacio dedicado al arte contemporáneo, dando así nacimiento al museo.
Originariamente, convivían en el mismo edificio el Museum Ludwig, la Philharmonie y el Wallraf-Richartz-Museum, el cual comprendía entre otras muchas obras una importante colección de pintura expresionista alemana, propiedad de Josef Haubrich, que en 2001 fue trasladada a su propio edificio lo que sentó las bases del museo actual.
El museo Ludwig alberga la colección de Pop Art más extensa de Europa con importantes y conocidas obras de artistas como Andy Warhol o Roy Lichtenstein.
También guarda la tercera mayor colección de Picasso del mundo (alrededor de 900 obras) además de otros importantes exponentes de principios del siglo XX, como Chagall.
Aparte de poseer, como ya hemos dicho, una de las colecciones más importantes del expresionismo alemán, el museo conserva la colección más grande de obras de vanguardia rusas fuera de la propia Rusia, con numerosas obras de exponentes como Kasimir Malevich, Ljubov Popova, Natalia Goncharova, Mikhail Larionov y Alexander Rodchenko.
Por si todo lo anterior fuera poco, es impresionante la exposición permanente dedicada a la fotografía, conocida como Agfa-Photo-Historama, que trata sobre la historia de la fotografía. Se encuentra distribuidas en tres salas y alberga una colección de fotografías desde sus inicios en el siglo XIX hasta la actualidad que comprende alrededor de 70.000 obras. Expone también un gran número de cámaras fotográficas Agfa.
En la planta superior hay una terraza acristalada donde poder sentarse y disfrutar de unas bonitas vistas.
Volvemos al hotel a descansar un poco y por la noche damos un paseo para contemplar la catedral iluminada.
Domingo, 26
Hoy hace un día bastante frío y lluvioso así que, bien abrigados, nos dirigimos al famoso puente Hohenzollern, el más famoso de la ciudad y el puente ferroviario que presenta mayor tráfico de Europa.
También es un lugar especial para los enamorados que acuden a sellar su amor con un candado en la barandilla; la verdad es que está a rebosar de candados siendo uno de los puentes con más candados que hemos visto.
Desde el puente Severin se obtiene, en nuestra opinión, la mejor vista de los famosos apartamentos Kranhaus, tres edificios con forma de grúa (L invertida) sobre el río, que constituyen un hito en la arquitectura. Fueron diseñados por Hadi Teherni y pretenden ser una alegoría de las grúas portuarias sobre el río Rin; uno de ellos se ha dedicado a apartamentos y los otros dos a oficinas. También es curioso el de la empresa Microsoft que se encuentra justo detrás de estos.
Cruzando el puente de San Severino se llega al Museo del chocolate (10:00-18:00). La entrada cuesta 17€ (11€ para discapacitados, estudiantes...)
Este museo tiene mucha fama pero, la verdad, no teníamos muchas expectativas; no obstante, tenemos que reconocer que nos ha sorprendido y gustado mucho. Está muy bien montado, muy bien organizado pese a la gran cantidad de visitantes y ha resultado muy interesante.
Con una estructura y distribución muy originales, a través de sus tres plantas se informa de todo el proceso del chocolate desde la plantación del cacao, con incluso un invernadero tropical transitable en el interior, hasta la recolección, tratamiento, transporte, venta, variedades…
En la planta superior, tras unas mamparas de cristal se puede ver cómo se fabrican industrial y artesanalmente productos de chocolate, desde que está líquido hasta que sale en tabletas o chocolatinas envasadas. A lo largo de esta cadena, en varios puntos, hay unos dispensadores por los que salen los bombones (antes de ser envasados) para que los visitantes los puedan degustar. No obstante, si no se quiere hacer cola para recogerlos, nadie se va sin probarlos ya que la traca final del museo es una fuente enorme de gigantes pepitas doradas de cacao donde ofrecen unas ricas galletas bañadas en chocolate. Además, al acceder al recinto, mientras se espera en la cola para entrar, te dan la bienvenida con un bombón Lindt , y al salir te despiden con 4 chocolatinas. Todo un detalle.
Únicamente hay que decir que el sitio es un poco caótico y hemos tenido que preguntar bastante porque no sabíamos muy bien cómo funcionaba. La cuestión es que básicamente se trata de un autoservicio; al entrar te dan una tarjeta con la cual tienes que elegir la comida en unas máquinas que hay en los diferentes mostradores y recoges cuando pita el aparatito que también te dan. Un sistema que cada día se impone más, pero que en los restaurantes tan grandes como este es un poco lío. Por otro lado, nosotros hemos tenido que pedir la comida al tuntún porque no enténdíamos la carta pero, al final, lo hemos conseguido, hemos acertado con los platos y todo OK.
Después de una fabulosa comida continuamos la ruta hasta la Puerta de San Severino (Severinstorburg), una puerta robusta y señorial construida entre los siglos XII y XIII, que hasta el siglo XX era usada como vivienda del guarda de la ciudad. Según hemos leído hoy día se conservan en su interior tres habitaciones privadas en las que se celebran bodas y otros eventos.
Desde aquí nos acercamos a ver la basílica románica de San Severino, de finales del siglo XIV, aunque las partes más antiguas de la construcción se remontan al siglo X. Por fuera no está mal; por dentro es muy normalita. No es de las que más nos ha gustado.
Volvemos andando al hotel, aunque queda lejos, y con este paseo finaliza nuestra escapada a Colonia.