Este
año el viaje de las chicas nos ha conducido a tierras marroquíes, en concreto a
la fascinante ciudad de Fez cuya medina es Patrimonio de la Humanidad desde el
año 1981.
Sábado, 14 de
febrero
A
las 7 de la mañana salíamos del Altozano en el bus, como siempre, de Francisco
y Antonio con dirección al aeropuerto de Barajas de donde salía nuestro vuelo
con la espantosa Ryanair.
El
avión despegó en punto y en apenas dos horas aterrizábamos en Fez donde nos
esperaban los chóferes del servicio de recogida que habíamos contratado (Medina
Tours) y que nos llevaron hasta el riad Dar
7 Louyat (www.dar7louyat.com). El camino desde la plaza Seffarine (la
más cercana) hasta la casa era un laberinto de callejuelas y callejones cada
vez más estrechos, oscuros y tortuosos; la puerta estaba prácticamente
escondida y no había ninguna identificación en ella, pero dentro encontramos un
lugar acogedor y agradable, muy bonito aunque algo frío. (Mi crítica en
Tripadvisor: http://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g293733-d6401756-r255288044-Dar_7_Louyat-Fes_Fes_Boulemane_Region.html#CHECK_RATES_CONT)
Nada
más llegar nos recibió Abdul, el encargado del riad, e hicimos el
reparto-sorteo de las habitaciones. Dejamos el equipaje y fuimos a comer a un
restaurante Le Jardín Blue, que no estaba lejos y que nos recomendó Abdul. Vino
un joven del local a recogernos y con él llegamos en 5 minutos. El sitio era
bonito; una típica casa con patio árabe, pero la comida no era nada especial.
De hecho hemos probado cuscús mejor incluso en España. En fin, al terminar, se
supone que el mismo individuo debía acompañarnos de vuelta al riad pero nos
llevó, sin pedirlo, a hacer una tourné por los zocos hasta que acabamos en la
tienda de alfombras de su primo y al decirle que no queríamos alfombras nos
dejó tiradas en la medina (menos mal que estábamos cerca del riad) Cuando
llegamos tuvimos otro problema: Aldul se había largado y no había nadie.
Tuvimos que llamarlo por teléfono y esperar en el oscuro callejón en el que se
encuentra el alojamiento ¾ de hora. En fin, nos acomodamos en las habitaciones
y salimos por la medina a dar una vuelta por los zocos. Anduvimos deambulando
por los zocos mucho tiempo, viendo tiendas y demás hasta llegar a una de las
puertas de la muralla. Compramos unas provisiones en lata y unos panes y
volvimos al riad para cenar y descansar. Y entonces llegó el segundo problema
del día: nos perdimos. De hecho en la medina hay 9500 calles de las que 2/3 no
tienen salida y hasta los propios habitantes de Fez que no han vivido en ella
se pierden. Preguntamos a unos chicos y ese fue el problema, se iban uniendo a
la excursión cada vez más jóvenes y cuando llegamos a la plaza Seffarine íbamos
rodeadas de unos 15 chicos bastante impertinentes y pesados. Daba un poco de
miedo meternos, con esa trupe tras nosotras, por los callejones oscuros que
conducían a nuestra casa, pero como si fuera un milagro, apareció de repente la
cocinera del riad que se enfrentó a los chicos y nos libró de ellos; volvimos
juntas hasta la casa.
Cenamos
en el patio que estaba iluminado de manera muy acogedora: unas latas de
sardinas y atún en aceite y pan árabe que está riquísimo. Abdul nos invita a
unas botellas de vino (riquísimo) en desagravio por la espera de esta tarde.
Charlamo un poco después de la cena y nos vamos a dormir. El día de hoy no ha
sido muy bueno, pero espero que mañana todo será mucho mejor.
Domingo, 15 de
febrero
A
las 8:00 tomamos el desayuno en una mesa primorosamente preparada por Abdul en
la que dispuso una vajilla de cerámica marroquí y una enorme cantidad de
productos típicos (además de las usuales tostadas, café…) entre los que había…¡churros
marroquíes! que parecían buñuelos y se servían atados por una hoja muy alargada
de una planta desconocida para mí. (en mi Málaga natal se vendían también
atados por un junco)
A las 09:00 en
punto ha llegado Khlafa que será nuestro guía durante todo el día de hoy. Hemos
reservado un tour de seis horas (que luego han sido nueve) a través de internet
con Civitatis, una empresa online que
funciona de maravilla (según anteriores experiencias en otras zonas del mundo).
La excursión incluye una visita de varias horas a pie por la medina y otra en
autobús por las zonas de la periferia y los barrios nuevos.
Según nos informa
Klafa, hoy vamos a empezar por el tour en bus para después perdernos andando
por la zona vieja.
Comenzamos la visita por el Palacio Real (una de las
muchas residencias que los reyes tienen diseminadas por todo el país y en la
que trabajan -¡cuando no están!- unas 4000 personas). El Palacio fue construido
en el siglo XIV y es uno de los más
grandes y antiguos de Marruecos. Debido a su gran tamaño, el recinto se
edificó fuera de la antigua medina por lo que, tras su construcción, surgió una nueva medina, Fez el-Jdid, para abastecer las necesidades de
palacio. Por ello, esta ciudad se divide en tres zonas: la antigua y la nueva
(como todas) y además la zona media que es esta alrededor del palacio.
En las proximidades se sitúa
el Barrio Judío (Mellah)
que, tras sus tiempos de gloria, yace destartalado recordando tiempos mejores y
que atravesamos sin bajar del autobús. Los judíos viven aquí justo a los pies
de la gran muralla en bonitas casas con grandes balcones de madera. Algunos de
ellos con estupendas vistas de los jardines de palacio. Las familias viven
arriba y en la parte baja tienen sus talleres. Llegaron aquí cuando fueron
expulsados de España en el siglo XIV y muchos fueron acogidos como trabajadores
de palacio.
De ahí nos
dirigimos a la Borj Nord (Puerta Norte) y el Museo de las Armas (en lo alto de
una colina) desde donde se divisa una de las mejores vistas de Fez que incluyen
las dos fortalezas (norte y sur) sobre los dos montes que flanquean la ciudad y
que se hallan conectadas a través de un túnel (por debajo incluso del río)
desde el que se accede al interior de la medina por dos salidas con el fin de
poder tener un acceso rápido en caso de conflictos o revueltas de su población.
Una vez de vuelta
en la parte baja visitamos, en las afueras, una fábrica de cerámica artesana
donde se realizan los mosaicos de manera totalmente manual.
A continuación ascendemos
de nuevo a la zona más alta de la ciudad donde se encuentran las famosas Tumbas
Merinies. Llegar aquí tiene un doble premio: por un lado, se puede disfrutar de
las magníficas ruinas de las Tumbas sobre la colina El-Kolla y, por
otro, tener a nuestros pies la mejor vista de la emblemática ciudad marroquí.
Dotada de una atmósfera muy especial, esta antigua
necrópolis fue levantada para albergar los restos de los últimos sultanes
meriníes y, aunque ahora apenas quedan unos muros en ruinas, aún se puede
apreciar la belleza de estas tumbas que gozaron en su tiempo de una gran majestuosidad,
gracias a sus mármoles, tallados y sus epitafios.
Construidas en el siglo XIV durante el reinado de la
dinastía Meriní, que duró más de 200 años, estas tumbas son uno de los
monumentos más sobresalientes de esos años.
La necrópolis se alza en lo alto de una de las colinas
de olivos que enmarcan la ciudad, concretamente al norte de Fez el- Bali, la
ciuda vieja. Desde allí, se puede divisar una panorámica espléndida que abarca toda
la medina, presidida por la mezquita de Al-Qarawiyyi; Fès-Djid, con el palacio
real lindando con el mellah (antigua judería) y, por supuesto, la ciudad nueva,
con sus avenidas y parques de estilo afrancesado que contrastan tanto con la
estructura de callejuelas alborotadas que ofrece la parte antigua.
Al iniciar el descenso pudimos contemplar por doquier las
pieles que los fasíes dejan extendidas sobre las plantas al sol para secarlas.
Desde aquí nos dirigimos a la puerta más conocida y
bonita de la muralla desde la que comenzamos el recorrido a pie.
La Puerta Bab Bou Jeloud es el acceso principal a la Medina Fez el-Bali, la zona más antigua y con más encanto de la ciudad. Se trata de una preciosa puerta monumental, construida en 1913, compuesta por tres arcos de herradura simétricos embellecidos con una rica decoración compuesta por azulejos de tonos azulados; también es conocida como Bab Boujloud o "La Puerta Azul".
La Puerta Bab Bou Jeloud es el acceso principal a la Medina Fez el-Bali, la zona más antigua y con más encanto de la ciudad. Se trata de una preciosa puerta monumental, construida en 1913, compuesta por tres arcos de herradura simétricos embellecidos con una rica decoración compuesta por azulejos de tonos azulados; también es conocida como Bab Boujloud o "La Puerta Azul".
La medina de Fez ocupa 350 hectáreas, el equivalente a otros tantos
campos de fútbol, y toda ella fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1981;
se dice que es la zona peatonal más grande del mundo.
El paseo comienza en la preciosa Medersa Attarin,
construida entre los años 1323 y 1325 bajo las órdenes del sultán Abu Said, que
destacó por ser una de las principales
escuelas de la religión coránica en las que los estudiantes podían
residir durante sus estudios. La medersa se extiende en torno a un patio abierto en cuyo centro se alza una
fuente de mármol. Al final del patio, una cúpula de madera de cedro con
abundante ornamentación cubre la sala
para la oración en la que se puede contemplar el mihrab señalando la
dirección de la Meca.
Las paredes de la medersa están decoradas con preciosos mosaicos sobre los que se
encuentran inscritas algunas frases del Corán a modo de decoración. En
la parte superior de las paredes se puede apreciar un detallado trabajo realizado en estuco representando cuidados
motivos florales. Las plantas superiores del edificio están ocupadas por las pequeñas habitaciones en las que los jóvenes
estudiantes pasaban sus años de estudio.
Desde aquí y tras callejear por varias zonas y zocos
hicimos un alto para comer en un restaurante marroquí recomendado por el guía;
un acierto pues la comida era fabulosa y el lugar espectacular. Ha sido la
mejor del viaje.
Continuamos la excursón vrecorriendo algunos otros
lugares de interés y algunas tiendas de perfumes, aceites y hierbas o alfombras
donde nos conduce (¡cómo no!) el guía.
Uno de los más importantes puntos de la visita fue el
Mausoleo de Mulay Idris II, cuyo cuerpo fue hallado cinco siglos después de su
muerte, en el año 1308, en perfecto estado por lo que se le consideró desde ese
momento santo patrón y la zona se transformó en un lugar sagrado (Zaouia).
El mausoleo, localizado en la Place de Marche Verte, comenzó su construcción en el año 1717 y se
vio finalizado en 1824, momento desde el cual se convirtió en el lugar
más sagrado de la medina.
Con el paso de los siglos el edificio ha sido
modificado y reemplazado casi por completo. En el siglo XVIII, Mulay Ismail lo
modificó en un estilo alauita.
El edificio forma parte de un conjunto arquitectónico
compuesto por la casa el Quitún (supuesta residencia de Mulay Idrís), la
Mezquita al Asraf, la fuente y la casa del wudú (lugar para realizar las
abluciones). El conjunto, conocido como al-haram (lo prohibido), constituía un lugar en el que los musulmanes podían
encontrar refugio y asilo.
El santuario se encuentra abierto las 24 horas del
día, siempre disponible para que los centenares
de musulmanes que se acercan desde todas partes de Marruecos puedan
obtener su bendición. No obstante, al igual que en la mayoría de los lugares de
la ciudad, los no musulmanes tienen
prohibida la entrada al santuario, pero conviene acercarse hasta la
puerta para contemplarlo desde el
exterior y conseguir una pequeña panorámica del imponente edificio.
A continuación nos dirigimos a la Place el-Nejjarine
donde se erige la fuente más bonita y antigua de Fez, decorada con bellos
mosaicos; y el Fondac o Caravansar el-Nejjarine (una antigua fonda para
caravanas), que alberga hoy el pequeño Museo de la Madera; entre ambos pudimos
contemplar la primera oficina postal abierta en el continente africano.
El broche de oro a la excursión lo puso la visita de
la Curtiduría Chouwara, las tenerías donde curten y tiñen la piel los
cordobanes que llevan cinco siglos dando fama a Fez. El intenso hedor se
distingue desde lejos y antes de subir a la tienda desde donde las contemplamos
nos obsequiaron con unas hojas de hierbabuena que apenas mitigan la mezcla
olores de las pieles crudas, que primero se tratan con cal viva para eliminar
los restos de carne y grasa que puedan llevar adheridos, y luego con los
componentes esenciales que se usan para teñirlas de mil colores: heces de
paloma y orina de vaca con ceniza. Aunque luego se añadan, siguiendo la
tradición de solo utilizar productos de origen natural, cromo, tanino, alumbre,
índigo, azafrán y amapola para darles color, el aroma no cambia mucho. No
obstante, el olor aquí es bastante soportable; nada en comparación con la
pestilencia de las tenerías de Marrakech.
Pero el espectáculo supera todos los inconvenientes.
Desde las terrazas de las tiendas de artículos de piel, se observa el duro
trabajo que ha variado muy poco desde la época medieval, y las condiciones
higiénicas y de seguridad que han variado igual de poco. Es una combinación
multicolor que parece salida de un artista del cubismo. En la curtiduría Swara,
la más grande de las cuatro que actualmente existen en la Medina, los
curtidores, a veces niños o adolescentes, se sumergen hasta las rodillas en las
tinajas de colores y pisotean las pieles de oveja, cabra, buey o camello hasta
que se impregnan completamente, luego, con considerable esfuerzo porque han
multiplicado su peso, las ponen a secar al sol, a un sol que en verano puede
ser de 50 grados.
El resultado final son unas pieles de gran suavidad,
color uniforme y apreciada calidad. Subimos a una terraza, aun más alta, desde
donde había unas vistas impresionantes. Y para bajar a la calle hay que
recorrer las varias plantas de venta de artículos de piel en la que todas compramos
algún recuerdo.
Anochecía y llovizneaba al salir de nuevo a la calle.
Compramos algo para la cena y volvimos, acompañadas por Khlafa, hasta la plaza
Seffarine y de ahí, solas, al riad.
Para mañana hemos reservado una excursión de todo el
día a Meknes y Bolubilis.
Lunes, 16 de febrero
Lunes, 16 de febrero
Desayuno, igual que ayer, a las 08:00. A las 09:00
hemos quedado en la plaza Seffarine cerca del riad. Esta pequeña plazoleta está ubicada en el corazón de Fez el-Bali y en ella aún se conserva
uno de los oficios más antiguos de Fez, el de los caldereros artesanos. Los
caldereros se dedican a trabajar el cobre desde tiempos inmemoriales para
producir algunos artículos como teteras,
bandejas, ollas y otros recipientes trabajados en cobre rojo. Aunque la
plaza es conocida sobre todo por el oficio que se lleva a cabo en ella, también
se pueden descubrir algunos
prestigiosos monumentos como la Biblioteca Karaouine y la Madraza Seffarine.
A la hora en punto
nos esperaban los dos chóferes que serían al mismo tiempo nuestros
guías-acompañantes durante el día de hoy. Salimos en dos furgonetas de seis
plazas y en menos de dos horas, realizando alguna parada en bonitos enclaves del camino, aparcábamos en el parking de la ciudad romana de
Bolubilis donde nos esperaba un guía que hablaba español bastante bien.
En esta zona
se encuentran los restos arqueológicos
mejor conservados y más visitados de Marruecos. La ciudad fue declarada
Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1997 y se encuentra situada a 33 kilómetros al norte de Meknes.
Su nombre en árabe se pronuncia Oualili
o Walili.
Las excavaciones muestran que los primeros habitantes de la ciudad fueron los cartagineses en el
siglo III a.C. Posteriormente, en el año 42 d.C., la ciudad fue anexionada al
Imperio Romano.
La ciudad romana llegó a contar con más de 20.000 personas dedicadas en su mayoría
al cultivo del trigo, ya que la producción la ordenaba Roma. Volúbilis formó parte del Imperio Romano hasta
finales del siglo III, cuando quedó en manos de bereberes, griegos,
sirios y judíos.
A finales del siglo VIII,
Idrís I hizo de Volúbilis su refugio.
Tras proclamarse emir manifestando ser descendiente directo de Mahoma, Idrís I
convirtió Volúbilis en el punto de nacimiento del Islam en la zona.
Volúbilis quedó
en abandono en el siglo XVIII, cuando el terremoto de Lisboa destruyó
sus edificios y la ciudad fue saqueada para construir palacios en Meknes.
Durante una
hora recorrimos la zona visitando los lugares más emblemáticos como el Foro, la Basílica y Templo de Júpiter:
situados en la parte alta de Volúbilis, estos tres lugares eran el centro de la vida pública de la ciudad.
Las Termas: aunque su estado es
bastante descuidado, aún se puede apreciar el sistema de calefacción utilizado
por las termas romanas. A su lado se
encuentran las letrinas comunales. El Arco de Caracalla: construido
en mármol en el año 217 en honor al emperador y su madre. Cuando se
construyó estaba coronado por una cuadriga de bronce.
Es curioso que todas las columnas se hallan coronadas por nidos de cigüeñas que ya no emigran y viven en la ciudad durante todo el año.
Es curioso que todas las columnas se hallan coronadas por nidos de cigüeñas que ya no emigran y viven en la ciudad durante todo el año.
Pero sin duda lo
más famoso de Volúbilis son sus mosaicos: Las Pruebas de Hércules, El Baño de
las Ninfas, el Acróbata, Baco y Ariadna o el Baño de Diana son algunos de los
más famosos.
Finalizada
la visita nos dirigimos a la ciudad más modesta de las cuatro ciudades
imperiales de Marruecos: Meknes.
Los primeros habitantes de
Meknes fueron los meknasíes, una tribu
bereber que dio nombre a la ciudad. Se
asentaron en el siglo X y poco a poco fueron ampliando la medina.
En el siglo XVII Mulay
Ismaíl estableció en Meknes la capital de Marruecos, creando las murallas y sus magníficas puertas. Su
fallecimiento, en 1727, hizo que la ciudad comenzara su decadencia hasta perder
el título de capital poco tiempo después.
La llegada de los franceses en el siglo XX hizo que
Meknes se recuperara económicamente.La visita comenzó por Heri es-Souani, unas enormes naves que fueron en su tiempo los
establos reales de Mulay Ismaíl, con capacidad para 12.000 caballos.
Es un edificio enorme y es bastante interesante. Allí nos atendió un guía loco que se pasó toda la visita gritando y haciendo aspavientos, tomando unas fotos fatales entre y todo ello corriendo; no nos dejaba ni detenernos para hacer nuestras propias fotos. Gritaba y gritaba sin parar. Y lo pero es que, al final, nos pidió propina, después de haber pagado la entrada, y le dimos 10 € (1€ por cabeza). Un despropósito. Es obvio que fue un error. En fin.
Nos hicimos unas fotos en un lago artificial que había junto a las las caballerizas y nos dirigimos a un restaurante cerca del mausoleo de Mulay Ismaíl en que degustamos una sabrosa comida al sol sentadas en una mesa de la azotea. Un placer.
Finalizada lka comida realizamos una de las visitas
emblemáticas de la ciudad: el mausoleo que constituye la tumba del sultán que
marcó los orígenes del Marruecos actual: Mulay Ismaíl, "el
sanguinario", que supuestamente engendró a cientos de niños, o puede que
más de 1.000. Ahora, con las simulaciones por ordenador se sugiere que esto
sólo podría haber sido posible si el gobernante hubiese tenido relaciones
sexuales una vez al día durante 32 años. Su gobierno fue el más largo de la
historia de Marruecos.
El mausoleo se encuentra dentro la soberbia mezquita
que lleva el mismo nombre, y una de las pocas en Marruecos donde pueden acceder
las personas que no profesan la religión musulmana. La visita y la entrada son
gratis.
A continuación dimos un paseo hasta la plaza el-Hedim que es a Meknes lo que la Plaza de Jamaa el Fna es a Marrakech, el centro de la vida pública y cultural de la ciudad.
A continuación dimos un paseo hasta la plaza el-Hedim que es a Meknes lo que la Plaza de Jamaa el Fna es a Marrakech, el centro de la vida pública y cultural de la ciudad.
Los restaurantes y las terrazas se han
instalado en las zonas donde antaño se presenciaban las ejecuciones públicas y
los anuncios reales. Toda la plaza rebosaba de gente y de animación. Entramos
al mercado para dar una vuelta y ver los productos típicos y de ahí callejeamos
un poco por los zocos, compramos algunos recuerdos y volvimos al punto de
encuentro con los chóferes para volver a Fez.
Al llegar les pedimos que nos dejaran en la zona nueva
y pasamos el resto de la tarde paseando por ella y comprando algunos regalos en
la tienda de un compatriota, Paco de Zaragoza, que llevaba viviendo 12 años en
Fez y que estaba liquidando la tienda para volverse a Zaragoza. “El mejor
momento para volver”-pensamos.
Esta noche le pedimos a Abdul una cena de despedida en
el riad pero nos ha gastado una jugarreta. Al llegar no había cena sino que nos
llevó a un restaurante (probablemente de algún colega) donde no pudimos ni
tomar una cerveza y donde tuvimos que cenar muy rápido ya que parecía que
estaban deseando que termináramos y nos fuéramos. La comida estaba muy rica
pero no queríamos ese tipo de cena ni en ese sitio. Hubo algunas otras cosas
raras por parte de Abdul (que aclaro en la crítica del Tripadvisor). Al acabar
la cena nos acompañó al riad aunque estábamos un poco molestas por la “sorpresa”.
Tertulia en el patio y a dormir
Martes, 17 de febrero
Tras el desayuno
preparamos el equipaje y recogimos todo.
Salimos a dar una vuelta pero estaba casi todo cerrado y además llovía y granizaba de vez en cuando así que volvimos al riad. Entes de llegar, en la plaza, nos aborda Abdul que dice que nos invita a un té verde en la azotea de una casa de la plaza. Subimos. Las vistas eran preciosas y, para despedirnos, salió el sol. Pero al final tuvimos que pagar nosotras e incluso invitarlo a él. En fin, resultó un poco “fullero”.
Salimos a dar una vuelta pero estaba casi todo cerrado y además llovía y granizaba de vez en cuando así que volvimos al riad. Entes de llegar, en la plaza, nos aborda Abdul que dice que nos invita a un té verde en la azotea de una casa de la plaza. Subimos. Las vistas eran preciosas y, para despedirnos, salió el sol. Pero al final tuvimos que pagar nosotras e incluso invitarlo a él. En fin, resultó un poco “fullero”.
Desde la terraza se veía toda la ciudad que ofrecía una imagen espectacular bajo el cielo completamente azul turquesa y gris.
A las 11:30 salimos hacia el punto de recogida de los taxis que nos llevaron hasta el aeropuerto. Fez nos despidió con un cielo tremendamente encapotado, casi negro.
A las 11:30 salimos hacia el punto de recogida de los taxis que nos llevaron hasta el aeropuerto. Fez nos despidió con un cielo tremendamente encapotado, casi negro.
En dos horas
llegamos a Madrid. Cogimos el bus que nos esperaba y a las 20:30 estábamos en
casa. El año que viene
hemos decidido que toca Roma, la ciudad eterna.