BUCAREST y CÁRPATOS (8-13, febrero)


Pese a que este año se había suspendido el tradicional viaje que hacemos en la Semana Blanca, finalmente surgió la posibilidad de cuadrar una escapada de cuatro días a Rumanía que hemos sabido aprovechar.

 JUEVES, 8:

Salimos de Albacete a las 15:00 de la plaza de toros. Esta vez hemos vuelto a contratar el transporte, tanto la ida como la vuelta, desde Albacete a  Alicante, con https://www.zonetransfers.com/ que funciona a la perfección (una empresa muy recomendable y a buen precio.

El avión despegó en hora (en esta ocasión hemos volado desde Alicante a Bucarest con WizzAir) y llegó también a su hora. Allí nos esperaba un transfer (contratado con Booking) que nos dejaba en un pis-pas en la puerta del hotel. Hemos reservado en un hotel muy céntrico: Central Hotel, Trademark Collection by Wyndham ****, con Booking
https://www.centralhotel.ro/ro/ (Ver mi crítica en Tripadvisor.
https://www.tripadvisor.es/ShowUserReviews-g294458-d309661-r941617843-Central_Hotel_Trademark_Collection_by_Wyndham-Bucharest.html)


 VIERNES, 9 Bucarest

Tras el desayuno nos encontraremos a la 08:30 en la recepción del hotel con Dorin, nuestro guía, quien nos acompañará durante todo el día para mostrarnos la ciudad y muchos lugares que no conoceríamos por nuestra cuenta. Dorin habla español perfectamente y se puede contactar con él, si os interesa, en +40766564117. También organiza excursiones por el país. Es muy recomendable y serio.

Durante el tour nos ha explicado los orígenes de la ciudad a través de un recorrido histórico para conocer la historia y leyendas del Bucarest más antiguo y los símbolos más importantes de la ciudad.

Bucarest se conoce también como “Little París” y en ella se mezcla el estilo comunista con la elegancia parisina. 

Comenzamos el recorrido por el parque Cişmigiu, localizado en pleno corazón de Bucarest, es el parque más antiguo de la ciudad, un pulmón verde con una extensión de 17 hectáreas que también lo convierten en el parque más grande del centro. Ahora estaban desmantelando una enorme pista de patinaje sobre hielo que se instala en el lago cada invierno.

Desde ahí nos dirigimos por la calle Victoria, la arteria principal de la ciudad, al Ateneo Rumano, que sólo vemos por fuera porque ahora está cerrado (volveremos mañana por la tarde que abre para visitas). Se encuentra muy cerca de la plaza de la Revolución y es un ejemplo del gusto por lo francés. Se trata de un edificio soberbio de estilo neoclásico aunque posee una gran cúpula de estilo barroco, además de 8 columnas de estilo jónico en la fachada.

Su construcción, entre 1886 y 1888, fue posible gracias a la contribución ciudadana a la que se le solicitaron fondos con el lema de “Daţi un leu pentru Ateneu”, es decir «Da un leu (moneda rumana) al Ateneo» que como eslogan aún se recuerda.


Continuamos el recorrido hasta la iglesia Crețulescu, uno de los templos ortodoxos más llamativos de Bucarest. Se trata de una auténtica superviviente y testigo del fin del periodo comunista. Se encuentra en una de las esquinas de la plaza de la Revolución, en Calea Victoriei, 45, frente al edificio desde cuyo balcón el dictador pronunció su último discurso (y muchos anteriores). Fue construida entre 1720 y 1722 y, desde entonces, ha sufrido muchos avatares. Tras el terremoto de 1940 la iglesia quedó seriamente dañada y llegó a plantearse su demolición pero, afortunadamente, fue renovada.

Llama la atención la fachada es de ladrillo y sus dos torres, y un maravilloso porche totalmente decorado con pinturas originales. En el interior asistimos a una llamativa y recargada decoración donde destacan el altar mayor, realizado en tonos dorados, y las pinturas que recubren todas las paredes por completo. Nos ha parecido una de las iglesias más bonitas de Bucarest y merece la pena mucho la visita tanto del exterior como del interior.

La Plaza de la Revolución  es un lugar emblemático de la historia del país. Además de esta iglesia, en ella se emplaza un enorme edificio de hormigón, el Comité Central del Partido Comunista de Rumanía,  típica construcción socialista, en cuya fachada se encuentra el balcón desde el que Ceaușescu pronunciaba sus mítines. Desde la azotea de este lugar, en diciembre de 1989, el dictador y su esposa Elena huyeron en helicóptero  horas antes de ser capturados y asesinados.

En el centro de la plaza se alza un obelisco de 25 metros de altura conocido por los locales como ”la patata”, que se erigió para recordar a las víctimas que perdieron la vida durante la Revolución.

Paseamos después por la calle Lipscani en cuyo número 55 se encuentra la famosa librería Carusel, ubicada en el antiguo edificio de un banco del siglo XIX reconvertido en un moderno local de seis plantas. Esta librería es una de las más 20 librerías más bonitas y elegantes del mundo.


También en el casco antiguo se pueden encontrar otros edificios interesantes como el palacio  CEC (sede del banco de ahorros nacional C.E.C., llamado en la actualidad CEC Bank), el hospital Coltea (una preciosa construcción de principios del XVIII, que aún funciona como hospital, en el Bulevar Ion Bratianu) o el curioso edificio de la sede de la Asociación de Arquitectos de Rumania, construida sobre las ruinas del edificio de la Securitate (policía secreta de la época de Ceaucescu).  Este último es una construcción muy interesante ya que la planta baja son los restos del antiguo edificio de la policía política (en el que aún quedan restos de los balazos) y la parte superior  está coronada por un moderno edificio de cristal de líneas rectas (Union Building). Por el camino, pasamos también por el Templo Coral. Construido entre 1857 y 1867, es una de las pocas sinagogas de Bucarest que sobreviven a pesar de los desafíos y del paso de los años. Es la más grande de Rumanía. (el sábado está cerrada)

Seguimos en dirección a la Plaza de la Unión (Unirii), que no tiene mayor interés, en dirección al Parlamento de Bucarest o Casa del Pueblo donde tenemos visita concertada, pero en el camino hacemos una parada en la tienda de cremas de la famosa doctora Aslan, pero está cerrada, obligándonos a ir a otro comercio para comprarlas. Ahora se hacía tarde y emprendemos una carrera para llegar a tiempo a la visita que es a las 13:30. Llegamos tarde pero  Dorin gestionó rápidamente el retraso en la taquilla y nos meten con el grupo siguiente por lo que, al final, no perdemos mucho tiempo.


Ahora sólo se puede visitar el 10% y reservando con antelación a través de los teléfonos + 40 733 558 102 o +40 733 558 103. La entrada cuesta 40 lei ( adultos y seniors, 20 lei) y el horario  es de 10:00 a 16:00.

NOTA: El DNI o Pasaporte en original es obligatorio para poder realizar la visita. Se entrega para ser escaneado antes de empezar la visita, recibiendo un permiso que le permite el acceso. El tour se realiza en grupo y con guía licenciado del Palacio. No se puede visitar por libre ni con guía particular. La visita en castellano es posible sólo con reserva previa, y en este caso el guía del grupo hará la traducción. Las medidas de seguridad son extremas.

Este impresionante edificio fue construido para saciar los delirios de grandeza del dictador Ceausescu y tiene más de 1000 habitaciones; la decoración está hecha a base de oro y mármol. Es el segundo edificio civil más grande del mundo sólo superado por el Pentágono, y el primero más caro y pesado. La megaconstrucción se realizó a marchas forzadas por más de 100.000 trabajadores que se emplearon en turnos de 24 horas a lo largo de los siete días de la semana. Para levantar esta mole se eliminó un barrio entero -el equivalente a una quinta parte de lo que era la capital rumana en 1980-, habitado mayoritariamente por gente de clase media. Se destruyeron 20 iglesias, 10.000 casas y cerca de 57.000 familias fueron desahuciadas. Y todo para satisfacer los deseos del líder socialista.

En la actualidad es la sede de la Cámara de Diputados, del Senado, del Consejo Legislativo y de la Corte Constitucional. Además, alberga múltiples reuniones internacionales: se han celebrado cumbres de la ONU, económicas, festivales de música…Hasta Michael Jackson protagonizó allí una anécdota que suelen explicar la mayoría de rumanos cuando hacen de huéspedes de extranjeros recién llegados. El cantante estaba en la ciudad de gira, a principios de los 90, salió al balcón del Parlamento y saludó a los fans allí reunidos con un “¡Hola Budapest!”.

Volviendo a nuestra visita, en realidad, nos ha sabido a muy, muy poco ya que apenas hemos recorrido algunas de las estancias, y además muchas de ellas son sólo salas reuniones con casetas para periodistas extranjeros. Ni siquiera se accede al salón en el que se encuentra el conocido balcón desde el que se divisa una gran avenida de 4 km. y 120 metros de anchura, con unas dimensiones superiores a los Champs Elysèes de Paris, con jardines, fuentes, surtidores de agua, y que termina al igual que Champs Elysèes con el Arco del Triunfo. Pues esto ya no se puede ver (nosotros sí lo vimos en nuestra última visita a la ciudad, pero parece que cada vez se permite el acceso a menos zonas. Igual precio y muchísimo menos contenido).



No obstante, es una visita imprescindible ya que pasear por la escueta parte abierta al público es una delicia que acongoja por sus magníficas alfombras, sus lámparas de miles de bombillas y dimensiones galácticas, sus muebles, y  sus elegantes escalinatas de mármol.

Volvemos al centro, en Uber unas y otras a pie, y nos dirigimos al restaurante donde hemos reservado para comer, pasando antes por la Corte Principesca Medieval de Vlad Ţepeş (Drácula) que se encuentra cerca del local. La antigua Corte Real (Curtea Veche) fue fundada por el famoso Vlad el Empalador y es el monumento medieval más antiguo que se conserva en Bucarest. Fue construida en el siglo XV y es donde se supone que vivió. La Curtea Veche estuvo en pie hasta 1718 cuando dejó de usarse tras un incendio que arrasó Bucarest. Hoy son sólo ruinas.

Almorzamos en un sitio llamado Lacrimi și Sfinți, un local de comida rumana que nos está mal, pero en el que son muy, muy lentos. Creo que debe de haber otros lugares mejores. Los platos no estaban mal.

Finalizada la comida y la tertulia rápida, como es nuestra costumbre, continuamos con el recorrido de la ciudad viendo algunos otros lugares emblemáticos de la misma.

Unas de las visitas más interesantes de la tarde fue la del Monasterio ortodoxo de Stavropoleos, también conocido como Iglesia Stavropoleos. Su nombre es el resultado en rumano de la palabra griega «stau­ro­po­lis», que significa «ciudad de la cruz». La entrada es gratuita y el horario de visita es de 8 a 18.


Esta preciosa iglesia ortodoxa, con su pequeño claustro, se construyó en 1724 junto con un pequeño monasterio y una posada con cuyos ingresos se cubrían todos los gastos. A finales del siglo XIX la posada y el monasterio fueron demolidos y algunos terremotos provocaron la caída de la cúpula de la iglesia, por lo que llegó a proponerse su demolición, aunque, por suerte, fue reconstruida y restaurada. Es un monasterio de monjas y en la actualidad sólo quedan en él nueve religiosas.

El exterior está recubierto por coloridos murales y se accede al templo a través de unas pequeñitas puertas de madera. El interior es sorprendente ya que las paredes y techos se encuentran cubiertos por frescos y elegantes elementos decorativos que conforman una hermosa colección de arte religioso y bizantino. Anexo a la iglesia se encuentra el diminuto y coqueto claustro.


Este pequeño monasterio es, sin duda, uno de los lugares más bonitos de la ciudad.

Muy cerca del Caru cu Bere y del monasterio se encuentra también la Biserica Zlătari, pequeña y sencilla iglesia ortodoxa en el exterior pero con maravillosos frescos en el interior. Horario de 08:00-20:00.

Ya de vuelta a nuestro hotel pasamos rápido por el palatul CEC (que iluminado por la noche está precioso para hacer unas fotos) y atravesamos el Pasaje Macca Villacrosse, uno de los lugares más conocidos de la ciudad, formado por dos pasillos cubiertos con vidrieras amarillas que convergen en una rotonda interior. El Pasaje está repleto de bares, cafeterías y restaurantes. 

Después de un día tan movido sólo tenemos ganas de volver al hotel a descansar, así que picamos unas raciones en Gambrinus I, un local justo en la esquina frente al hotel (buena atención, comida rica y buen precio) y nos retiramos a descansar.

 

SÁBADO, 10:    Bucarest a nuestro aire

Hoy hemos dedicado el día a recorrer por nuestra cuenta la ciudad y visitar algunos de los puntos de interés que ayer sólo pudimos ver desde el exterior.

Comenzamos por el MNAC (Museo Nacional de Arte Contemporáneo) ubicado en una de las alas del edificio del Parlamento (Horario de 11:00 a 19:00. Cerrado lunes y martes) Precio: 40 lei.


Lo primero que hacemos es subir a la última planta donde hay un bar con terraza con desde las que se tienen buenas vistas de la ciudad, tomarnos un café y hacer fotos desde la terraza.


Luego vamos bajando hasta la planta baja. El museo exhibe piezas de arte contemporáneo distribuidas en varios pisos a los que se puede acceder mediante un ascensor de cristal exterior (como el del Reina Sofía) Algunas cosas son interesantes y curiosas, pero la opinión sobre él ha sido muy dispar en nuestro grupo. El sitio es singular, pero no lo considero una visita obligada, especialmente si no te gusta el arte muy moderno.




Desde aquí nos dirigimoa al Boulevard Unirii, que con casi 4 kilómetros de longitud, es una de las avenidas más importantes de Bucarest. Su estética recuerda muchísimo a la Avenida de los Campos Elíseos de París. Las mejores vistas del Boulevard Unirii se tienen desde la azotea del Parlamento (a la que no pudimos acceder ayer en la visita guiada).

Continuaremos por el boulevard hasta la plaza Unirii y desde esta subimos hasta la plaza de la Universidad y, por la Avenida de la Victoria (Calea Victoriei) que es la arteria más importante de Bucarest y también la más antigua, sllegamos hasta la Plaza de la Revolución, un lugar de gran importancia histórica en el que el pueblo rumano seguía los discursos de su líder Ceaușescu. También en ella el pueblo rumano se levantó contra el dictador el 21 de diciembre de 1989. Cuatro días más tarde el dictador y su mujer fueron capturados (habían huido de Bucarest al comenzar las protestas) y asesinados en Targoviste. Durante todos estos acontecimientos perdieron la vida muchas personas por eso en el centro de la Plaza de la Revolución se levantó un obelisco para homenajear a todas esas víctimas (”la patata”).

Nuestra idea es visitar el Ateneo y el Museo de Arte, pero, como ya es la hora de comer, vamos a un local que nos recomendó ayer el guía: Excalibur, un restaurante medieval y turístico a más no poder. Además estaba lleno así que buscamos otro por la zona y dimos con uno bastante sencillo en el que nos atendieron fenomenal y comimos muy bien.

Finalizada la comida nos dirigimos al Ateneo que los sábados abre para visitas de de 16:00-19:00. El   Ateneo Rumano (https://www.fge.org.ro/) es uno  de los edificios emblemáticos de la ciudad, sede de la Filarmónica de Bucarest y con su estilo neoclásico es uno de los edificios más bonitos. Se construyó en el año 1886 y se inauguró en 1888. Tiene forma circular y por fuera parece un templo griego con 6 columnas jónicas en el frente; en el interior hay mármol de Carrara por todas partes. La entrada vale 10 leis y se saca en el mismo edificio. Merece muchísimo la pena.




Cuando se entra, uno queda impactado por tanta belleza. El vestíbulo es impresionante, muy grande, con una decoración exuberante, todo  revestido de mármol de Carrara, con maravillosas lámparas y preciosas escaleras; su belleza sólo es superada por el auditorio, con capacidad para 650 personas, que está coronado por una cúpula imponente.

Hemos tenido muchísima suerte en la visita ya que había un cuarteto de cuerda y piano ensayando y hemos pasado allí un rato estupendeo oyendo música clásica en este maravilloso lugar.


A continuación nos dirigimos, justo enfrente, al otro lado de la Avenida Vistoria, al Museo Nacional de Arte de Rumanía (anterior Palacio Real) que recorremos bastante rápido porque casi es la hora de cierre. Este edificio sirvió de residencia oficial a los reyes de Rumanía hasta 1947, cuando se instauró el régimen comunista. Se inauguró en 1950 y alberga una valiosa colección de arte moderno y contemporáneo. A partir de 2001 es la sede del Museo Nacional de Arte la Galería Nacional que guarda todas las colecciones de arte nacional de Rumanía.

El museo tiene forma de U y exhibe más de 4 mil pinturas y, en total unas setenta mil obras de arte, en tres principales galerías: la de arte Europea, la de arte moderna y medieval de Rumania, además de otras colecciones menores como la Galería de Arte Oriental.

El horario es de miércoles a viernes de 10 a 18, sábado y domingo de 11 a 19 horas; lunes y martes cerrado. El precio: Galería Nacional: 24 RON (4,80 €). Galería de Arte Europeo: 24 RON (4,80 €). Entrada combinada: 32 RON (6,40 €)

Ya de bajada por la calle Victoria pasamos por el  Pasajul Victoria, que une la Avenida Victoria con la Calle Academiei; un pequeño pasaje que se ha hecho popular en los últimos tiempos gracias a los paraguas de colores que lo adornan. No tiene mucho más.


Desde aquí nos adentramos en el barrio antiguo y deambulamos un rato por sus calles. Nos tomamos un cocktail en un lugar muy majo y volvemos a la zona del hotel para cenar, esta vez en el Gambrinus II, en el que milagrosamente encontramos mesa ya que está todo hasta los topes de gente. La cena muy bien (unas costillas al horno con patatas y unos mejillones de escándalo)

 

DOMINGO, 11. Excursión a los castillos y Transilvania, con Brasov 


Iglesia nueva
Para el día de hoy hemos contratado una excursión de día completo a los Cárpatos con una empresa bastante recomendable de Bucarest, pero de socios españoles y que, por tanto, hablan español perfectamente. Se llama Santiago Tours (por Santiago de Compostela) y su web es  https://www.rumania-viajes.es/. Ofrece muchas opciones de excursiones y circuitos con una estupenda atención y buenos precios.
Así pues, a las 07:30 nos recoge nuestro guía en el hotel y salimos de Bucarest hacia los Cárpatos Meridionales. Hemos reservado una excursión privada de día completo a la zona norte. Tras 2,5 horas de viaje llegamos a Sinaia, una estación de montaña, en el valle de Prahova, con un precioso paisaje. En esta localidad se encuentra el monasterio ortodoxo de Sinaia que dio nombre a la ciudad ya que fue edificada alrededor del mismo. Hacemos –cómo no- una parada para visitarlo.

Este monasterio fue inaugurado por el príncipe Mihail Cantacuzino en 1695 con fines no sólo religiosos sino también defensivos. Lo nombró así en honor al Monasterio de Santa Catalina,  en el Monte Sinaí, en Egipto, a donde el noble había viajado en peregrinación y del que quedó fascinado.

El recinto consta de dos patios, cada uno cuenta en su centro con una iglesia de estilo bizantino llamadas, la primera, más antigua, biserica veche (iglesia vieja) del 1695 y, la segunda, biserica mare (iglesia grande) más grande y moderna construida en 1846. Ambas son muy bonitas. En el interior se conservan las pinturas y mobiliario originales de gran belleza y colorido. En el recinto también hay una biblioteca (no visitable) y un museo que se abrió en 1895 siendo la primera exhibición de objetos religiosos de Rumanía. Alberga colecciones de iconos y cruces del siglo XVII, la primera Biblia en rumano de 1688 y otros objetos valiosos. La entrada a los patios e iglesias es gratis; el museo cuesta 5 leis (muy barato).




Desde aquí nos dirigimos a la “joya de la corona”, el Castillo de Peles, un maravilloso palacio con apariencia de castillo refinado que fue la última residencia real de Europa construida en estilo neo-renacentista. Hasta 1947 fue el lugar de veraneo de los reyes. Hoy es un museo que abrió sus puertas en 1990. Tanto el entorno como su arquitectura son deslumbrantes.


Los horarios y tarifas se pueden consultar en su web: https://peles.ro/ 

Lo primero que sorprende es el marco en el que está ubicado: entre bosques y con los Cárpatos al fondo. Cuenta con bonitos jardines y fuentes de piedra en el exterior desde donde tomar buenas fotografías (ya que están prohibidas en el interior si no se paga un extra). A continuación se accede a un patio precioso (donde está la taquilla y se espera para entrar) con escaleras, balcones y miradores en madera y piedra.

Este castillo no permite la visita por libre sino que se realiza  con guía licenciado del castillo o el guía del grupo. La entrada coincide con la salida y se deben usar unas zapatillas de papel encima de los calzados para proteger los magníficos suelos del edificio.

Una vez dentro uno se queda anonadado con la belleza del lugar. Tiene 170 habitaciones repartidas en 3.200 metros cuadrados de planta y están adornadas con escaleras de mármol, pasadizos y puertas secretas, maderas nobles en el suelo, techos tallados delicadamente en madera, coloridas vidrieras, lámparas de araña impresionantes, cortinas, espejos, pinturas, esculturas…; hay salas y decoración de otras culturas como la sala oriental, una sala de música, una biblioteca espectacular, un pequeño teatro… Como curiosidad, la residencia cuenta con 30 baños. 



El palacio incluso se dotó en su día de electricidad y calefacción; todo un lujo para la época. En una de las salas se puede contemplar también la colección armamentística del Rey Carol que cuenta con más de 4.000 piezas, incluidas armaduras de soldados y caballos.


En resumen, una maravilla. Una visita imprescindible si se viaja a Rumanía. No obstante, al ser un lugar tan turístico (es el segundo museo más visitado del país) había muchísima gente y grupos que impiden disfrutar al 100% de la visita, además de tener que esperar bastante rato en una larga cola para acceder al interior. Pero merece la pena.

Desde aquí continuamos viaje hacia Bran para visitar el conocido como “Castillo de Drácula”, pese a que todo es un mito inventado para atraer el turismo ya que, en primer lugar, el conde-vampiro es una creación literaria de Bram Stoker. Por otro lado, respecto al personaje real Vlad Drǎculea (Vlad III el Empalador) el castillo es famoso por la creencia de que fue su hogar en el siglo xv; sin embargo, no hay evidencias de que viviera allí y además, según la mayoría de las versiones actuales,  sólo estuvo dos días en el castillo, encerrado en un calabozo, de camino a la prisión de Budapest. 

El castillo de Barn es una fortaleza medieval construida (en el mismo lugar donde se encontraba una fortaleza de los Caballeros Teutónicos de 1212) entre 1377 y 1388 por los sajones de Transilvania como fortaleza para detener la expansión del Imperio otomano; más tarde sirvió como punto de aduana para recaudar los impuestos de los comerciantes que deseaban entrar en Valaquia. Está situada  sobre una roca de 200 metros de altura desde donde ofrece preciosas vistas del valle. Desde abajo, parece un castillo de cuento con sus  torres y torreones y tejados rojos y picudos. En 1920, la fortaleza fue regalada a la reina María quien la restauró y la convirtió en un palacio de verano donde pasó muchos años. 

A la puerta de entrada se llega subiendo una empinada rampa y después unas más empinadas escaleras.

Debido a las características del castillo y el aflujo de visitantes, después de una presentación general en el vestíbulo, la visita es libre y consiste en subir y bajar escaleras, incluso un pasadizo secreto, hasta la terraza con vista panorámica y bajar por otras escaleras diferentes (La salida es distinta de la entrada) acabando la visita en el patio central. Durante el trayecto se visitan diferentes salas.

El interior es una construcción laberíntica, pero muy coqueta. Alberga unas 60 habitaciones a las que se llega, como ya he dicho, a través de sinuosas y estrechas escaleras o pasadizos. Muchas de las habitaciones están conectadas por pasajes subterráneos en los que hay colecciones de muebles, armas y armaduras de los siglos XIV a XIX. También se pueden ver en diferentes estancias montajes audiovisuales y otros objetos relacionados con el mito del vampiro.

En la parte alta se encuentra la terraza desde la que se disfruta de unas espléndidas vistas del valle y las montañas.


El único “pero” que se le puede poner al castillo es que es un lugar extremadamente turístico, incluso hay un enorme mercadillo en la entrada con puestos de comida rápida y souvenires la mayoría “made in China”. Este castillo es muy diferente al de Peles, nada que ver. Hay quien dice que este no merece la pena después de visitar el otro, pero yo creo que sí la merece aunque efectivamente sean muy distintos.

Finalizada la visita nos dirigimos a nuestra última parada: la ciudad de Brasov, una encantadora ciudad situada a los pies de los altos montes Cárpatos.

Tras aparcar, nos dirigimos a la antigua Plaza del Ayuntamiento (Piata Sfatului), constuida por los sajones, en la que se pueden admirar impresionantes edificios barrocos con fachadas ricamente decoradas. Uno de ellos es el  antiguo ayuntamiento (Casa Sfatului, de 1420), un destacado edificio de arquitectura sajona que hoy alberga el Museo de Historia. Hacemos unas fotos y entramos a una pizzería en la misma plaza para comer, por cierto muy bien.

Salimos tarde y queda poco tiempo para ver la ciudad. Damos unas vueltas por el casco antiguo y la calle comercial, visitamos una sucursal de las cremas de la famosa doctora Aslan donde compramos algunos productos y, de vuelta al coche, vemos desde fuera la Iglesia Negra (Biserica Neagra), que es uno de los monumentos más destacables de la ciudad y la iglesia gótica más grande de Rumanía. Es de culto evangélico y fue construida entre 1383 y 1477 y el nombre se debe a un incendio que tuvo lugar en 1689 y que dejó ennegrecidas las paredes. Hemos leído que el interior es precioso, pero no tenemos tiempo de entrar a verla.

Cogemos el coche y volvemos a Bucarest tardando 5 horribles horas porque es domingo y hay caravana, además de que el guía ha tomado carreteras secundarias a través de los montes. Un horror de viaje de vuelta.

Llegamos bastante tarde a la ciudad, de hecho, tengo que llamar por teléfono al restaurante donde tenemos la reserva para la cena para avisar del retraso. Sin pasar por el hotel nos dirigimos al restaurante Vatra, donde degustamos unos platos rumanos que no están mal, aunque no estamos del todo bien porque el personal es un poco antipático y seco, especialmente el maître. En mi opinión la comida no está mal y a buen precio, pero tampoco es algo especial como para recomendar, así que sólo pongo su web por si interesa. https://vatra.ro/

 

LUNES, 12      Termas

Hoy dedicaremos el día a disfrutar de las Therme Bucarest, considerado el balneario urbano más grande de Europa con 250.000 m2.

La verdad es que nosotras cometimos un pequeño error al elegir el día: habíamos decidido ir el lunes pensando que habría menos gente que el domingo y además el precio de lunes a viernes es un poquito más económico que los sábados y domingos, pero no sabíamos que ese lunes comenzaban las vacaciones de los colegios e institutos, así que estaba “petado” entre turistas y locales. 

Toda la información para llegar y entrar al balneario se puede encontrar en su web:  https://www.therme.ro/. Sobre precios es mejor consultar también la web ya que depende de las zonas a las que se quiera entrar y de los servicios que se deseen usar (https://therme.ro/tarife). La verdad es que la cuestión de las entradas es un poco liosa: El balneario está dividido en 3 zonas: Galaxy, The Palm y/o Elysium. Galaxy tiene un montón de tubos y toboganes, parecidos a un Aquopolis. The Palm es la parte “más tradicional”, con diferentes piscinas y Elysium es la zona de saunas. Con la entrada The Palm, hay acceso a Galaxy, y si se saca el ticket Elysium se puede entrar a las tres.

Respecto a lo que conviene llevar, yo recomendaría, por supuesto, bañador y chanclas, pero allí alquilan de todo si no se quiere llevar nada propio. No es necesario usar gorro de baño (como en España), pero no está permitido entrar a las piscinas con el pelo largo suelto o en coleta; hay que llevarlo recogido para que no esté dentro del agua (eso lo llevan muy a rajatabla). También es obligatorio dejar todas las pertenencias en las taquillas; no se permiten relojes, teléfonos, zapatos, cartera, etc. en las piscinas (sólo puedes tomar alguna foto desde el exterior en la zona  Palm, pero nunca dentro del agua). Y, por supuesto, no se puede acceder al recinto con comida o bebida.

Therme Bucarest tiene una temperatura interior de 29-30 grados y la temperatura del agua de 33 ºC cada mes del año. El agua termal subterránea alimenta 10 piscinas, 6 saunas, 4 saunas húmedas y 16 toboganes. Es considerado el jardín botánico más grande de Rumanía, con 800.000 plantas, incluyendo 1500 palmeras y numerosas orquídeas y especies únicas. Un lugar bonito y rodeado de naturaleza, para relajarse y disfrutar. 


Pues bien, tras el desayuno, nos dirigimos en un Uber hacia las termas que se encuentran a 15 km de Bucarest . El trayecto, en función del tráfico, tiene una duración aproximada de 20-30 minutos y cuesta, al cambio, sobre 10 €. 

Nada más llegar ya se veía la muchedumbre que se dirigía a la entrada. No obstante, hay que decir que el complejo está organizado de 10, y todo informatizado, tanto el acceso al recinto como el interior (taquillas, vestuarios, cafeterías y restaurantes…) Pese al gentío, no se tarda mucho en trámites antes de entrar a las piscinas.

El complejo es formidable con muchas zonas diferentes, saunas, piscinas de tratamiento mineral, restaurantes y unas piscinas de chorros exterior climatizada a la que se llega sin salir del agua, y que es como un río muy agradable.

El funcionamiento aturulla un poco al llegar y parece complejo, aunque no lo es. Al pasar por taquilla y pagar el ticket, te ponen una pulsera que, desde que entras, sirve para prácticamente todo en el interior, por lo que hay que tener cuidado con no perderla. Se usa para abrir y cerrar la taquilla (está incluida en el precio de la entrada y te la asignarán al llegar a las termas con un número); también vale para pagar las bebidas y comida en las barras de las piscinas o en los restaurantes o para abonar los gastos extra como el alquiler de toalla o albornoz, acceso a zonas que no hayas pagado, sillones relax, o exceso en el tiempo de tu entrada.

Todo ello se hace pasando la pulsera por escáneres que hay en cada lugar.  Parece complicado pero luego es bastante fácil.

Antes de salir hay que volver a pasar por las taquillas donde escanean la pulsera y te indican cuánto tienes que pagar de suplemento.

Allí pasamos toda la mañana metidas en agua y recorriendo el enorme complejo.

Comemos en el restaurante que el inmenso y tiene zonas diferentes con comidas distintas y otra área de comedor muy grande. La comida, para ser a gran escala, no está mal ya que la cocinan allí.

Nos quedamos un rato más después de comer disfrutando del agua y volvemos al hotel.

Dedicamos el resto de la tarde a pasear por el centro histórico y hacer las últimas compras, hasta la hora de cenar que teníamos reservada en el famosísimo y muy turístico  Caru’ cu Bere, un local grandísimo y a tope de extranjeros. No obstante, es una parada obligatoria si se visita la ciudad. https://www.carucubere.ro/

El nombre significa literalmente «Carro con cerveza» porque nació como cervecería en 1879. Es un local de comida tradicional, precios no desorbitados y ambiente alegre, con música en directo, aunque como está tan concurrido, hay tanto ruido, y además la música, no se puede decir que sea un sitio muy agradable pese a ser precioso. El restaurante tiene un enorme salón y dos pisos más que se abren con balconadas de madera sobre el primero. En el interior destaca su decoración art nouveau con mobiliario, lámparas, vidrieras… de este estilo, además de estar todo él forrado en madera oscura.

Nos tocó una mesa abajo, justo al lado de los músicos y era bastante incómodo porque no se podía ni hablar del escándalo. La comida era rica y el servicio, pese a habar tantísima gente, bastante rápido. En fin, ya está visto.


MARTES, 13

Tras el desayuno aprovechamos la mañana para hacer unas últimas compras de iconos y algunas otras cosas y visitamos un punto importante de la ciudad que había quedado pendiente: la Catedral Patriarcal (Biserica Patriarhei) que se encuentra en una colina. A ella se sube a través de la Aleea Dealul Mitropoliei, una calle peatonal (no muy empinada) que une el Parcul Unirii con la colina Dealul Mitropoliei en la que se encuentra el complejo de la catedral ortodoxa,  y el palacio del Patriarca, Palatul Patriarhei, construido más tarde; ambos son la sede y la primera iglesia en importancia del culto ortodoxo en Rumanía.

Junto a la iglesia y en la calle que sube hasta ella hay muchas tiendas de objetos religiosos donde encontramos los souvenires que buscábamos.

Por desgracia no pudimos acceder a la iglesia porque estaban fregando y no nos permitieron entrar, sólo la vimso por fuera; al igual que el palacio que no se puede visitar. El recinto merece la pena una visita tanto por los edificios como por las vistas que se tienen de la ciudad desde arriba.

Dimos una vuelta, hicimos unas fotos y volvimos a la zona del hotel donde compramos unos bocatas para el viaje, nos tomamos un aperitivo en Gambrinus y nos esperamos el coche que nos llevó al aeropuerto para tomar el vuelo a Alicante y regresar a nuestra ciudad.

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